BERNARDO GONZÁLEZ KOPPMANN (Talca, CHILE 1957): Poeta, educador e investigador. En 1981 se recibe de Profesor de Estado en Historia y Geografía y Licenciado en Educación. Su obra poética ha sido compilada en antologías y otras colecciones literarias. También ha investigado, recopilado y editado la vida y obra de poetas olvidados de su región: Emma Jauch, Jorge González Bastías y Valericio Leppe, rescatando tanto el lenguaje como la vigencia que tiene el tema campesino en una identidad propia. Ha ejercido la crítica literaria en diarios y revistas y prologado textos de importantes creadores, especialmente de la región del Maule. Durante muchos años ha realizado talleres de poesía en distintas instituciones educacionales, ha participado en congresos y encuentros de escritores y realizado ponencias y recitales en diferentes ciudades del país. Bernardo González, con su obra literaria, se inscribe en la gran poesía del Maule y la gran poesía de Chile. Ha publicado: Sin conciencia ninguna (1981); Poemas simples (1984); Poemas de la contemplación (1985); Poemas transparentes (1987); Barrio cívico (Epigramas) (1988); Nuevamente los pájaros acuden a rescatar mi soledad (1990); Teatinas (1998); Memorias del agua (1999); Intemperie. Multimedia.Ottawa: Cdpoesia; Editorial Poetas Antiimperialistas de América, 2004.
1
Album
Las carretelas de la panadería La Fortuna
ya no pasan por mi barrio
Gisela ya no salta la araucaria del jardín
ni el Piduco, el estero de mi pueblo donde se bautizaban
los canutos, tiene tres brazos
Antes, cuando me tendía en los prados de la Alameda
cruzaba un auto cada diez minutos
y los plátanos orientales se llenaban de jilgueros
los carabineros rondaban a caballo por las calles oscuras
y nadie les tiraba piedras
en el almacén de don Lalo no vendían fósforos a los niños
el escaño aún congrega la ausencia de los que partieron:
nunca más pedaleó en su bicicleta la niña del vestido azul
los trenes de carga se hundieron en la niebla
y aunque tras lluvias y lluvias caídas sobre el muro
se volvió a leer Mejoral
por el vidrio roto entró un aroma desconocido
No importa; hoy creo recordar las manos de mi abuelo
poniéndole tirantes al primer volantín
hoy creo tener una tuna verdeagua acortando la tarde
creo ver al gallo cacareando parado en el techo de la cocina
mientras la Elbita entona una canción de Leo Dan...
Y parece que nada de esto ha transcurrido
que todo está por suceder
salvo que las fotografías me contemplan
En el cuarto del fondo
descansan los caminos
Hay heridas que duelen
cuando sanan
Abre el día
y un aroma viejo escapa del pan amasado
como una bandada de tórtolas
afuera la neblina es un anciano ciego
que pasa tanteando las murallas
del armario destila miel y, yo, zángano
me robo los labios de las flores
sale una liebre del bosque y se pierde tras la loma:
por ahí me vine, por ahí me iré
creo que sólo necesitamos un breve momento para ser felices
y luego mendigamos ese esplendor de pueblo en pueblo
nadie podría decirme hoy cuál es la palabra más bella
Muere el día
y un buey se echa en su largo mugido, mientras
a oscuras el lucero enciende otro pitillo
a veces uno canta con golpes en la voz
mas, no se llega muy lejos
prefiero, entonces, la soledad de esta mesa
de donde siento pasos de ratas en el entretecho
a cualquier mentira que nunca podría ser piadosa
Yo te dije un secreto pero tú lo olvidaste
y olvidaste las figuras que bailaban en el agua
los círculos de la luna
los dedos del viento desabrochando el primer botón de tu sonrisa
Pasa el día...
Ahora, se derrumban las sombras sobre las llaves mohosas
que cuelgan detrás de la puerta del galpón
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El musgo embellece los candados
"Y el papel se llena de signos
como un hueso de hormigas"
E. Lihn
Cuando contemplo el horizonte
todos los pájaros me reconocen
recojo el viento de la montaña
y con él avento los luceros; salgo
al camino apoyado en mis ojos
y me basta la primera palabra
que brota del abismo, de la flor
del durazno o de un simple caracol
trepando por su tallo para, así
recuperar los gestos, la fe ciega
en las minucias, la porfiada terneza
que me roban los ruidos de las cosas
Cuando hago una raya en el tiempo
el patio se ordena, toma forma
el polvo, el agua, el fuego; toma
sentido esa cicatriz, el silencio
incluso el olvido de aquellos días
en que sólo caían hojas secas sobre los
epitafios. Ahora el musgo embellece
los candados, los llaveros sin puertas
la cuchilla olvidada sobre la piedra
que sostiene el sonido de mi sangre
Cuando contemplo las lejanías
no envejezco - qué cosa - no muero
me quedo insomne esperando volver
a los dominios de la calabaza, por
si sufres o estás sola deshojando
margaritas frente al calendario
Cuando abandono las formas
hasta los desconocidos me saludan
un perro viene a tenderse a mis pies
cada murmullo sabe lo que dice, emergen
aromas de huerta húmeda, de hierbas
mojadas, que caen sobre mis párpados
desde el cielo de la tarde y mi sombra
duerme en paz dentro del cántaro
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Escuela 5
"El niño y el anciano
tienen la misma edad"
E. Anguita
Otros sueños descubrí entonces, sentado
en la parrilla de una bicicleta roja
focos de autos navegando en la sombra
como caleuches contra la corriente
el vendedor de confites gruñendo por la nube
que nos daba el recreo en jarritos azules
aveces la campana sonaba en mis oídos
y todos los gorriones escapaban del patio
por el pasillo andaba cojeando el viejo piano
la voz del surtidor se ahogaba boca abajo
como si el agua fuera la única manzana
nunca volví a leer sofá, pala, pato, ala
como en aquellas tardes en mi fiel silabario
dibujé alguna vez una casa con flores
con árboles, con sol, con montañas, con alguien
sonriendo al gran silencio que se hundía en mi banco
Esa primera vez que salí a la vereda
el Angel de la Guarda me cuidó los juguetes
y aprendí de repente que la lluvia mojaba
que existían secretos no conocidos antes:
Blancanieves dormía al fondo del bolsón
y peces y palomas y trenes y planetas
danzaban en mis ojos abiertos al asombro
Todavía me siguen los milenios llamando
desde antes que el hombre sollozara en la luna
desde antes que llegara Nadie a mi cumpleaños
desde antes que la radio fuera una ventana
cuando en la Uno Sur había zarzamoras
y un rebaño de cabras pastaba en la placilla
mientras tanto la siesta daba trigo a los pollos
conversando con ánimas que venían a verme…
Hoy un suspiro raya su hilera de palotes
en la misma pizarra donde escribí mamá
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Canto de amor a una desconocida
Me cautiva el silencio
que fluye de una hermosa
Pongo mi dedo índice sobre sus labios
para que no diga nada
para que oiga el zureo de otra voz
el murmullo de las hojas rozando un secreto
el rumor del pañuelo
el canto del crepúsculo
el leve musitar de las distancias
No sabe que es más bella, así, callada
callados ambos, sintiendo como gimen
orugas en la piel? Ahora, cuando
las estrellas han ocupado el horizonte
los pájaros pliegan las alas
en el perfume de sus manos
se posan celajes tras las ruinas del día
y solo anda el viento por los caminos
silbando la balada de las cosas perdidas
Me hiere esa luz que la rodea
cuando no me revela su sonrisa:
en algún lugar deshabitado
un rito se desnuda para que huya el tiempo
gotean racimos sobre sus hombros
el musgo embellece los candados
suspiran resinas en las herramientas
y las viejas profecías del cántaro regresan...
Lentos, tranquilos, sentados bajo un árbol
creo que ya podemos mirarnos a los ojos
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La luna me protegió por los caminos
Madre, si me demoro
deja un pan sobre la estufa
cáscaras de naranja, algo vivo
que te diga que pronto volveré
Yo sabré que descansas pensando en los gatos
en las tareas de los nietos
en las patillas de geranios que te trajo Lucía
en la húmeda ropa, en los alambres
en la luna que protege a los perdidos
No pienses que me ha pasado algo malo
porque la vida siempre es bella a pesar de los pesares
quédate tranquila que yo estaré bien
incluso en las horas más feroces
ni un temporal, ni un terremoto, ni la torpeza
de beber soledad en el camino
jamás podrán separarme de ti
Deja un poco de comida en la olla chica
que atizaré las cenizas con un lápiz
para entibiar la noche que se va
déjame un papelito: Nano, llamó tu amigo,
dijo que el lunes le lleves la matela
Los tiuques te cuidarán en mi ausencia
confía en mí, que nada me duele sino
la pequeñez de los que han asfaltado los adoquines
por donde me llevabas a la escuela en bicicleta
amaba esos baches que me hacían cosquilla
lo demás tiene arreglo: florecen los aromos
Deja tu voz por los rincones de la casa
para cuando regrese callado del trabajo
Madre, y si llego algo tarde, duerme en paz
que ya aprendí a engañar mis emociones
a esperar, a silbar, a contar las estrellas...
Te prometo que mañana iré a visitar a mis hermanos
39
Para que la muerte sea hermosa
"Todos los sueños
regresan a la tierra"
E. Alarcón
Es amplio el día
y si lo miramos desde la noche
los pájaros cubren el horizonte con sus alas
las flores se abren como fosas
y el viento pinta los recuerdos
con volutas de cardo
la lluvia no lastima la forma del paisaje
de tanto huir tras el humo
caballos galopan por la mesa del comedor
con mi soledad al anca
se sientan alrededor del brasero
los amigos de infancia que se fueron del pueblo
Apenas se distinguen las piedras del camino
bajo los pies de las promesas
que nunca regresaron
escuchamos rumores desconocidos
que desbordan el mundo
como una enredadera tapando la ventana
Ahora, nada podría detenernos
ni siquiera el silencio
de todas las palabras
porque el único sueño es tan simple
que esperamos la eternidad sin prisa
Para que la muerte sea hermosa
sólo debemos cerrar los ojos:
acaso el dolor que nos va despojando
la cal de los huesos
sea un parto al revés
Canción para morder la almohada
Ahora, muerde la almohada, Amada mía
para que huela el néctar de tus pétalos húmedos
para lamer el zumo de tu madriguera
que late como el penacho de una loica enamorada
refugio mi lengua en el terrible origen de las mitologías…
Te acaricio las ancas espléndidas
te tomo de las caderas como quien levanta una gavilla
cinturita de fucsia mecida por la travesía
muerde, muerde los puentes de madera
muerde los canastos, las pesebreras, las marquesas
que yo nadaré en la tersura de tus nalgas
donde se reflejan temblando los manzanos en flor
los panales, las carretas llenas de mazorcas
Muerde la almohada, Amada mía
sentirás como ceden los postigos mojados de tus bodegones
refriégate, Amada mía, lacera las pulpas de tu vellocino
que penetre mi azadón hasta el fondo de tus melgas
que penetre mi racimo hasta el fondo de tus cántaros
mis pajas en tus adobes, mi cuchilla en tu sandial
que mi remo entre y salga de tus aguas hambrientas
como una merluza ciega en los mares lejanos
muerde los terrones, Amada mía
para que mi camarón escarbe en tu delirio
en el ladrido primordial del trueno
para que muela mi mortero el comino de tus sentimientos
de bella despechada por los dueños del reino
Muerde la almohada, Hermosa mía
para que tus ubres se entierren en los hormigueros
para que brames y brinques en los zanjones
para que tus uñas arañen los hornos carboneros
hasta rumiar la profunda raíz de los barbechos
hasta babear agónica por los antros de la poesía
Y olvidarás el nombre de las cosas
y la enagua perdida en los confines
y gemirás con el tropel que pasa
y no sabrás en qué aldea vives
Muerde la almohada, Amada mía
que pulsaré en el clavicordio de tu espalda
la más intensa melodía jamás escuchada
en los jardines colgantes de las ciudades antiguas
los acordes del relámpago que apagarán el fuego
de potra chúcara, de fiera domeñada monte arriba
y, así, en el aprisco seas pelleja, cordera huacha, leyenda
elevándote, arrebujada, hacia el firmamento
donde sollozan de placer los astros
Canto al Descabezado Grande
Jadeante aún, sin aire en los huesos
dentro del cráter, pienso:
Antes que se poblara el territorio
con silencios traídos por el puelche
antes, mucho antes, que los hombres de la tierra
llegaran desde donde nace el sol
y se quedaran entre los árboles más antiguos
amansando sus herramientas
antes que los caballos galoparan sobre el trigo
y la locomotora espantara a las perdices
antes, digo, que naciera todo remordimiento
tú, Padre Volcán, purificabas los contornos
lanzabas hacia los pastos de otros valles
fecundas aguanieves
ensanchabas los ríos que bajaban al mar
con pómez, lamas burbujas
y hoy nos descubres tus hondos barrancos
para que trepemos desvencijados hacia los vahos
de azules termas donde maceramos
estas intrusas palabras manchadas de sangre
Jadeante aún, sin aire en los tendones
dentro del cráter, sueño
La muchacha de la bandera roja
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . a Frida Khalo
Nunca vi nada más bello
que una muchacha con su bandera roja
avanzando entre las viejas estatuas
de los héroes ilesos
De sus labios salían mariposas
palomas, besos, nomeolvides
que disolvían los sueños polvorientos
de las repúblicas doradas
su boca era una amapola húmeda
inaugurando manifiestos
Pasaba con el viento en sus cabellos
y con todo el cielo en la mirada
sus ojos reclutaban los gemidos
que, olvidando el rugir de los motores
se iban detrás de las manzanas
que dejaban temblando el horizonte
Sus pechos bailaban al son de la alegría
ser hermosa era su única consigna
ser hermosa para los que sufren
Nunca vi mayor belleza
que esa niña marchando por las calles
alzando su bandera roja
contra los inmensos monolitos
los luminosos ilegibles
los argonautas de palacio
y las ventanas engrilladas
Llevaba en sus manos la esperanza
del vino de los campos secos
la sal de los días venideros
el grito de la tierra
en su frente se leía desde lejos
la porfía de la primavera
Esa muchacha que pasó cantando
sobre las tumbas y las sombras
dejó flameando en mi memoria
la humanidad de su bandera roja
Ya no sé que hacer con la belleza
cuando la rosa se desnuda
cuando la sangre se desnuda:
ser digno de su amor es mi tarea
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