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jueves, 8 de noviembre de 2012

HORACIO ZABALJÁUREGUI [8443]




HORACIO ZABALJÁUREGUI (ARGENTINA, 1955)
Horacio Zabaljáuregui nació en América, Provincia de Buenos Aires, en 1955. Publicó los libros de poemas Fragmentos Órficos (1980), Fondo Blanco (Ultimo Reino 1989) y La última estación del mundo (Bajo la luna nueva, 2001)




Escúchalas cantar desde el fondo de las aguas
permanecen
en el lastre del sueño
emergen en la penumbra de la vigilia
con flores muertas enredadas en el pelo,
escúchalas, te hablan,
te reclaman, en celo,
extranjeras en su deseo,
te leen el rostro, al tacto,
te echan suertes,
las heroínas en su cuadratura lunar,
te arrullan,
se derraman como sólo las mujeres,
las de tu vida,
las que guardan el mapa de la madriguera,
el itinerario de tu memoria,
escúchalas cantar,
ciegas como una piedra
sólo el hilo de voz,
como conviene a la pura apariencia,
a la aparición del deseo, de las mujeres,
de su itinerario en la penumbra de la vigilia,
donde otro hace el vado, el puente
en el delta del relámpago
y allí se confunden las posesiones,
basta cualquier señal:
un número en un papel que marca la página de un libro
donde se lee
"la aparición del mar en la mano que lleva la caricia
como una lámpara"
allí donde te sorprende el olvido,
y te acostumbras al eco,
al reflejo de la voz que vuelve imperceptible
en el reclamo, en la repetición, en la estampida,
escúchalas,
atado al mástil, bajo la bóveda de la noche,
a tientas, escúchalas
en el cortejo de las estaciones,
mezcladas con la sombra,
cualquier señal te haría desertar
siempre otro con esa aridez,
una marca que en la landa del sueño
prepara el tráfico, su ritual
y las verás, por fin, hacerse carne,
en la matriz de su deseo,
ménades de tu memoria,
partes por el todo,
el grial, la constelación y la tormenta
el musgo de la imagen,
la voz en la piedra.





Fragmentos del amor moroso

A oscuras definitivamente, a oscuras, el mundo queda lejos, el invierno queda lejos, ésta es tierra de nadie, ésta es la fosa común de los amores que agonizan.
Extirpar, borrar, todos los correos, las fotos, los indicios, para que no quede nada, nada. Atravesar el campo minado de los recuerdos, la muerte por goteo, el ala imperceptible de un perfume, una calle donde nos detuvimos furtivos y febriles, una enredadera de relámpagos en la cima de una siesta, sombras del pasado donde se envenena la memoria entre furores e injurias, donde trafica el sueño. A oscuras definitivamente, donde la hierba no para de crecer. Sentado a la puerta veo pasar el cadáver umbrío de aquella primavera, y ese resplandor se extraña para siempre.
Una lámpara de sombras reclama el furor de lo vivido, y no vuelve; para que no quede nada, ni el hálito del amor, ni su leyenda ilusoria, a oscuras, definitivamente, a oscuras.






Un rostro en la multitud una aguja en el pajar una hoja en el bosque
una huella en el fondo de los recuerdos una senda perdida vacante
el auspicio del amo las manos de la lluvia la magia
tabaco y alcohol las arrugas en el espejo un pasar un rito
el poeta serial separado de vos
saltar en una pierna para no pensar en vos
la vista cansada una capa de polvo
un superhéroe un superyo encadenado
ventanas como islas escribir hasta adormecer la carne
y ciego como una sirena cambiar de piel
el orgullo herido
parto de las sombras el lado oscuro las raíces de ahí
donde parte el que puede y se deshace
y vuelve a lo mismo
tabla rasa
demolición







Encadenados

Socava el río subterráneo,
el rumor de lo perdido;
quedamos pagando
en el círculo viciado.
Querella,
no suelta:
la ilusión en abismo,
el ciego deseo
no suelta.
Controversia de amores:
te doy letra, te doy soga
a expensas de la penitencia.
Quedamos pagando;
la pena
siembra cizaña:
querella, no suelta
el dolor,
nudo sin desenlace,
peripecia atada a la noria,
al círculo viciado,
viciada la memoria
el maleficio impide
la generación.
Ciego el deseo,
en la controversia,
en la querella,
en la tensión;
querer a ella
con empeño y a expensas
de la penitencia.
Rumor de río subterráneo
socava
la ilusión en abismo
el yugo común,
el nudo sin desenlace:
el dolor no suelta.

(De Querella, bajo la luna ed., 2007)





Donde sopla la sed

Donde sopla la sed
enciende y apaga
la víscera cordial
la bóveda de la noche
el desierto del corazón
enciende y apaga
el faro del mundo
el ídolo de los náufragos
enciende y apaga
escande como las sirenas
la memoria del desastre
donde sopla la sed.

  




Nunca volveré a enamorarme así

Nunca volveré a enamorarme así, dice
como en una canción
en la luna del espejo, dice,
como un caracol en el filo de la navaja,
nunca volveré,
al páramo del mundo, al ritual,
al lugar común, a invocar
el encantamiento, a la divina ceguera
dice, choose me,
nunca volveré
al uroboro cazabobos sin fin
a la pura pasión
a ser el vértice, el vórtice, dice,
en la luna del espejo
en la imagen muda, otra
nunca descuartizado y disperso
cuando me miras, dice,
tu mirada perdida en la copa del paraíso
a donde van las miradas perdidas
a la copa del árbol que se enciende
dice en negrita
de lo que están hechos lo sueños
y polvo será
la memoria,el sueño de otro
instantes que hacen foto allí
en el sentido viciado
en el desierto tentacular
en cinta sin fin, dice,
al cabo, lo que no dejan vivir
ramalazos que no cesan, dice,
la voz de lo que no fue una foto
dice, choose me,
nunca para siempre
cazabobos sin fin, el destino.






Un río lento

Un río lento, esta agonía insensata:
Nadie vuelve sobre los pasos de lo que costó tanto,
sobre el hálito de nieve negra en las huellas.
Reina de la madriguera vacía arrastras los restos del naufragio
y estás sola tejiendo en la tela el emblema de tu deseo:
la flor caníbal, el yugo estéril que nos desangra.
Tuvimos una vocación de mal agüero
que no se resigna a morir.
Somos siameses exangües atados a una libra de carne,
a un espejismo insomne hecho a imagen y semejanza de la pura 
         pérdida.
Acumulamos rencor en saco roto.
Nos empeñamos en el naufragio después de embestir el iceberg.
A pura pena.
Como fantasmas enamorados de su propia desdicha,
desvariando en la repetición,
en la noria viciosa del te di, no me diste,
del te doy pero ya es tarde.
Íntimos y extraños en la deriva que nos devora, en esta boca               
         de sombra.
Insaciables, en la borrasca que no cesa,
le pusimos el cuerpo al amor y al dolor y va de suyo en un 
         potro desbocado.
A pura pena
una sed sibilina sopla entre los restos de lo que no vuelve,
de lo que no se resigna a morir.
Un espejismo insomne, este río lento, esta agonía insensata.





En qué sentido

El azul protector tarda en extinguirse.
Un guiño de Venus y la noche está a un paso.
El viento se levanta y el derviche del mundo
me deja a oscuras.
Hay una toma, antes o después:
“¿En qué sentido?,” pregunta mi hija.
“En el sentido pésame,” digo.
insiste: ¿En qué sentido?”
En el sentido de la memoria que anonada las cosas.
¿En el del tacto ciego como un topo en su madriguera?
En el sentido de los pardos gatos de la noche.
Sed como la desidia para los restos que ni la marea leva
(entonces el azul protector. Etc., etc., etc.).
Sigue otra toma, algo acumula, encubre la desidia
y vadea en contra,
se vacía como un ojo, como una copa.
El guiño de Venus ahueca en la carne.
¿En qué sentido?
En el del pozo ciego de la noche.
Negro sobre blanco, blanco sobre negro.
Desidia de los pardos gatos.
Donde vadea en contra, marea
la brújula insomne del deseo.





El ojo de la sombra

En el ojo de la sombra, vela por nosotros
repite el mantra de la eterna insatisfacción en la peripecia 
          sentimental,
la cólera deseosa de lo que no hay, certeza no hay,
más bien, reguero de arrebatos y rechazos,
puestos bajo una campana de vidrio, ahora,
en la dolorosa ausencia, antes,
en la dolorosa exuberante presencia,
en la pretenciosa porfía del malentendido.
en el perpetuo combate de los ciegos blindados
en nombre del amor
al vacío cifrado en la distancia
busca el cauce como un hilo de agua,
en la red invisible del tiempo,
puro espejismo y sed de no saber
del reclamo, del recelo y el fuego destinado a apagarse,
como el papel envejecido de los libros sin leer,
como el luto opaco de nuestro tránsito entre las cosas,
el ritual de la desavenencia como una forma de la pasión
por otros medios.
Así vela por nosotros
caídos en combate
en duelo.






A pique en la selva

A pique en la selva me voy te vas
Sin aspavientos haciendo señas discretas
Para el buen entendedor
Te consumís sola y mis deseos
se enmohecen con la lluvia
al pie del altar
Nunca vale como ahora o aquí
Salvoconductos para no envejecer
Me voy te vas
Y queda la crisálida vacía
El limbo imposible de lo que pudo haber sido
Ya lo sé
En la fuente el agua se recicla
La eternidad es un truco, un malabar
Y en la fronda del día
Se disimula mal la desnudez de la noche
Así estamos
A tientas en un lugar común




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