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viernes, 19 de agosto de 2011

4657.- PEDRO UGARTE


PEDRO UGARTE

PEDRO UGARTE nació en Bilbao en 1963. Es autor de una amplia obra narrativa y de un millar de artículos de prensa. Con Los cuerpos de las nadadoras fue finalista del premio Herralde de novela en 1996 y obtuvo el Premio Euskadi en 1997. Con Casi inocentes obtuvo el premio Lengua de Trapo de narrativa en 2004. Ha escrito varios volúmenes de relatos breves, género en el que ha alcanzado una gran maestría: Los traficantes de palabras (1990), Noticia de tierras improbables (1992), Manual para extranjeros (1993), La isla de Komodo (1996) y Guerras privadas (premio NH en 2002). Ha sido incluido en antologías importantes como Páginas amarillas (Lengua de Trapo) y Los cuentos que cuentan (Anagrama). En 2009 le fue concedido el premio Julio Camba de periodismo.
Como poeta ha publicado dos libros, Incendios y amenazas (1989), que fue Premio Nervión, y El falso fugitivo (1991). Sus poemas posteriores están reunidos en el libro inédito La vida innecesaria.




POEMAS


De Incendios y amenazas (1989):


DESPOBLADO

Esos lejanos reinos
cuyas atormentadas costas
tantas veces visitaste,
los vastos desiertos
donde la sed fue un dardo diferente
y los innumerables hombres,
y la sima entre sus bocas
-en realidad nunca fue tuyo
aquel jeroglífico de voces-

Seguiste abriendo
la oscuridad de los caminos,
nadaste en los ríos y en los lagos,
cruzaste con trabajo aquellas cordilleras
que en su gloria indiferente
te ignoraban.

Diste la espalda, una tras otra,
a miles de ciudades,
y en la tundra deshabitada
tu rostro fue más claro
que en el mejor espejo.

Y doblaste cabos,
y dormiste sobre playas,
y hasta hubo abismos
cuyo oscuro vientre
-tentador- te reclamaba.

Imperios, murallas y canales,
un lugar tras otro,
fugándote de todo
lo que no perteneciera
a tu propio cuerpo.

Hasta que la madrugada entraba
en la encallada celda de tu cuarto
y vencía a ese dedo náufrago
que aún temblaba sobre el mapa.



LOS OCUPANTES DE UN ROLLS ALQUILADO

Pedimos sendos daikiris
mientras tú encendías un largo cigarrillo mentolado,
la terraza del Hotel Martinez,
y tus doradas piernas
cruzadas con elegancia ante mis ojos.
Nos trajeron los daikiris
-toleramos con desdén al camarero-
y bajo la luna de Cannes
comenzamos a charlar,
lentamente,
borrachos de ausencia y lejanía,
como si ya hubiéramos regresado
del amor y de los besos,
de la fidelidad,
de la didáctica barrera que separa
eso que algunos llaman
el bien
y el mal.
Bebimos los daikiris,
y tu pamela amarilla,
y mi reloj que tú, sin interés,
reconociste desde lejos,
como si ya estuviéramos hastiados
de la risa, de la espera,
de la oración campesina,
del trabajo y de las rentas.
Quién lo iba a decir,
nosotros,
a quienes esta ficción
estaba costando años de paciencia y oficina,
libres por una sola noche para siempre,
nosotros que bebíamos daikiri
por primera vez
para descubrir cómo sabía
y borrar de la garganta
el agudo ardor del vino de taberna.



De El falso fugitivo (1991):


IMPOSTURA

No puedes evitar a veces
hozar en las entrañas de la noche,
resolver cada rasguño
en un odio poroso por la vida.

Y a la vez regresas con torpeza
al encharcado cieno
en que los seres humanos sobreviven
aunque allí transcurra todo seguro.

Consumado remero
en la difícil corriente
de las medias aguas
convienes que basta seguir a salvo.

Ahí reside tu sórdida coherencia:
preservar tu vida, tan perfecta,
como una perfecta moneda falsa.



EL CUELLO DE LA BOTELLA

Dom Perignon, sin duda, proferiste
alzando una copa de sidra achampañada.

El carnaval privado, el tumulto de disfraces
nos dieron coraje suficiente
para lanzarnos al exceso.
Había algo patético en tu rostro
teñido de payaso
frente al uniforme gris de los criados.

Ni una sola objeción
a la multitudinaria risa
que creció en lenta marea
según las fases de la luna.

Pero alguien dijo amor
y te aplicaste al gesto suficiente
de los que han sufrido demasiado
para confesarlo en el público velódromo
donde las palabras pedalean,
incansables y ridículas.

Cayó la noche. Borrachos nos dispusimos
a patrullar las barriadas,
practicar los abusos deshonestos, el estupro,
la yuxtaposición de soledades,
guiados por nuestro experto en espumosos.

Aturdidos, imberbes, insensatos, embarcamos
en vacíos automóviles paternos
hacia una noche más de imponderables.


Cierta rigidez sentimental no amortiguaba
sin embargo en nuestras venas
un desconcierto de autopistas fracturadas
y el monótono rodar del dolor calzada abajo.



Del libro inédito La vida innecesaria:


DEVOTAS LECTURAS

Mientras yo examinaba las Cartas a Felice
mi madre predisponía al mundo en mi favor.

Mientras yo releía O livro do desassossego
mi madre desplegaba todas sus influencias.

Mientras me consumían los relatos de Carver
mi madre enderezaba mi endeble biografía.

Mientras me devanaba los sesos con Kundera
mi madre ya me había librado de la mili.

Y mientras cincelaba mi último soneto
ella fotocopiaba las bases de concursos.

Y si yo concurría, mi madre no dudaba
en prestar sus favores a miembros del jurado,
y si me constipaba me arropaba en la cama
y me evitó el contacto de mozas casquivanas
que sólo pretendían hacerse con su puesto,
tramar mi destrucción.

La culpa de mi madre en lo que soy
no me ha pasado desapercibida
aunque así lo quisieran mis peores enemigos
a los que nunca ofrezco flancos tan vulnerables.

Mi madre ha muerto ahora -quizás de agotamiento-
y yo no soy al fin tan desgraciado
como siempre en secreto me habían prometido
los celacantos lúgubres que acostumbré a leer.

Por lo tanto, no hagas lo mismo que hice yo:
traicionarla con ellos. Pues tu madre te quiere,
sólo hay que abandonarla en pos de altas empresas.
A tu edad recomiendo muchachas que no sepan
cómo diablos se escribe abrevadero.



LA LLEGADA DE LA VIDA

Te has pasado la vida preparando
la llegada de una vida perfecta.
La esperabas con esa fe narcótica
que emana de los libros
y del recuerdo frágil, perfumado,
que dejaron las novias antiguas de la infancia.

Te has pasado la vida preparando
la llegada de una vida perfecta.
Pero pasaba el tiempo y de la vida
no llegaron jamás buenas noticias.
La vida debió ser algo distinto
a aquel pobre anticipo
henchido de promesas que nunca se cumplieron.

Y las novias antiguas de la infancia
no tuvieron en esto culpa alguna:
ellas no te cegaron con promesas.
Nadie podrá acusarlas
de que intentaran engañarte
como hicieron más tarde las novias de verdad.

Te has pasado la vida preparando
la llegada de una vida perfecta.
Por eso el recuerdo de tantos libros,
y del pecho vibrátil e incipiente
de las novias antiguas de la infancia,
que nunca fueron novias de verdad.

Porque los libros mienten -y acaso ese es su oficio-
y las novias antiguas de la infancia
no supieron jamás que eran tus novias
ni jugaron contigo en los jardines
ni descubrieron nunca tu miedo agazapado
detrás de los rosales.

Ellas habitan tu memoria,
-las novias antiguas de la infancia,
distintas a las novias de verdad-
y lo hacen con la insistencia estúpida
con que atormenta a los seres humanos
el recuerdo de todo lo vivido.


http://poetasvascos.blogspot.com/



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