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sábado, 16 de abril de 2011

3909.- MARISA CARBAJO


Marisa Carbajo Lobo nació en Sevilla en el 1963, pero vive en Aracena (Huelva) España, desde que se casó en el año 1985.
Desde muy niña es una gran lectora, con especial interés siempre por los temas relacionados con la Lengua y la Literatura (y con algún que otro premio de poesía en concursos de su instituto). Iba para filóloga pero se decidió al final por la Psicología. Después, la carrera, la maternidad y la profesión la llevaron a abandonar por un tiempo —unos 15 años— esas inquietudes filológicas y literarias, reduciéndose su actividad creativa a la lista de la compra y, excepcionalmente, a las felicitaciones navideñas. Como esto no podía seguir así, hace unos tres años, (ya cumplidos los treinta y varios), volvió a retomar esta vocación temprana que tanto le satisface.
En principio, como distracción; más tarde, con afán de prepararse en serio; y ahora es ya una necesidad, porque no se siente a gusto si no está trabajando en algún poema.

Forma parte de la Asociación literaria 'Huebra', un buen ambiente para formarse en el arte de componer poesía y para contar con amigos que la animen a seguir escribiendo. Desde esa asociación ha participado en varias lecturas poéticas:

En la Velada de Poesía Erótica de Galaroza (febrero de 2004).
En La noche de los poetas de Linares de la Sierra ( junio de 2004).
En el Encuentro de escritores de la Sierra organizado anualmente por el Ayuntamiento de Galaroza y (26, 27 y 28 de Noviembre de 2004).
En el I.E.S. «Puerta de Andalucía» de Santa Olalla del Cala, dentro del programa 'Literatura en las aulas', como actividad complementaria al encuentro antes citado. (Noviembre de 2004).

En la actualidad se propone, sin mucho éxito, dejar de escribir poemas a capricho para dedicarse de lleno a un poemario compacto y concreto. Al mismo tiempo, espera la publicación de un volumen antológico de poesía con métrica y rima, en el que aparecerán algunas de sus composiciones junto a las de otros poetas de habla hispana.
En el año 2005 vio la luz su libro “NOVECIENTOS CINCUENTA Y
CINCO VERSOS” donde llega deleitarnos con un estilo clásico, lírico y
pulcro, a veces autobiográfico, que maneja diferentes estilos y siempre
conmueven al lector.






A TUS PLANTAS

Solamente por ti florezco en pleno,
porque labras y siembras y humedeces,
porque con tus cuidados me estremeces,
porque crezco frondosa en tu terreno.

Pero tan quebradizo y tan ajeno
se me antoja tu amor algunas veces,
que me pierdo entre abrojos y arideces,
y de orgullo la savia me enveneno.

Aunque besas la tierra que yo piso,
y beso yo donde tu pie reposa,
¡hay tantos brotes tiernos que me quitas!...

Y qué rabia si un día, de improviso,
sobre un manto de pétalos, llorosa,
me encuentras deshojando margaritas.








En homenaje al recuerdo de su hermano


UN ÁNGEL CON CORBATA

No por razón de dogma incuestionable,
no por ensoñación ni fiebre rara,
ni por delirio insomne: yo lo he visto
despierta y despejada.
Un no sé qué celeste
prendido en la mirada,
susurros, aleteos,
la risa fuerte y clara,
y clara su melena,
silvestre, almibarada,
con rizos hacia el cielo,
que tanto le enfadaban.
Y aquella forma ingenua y peregrina
de andarse por las ramas...
Lo he visto, yo lo he visto tantas veces
como ausente, mirando a una pantalla,
como etéreo, moverse en zapatillas,
como tonto, comerse mis patatas,
subido en aquel guindo, como siempre,
dormido en esta cama...
Lo vi llorar al padre,
noté cómo temblaba
por verse en la misión ―tan de repente―
de custodiar la casa,
tan breve de presencia,
tan torpe con la espada

Y
cuando se hizo un hombre
lo supe, más que nada,por mi esfuerzo,
devota y de puntillas,
para alcanzar su cara.
De gracia se llenaba ante mi enojo
al ver que sus mejillas me pinchaban.
¿Dónde se ha visto espíritu tan cándido
en cuerpo de modelo de portada?
Lo vi pintando lienzos
y luego preguntar si los firmaba.
¡Ángel de pocos aires!... Qué poquito
calaban en su afán mis alabanzas.
Durante treinta años, ¡treinta años!
pendiente del prodigio de su magia,
y nunca vi su vuelo;
supongo que a escondidas lo lograba,
un tanto temeroso y vacilante
en cada encrucijada,
y luego retornaba a su refugio
a tiempo de evitar la luz del alba,
y de llegar a misa
y derramarse en gracias.
No sé si se extravió, se lo llevaron...;
sé que no regresó de madrugada.
En paz lo vi, sin signos de cansancio,
y dicen que voló y en paz descansa...
Hermoso en sus dos metros de estatura
―sin extender las alas―.
Conservo cosas suyas: su despiste,
los cuadros que pintaba,
sus libros, sus canciones,
sus mismos apellidos, su mirada,
y su mejor retrato:
un ángel con corbata.








CROMATISMO

Tu piel es como nácar y canela;
la tentación, color verde manzana;
el amor es de intenso color grana
y de ácido limón cuando se encela.

Las dudas, de un color verde ciruela;
color pardo, el orgullo o avellana;
gris plomo, la rutina. Y la desgana,
de un tenue rosa palo de acuarela.

Es blanca la ilusión, blanca y con velo,
y la ilusión perdida, blanco roto,
y crudo es el color del desconsuelo.

Y el recuerdo de aquel amor remoto,
color sepia, y a veces, color cielo,
y cárdena la herida que me noto.








Temblores

Vestida de ilusión y negro encaje
—por ver si en tu presencia así me crezco—,
simulo ese vivir del que carezco,
desnuda, sin guión, sin maquillaje.

Me pides, voz de miel, que me relaje
y, trémula en tus brazos, no obedezco;
la sangre se te agolpa, me humedezco
y mi temblor se torna más salvaje.

Tu boca tibia encima de mi pecho...;
tus manos descubriéndome el delirio...;
y tiemblo y muero ¡Dios...! Después, la calma...

Y desde que te dejo en aquel lecho
—¡qué angustia, qué vacío, qué martirio...!—,
se me ha quedado, amor, temblando el alma.









Abuela

—Abuelita, abuelita, yo quiero agua.
—Ahora mismo, ahora mismo te la doy yo.
—Yo solita, yo solita...
—Tú solita, sí, señor.

Tan ocupada he estado
perdiendo la inocencia, y bien lo siento,
que no noté cómo discretamente
te me fuiste plegando y encogiendo.
Ya de niña aprendiste
el valor esencial de los silencios,
y no se te ha olvidado.
Igual que yo me acuerdo
—y sabes lo fugaz de mi memoria—
de todos tus afanes y desvelos.
De las benditas siestas,
en la sillita baja de los nietos,
conciliando mi antojo y tus temores
al pie del encalado limonero:

—¡No toques las adelfas!
Llenando aquel cuaderno
—¡No te acerques al pozo!
con mis primeros versos,
—¡no te pongas al sol, que te achicharras!
feliz mirando al cielo...

Toqué, por descontado, las adelfas,
no paraba a la sombra ni un momento,
y siempre me asomaba
―mariposas por dentro―,
al pozo clausurado
de yedras y de miedos.

Pero cuando te escribo,
admirable mujer de recio acero,
motivo de mi orgullo,
no puedes ocultar tu desaliento
después de tanta vida, tanta muerte,
de tanto y tanto injusto sufrimiento...
Y no sé consolarte
ni conciliar tu pena y mis desvelos:

—Abuela, comes poco
Rezando en voz muy queda los misterios
—¿Has descansado bien? ¿Te duele algo?
de su rosario negro,
—No te asomes al pozo
mirando triste al suelo...

—Abuelita, abuelita, ¿quieres agua?
—No te muevas, que ya lo cojo yo.








A DON FRANCISCO DE QUEVEDO

Por vuestra sátira burda
de vos me llegó razón
harto cobarde y absurda;
no me sufra el corazón
—no se me inquiete siquiera—
a no dar contestación
después de que lo leyera.
¡En romancico mordaz
que es más digno de aparcera
o de trotona procaz
que desta que tanto amasteis!...
¿Cómo habéis sido capaz!
¡Un amor que proclamasteis
en octavas y sonetos!...
Eso, hasta que me preñasteis,
y empezaron los aprietos
―¡qué capón y qué medroso!―
y los pretextos escuetos.
Nunca os quise por esposo
¡guay de mí!, ¡qué pesadilla!
ni engendraros un mocoso,
ni ver sobre mi mesilla
vuestras toscas antiparras,
ni vuestra recia perilla
sobre mí, ni vuestras garras;
mas en vuestro desenfreno,
y sin reparar en barras,
tomasteis, ladrón, lo ajeno...
Y he de deciros, galán,
que resultáis poco ameno
sin el lúgubre gabán
―cuestión esta, estoy segura,
que muchas confirmarán―.

Mi incertidumbre futura
duró poco, pues sabed
que por bella y por ventura
jamás me faltó merced
ni alimento para el hijo,
ni varón para mi sed,
ni unos cuartos, ni cobijo;
pues no viéndose mi estado,
y con grande regocijo,
me casé con un letrado.
Un buen hombre, nada adusto,
hacendoso y hacendado,
honrado, creyente, justo,
de familia linajuda,
y tan presto a darme gusto
que pronto me hará viuda.
Es por tanto necedad
que digáis que os pido ayuda:
Primero, que no es verdad;
segundo, que no requiero,
como veis, de caridad;
y menos de vos ―tercero―.
¿Queda claro y meridiano
juglarillo chocarrero?
Ya me consta de antemano
vuestro contento infinito
porque el niño crezca sano.
Como os dije, no es bonito,
pues, por mor de asunto innato,
nació miope, zambito,
desgarbado, poco grato
―todos dicen que parece
vuestro vívido retrato―.
Se vuelve conforme crece
más sagaz y resentido;
con poco se ensoberbece;
es osado, resabido,
impúdico en su descaro...
¡Pesia tal!, ¡qué parecido!...
Vuestro ingenio tan preclaro;
la misma mirada astuta;
misma lengua sin reparo;
igual gusto en la disputa,
igual carácter acedo,
y lo mismo de hideputa,
don Francisco de Quevedo.

Fuente de consulta: http://bohodon.es/



Este documento forma parte de la publicación
Antología de Poetas andaluzas
http://www.andalucia.cc/viva/mujer/antologia/
que se halla alojada en Biografía de mujeres andaluzas
http://www.andalucia.cc/viva/mujer/


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