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sábado, 27 de agosto de 2011

4701.- NURIA PARÉS


Nuria Parés
Nacida en Barcelona en 1925 e hija de Ricardo Balcells Pinto (abogado y diplomático de origen canario) y de Concepción de los Reyes, Nuria Parés se crió en Madrid, donde se trasladó la familia cuando apenas tenía ella dos meses de edad. En esta ciudad se escolarizó en el Instituto-Escuela, un espacio de ideología liberal y laico donde se estimulaba a estudiantes de ambos sexos en los deportes y las artes. Nuria me recordaba en nuestro encuentro del verano de 2002 que lleva dos paisajes castellanos arraigados en su alma: el de un pueblo llamado Vadocondes, a orillas del Duero y el de Pedro Bernardo, en la Sierra de Gredos, pues allí pasaba los veranos la familia. Me confesaba que los chopos del Duero y los perros callejeros permanecen vivos e intactos en su memoria; los chopos y los perros callejeros son imágenes que nunca más ha vuelto a ver desde que salió de España en 1938, en pleno conflicto bélico, cuando se traslada a París donde vivía una hermana de su madre.

Tenía Nuria entonces trece años y eran días muy difíciles en los que apenas había para comer; como sabía tocar la guitarra, Nuria empezó a ganarse la vida tocando y cantando en distintos cafés y teatros de París, así como en diferentes ciudades de Europa. La Segunda Guerra Mundial estalló cuando Nuria, su madre y su hermana viajaban a Grecia en barco con pasaporte republicano al que se le habían acabado las hojas, de manera que tuvieron que permanecer varios meses en Grecia hasta que Julio Palencia, un embajador amigo de su padre, se hizo cargo de la situación y las ayudó para que pudieran salir desde el puerto del Pireo con destino a Nueva York; tras unos meses en La Habana, donde Nuria seguía tocando la guitarra y bailando para ganarse la vida, la familia llega a México en 1943.

Nuria se casó en 1946 con un eminente urólogo, el doctor Carlos Parés, también refugiado español, quien la introdujo en el ambiente de los intelectuales republicanos españoles desde el más burgués al más bohemio. Así frecuentó a León Felipe, Juan Rejano, Luis Cernuda, Pedro Garfias, Max Aub, Díez-Canedo y José Bergamín, entre otros. Comenzó a publicar poemas en los años cuarenta en diferentes revistas literarias mexicanas: Rueca, Diorama de la Cultura, Revista Mexicana de Cultura, El Sol de Módico en la Cultura y otras; asimismo, publicó diversos ensayos en torno a la creación poética de los refugiados españoles y sobre todo, gracias a su conocimiento del francés y del inglés inició una brillante tarea como traductora de poetas tan reconocidos como Francois Villon, Ronsard, Emily Dickinson, Rilke, Robert Frost, Robert Lowell, entre otros. De particular interés para Nuria Parés son las traducciones y los estudios de las obras de los poetas persas, Omar Khayyán, y Saadi Hazif. Como muchos otros intelectuales republicanos, Nuria Parés desarrolló una brillante tarea en el campo de la traducción, recuperando para las distintas editoriales mexicanas (muchas creadas por los propios refugiados) obras maestras de la literatura mundial.

Tiene publicados tres poemarios: Romances de la voz sola (1951), Acapulco (1959), Canto llano (1959), y Colofón de luz (1987). El último, que recoge sus libros anteriores incluye un afectuoso prólogo de Vicente Aleixandre, quien leyó con entusiasmo a Nuria Parés. La poesía de Nuria Parés es intimista, abierta al despliegue de múltiples estados de ánimo, siempre ofertando el deseo de comunicar los entresijos más profundos del alma humana. Realizó una visita a España en 1974, tras la muerte de su esposo y sigue guardando en su corazón los hermosos veranos de la meseta castellana, con sus largos chopos y sus perros famélicos.






PALABRAS...

A veces, cuando leo
esas viejas palabras de la tierra
que jamás pronunciamos, siento
crecer hacia lo hondo mis raíces
ya acostumbradas a horadar el viento.
Suenan en mis oídos, me acompañan,
dialogan entre ellas como el lento
y despacioso doblar de las campanas
de la iglesia mayor y el tintineo
humilde de una esquila.
Yo iría por la calle como el tonto del pueblo
hilvanando palabras sin sentido:
«bancales y serones... pan cenceño
enebro, flor de jara, cardelina...».
Palabras de la tierra, campaneo
del alma, regusto amargo y dulce,
hondo sentir que le pregunta al tiempo
si este doblar de las palabras viejas
no es ya un doblar de muerto.








CANCIÓN DE VIDA

Por un laberinto,
calle del deseo,
buscándome el alma,
hallándome el cuerpo.
Por un laberinto,
corredor del sueño,
vueltas y revueltas
me busco y te encuentro.
Por un laberinto,
callejón del miedo,
cada vez más hondo,
cada vez más lejos.
Por un laberinto,
senda del misterio,
con la muerte al hombro
y el andar ligero.
Por un laberinto...







ENTREGA

Apartaos de mí, que me he arrancado
esa mitad de sombra a manos llenas
para arrojarla al sol con la alegría
con que se iza al viento una bandera.
Apartaos de mí, porque he lanzado
los caballos del sueño a la carrera
y un galopar de potros se desboca
como un golpe de sangre por mis venas.
Apartaos de mí, que estoy ardiendo
con la llama agitada de una tea.
Todos mis dioses se han venido abajo:
Sólo el momento y yo como una ofrenda.







Que soy, que somos (nos lo dicen)
“la España peregrina”...
¡Ay, qué bonito nombre!¡Qué nombre tan bonito
para ir por el mundo a la deriva
como un barco de velas desplegadas,
como una extraña carabela antigua!
¡Qué barco tan bonito si tuviera
un pequeño espolón para la ira!








Romances De La Voz Sola

Que quede grabado en mí,
que todo el momento exacto
con su plenitud perfecta
quede en mi interior vibrando…
Que nada se pierda de él,
que no tenga que encontrarlo,
pobre limosna, en el sueño,
con su perfil deformado.
Que todo el ser, blanda cera,
guarde su latido exacto,
pájaro vivo en la malla
de la voluntad apresado,
que toda el alma esté alerta
y mi cuerpo esté afilando
sus mil memorias pequeñas
dispuestas a recordarlo.

Esta voz, que no es mi voz,
con la que hablo y me río,
que habrá de seguir en mí
y habrá de acabar conmigo,
esta voz, que no es mi voz,
que está robándole el sitio
a esa voz que yo me sé
cantando sonidos vivos…
Esta voz, que no es mi voz,
¿habrá de acabar conmigo
sin que la otra voz, mi voz,
pueda surgir de su olvido?

Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.
Faltas de luz mis palabras
van anegándose en ritmo
con un jadear penoso
que sabe de su vacío
y el momento está esperando
no sé que matices tibios
que hagan ahondar mi palabra
por senderos de infinito…
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.






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