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domingo, 19 de junio de 2011

4139.- DANE ZAJC


Dane Zajc nació en Zgornja Javoršcica, Eslovenia, en 1929. Poeta, dramaturgo y editor de revistas de literatura. Libros de poemas publicados: Scorched Grass (1958); Language of the Earth (1961); The Snake-killers (1968); Poems (1973); Master of the Roses (1975); You have seen (1979); Conspiracies (1985); Down Down (1998) y Scorpions (2000). Dramas: The River Children (1963); The Pathwalker (1971); Voranc (1978); Young Breda (1981); Kalevala (1985); Medea (1988) y Rocky Peak (1995). En sus poemas comunica su experiencia del mundo como un lugar absurdo y amenazante: paisajes vacíos, mudos, destruidos por el hombre y sólo habitados por animales. Símbolos e imágenes arcaicas y bíblicas enriquecen su lírica, a través de un idioma conciso y poderoso. Fue Presidente de La Asociación de Escritores de Eslovenia.



No estás

No estás en la voz del viento, ni en la dispersión de las montañas,
no estás en la flor, y si las aves llaman, no te llaman a ti,
no estás en la desnudez de la tierra, ni en el grave aroma de la hierba,
y si plantas flores para que te brinden su perfume, se lo brindan a sí mismas,
y si construyes un camino, el camino te hablará de sí,
y si construyes tu hogar y lo llenas de objetos preciosos,
un día te recibirá como a una extraño
y los objetos se hablarán a sí mismos en su lenguaje,
burlón para ti.
Es mentira que el manantial existe para apagar tu sed
y el río para que te bañe en su fresco regazo.
Es mentira que las cosas te consolarán con un calmo recuerdo
porque un día se te rebelará todo.

Un día las cosas cambiarán de nombre,
aquel día será odio la piedra, el viento horror,
el camino será pavor, las aves te clavarán en la frente
los clavos ardientes de sus voces, el río será desesperación,
tus objetos serán tu culpa y tus acusadores.
El mundo se habrá derrumbado. El mundo no tendrá nombre.
Entonces deberá serte indiferente. Estarás sentado en un rincón abandonado.

Cerrarás los ojos para no ver nada. Ante todo para no ver
tu propio extravío en el extravío del mundo extinguido.
Para no pensar que tienes
que hacer algo, que tienes que ir a algún lado con tus piernas
que serán delgadas como patas de una araña zancuda.
Sólo tu cabeza será grande. Tu cabeza, que florecerá
blanca como una magnolia. Largamente buscarás en la blanca
cueva de tu boca un nombre para ti,
pero será mejor si ese día encuentras un nombre para el fin
más que para la continuación.






Todas las aves

Mataremos a todas las aves.
A todas. A todas, dijeron los cuervos al anochecer.

Y en el silencio de la noche oí
cómo alguien en el jardín estaba matando a mis aves.
Y supe
que ahora mis mañanas
estarían sin canción
y sentí
cómo la tristeza se apoderaba de mi alma.

A todas. A todas las aves, dijeron.

Y sentí
cómo batían alrededor de mí
sus alas oscuras
y cómo detrás de ellas me observaban
los ojos amarillos de los cuervos.
¿Qué buscas, cuervo?, pregunté.
Bajo la corteza de mi cráneo
no escondo ningún ave.
A todas. A todas las aves.
Las mataremos a todas, dijo.
Y temí
que una noche
me partiera el cráneo
a través de oscuros sueños
y que fuera a buscar con su pico demencial,
si en el nido de mis pensamientos
no se esconden las aves cantoras.

A todas. A todas las aves, resollaría.

Ahora siento por todas partes en mi nuca
los ojos amarillos del cuervo.
Mi alma está atravesada.
Mi alma es un ave muerta.

A todas. Las mataremos a todas.
A todas las aves, crascitan los cuervos
bajo el cielo oscuro.












Pagarás por todo

Pagarás por todo.
Lo máximo pagarás por tu nacimiento.
Una bandada de pájaros burlones te perseguirá
durante la vida.
A la hora de la tranquilidad
y a la hora de la intranquilidad
se lanzará sobre tu pecho.
Exigirá el pago.
Y tú darás y darás.
Pero la salvación no llegará nunca.
Porque en ningún lugar hay perdón.
En ningún lugar hay salvación para el hombre.
En ti no hay ningún valor
con el qué pagar.
Y tú mismo eres el pago para todo.










Ventanas góticas

A la noche empiezan a relucir los rubíes
en tus pechos, Magdalena.
Dos rojos rubíes bajo el velo gris.
En la penumbra de la catedral.
En el humo blanco de los cirios apagados.
Quítate el velo.

Quítatelo: el opaco susurro del pecado
en el aroma de la plegaria.
Las estrellas se caerán de tu cabeza
con un opaco chasquido.
Las estrellas se derramarán en un brillante hilo
desde tus ojos a mi boca abierta.
Los rubíes de tu cuerpo
caerán en mi regazo.
La luna lamerá tus caderas
con la roja lengua de la pasión.

Quítate el velo, Magdalena.
Mañana estarás de pie en la chispeante luz del sol,
desnuda. Humillada.
Mía.


Traducciones de Pablo Fajdiga







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