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jueves, 11 de octubre de 2012

8177.- PASCUAL VENEGAS FILARDO




Pascual Venegas Filardo (Barquisimeto, Venezuela, 25 de marzo de 1911-Caracas,Venezuela,4 de junio de 2003). Fue escritor, poeta, periodista, profesor universitaro y hombre de ciencias.
En 1931 se gradúa de bachiller en el Colegio La Salle de Barquisimeto y se traslada definitivamente a Caracas, donde empieza a trabajar como profesor de Botánica y de Geografía e Historia Universal en el Liceo Vargas de Caracas. Al año siguiente siguió su carrera como profesor de Botánica en el Liceo San José de Los Teques, donde realizaba trabajos de campo con sus alumnos en la cuenca del río San Pedro, en la misma región mirandina.
Durante sus años de docencia, buscaba momentos de tranquilidad para saciar su pasión por las letras. Es en 1933 cuando salen publicados sus primeros poemas en el semanario “Notas” de Barquisimeto y en las revistas “Elite” y “Ecos de Gloria” de Caracas. En 1934 realiza estudios y trabajos de campo de la flora de los estados Lara y Yaracuy junto con el profesor José Saer d’Heguert.
En 1934 inicia estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, pero al comprender que el derecho no era lo que lo llenaba, ingresa en la recién creada Escuela de Ciencias Económicas y Sociales.
En 1935 participa junto con un notable grupo de escritores y poetas en la creación de la Asociación de Escritores venezolanos. En 1942 dirigiría dicha asociación por primera vez, luego lo haría en varios períodos. En 1936, conjuntamente con Angel Miguel Queremel, Luis Fernando Álvarez, José Ramón Heredia, Pablo Rojas Guardia, Vicente Gerbasi y otros, crean el vanguardista grupo literario “Viernes”. Propone la creación de los Cuadernos Literarios de la AEV, iniciativa compartida por Arturo Uslar Pietri y Julián Padrón, para publicar en sus páginas las obras de los mejores escritores de la época. Entre 1936 y 1938 fue redactor del diario “Unidad Nacional” y jefe de redacción de la revista “Biliken”. En 1937 forma parte del cuerpo de redacción del diario “El Universal” de Caracas, donde llegó a ser jefe de redacción por muchos años, y director encargado en varias oportunidades. Crea y dirige en este diario la “Página Literaria”, denominada después “Artes y Letras“ e “Índice Literario”. Luego su esfuerzos se centraron en la columna de los lunes “¿Ha Leído Usted?” (1968), donde mantenía informado a los lectores de las últimas publicaciones de libros y revistas. También escribía como columnista de opinión los jueves de cada semana, dejando su columna como una cátedra libre para sus lectores.
En 1938 contrae matrimonio con Elba Borges Falcón, con la que tuvo 6 hijos: Pedro Luis, Elba, Irene, Alicia, y las mellizas Maria Elena y Maria Eugenia.

En 1944 forma parte del cuerpo docente de la Universidad Central de Venezuela, donde ejerció como profesor por 35 años ininterrumpidos en las cátedras de Economía Venezolana, Introducción a la Economía, Geografía Humana, Antropología de Venezuela, Economía y Políticas Agrícolas, Historia de la Economía Venezolana y Geografía Económica de Venezuela en las facultades de Economía, y de Humanidades y Educación. Fue profesor-fundador de varias de éstas cátedras. En 1948 obtiene el rango de Profesor titular de la Universidad Central de Venezuela. Es profesor de Geografía de Venezuela y posteriormente de Geografía Histórica en la Escuela de Historia de la Universidad Central. En 1953 es profesor –fundador de las cátedras de Geografía Económica General y de Geografía Económica de Venezuela, en las Escuelas de Economía y de Administración y Contaduría en la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. En 1956 es profesor de Geografía de Venezuela en el Colegio La Salle de Caracas.

Se le otorga el Premio Nacional de Periodismo “Juan Vicente Gómez” en 1956. En 1958, dentro de la colección “Ediciones del Ministerio de Relaciones Interiores”, se publica su libro “Aspectos geoeconómicos de Venezuela” con el cual obtuvo el Premio de Investigación Humanística “Juan de Castellanos”, patrocinado por el industrial Miles Sherover. En 1959 es nombrado miembro de la Academia Nacional de Historia. Luego es nombrado miembro de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (1961), de la Academia de la Lengua (1964), y Miembro de Número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (1984)

La Niña del Japón y Poesía de Venezuela

En 1960, viaja a Japón en viaje semi-oficial para observar el desarrollo naval del país. Fascinado por el entorno que le rodeaba, por los misterios y la magia de la cultura japonesa, escribe “La Niña del Japón”, obra galardonada en Venezuela (Premio Municipal de Poesía de Caracas, 1962) y traducida en varios idiomas, incluido al japonés, a cargo de la Embajada de Venezuela en Japón y la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto. Describía J.M. Pérez Morales, Embajador Venezolano en Japón en 1968, en el prefacio a la traducción japonesa: “Aquí, el Dr. Venegas Filardo se encontró en su ambiente y supo descifrar ese mundo de ensueños con su bien cultivada inteligencia y con el interés que inspiran las cosas tanto tiempo deseadas. Intensamente debió desear el poeta conocer el país del sol naciente.”(1) Otros libros de poemas importantes son "Cráter de Voces", “Música y Eco de tu ausencia”, “ Círculo de tu nombre”, "Canto al Río de mi infancia", "Los Cantos Fluviales," "Pequeña antologia" y "Selección Poética."
En 1963 funda la revista Poesía de Venezuela, la cual dirigió, redactó y distribuyó personalmente durante los 26 años de existencia de la misma.
Pascual Venegas Filardo fallece en Caracas el 4 de junio de 2003, a los 92 años de edad, en su casa de San Rafael de La Florida tras una larga enfermedad.

Legado

Venegas Filardo poseía, junto a Uslar Pietri, una de las bibliotecas personales más extensa. Dicha biblioteca fue donada y trasladada a Barquisimeto, su ciudad natal, donde se abrió la Biblioteca Pública “Pascual Venegas Filardo”.

Reconocimientos y galardones

Individuo de Número de la Real Academia Española de la Lengua, capítulo de Venezuela (1965)
Premio Nacional de Periodismo (1965)
Premio Nacional de Periodismo Cultural “Andres Bello”, creado por el INCIBA, Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (1970)
Orden “Ciudad de Barquisimeto”, acto-homenaje a los autores del Estado Lara que han sido galardonados con premios literarios (1970)
Premio Nacional de Periodismo Científico (1972)
Premio Municipal de Periodismo de Caracas, mención Opinión (1982)
Premio Nacional de Literatura (1983)
Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (1984)
Premio Nacional de Periodismo, reconocimiento póstumo (2003)

Bibliografía

Cráter de voces (1939)
Lara, tierra de contrastes geográficos (1940)
Estudios sobre poetas venezolanos (1941)
Música y eco de tu ausencia (1941)
La bibliografía de la literature venezolana entre los años 1930 a 1940 (1945)
El medio físico venezolano y las clasificaciones que de él han hecho geógrafos, naturalistas y economistas (1946)
Notas de economía colonial venezolana (1947)
Selección Poética (1949)
Novelas y novelistas de Venezuela: notas críticas (1955)
Zonas de influencia económica en Venezuela (1955)
El paisaje económico de Venezuela (1956)
Los factores naturales y la distribución de la población de Venezuela (1957)
Círculo de tu nombre (1957)
Canto al río de mi infancia (1957)
Aspectos geoeconómicos de Venezuela (1958)
El valle de Yaracuy: geografía regional de Venezuela (1961)
La niña del Japón (1961)
Venezuela y sus regiones marinas (1961)
Paralelo Norte: impresiones europeas (1962)
Los cantos fluviales (1962)
Perfil de un país: impresiones sobre China libre (1962)
Pequeña antología (1963)
Elegía de la sombra de tu paso (1967)
Selección poética (1968)
La niña del Japón, textos en español y japonés (1968)
Alejandro de Humboldt: valor plural de la ciencia (1969)
Cinco poemas en inglés (1970)
Siete ensayos sobre economía de Venezuela (1970)
La noia del Japò (1972)
Viajeros de Venezuela en los siglos XIX y XX (1973)
Tiempo de poesía: notas críticas (1980)
Estudios regionales (1983)
Antología poética (1999)
En Antologías
Serenata de alba (1942)
Llovía sobre un polen de silencio, poemas 2, 3 (1949)
Tu voz es de milenio (1958)
Los oídos de la noche (1961)
Villaggio addormentato (1965)
Toledo (1965)



de "La Niña del Japón"


LA FLOR DE YOKOHAMA 
(dedicada a Chieko Nagata)

He surcado estas islas que te dieron la vida 
y he sentido en la frente el agua de tus mares.
La armonía de tus islas, tus verdes litorales,
han llenado mis ojos con sus mágicas formas,
y en cada retazo de este paisaje diáfano
que la lluvia sostiene con líquidos cristales
te miro a ti intacta, niña de Yokohama.

¿De donde me llegaste tú de piel como el aire,
de cabellos de brisa que la noche ha teñido,
de vientre cincelado en cálidos marfiles
y de muslos esbeltos como los tieos pinos?

Quiero mirar en ti el rostro de estas aguas
y el cuerpo de esta tierra de entrañas encendidas.

Tu viniste del sur donde el mundo es más verde.
¿De Kyu Siu? ¿De sikoki? ¿Del pie del Aso Yama?
De esas islas que miran hacia el sur anhelosas
buscando un alma tibia como la tuya en llamas.

Te encontre en Yokohama niña de clara risa,
y en tu voz escuché la música de ríos 
cruzando las montañas frente a Budas inmóviles.
en ti sentí los símbolos de un país encantado
que vigilan mikados y aguerridos daímios
más allá de la muerte.

No importa que los días hagan distante el tiempo 
y que infinitos mares separen tu presencia,
si tu recuerdo un arco tiende sobre los aires
y te alzas en dominios de insulares contoos.

Eres como tus islas circundadas de espumas
que leves golondrinas coronan en la tarde,
eres como los pinos ceñidos a los montes
a cuyos pies el agua de los arroyos canta.
surgiste en la noche tibia de Yokohama
a la hora en que los astros se duermen en la bruma,
en que la leve lluvia besa las criptomerias
que desveladas guardan funerarias mansiones.
niña de breves ojos y grave mirada,
¿cuantas veces te hallé en tu país de verdes?
Por las calles de Ginza tatuadas a lo yanqui,
por las suaves colinas que van a Nagasaki.
¿Acaso no eras tú la misma que chocaba
sus manos ante el Shinto de actitud inmutable?

Niña de formas frágiles livianas como el viento
de senos inocentes cual moribundos lotos,
tú me franqueaste el torii de tu país remoto
que se abrió ante is ojos en sendas generosas
develando a mis plantas sus mágicos secretos.



LA NOCHE SUGERENTE

Mira cómo tu risa se esfuma entre las brumas
en esta silenciosa noche que apenas turba
el paso apresurado de maderas que andan
bajo unos pies inquietos.

Abajo ya distante se esfuma la ciudad
y el gran puerto inmóvil dormido sobre el mar.
El viento apenas tiembla en la leve penumbra
mientras tu sayonara se adivina en la hoguera
de tus ojos de almendra y tieo terciopelo
que algún remoto ebisu sembró bajo tu frente.

Mientras la noche mece sus misteriosos himnos
y una lejana luz va cerrando sus párpados,
rompe tu voz tan queda la silenciosa noche
en una doble pregunta que se alza de tus labios:
-¿Cómo es tu país? ¿hay allá frío en el invieo?

Y también tu palabra se aleja entre la bruma
y tras ella se pierde tu mirada serena.
Tus manos como lirios tendidos en la noche
parecen como hechas para pulsar las cuerdas
de un milenario koto de arcanas resonancias.

En el aire palpitan tus palabras tan simples
de una lírica angustia que son casi un presagio
oh niña japonesa tan frágil como el alba.

Para crear un remanso en too a esas palabras
mientras callados barcos esperaban inmóviles
en el distante puerto que a nuestros pies yacía,
te dije apenas algo que te diera una imagen
de mi país remoto por ti apenas soñado.
Te hablé de hermosos ríos, de nubes como azúcar
y de nieblas inquietas sobre los altos valles,
del áureo amaneces en mis verdes llanuras,
de las redondas cumbres alzadas sobre el mar.
Te hablé de dulces frutas y de armoniosos árboles
de mares de aguas verdes o de intensos azules,
de islas tan hermosas como éstas
de tu patria insular.
Y mientras mis palabras te hablaban de otro pueblo
de nombres que sonaban a arrullo en tus oidos,
de seres que habitaban opuestos meridianos,
de soles encendidos y bulliciosas aves,
brilló bajo el misterio oblicuo de tus ojos
el nacer de una lagrima, ¿o era tal vez apenas
nueva luz que nacia del fondo de tu ser?

Todo un nuevo universo de playas encendidas, 
de palmas como espejos bajo la luz zolar,
todo un país con nieves cercanas a las nubes 
en las altas montañas, y fuego de los trópicos
en las vastas llanuras, se extendía ante ti.
¿Cambiarías acaso tus millares de islas,
tu Fuji coronado de nacares eteos
o tus bosques de pinos ascendiendo los montes,
tu Yodo majestuso, tu Osaka de mil puentes,
tu Kyoto milenario o tu Nara sagrado,
tu Hokkaido nevada o tu mar gris acero
por este país de verdes, de climas como el fuego
y de ríos como mares?

Allá en el horizonte tu risa ya apagada
se esfumaba en las brumas, en los distantes mástiles
que apenas el viento lánguido estremecía.

Te nacía un nuevo mundo de imprecisas imágenes
que turbaba tu ancestro de complejas raíces,
más allá de Budas, más allá de los Shintos,
de tus fuegos despiertos por voces subterráneas.



LOS OÍDOS DE LA NOCHE

Dormida soledad de las palabras
suave inviolado terciopelo
noctua flor sobre mí elevada
Sobre mi rostro apenas es la sombra,
profunda sombra sobre mi ser clavada,
la que alza tenaz siempreviva.
Toda la noche en mares derramada,
noche total abierta sobre el mundo.

Más allá de esta muralla densa,
de esta menuda Iluvia de pasos silenciosos
duerme severa Nara la sagrada,
Nara de inerte lago y ciervos como niños,
Nara de céspedes y pinos, de jardines
de milenaria voz y tieas azaleas.
Siento cóo palpita el corazón noctuo
oh noche que oyes mi silencio inmóvil,
que sabes escuchar mi pensamiento
que se va tras esos azules techos de tus templos,
que llega hasta el bronce de Todaiji,
que desde Wakakusayama atisba,
y que me ocultas con tu cortina acojedora.

Oh noche, húmeda noche, suave noche,
que me envuelve, me invita, me contempla,
extendida por los alcores de este valle
cuyos contoos adivino apenas, pero que sé sagrado
porque aquí los dioses eteizaron su presencia.
Un Shinto magno, de soberano bronce
tal vez espera el tributo de mis pasos,
el chocar de mis manos, mi cuerpo genuflexo,
mientras aguarda envuelto en las noctuas gasas.
Paciente está allí rodeado de los siglos
que son historias perdidas en los tiempos.

Oh Nara milagrosa, apenas atisbada
tras el severo signo de la alta media noche,
mira cómo te escucha este oído inmenso
de la luz ya vencida, de la tiniebla intacta
bajo esta lluvia leve que de tanto ser muda
apenas se detiene en la voz del arrullo.

Bajo este mismo cielo, sobre el tatami cálido
quizás bajo otras sombras tan graves como éstas,
¿no escuchas tú, oh noche, un aliento,
un suspiro, no oyes el pensamiento
de la niña que llena como tú mi universo?





ERES COMO LA NOCHE TRANSPARENTE

Sobre la noche conmovida
estabas tú serena.
Sobre tus hombros albos como espuma marina
derramaba su titilante azul la Osa Mayor.
Sobre la tierra de volcánicas bases
aIzabas hacia el aire tu esbeltez fluvial,
Flexible como los meandros del Yodogawa
o como las verdes riberas del Kiso fecundante.

Era la noche de un azul transparente
y bajo ella reinabas tú
altiva como una criptomeria ante la tumba de un dios.
El marco del misterio rodeaba tu sonrisa
que a veces se hacía risa bajo tu cabellera
y se iba a cantar por los caminos de la brisa.
Una luz melancólica nacía de tus ojos
que se hacían insondables
como toda la esencia de tu presencia misma.

Toda esta noche conmovida
reposa en el caudal de tus cabellos
que se hacen más negros para reinar sobre el silencio
y sobre la penumbra que corona los montes
hasta detenerse en el umbral de los pinares.

¿Eres tú de la alcurnia de Suiko
o acaso vienes de un ebisu remoto y solitario?
Pero aquí en esta noche de mayo transparente
eres signo de luz,
eres como estos pinos
el alma de la tierra.





LUZ EN EL ASO YAMA

Tiene la noche un raro color de adolescencia,
un alma transparente de dilatados ecos.
Siento bajo mis pasos el pulso de la tierra
como si estuviésemos más cerca
de ese caudal de fuego
que ruge contenido en misterioso arcano.
Allá distante duerme el volcán con sus luces
apenas traducidas en mínimas hogueras
de una voz que se eleva en rosadas volutas.

Kiu Siu de hondos misterios,
en Aso Yama mido el climax de tu vida.
Sus fauces descarnadas me Ilaman sordamente.
Mido toda la angustia de la muerte en tus fuegos
bajo esta noche tierna, poblada de presagios.

Aquí en estas montañas donde la tierra es jóven
cuando el geólogo indaga la historia de sus venas,
donde el mar es un juego de islas y riberas,
se pierden tus pupilas buscando los caminos
de tu olvidada infancia,
oh niña de ojos dulces y de tez como el lirio,
de cabellos que flotan en el aire de mayo.
¿Cuántas veces tejieron tus pies de breve marco
estos senderos rudos de lava y dura roca
donde el árbol se aferra con angustia a la vida?
La fumarola pone una cálida música
al viento frío que baja rodando por los montes.
Un alma sulfurosa corona los silencios
que apenas quiebra leve tu voz de río y estrella.

Y mientras en la noche color de adolescencia
el Aso nos vigila con su pupila inensa,
una luna de estaño se insinúa en la penumbra
ceñida de misterios.






NAGASAKI AÑORA

La tarde se enredaba en tus cabellos de ébano.
Era sutil la brisa que corría entre los pinos
y dibujaba aromas de límpidos acentos.

La tarde era una sola sensación de silencios
donde tan sólo tú reinabas pensativa.
Nagasaki está allí sobre su azul bahía,
sus colinas no hablan pero su muda voz
cuánto dice al viajero que sabe su tragedia.
Tras ese templo de alta torre cristiana,
bajo esos techos grises donde un hombre rubio
amó a Iirica niña de alma de libélula;
frente a esos leones que celan el templo de Sofukii,
bajo ese monumento a una paz ganada con la muerte
laten las almas
de los ninos que no vieron la aurora.
Están alli las madres ahogadas en la hoguera
del fuego fulgurante;
con las manos tendidas
hacia el hijo hecho cenizas por la ciencia enloquecida.

Qué importa que en las noches de gala en grandes urbes
Madame Butterflay diga su historia melodiosa
nacida ante este mar terso como una perla,
si aquí en estas colinas de verdes virginales,
si aquí frente a estas aguas de inocentes reflejos,
si aquí entre estas gentes coronadas de risas.
si aquí entre estos pasos leves como sus dueñas,
la memoria está viva
y la guerra atenaza en su recuerdo:
el fuego venciendo todo lo refractario,
el átomo dislocado trizando Ios tejidos,
la explosión consumando el mayor de los crímenes.

Nagasaki te miro mientras la tarde huye
y los celajes siembran rosados nácares sobre las aguas.
Nagasaki te miro tal como eras cuanto todo esto
que destruye, todo esto que aniquila,
aún no había nacido.
Te imagino en la paz del viejo samurai,
en el pálido rostro de la noble doncella
sonando en el amor imposible de un eta.

Y mientras sueño al pie de las colinas
es la noche ia que hace más negros tus rebeldes cabellos
cuando la Iluvia inicia sus pasos en la hierba.






JARDINES BAJO LA LLUVIA

La piedra es flor, es árbol,
es música entre Ias flores y los árboles.
Esta madera roja volcada en ágil arco
sobre el agua que ríe gozosa en las arenas,
este menudo sílice en ondeantes veredas,
todo es vida cromática bajo la Iluvia fina
que colma la mañana con impalpables hilos.

¿Qué miras mientras alzas tu esbeltez que te envidia
el sagú con su talle o el hai matsu hierático?
El tatami palpita bajo tu planta breve
mientras miras la Iluvia decorando los aires.
Tú sabes el lenguaje de este paisaje leve
que se descubre dócil, multiforme, encantado,
mientras el agua hace su ronda imperceptible.

Adivino el silencio de tus ojos perdidos
bajo los pinos tristes como bronces antiguos,
los miro detenerse sobre el haya que añora
la cálida caricia que en el sur se dilata,
el hálito benigno que el Kuro Sío reparte.

Los pinos, oh los pinos, como verdes metales
que un ignorado orfebre tallara hace centurias,
son el alma más pura mientras la Iluvia cae
y canta incesantemente su himno sin palabras.
Matsu, me dices, con voz imperceptible,
matsu, pino silvestre de los lejanos bosques,
un día abandonaste tu vida de rurales azares
para alzarte aquí en medio, entre fresnos y arces,
al lado de este puente de perfectas arcadas,
entre estas piedras blancas que son flores inmóviles,
al lado de estas aguas que en un mínimo lago
son hechizados símbolos de un alma milenaria.

Tu mirada resbala por la Iluvia que cae
sobre este mundo mágico, sobre esa encina triste
bajo este líquido amanecer de mayo.
Es un jardín que sueña
con el corazón palpitante de esta isla de Hondo.





HEIAN, JARDÍN PARA LOS DIOSES
a Tsutomu Okuyama

Por esta fronda, sobre estas quietas aguas
pasea su invisible presencia el alma de los dioses.
Sobre estas aguas de dulce azul
que los peces recorren en romería armoniosa,
siento más hondamente la misteriosa vida
que más allá de un milenio ardía en ti,
Kyoto insondable, Kyoto indescifrable,
Kyoto que te pierdes en edades de niebla.
Heian, altar para los dioses, casa para los dioses,
jardín para aIojar el espíritu de tus viejos monarcas.
Bajo estos cerezos de verdes ondulantes
siento los livianos pasos de Kammu, de Kohmei,
con sus mejillas pálidas y sus ojos oscuros
que no ha mellado el tiempo.

Cuando traspuse el torii de maderas antiguas
mientras la leve brisa rondaba por los pinos,
sentí como miradas de unos ojos ocultos
en las hojas del sauce, en los lotos sin flores,
en las aguas serenas rodeadas de colores;
caían sobre mi ser cual arcaicas saetas
las pupilas atentas de esos emperadores
suyos rostros se pierden más allá de los siglos.
Bajo esta sala inmensa de esmaltadas maderas
donde el buna y el mizunara trajeron su mensaje
desde el callado rincón del bosque,
sutilmente aletea el tiempo sin linderos.

Okuyama mira como yo en silencio
esta paz de la tarde emergiendo callada
para rendir tributo a estos melancólicos símbolos
de un mundo que es apenas la sombra de otro mundo.
Soryu, verde dragón, Byakko, tigre de nieve,
cómo se intuye el hálito de tus altivas fauces
bajo esta paz religiosa que Heian nos ofrenda.

Atrás quedan las formas esbeltas de los templos,
ias armoniosas frondas de cerezos y sauces,
las aguas de azules y frágiles mejillas.
Parece que los dioses vienen tras de mis pasos.





BAJAMAR

El mar habia partido
mientras la playa iba como al alcance de las olas.
No eran arenas blancas, ni siquiera rosadas,
no eran estas arenas de pálidos matices
como aquellas tan nuestras que el Caribe domina.

Descendía la marea bajo un cíelo triste
y era roja la playa, bermejas las arenas,
y sobre ellas volcada
toda una multitud palpitante, anhelosa,
tomando del mar ausente la vida para la vida.
La costa acantilada mostraba
sus cortantes muñones, sus filos milenarios;
pero más allá todo era horizontal Ilanura
de húmedas arenas pobladas de multiforme fauna
que el hombre arrebataba
antes de que el mar toara de nuevo a sus dominios.

Milagrosa marea que descubres secretos
y muestras a los ojos la volcánica entraña
de esta tierra que duerme bajo olas y espumas.
Todo este mundo de algas, de lucientes crustáceos,
de pasivos moluscos, son alma de estas islas
como lo eres tú, niña de pálido vientre
y piel de translúcido ámbar.






ISLAS... ISLAS...

Aqui está naciendo como un mundo de ensueño
sobre el mar que despierta bajo el velo del alba.
Es frío el aire leve que se mece en las olas,
que salpica tu rostro de tibia porcelana,
que se mete en tus poros con sus finas agujas
y te trae un mensaje de áureos crisantemos.

Está naciendo un mundo de mágicos contornos
mientras el alba cede a la luz que dibuja
claros entre la bruma.

La noche se dispersa en las últimas nieblas.
Es gris el mar que canta en torno a tu presencia,
pero es un mar despierto donde un pequeño cosmos
se agita y enarbola sus gritos marineros.

Y mientras el sol sueña tras un cielo de acero
surgen en un espléndido sortilegio de verdes
estas islas que son paraísos de pinos,
de aromas,
donde entonan los vientos livianas melodias.

Suo Nada, Iyo Nada, Hiuchi Nada,
son parcelas Inarinas
en este mar de islas que van al infinito.
Entre tierras mayores de playas de oros blondos
o de rocas hirsutas donde Vulcano brama
esta miríada de islas de cónicas turgencias
son los senos de incógnitas sirenas sumergidas.

Dime tú pasajera de mirada de almendra,
tú que sueñas mi sueño en el alba nipona
y me descubre un mágico rutilante archipiélago,
qué sientes en tu alma de niña japonesa
ante este mar que entona una canción de islas
mínimas y redondas como tu seno ainus ?

Islas . , . islas
shima me dirás con tu voz
que parece surgir de este mar que me abraza
como un cuento de hadas de anónimo origen.
Isla, shima, es la misma palabra
que se alza cual símbolo sobre este viejo mar
en cuyo fondo yace el misterio de un mundo.







EL BOSQUE, SOLO EL BOSQUE

Bajo esta fronda donde hasta el aire anda de puntillas,
bajo este mundo verde de velados ecos,
donde los pinos son los absolutos dueños
siento más hondamente el pulso de los siglos.
La brisa apenas deja la sombra de su paso
volcada en un Ienguaje expresado en aromas
nacido de estas menudas hojas
compactas y arrogantes;
nacido de estos troncos erectos como un dardo
lanzado hacia el cenit.

Multitud infinita nacida casi allí
donde las olas tocan el torso de los acantilados.
Ejército vegetal que escala las ásperas laderas
de esta tierra en cuya entraña forcejean dioses infernales.

Las arterias de fuego quizáis mueren
allí hasta donde descienden las raíces de estos árboles
que son como el milagro de una flora de islas.

Pinos de este mundo insular erigido sobre volcanes,
pinos de estas montañas donde naciste tú
Chieko de los ojos almendrados,
de las menudas cejas como negros arcoiris,
pinos multiplicados trepando hasta coronar Ias cumbres.

Hay aquí un solo verde, un verde penumbroso
que casi se hace sombra a los pies de estos árboles
de alma desconocida, de cuerpo del color
de las campanas de seculares catedrales.
No importa que las bombas, que bélicos incendios,
que la metralla, hubiesen barrido tus vestiduras,
si luego mano devota restañó las heridas
e hizo plantar de nuevo el hijo
del padre vegetal cuyo muñón sangró sus hilos de resinas.

Sois todos los severos matsuyamas, los puros matsuyamas
los dueños de los montes, padres de los arroyos,
raiz virginal de los grandes ríos
nacidos tímidamente
para luego expandirse por admirables cauces
Trémulos bosques con alma de resina
bajo tu fronda canta el signo de una raza.







LAS FORMAS DEL RÍO
a Kiyoharu Matsui

Este rio de aguas sumisas,
de tieas y claras aguas
corre bajo la tarde.
Sobre sus suaves ondas deslizas la mirada
como si al mar enviaras
el mensaje de tu melancolía.
Mucho antes de la historia te labraste tu cauce,
antes de que nacieran estas breves praderas.
No me importa tu nombre
río de armoniosa corriente
surcado de menudas velas.
Puedes Ilamarte Kiso, Sumida, Tone,
no importa a qué mar Ileves tus aguas
ni que el hombre haya moldeado tus riberas.
Podrías ser apenas
el hilillo de argentadas andanzas
manando de la roca
en la honda penumbra encantada del bosque,
y luego hecho risas de espumas en las piedras
mientras buscas la calma
aIlí donde la tierra se hace verde horizte.

Aguas de leves formas
que un día trajo la Iluvia en diáfanos cristales,
te miro en este río
en cuya piel se posan mis miradas profanas.
Río de ignorado nombre
en tu cuerpo se integran
totales
las formas del agua.






LA NIÑA DE FUKUOKA

Sonries, te inclinas.
Entreabres tus labios robados al crepúsculo.
Te escruto bajo la noche
mientras se coIma el aire de música de América.
Y preguntas con voz que agoniza en los ruidos
en un inglés que tiene brevedad de relámpago:
- ¿ Spanish ?
Y la palabra flota con el sabor de un símbolo.

iSpanish, no American!
Y la sonrisa es risa de metálicos ecos.
- ¿ Qué habrá más allá de ese rostro insondable
tallado en un marfil de luces sonrosadas ?
Pero yo hombre de América con raíces hispánicas
quiero Ilegar al fondo de esa risa de nácar
que se abre como un enigma
y puebla de presagios esta cerrada atmósfera
con música de trópicos, de una ciudad remota.

- No me gustan los yanquis dices con voz de Iluvia,
mientras tu mano hecha como con piel de pétalos
juguetea con el vaso.
i Viski and coca ! dices mientras ries
más con tus ojos breves y enigmáticos
que con tus labios occidentalizados.
Tiemblan como la Iluvia que la brisa estremece
las últimas palabras que bordas en el aire
muchacha de Fukuoka de densos ojos negros
como esta noche cálida de tus islas en mayo.
¿ Quién eres que así sientes
las huellas que han sembrado odios sobre tu tierra?
Nagasaki, Hiroshima, son dramas que no olvidas
niña de rostro triste que revelas un mundo.
Tu sonrisa se pierde más allá del recuerdo,
pero no tus palabras sembradas como un símbolo.







LA GEISHA Y EL KOTO

¿ Qué miras más allá de la noche
mientras tus manos se detienen inmóviles
sobre el corazón de madera endurecido ?
La luna lIena dejó sus nácares
para vestir tu rostro.
Tus dedos
finos como el último suspiro de la tarde
han quedado suspendidos en el silencio.

¿ Por qué esas manos de cálida porcelana
apenas sí rozan las cuerdas de tu Koto
cuando antes regaron sus notas enigmáticas
sobre el jardín vestido de penumbra?

Tras ese rostro de cerúleos orientes
tus pupilas son Ilamas de noctuos efluvios.

Todavía me parece sentir cómo en el aire
estaban suspendidas las viejas melodías
que emanaban de lo más hondo de esas cuerdas
que ahora apenas pulsas
con tus dedos tan frágiles
como los crisantemos bajo la Iluvia.

Niña del viejo Yedo
en cuyos ojos miro los nácares del Fuji,
haz que esas cuerdas simples
digan sus tristes voces de ancestrales acentos.
Más allá de la nieve de tu segundo rostro,
de esas pupilas que alzan fulgores en la sombra,
emerges leve, intacta, alma total de artista
que pulsas los cordajes del Koto milenario.

Tú eres la misma música que enaltece el Kabuki,
tú eres el propio ser de esta noche
que se plena de símbolos
mientras tus manos ágiles dibujan arabescos
sobre cuerdas que plasman
una canción de islas, de montes, de volcanes,
de mares que circundan un pueblo y sus misterios.






LA ALDEA DORMIDA

Es azul la mañana y azul es todo el valle
donde duermes aldea la tristeza temprana
de este amanecer bajo pesado cielo.
Apenas breve prado se extiende más allá
de tu último alero curvado hacia el espacio,
y rectilíneos marcos dibujan en el campo
un mosaico de verdes que las aguas inundan
y dan vigor a estos fecundos arrozales.

Una canción bucólica se eleva por los aires
nacida de estos campos que el hombre transfigura.
La muda aldea sueña al pie de las laderas
donde la niebla erige sus argenteos dominios,
y allí donde los montes avizoran el valle
los matzuyamas alzan sus broncíneas espadas.

Ni una voz se levanta hacia la azul mañana,
sólo el silencio entona su música impalpable,
y mientras miro estático la aldea que demora
en este frágil valle de corazon volcánico,
adivino la vida más allá de esos techos
donde la fibra alterna con las grises pizarras:
sobre el tatami noble el verde té humeante
servido con el rito de remotas edades,
la gracia picaresca de unos oblicuos ojos
atisbando al extraño que profana el paisaje.

Aldea japonesa de grisáceos contornos
vi cómo amanecias en nublada mañana
al pie de los pinares, sobre ondulados prados,
frente a rubias terrazas y verdes arrozales.
Siento cómo alargaron sus profundas raíces
en mi memoria viva tus techos de pizarra,
tus peces de papel movidos por la brisa
que al varón del hogar consagra el mes de mayo.
Remota aldea perdida entre el prado y el monte
eres en ese mundo la síntesis del canto.




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