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lunes, 28 de febrero de 2011
3355.- AMADEU BAPTISTA
Amadeu Baptista (Oporto, Portugal, 1953), ha publicado, entre otros libros de poesía, As Passagens Secretas, (1982); Maçã, (1986); Kefiah, (1988); O Sossego da Luz, (1989); Desenho de Luzes (1997); As Tentações, (1999); y A Noite Ismaelita, (2000).
La noche de Pavese
Raras veces me franquearon la puerta
y me dejaron entrar. La fiebre
me asedia el alma y quien me ve
se asusta del aspecto de mi rostro,
esta barba por hacer donde un ruiseñor
se esconde. Y aún más asusta
mi altura, este lugar de vértigo
y palabras poderosas, la presencia
de ilimitados secretos que nadie quiere conocer,
el estremecimiento que corre por mis hombros.
Aunque nada pida, saben que soy un pidiente.
Y cuando entro en las casas mis gestos
atraen alguna cosa enigmática
que contorna el pavor y lo entrega
por no saberse que especie de vida o de muerte
me acompaña. Obviamente, yo bendigo
a quien me deja entrar, doy a entender
que alguna cosa brilla en mis manos
y puedo matar el hambre con una o otra palabra
próxima del amor, un dedo en los cabellos
de quien me recibe. Subí las escaleras de esta casa
en silencio y en silencio acepté que me aguardasen
con las inefables sombras que veo en los otros
e intento descifrar para mi contentamiento.
Me mandaron sentar y me dieron de beber.
Ese alcohol me reconfortó el alma.
Y mi gratitud se expresa de este modo, limpio
y nítido, observando a la mujer en ese infinito
de las cosas, donde todos los misterios avanzan
para una explicación que en cualquier momento
puede irrumpir del espíritu como una explosión.
Te miro a los ojos y recibo las dos monedas
que me ofreces, tu rostro me es familiar
si regreso a la infancia y súbitamente percibo
que también pertenecí al ejercicio de este árbol
que en esta sala se levanta. Enfrente,
en la fotografía que mi mirada alcanza
porque me alcanza la mirada que de ella se desprende,
se inscribe el enigma que aquí me hizo llegar,
más que un rumor o un hilo ténue
con el nombre de todas las cosas inesperadas
que me acontecieron en la vida, siempre
que me franquearon la puerta y me dejaron entrar.
Ahora, con la memoria de haber estado en tu casa
y haber recibido la gracia de alguna atención,
yo, que soy pidiente aunque nada pida,
te entrego este surco de desorden
sobre la página en blanco y te agradezco
con el conocimiento de algún otro mundo
aún mas inexplicable.
No habiendo despedida, has de saber que permanezco
y en la encrucijada de los dolores que me cupiera vivir
no olvidaré tu nombre el día en que también haya partido
y ninguna otra luz habrá más allá de aquella
que ilumina tu rostro en la soledad de la noche.
Los ángeles me esperan. No me es posible demorar.
Que me sea el alba tu tolerancia.
El poema fue traducido por Ángeles Dálua.
Caravaggio
Una actitud plástica indomable
y un arrebato rítmico en las figuras,
he aquí lo que me interesa transmitir:
soy panteísta
y sé que en los colores hay un lujo físico
que vuelve lo palpable
inmaterial
- de que modo lo que hago
viene de la calle,
para que se transfigure en don de inmanencia
y el alma y el espíritu se cumplan en los pigmentos
para que todo sea obra compasiva,
como un enigma de arrebato.
Mi vida es el color
- y el recorte que el relieve de la luz
le introduce
sirve para que el universo vibre
y una tensión grandilocuente se establezca,
entre la detonación de la tela
y el espectador,
en un reto total,
aplastante.
Oso convocar la fascinación,
pero, más que a la fascinación,
aspiro al corazón
de los que ven la tela interiormente,
cuando los ojos
acumulan un sortilegio
para que el entendimiento desmorone
la falsedad que nos cerca y mata.
He aquí el encargo:
un cuadro de grandes dimensiones
que haga patente
las siete obras de misericordia corporales,
dando relevancia a los justos, obviamente,
pero también a los pecadores,
ya que cada uno de ellos es cada uno de nosotros,
si nuestra prudencia alcanza a decirlo
sin que ardamos en la hoguera.
Fue trabajoso, el esbozo:
la caridad existe,
pero es tan raro verla
que un pintor no sabe donde encontrar
modelo adecuado,
aunque vaya de iglesia en iglesia
atento al encuentro, repentino,
de un ejemplo para su misión
cuidando a los enfermos,
vistiendo a los desnudos,
dando de beber a quien tiene sed,
dando posada a los peregrinos.
Mirando el cuadro, ahora listo,
expuesto en la iglesia del Pio Monde della Misericordia,
en Nápoles,
entiendo que es debido al arrojo
mi acierto
– y me impresiona
mi tratamiento de los temas,
y cómo mis impulsos artísticos dan lugar
a explosiones categóricas de beatitud
de las cuales yo mismo me asombro.
Toda la belleza es trascendencia,
afirmo, yo ante mí mismo.
En mi época habrá pocos
que entiendan esto, embotados
como están por dogmas y preceptos
a los que se relega el mundo
y nada vive la vida como es.
Martín se saca la capa y se la da a un pobre.
Una mujer ofrece su seno
a un viejo preso de su miserable condición
matándole el hambre y aliviándole
el desgaste del castigo.
Un diácono clemente
manda que los sepultureros
abran la tierra y supulten los cadáveres.
Un joven, con el pecho desnudo, ampara a los enfermos.
Un Sansón, sediento, mata la sed con agua
que alguien puso en la quijada de un asno.
Y Santiago aloja a los peregrinos
con la ayuda de un arriero adolescente.
He aquí mi cuadro, en el que incluí,
sobre la multitud,
a unos ángeles
para que se sepa
que no son de los ángeles las tareas de los hombres,
y que lo que es posible hasta puede tocarse
si tendemos la mano a nuestro semejante
– aunque nadie lo vea,
aunque se guarde en el secreto de los ángeles nuestra acción,
aunque la entrega sea, únicamente, nuestra
y que nada, ni nadie, nos agradezca
el gesto,
el acto.
Me llamo Michelangelo Merisi Caravaggio
e ignoro
si soy cristiano, o no.
En cualquier caso, importa poco quien soy.
Sólo sé que dejo en esta tierra
una pequeña herencia
de luz
y movimiento
y color
que me hará feliz
si los hombres me recuerdan
pues peor que el olvido es la ingratitud,
y que ser ingrato en esta tierra es no estar al lado
de quien en la vida va a nuestro lado
y es nuestro hermano
http://www.arquitrave.com/archivo_revista/Revista37/Arquitrave37.pdf
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