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sábado, 26 de febrero de 2011

3331.- BEATRIZ RUSSO


Beatriz Russo, (Madrid, 1971). Poeta y narradora. Es licenciada en Filología Hispánica, magíster en la enseñanza de español como lengua extranjera y traductora de italiano, inglés y francés. Durante años ha ido combinando su creación literaria con numerosos recitales poéticos y ponencias en Universidades de España, Italia, Francia, México (D.F., Morelia, Toluca), en Festivales de poesía, Jornadas Literarias nacionales e internacionales y en cafés y centros culturales. Asimismo ha colaborado en prensa, radio y televisión. Su obra es difundida constantemente por diferentes canales de comunicación tanto nacionales como internacionales. Es colaboradora de la revista electrónica de poesía Ibi Oculus y co-directora de un proyecto de fusión de arte, moda, música y poesía (Fashion Art Cruz&Russo) junto al pintor Enrique Cruz Calonge, con el que acaba de editar un libro de láminas de pintura y poesía titulado Universos Paralelos.

Ha publicado los libros de poemas En la salud y en la enfermedad (Sial, 2004), La prisión delicada (Calambur, 2007) y Aprendizaje (Polibea, 2009). Su poesía ha sido incluida en varias antologías y en numerosas revistas literarias tanto impresas como en red. Como narradora ha escrito las novelas, La versión de Eva Blondie (ganadora del Premio Istar de Novela Erótica), La montaña rusa, y un relato infantil, El monte de las amapolas voladoras.




Poesía de Beatriz Russo




Ésta es mi prisión delicada.
No me salvéis.
Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia.
Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo.
Tengo algo que evocar.

Besé su boca,
la bocca baciata de Fanny Cornforth
y sentí el margen de una moneda trasquilando la infancia de las veloces manos del raso.
¿Prostituta o costurera?
En la vertiente que hay en el sino están en juego las cartas de la sangre.
Llegaron al mundo las mujeres a tejer su desdicha en los telares de la miseria.
Los trapos del hambre amontonándose en las trincheras sin aire.
El anonimato de las abejas harapientas.
Y también llegaron mujeres a los telares de la delicia.
La sabia contienda de unas manos cansadas de su precariedad.
El ruido de la rueca no ensordecía el cuerpo de las otras hilanderas de la noche.
Escribieron sus nombres proscritos en una coroza de papel secante y fueron señaladas por los dedos de las esposas impolutas.
¿Prostituta o costurera?
No hay mayor masturbación que la del halago, mayor deleite que la hermosura en estos tiempos de vanagloria.
Cantad todos la pandemia de los burdeles.
Que se abran las puertas de la moderna Babilonia.
"¿Quién fue la bella Laura Bell?
The queen of whoredom
¿Quién kate Cook, Emma Crouch y Cora Pearl?
Toutes elles demi prochaines"
Pero cantad también la pandemia de las fábricas.
Que se abran las puertas de la moderna Etiopía.
¿Quién veneró a las otras artesanas de la noche?
Pocos conocen el castigo de las míseras costureras.
El baile elíptico de las agujas trazaba hondas muescas en sus dedos.
En las oscuras salas de una fábrica gemía el hilo de las futuras ciegas.
Y temblaban después sus cuerpos apuntalados en los rincones ebrios.
Otras muescas hay en sus dedos.
Muescas del dolor de un útero enfermo bajo los dientes de las embarazadas.
Los clavos de cristo en el pubis de las esposas rotas.
Murieron en la fosa común de la historia, en el estrecho nicho de la conciencia.
Murieron con la lenta eutanasia de las mártires,
muertas veteranas del ejército de muertas,
muertas de hambre en las calles de polvo y niebla.
Anónimas muertas.

De La prisión delicada (Calambur, 2007)







Hoy me levanto ante ti, Siríaca,
porque tú has reclamado un rostro cercano al de la lluvia,
y yo acudo en nombre de Jane Morris para cerrar este tríptico de beldades.
Llego con todas las mujeres en la carroza de las jóvenes arqueras.
Se abren los arcones del erógeno polimatías.
Ya comienza el sortilegio contra los buzos.
Mostradme vuestro rostro ahora, salid del charco estanco de dos siglos y responded:
¿Dónde están las viejas artesanas de la noche?
¿Dónde las ciegas costureras escondidas?
¿Dónde la miseria de las calles moviéndose a destajo?
Salid del charco estanco de dos siglos y responded.
(…………)
Pues yo os voy a responder:
En las cajas chinas enterradas en la trastienda de la niebla donde la luz cumple su voto estricto de austeridad.
Y en los diminutos ojos oscuros de la niñez prostituida por la subversión de los antifaces.
Somos los patrones de sus vidas, buzos encaramados a una escafandra impoluta, embaucadores de esta terrible ceguera, cómplices de un dios clasista que vendió su máscara al peor postor.
Salid del charco estanco de dos siglos y contemplaos.
No es de una sortija el resplandor que veis.
Astarté sobornaba a sus amantes con el brillo de un orgasmo de platino.
Ahora el soborno es más insensato, silicona enquistada bajo la piel.
Hace tiempo que se extinguió el clan de las esposas de terciopelo.
En la espesura del valle arado hay más vida que en las fiestas prohibidas de los cocainómanos.
No hay mayor placer que el secreto, mayor ventura que el goce furtivo de los infieles.
Cayó el pene del autómata en la desgracia de los desapercibidos.
Se tocan los placeres con la misma mano que plagió la orgía de los césares.
Si han de venir los bautistas que vengan cuanto antes.
Yo he de forjar la espada de la nueva Salomé.
Ruedan las cabezas de los acostumbrados vencedores.
¿Quién hirió de canto a Lorelei?
Son hirientes las saetas cóncavas de los ególatras.
Los virotes aferrados a los cuellos de las sirvientas ya se han oxidado.
Dejaron la huella en sus escotes y ahora sus senos dictan condena.
No es su canto el que precipita las conciencias de los convictos,
es el sexo de las sirenas,
la exuberante espuma de la Venus Verticordia que retorna el deseo al corazón de los hombres.
Lorelei aguarda la llegada de los valientes seductores.
Ellos salvarán su nave,
pues sólo han de ser hundidas las barcas de los cautivos.

De La prisión delicada (Calambur, 2007)







Ésta es mi prisión delicada.
No me salvéis.
Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia.
Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo.
Tengo algo con que gozar.

Me he tatuado una serpiente en mi pierna con tu nombre y a veces siento que está viva, como tú,
y asciende mis muslos hipnotizada por algún Himno a la belleza,
y se desliza, pontífice de un rito que no suelo entender, pero me sigue, como si de pronto mi voz fuera un salmo penitente,
y entonces tú me obedeces, mártir de tu fe en mi cuerpo,
y asciendes un poco más hasta llegar a la antesala de mi sexo,
allí donde esperas la vehemencia de tu nombre, el sentido de ser tú el llamado y no otro, tú en comunión con tu nombre a la espera de mí.
Doscientos años de vida tiene tu nombre y sin embargo,
tatuado en mi pierna se ha hecho serpiente y a tientas busca mi cuerpo.
Cada vez que te nombro profano un instante tu reposo y te obligo a que duermas junto a mí,
a que asciendas mis muslos tal y como ahora te digo,
así, lentamente, con la falsa detinencia del deseo que se retracta por miedo a no verse ennoblecido,
con la imprecisión de una mano inexperta que finge un control que sólo yo poseo.
El baile de la serpiente sobre mis nalgas es perpetuo.
La serpiente descalza baila en la antesala de mi cuerpo antes de morir en mí.
La música que ahora emite mi mano bífida en un coro desentrañado.
La serpiente se arrodilla desnuda en la antesala de mi cuerpo antes de morir en mí,
Y le grito que es ahora,
el instante de ahora y no un milímetro después que ahora dejas conmigo, como si conocieras la estrategia de varias dosis de veneno sobre mi sexo.
Ahora y sólo ahora, repito.
Pero la serpiente arrastra sus pies descalzos por la antesala de mi cuerpo antes de morir en mí,
ahora y sólo ahora y no más tarde, repito,
Ahora,
en la tenue frontera de mi cuerpo dividido en dos mitades reconciliadas.
Ahora,
con todos mis nombres, los que yo te doy y te pido que pongas sobre mí.
Ahora,
con la blasfemia del último canto en la divina estampa de los deleites.
Ahora bendigo mi nombre con tus dedos de mi mano.

De La prisión delicada (Calambur, 2007)







Como el papel arrugándose en la hoguera.
Así son las mentiras.
Naufragios de cenizas asfixiando una voz.

En Universos paralelos (ECC, 2009)








Siente la cometa que tiene alas.
Se rompe el hilo.
La mano se queda sola.
En el cielo vuela otro pájaro.

En Universos paralelos (ECC, 2009)








Incluso hay puertas en el interior del abismo.
A ellas se llega verticalmente,
como la estela de un cohete ejecutando su sombra.

En Universos paralelos (ECC, 2009)







En el silencio está la voz.
Hablo cuando miro,
callo cuando veo.

En Universos paralelos (ECC, 2009)








Más allá de los ojos, la luz.
Yo también veo esa luz que nace de lo oscuro.
La luz en la luz se hace oscuridad blanca.

En Universos paralelos (ECC, 2009)








Saber caminar no significa necesariamente saber por dónde se pisa – le dijo la madre al hijo.
Ascender las escaleras no significa necesariamente llegar al cielo.
Saltarse las opciones no significa necesariamente mantenerse en un camino recto.
Pero caerse significa necesariamente tener que levantarse para no avanzar siempre de rodillas.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)








Ella entró en la habitación y se miró en el espejo.
Después abrió un cajón, cogió una fotografía antigua y pensó:
Ya falta menos para que no nos parezcamos en nada.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)








Ella no tenía padre y lo buscó entre sus amantes.
Después se dio cuenta de que le faltaba el hombre y lo buscó en la ficción.
Cuando la imaginación le fue insuficiente cambió al padre y al hombre por un hijo.
El hijo creció y la abandonó.
Entonces se acordó de Dios.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)









Al principio ella era una cabeza de oruga.
Después le salió su primer anillo y comenzó a moverse.
Más tarde le nació el segundo y emprendió la marcha.
Cuando iba por el quinto anillo notó que el mundo se podía recorrer más deprisa e inició la carrera.
En el octavo comenzó a sentirse una oruga muy pesada y deceleró la marcha.
Ahora ha llegado al décimo anillo y se ha detenido justo en el momento en que un zapato la ha aplastado contra el suelo.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)








Cuando ella se dio cuenta del sentido de la vida ya era demasiado tarde.
Miró hacia atrás y vio que ya se había quedado sola.
Miró hacia adelante y descubrió que ya no habría nadie.
Aún así, siguió su camino mirando al cielo.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)








El anciano moribundo pidió su última voluntad, pero siguió viviendo.
Es cierto que Dios no es humano.
El hombre le habría dejado morir.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)








El anciano moribundo rogó que le devolvieran su vida.
Si la vida aún le perteneciera no tendría que pedir permiso para poder perderla.

En Aprendizaje (Polibea, 2010)




[http://www.calidoscopio.net/2010/08_Diciembre/Index.html]


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