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miércoles, 23 de febrero de 2011

3297.- CARLOS BOVES


Carlos Boves
Periodista, escritor, y crítico enogastronómico. Nace en Madrid, en 1941. Estudia Periodismo y Sociología.
Autor de libros como “Cien recetas magistrales”, “Diccionario de Gastronomía”, “364 + 1, cócteles”, “El Libro de los Aguardientes y Licores”, “El libro del café”, o “El Nuevo Libro del Vino”, todos publicados en Alianza Editorial.
Crítico enológico del diario “El País” desde hace 25 años, ha publicado numerosos artículos gastronómico en el suplemento dominical de dicho periódico.
Fundador y Director de las publicaciones especializadas, “Mi Vino”, y “Vinum”. Creador y Comisario de eventos como “Vinoble”, el Salón de los Vinos Generosos, licorosos y dulces especiales; Sicer, Salón internacional de la Sidra de Calidad”; “TopWineSpain”, la muestra de los mejores vinos españoles.
Premio al mejor crítico de vinos por la Guía Gourmet en 1991, y Premio Nacional de Gastronomía 2002.
En su faceta literaria, ha escrito libros de poesía como “Poemas Ignotos”; de narrativa, como su libros de relatos “La Brioche”, y novelas como “El Hipólita”; y teatro, con obras como “Los Tres Reinos”, estrenada en el Festival de Teatro de Sitges, “Cárcel, pasión y muerte de Cayetano Ripoll” (Ediciones Akal), y “Metástasis”, presentada por el grupo Bululú en el Festival Internacional Estudiantil de Palermo.



imagen amargord
Editorial Amargord


Versos sin retorno

1.

La bombilla amarillea, titubea y crea
sombras innecesarias.
Aún permanece la taza de café
manchada de rojo y alquitrán.
La colilla estrujada y ciega
embebe la luz pulsátil
del neón lejano.
El silencio es un toque de trompeta
contrapunteando las dudas de tu ausencia.
Un sorbo, frío y amargo.
Apago.




12

Intento atrapar el tiempo que destruyes
sentado, inmóvil, durante horas
en silencio, con ansia de lo efímero.
Concentrado en lo más pequeño,
en el corazón celular donde habitas.
Trasportado por corpúsculos sanguíneos,
batallando contra la desgana.
Incluso en el límite,
he saltado al vacío con el impulso
de un neurotransmisor
asido al vértigo suicida del mensaje.
Pero al final estás tú,
ansioso de tu presa.
Insensible, inalterable.
Royendo el tiempo
y alimentando con sus virutas
mi temblor y mi angustia.
desde El gusano triunfador, en Versos sin retorno



13

Un sueño:

El metro rasga las venas de la noche,
ráfaga luminosa que horada
el útero de la ciudad.
Los vagones están medio vacíos.
En el suelo, se marchitan las noticias
de un periódico destripado.
Hojas grasientas con restos de comida.
Huele a sudor hastiado, al fétido aliento
de las madrugadas forzadas.
En las ventanillas se reflejan, fantasmagóricas,
las caras inmóviles de los pasajeros.
Un hombre, con grandes botas de goma,
dormita abatido. Una mujer sin edad
sujeta aterrada su bolso
como si fuera un hijo muerto.
Rostros sin rostro, todo el sopor
de los incendios apagados.
En la barra metálica, fría e insensible,
cuelgan las agarraderas de cuero sucio
como niños ahorcados.




Una sacudida.

Parpadean las luces.
Hay una momentánea animación.
Un reajuste de las posturas
y el tren inicia de nuevo su nana.

desde La indiferencia del héroe, en Versos sin retorno



11

La arena besa la orilla
y cede en su dureza.

En el horizonte las montañas
dibujan un laberinto de sombras
como si escribieran un poema.
¡Cómo expresarlo sin destruirlo!

El dolor se embosca
en las palabras.





de Palabras en la arena, en Versos sin retorno



4


¿Si permaneces inmóvil
¿quién moverá el mundo?
Hay una vereda oculta
atrapada entre flores y paja seca.

Las primeras sombras del día
destiñen los colores
y apagan los últimos restos
de la noche.

La ilusión se mece entre las nubes


de Viaje al ocaso, en Versos sin retorno

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