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domingo, 18 de marzo de 2012

6326.- BEATRIZ VIGNOLI

Beatriz Vignoli
Beatriz Elvira Vignoli es una novelista, poetisa, periodista, traductora y crítica de arte argentina. Nació en Rosario (provincia de Santa Fe), el 29 de enero de 1965. Es nieta del escultor rosarino Erminio Blotta (Escuela Argentina 1892-1976).
En los años ochenta colaboró en revistas «subterráneas» de Rosario y Buenos Aires (como Umbral Cultural, dirigida por Gerardo Diego Sofía).
Entre 1992 y 1997 impulsó una serie de lecturas de poesía y narrativa de un grupo de escritores jóvenes de Rosario, núcleo de lo que luego serían las revistas Ciudad Gótica y Viajeros de la Underwood.
Entre 1993 y 1995 fue crítica de arte y espectáculos del diario Buenos Aires Herald (en idioma inglés).
Entre 1991 y 1998 colaboró en las secciones «Cultura» y «Contratapa» del suplemento Rosario/12 del diario Página/12.
En 1998 estuvo brevemente a cargo de la sección «Cultura» de este diario.
Entre 1998 y 2000 colaboró regularmente en el suplemento cultural «Grandes líneas» del diario El Ciudadano y la Región.

Obra
1979: Proesía (prosa y poesía). Rosario: edición mimeografiada por el escritor Luis Ernesto Aguirre Sotomayor.
1980: Blues de la erosión (poesía). Rosario, edición de la autora.
1999: DAF (novela), inédito.
2000: Almagro (poesía). Rosario: Editorial Municipal de Rosario (premio municipal de poesía Felipe Aldana).
2001: Viernes (poesía). Buenos Aires: Bajo la luna nueva. Fue uno de los libros seleccionados para el Plan de Promoción a la Edición de Literatura Argentina, de la Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación.
2002: Sushi Haiku Club (poesía), inédito.
2003: Bengala (poesía), inédito.
2004: Itaca (poesía). Rosario: Junco y Capulí.
2004: Reality (novela). Rosario: Editorial Municipal de Rosario.
2007: Soliloquios (poesía). Rosario: Huesos de Jibia.
2007: Nadie sabe adónde va la noche (nouvelle). Buenos Aires: Bajo la luna.
2011: Molinari baila (novela). Rosario: El Ombú Bonsai

En antologías
1995: Poesía en la fisura (selección y prólogo: Daniel Freidemberg). Buenos Aires: Ediciones del Dock.
1998: «Poesía argentina de los noventa» (selección y notas de Edgardo Dobry), en revista La Página, n.º 3, Santa Cruz de Tenerife (Canarias).
2001: «Poesía», sección de La Nación Revista (selección de textos: Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich), n.º 1646, pág. 79. Buenos Aires: 21 de enero de 2001.
2003: «Mujeres poetas de América Latina», revista Caravelle (cahiers du monde hispanique et luso-bresilien (sección «Littératures»), n.º 81. Tolosa (Francia): Presses Universitaires du Mirail.
2004: Poetas de Rosario: desde la otra orilla (edición al cuidado de Pedro Enríquez y Andrés Neuman; estudio preliminar de Roberto Retamoso. Ayuntamiento de Granada (España).
2004: Señales de la nueva poesía argentina (selección y estudio de Pablo Anadón, posfacio de José Luis García Martín). Gijón (España): Llibros del Pexe.
2004: Twenty Poets from Argentina: Poetry in the Nineties (edición bilingüe, traducción de Andrew Graham Yooll y prólogo de Daniel Samoilóvich). Bradford (Reino Unido): Redbeck Press, 2004.
2004: Antología personal (1979-2004). Rosario: Honorable Concejo Municipal de Rosario.
Dodecaedro (edición de María Paula Alzugaray, prólogo de Claudia Caisso).





Eclipse


En el horno de leña y de ladrillos
el cóncavo disco de hierro donde se asa
la carne y los panes se tuestan
parece, en su trípode, una de aquellas cosas
antiguas frente a las que tanto
te gustaba fumar.


Tu amigo me cuenta: vas a las cuatro plazas
por una vereda, por la otra
vereda vas volviendo como el loco a su casa.
Tu amigo me cuenta: en todos estos años
no pronunciaste más una palabra.


Cruza las piernas: noto que sus botas
son del mismo estilo que ya era viejo entonces.
La lleva, sin embargo, con gracia
pero su silencio es un reproche.


Oscuro contra el fuego, el perfil del disco
parece rebanado de un eclipse total.












Surf


Te has sentado en la esquina
donde alguien puso mesas,
sillas de plástico.


Necesitabas ver toda esta luz.
Hubieras sido un pintor impresionista
de nacer en otro siglo, en otra clase.


Te gusta mirar a los skaters,
esos surfistas de tierra que pasan con luz verde
y logran que parezca un océano el asfalto.


Estás solo. Desde que viniste de allá, andás solo.
Vas por fuera del mundo como un ángel,
vos, que mataste.












Augusta


Redonda estaba ella en su cuna blanca,
una luna apagada, toda olvido;
seres habían amado ese equilibrio
que ahora su muerte brindaba.
Como si forrados en blindex estuvieran
atardeceres, ellos esperaban
lo suyo: el paraíso.
Que le tocó primero por una lotería
de voluntad de Dios y malapraxis;
fue su martirio una prolijidad
y un alimento. Bienaventurada
en su final sin principio.












Diciembre 19, 2001


Había visto de chico
en el cine, en un documental
un lobo marino gris
arponeado: la elipse de sus fauces
abiertas sin sonido,
la sangre en el hielo.


“Mujer herida” decía la voz. En angarillas,
algo viviente palpitaba, inmenso
en torno al mínimo círculo de sangre
instalado en lo gris. Lo gris era su remera.
Tendida en la camioneta, la mujer
había devenido cetáceo
asaeteado. Y gemía bajo el sol.












Diciembre 31, 2001


Y la vida era esto:


salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cómo un vecino
enciende una bengala.


El brazo en alto, inmerso en la luz ígnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmóvil el mundo.


¿Celebra? ¿Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.


Aquella intensidad.












LA CAÍDA


Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.








EL PINO


Apagué los motores
y anduve a la deriva
¿cuántos años anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin dirección?


Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. ¿Cómo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
¿Cómo pudo acumularse, quedar ahí toda la vida?


Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va.


De Viernes (2001)







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