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jueves, 23 de junio de 2011

4174.- RAÚL VACAS



Raúl Vacas. Salamanca (España), 1971. Licenciado en Ciencias de la Información y diplomado en Educación Social. Desempeña labores de edición, animación y gestión cultural y colabora con diversos medios de comunicación y revistas literarias. Dirige, junto a Isabel Castaño, la Escuela de Escritura Creativa “De Vacas y Castaño”, un proyecto didáctico y cultural que pretende fomentar el gusto por la literatura y la vida en el campo; cuenta con tres talleres on line en marcha. Coordina e imparte talleres de escritura creativa en colaboración con editoriales, centros de profesores, bibliotecas, academias, fundaciones, colegios e institutos. En su bibliografía destacan las plaquettes Confieso que he fumado, El calor de los labios a solas, El imán de la muerte y Corte y confección, así como los libros Proceso de amor (Amarú Ediciones, 2003), Consumir preferentemente (Anaya, 2006), Al fondo a la derecha (Obra Social Caja Duero, 2005) y Esto y ESO (Edelvives, 2010). A lo largo de este año verán la luz dos nuevos libros: Señal (Mundanalrüido) y Uno solo (Amarú Ediciones), y en 2011 la editorial SM publicará el libro Niños raros con ilustraciones de Tomás Hijo. www.raulvacaspolo.blogspot.com






Égloga de los esposos

El sexo con amor de los casados
Joaquín Sabina

ÉL

Hoy que no tienes fiebre ni jaqueca,
y lleno de color está tu gesto.
Hoy que estrenaste nuevo corazón,
y es buena la ocasión y hasta el pretexto,
deja que mude en beso cada mueca,
que escarbe en tu entrepierna la pasión
y muera la razón
donde no muere el tacto.
Firmemos en un acto
militar la escena del amor.

Que el óxido del semen y el sudor
señalen la batalla por la piel.
Que no haya vencedor
y el sueño llegue dócil, limpio, fiel.

Cuántas noches soñé que entre tus pechos
un enjambre de abejas anidaba,
que eras tú la extranjera que dormía
pegada a mi silencio y a mi lava,
que sólo, Amor, escombros y deshechos
eran las sobras al morir el día,
que no era la manía
de soñar despiertos
como hacen los muertos
la que vertió en tus ojos el dolor
y el llanto. Que lo nuestro era amor
igual que en los seriales de la vida,
que acaso nuestro error
fue dar la confianza por perdida.
Y ya que nada vuelve a ser igual
y no hay razón para albergar más odio
hagamos el amor hasta la muerte.
Pongámosle final a este episodio
con un orgasmo sobrenatural
y hablemos del fracaso y de la suerte.
Fue un gusto conocerte,
besar tu cicatriz
abierta, tu matriz;
entrar, salir, volver de nuevo al centro,
besarte, conocerte más adentro,
sentir la pleamar de tu vagina,
rozar el epicentro
del seísmo, dejar una propina

en el umbral de tu rincón más tierno,
temblar entre tus brazos, a estribor,
buscar entre las sábanas manchadas
los besos que sobraron del amor,
los mapas del pasado y del infierno
y el láudano y el polvo de las hadas.
Qué hacer si tus miradas
se declaran en ruina
si es sólo la rutina
la culpable de apagar tu olor,
si pueden más el odio y el rencor
que el sueño y los recuerdos. No entiendo
el juego del amor.
Salid sin duelo, lágrimas corriendo.



ELLA

No sé a qué vienen todas estas quejas,
ni sé por qué me citas en la cama
con ganas de enhebrar nuestra pasión.
Qué importan la razón, la piel, la trama
de tus labios rotos, las madejas
del tiempo, el sueño y la emoción
si ya no hay erupción
ni luz en cada beso,
si el delta de mi sexo
se inundó de celos y dolor,
si lo que tú pensabas que era amor
ya no es amor, sólo cansancio y frío,
si el polen del rencor
llevó tu corazón lejos del mío.

Ahora ya es muy tarde para amarnos
y urdir en esta línea otro final,
para pensar que el tiempo siempre anuda
las heridas, para soñar igual
que en el instante justo de besarnos
muy lejos del insecto de la duda.
Hoy sabe la piel cruda
sin semen ni sudor.
Quizá fuera un error
perder la guerra de la confianza,
forzar el equilibrio en la balanza
del sueño compartido y el orgullo,
romper por ti una lanza,
dudar si nuestro amor es mío o tuyo.

Así que no me pidas que te ame,
que apague los relojes y me entregue
de nuevo a tus caricias. Yo sé
que un día no lejano quizá llegue
otra mujer, que el tiempo nunca lame
nuestras sombras, que nunca volveré
a tu habitación, que
ya no soñarás con–
migo y mi pasión.
¡Oh, pájaro del sueño y el deseo
que avivas por la noche el aleteo
y anidas en el fondo de la almohada!,
empújame al Leteo
y muerde mi tristeza azucarada

pues no hay para el amor remedio alguno
después de dar entierro a las promesas
y hurtar el corazón de los espejos.
Apaga, soledad, estas pavesas
que aún arden en mi pubis y alza lejos
los sueños de este amor inoportuno
que nunca guardó ayuno
y ahora quiere guerra.
Vete de aquí. Cierra
la puerta imaginaria del amor,
olvida aquí tu afán depredador,
no tientes al pasado y a la suerte.
Y calla, por favor,
que hoy quiero amancebarme con la muerte.

(De Uno solo, Amarú Ediciones, pendiente de publicación)








La soledad del bárbaro

La soledad del bárbaro es, tal vez,
la más secreta de las soledades.
Los ojos de sus víctimas, vacíos de respuestas,
son la prueba inequívoca
del odio con que sueñan a diario,
de lo inútil y oscuro de sus crímenes,
del amor disecado en su recuerdo.
Porque sólo el tiempo salvaguarda sus secretos
más íntimos e inconfesables.
Sólo la sangre adulta de sus ojos,
la rabia que heredaron de algún dios
desposeído y sin arcilla
o el llanto que jamás usaron,
les hace vulnerables a la vida.
Puede que un día de tormenta
el más humano de los bárbaros,
deje en el rostro de su víctima
su tacto arrepentido.
Tal vez una emoción o un sueño
le destrocen un día, de repente,
el cálculo perfecto.
(Señal, Mundanalrüido, pendiente de publicación)







Si pudiera

Si pudiera regresar del sol con una cesta de membrillos. Nombrarte una vez más entre mis cartas rotas, entregarme a tu piel como a una luz oscura.
Si me hablaras de Freud y me besaras dulce en el talón de Aquiles. Si pudieras, tan sólo este domingo, vigilar mi caña junto al río y recoger los peces. Si al encender el móvil por las noches me contaran que existes más allá de mí.
Si pudiera envolverme en tus deseos como los pájaros pequeños en el barro. Si pudiera plantar un pensamiento alegre en el rosal del sexo y escarbar con la boca en la raíz de la palabra orgasmo.
Si pudiera ser pasto y precio de tus lágrimas y llorarlas contigo sobre las adelfas.
Si me olvidara un verso en el renglón del aire. Si pudiera bañarme en tu saliva después de cada enfado. Si tus palabras crudas no amargaran tanto. Si el corazón del buey que hizo los surcos en tu vientre no hubiera existido. Si la misión del hombre fuera emborracharse. Si la palabra mundo no significara tanto. Si pudiera salvarte con un verso. Renovar tu carné después del baño. Si tus ojos me hicieran una seña absurda para hablar contigo. Para hacerte cosquillas. Para amarte dos horas.
Si pudiera recordar tus pechos con sabor a verano y robarles bocados a escondidas a la hora del miedo.
Si pudiera deshojar tus dudas y tus ojos. Si cuando acabe el mundo y juzguen nuestras vidas y nos condenen uno a uno a escribir los fallos en la piel del otro pudiera regalarte una oración prohibida. Si pudiera quemarme entre tus labios húmedos y rojos. Si al abrir el poema como un higo maduro me encontrara a la muerte por sorpresa y tuviera tus ojos.
Si vivir solo fuera una excusa cualquiera para no conocerte. Si al jugar con tu risa, como juegan los viejos, se me olvidan los nombres de las cosas más tontas y pudiera nombrarlas nuevamente, a mi modo. Si defender al hombre de los hombres fuera el principal de los oficios y me sobraran fuerzas para hacerlo. Si una noche cualquiera, a bocajarro, me tirara a tus muslos como un tigre que se lame las patas. Si pudiera tenerte y no tenerte, fluctuar en tus sueños, desovar en tu boca, encender tu recuerdo en lo más alto.
Si pudiera soñarte y anunciarlo en la prensa y orear tu pasado a la sombra del tiempo. Si al volver de la compra me cogieras la mano y acertaras la letra que se esconde en mi puño.
Si al tapar las goteras de las nubes más viejas me encontrara algún sueño con olor a pregunta. Si encontrara la aguja que perdiste en tus ojos y lloviera una noche sin temor a mojarnos. Si pudiera ser fruto que se niega a ser visto y llenara tu boca de sabores extraños. Si pudiera este lunes. Si pudiera.

(De Uno solo, Amarú Ediciones, pendiente de publicación)




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