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miércoles, 23 de febrero de 2011

3286.- WALTER DE LA MARE


Walter John de la Mare, (25 de abril de 1873 - 22 de junio de 1956), poeta, cuentista, ensayista, dramaturgo y novelista inglés, es recordado principalmente por su poema "The Listeners" (1912), considerado por Thomas Hardy uno de los poemas más importantes del siglo1 y que sigue siendo uno de los poemas que más a menudo se incluye en las antologías de poesía inglesa.2
Contemporáneo y amigo de G. K. Chesterton, J. M. Barrie y Hardy, su obra abarca asimismo cuentos infantiles y cuentos de fantasmas.
De la Mare está enterrado en el Catedral de St Paul's.

Nació en la ciudad de Kent, en el seno de una familia de ascendencia hugonote francesa, como su colega irlandés Joseph Sheridan Le Fanu. Fue educado en el "St. Paul's Choir School" de Londres. Su primer libro, Canciones de la infancia, fue publicado bajo el seudónimo "Walter Ramal". Su trabajo en una compañía petrolera le dejaba tiempo suficiente para escribir, y en 1908 recibió una pensión que le posibilitó concentrarse para siempre en sus libros.
La gran afición de De la Mare fue la fantasía, lo que, unido a la popularidad de sus libros infantiles, contribuyó en muchos casos a que se le dedicase menos atención de la que sin duda el gran escritor merecía.
De la Mare escribió algunos refinados cuentos de terror psicológico en los cuales se aprecia la mágica perfección de su estilo y su gran fuerza evocadora de lo fantasmal. Buenos ejemplos lo constituyen La tía de Seaton y De las profundidades. Su novela de 1921 Memorias de una enana le hizo ganar el premio de ficción "James Tait Black Memorial". En 1953 recibió la "Order of Merit" británica.
El cuentista de horror H. P. Lovecraft, en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura afirmó de él:
Era un poeta cuyos versos fantasmales y exquisita prosa están sellados con las huellas de una misteriosa visión que cala hondamente en las esferas veladas de la belleza y las tremendas y escondidas dimensiones del ser humano.
De la Mare fue igualmente autor de una celebrada antología de poesía inglesa, en su mayor parte infantil: Come Hither (1923, "Ven aquí") que incluía a los más importantes poetas y escritores georgianos del momento.
De la Mare tenía un concepto muy original de imaginación: consideraba que existían dos tipos, o mejor, aspectos, de la misma en el ser humano: la propia de los niños y la de los muchachos. Aseguraba que era en el límite de ambas donde habían vivido Shakespeare, Dante y el resto de grandes poetas de la historia.
Este autor no ha sido bien traducido al castellano hasta fecha reciente. Merece la pena destacar una selección de sus cuentos macabros publicada en dos volúmenes y traducida por Francisco Torres Oliver: La tía de Seaton y La orgía: un idilio (Ed. Alfaguara).
Bibliografía

Novelas
Henry Brocken (1904)
The Three Mulla Mulgars (1910) — también publicado como The Three Royal Monkeys
The Return (1910)
Memoirs of a Midget (1921)
At First Sight (1930)
[editar]Colecciones de cuentos
The Riddle and Other Stories (1923)
Ding Dong Bell (1924)
Broomsticks and Other Tales (1925)
The Connoisseur and Other Stories (1926)
On the Edge (1930)
The Lord Fish (1930)
The Walter de la Mare Omnibus (1933)
The Wind Blows Over (1936)
The Nap and Other Stories (1936)
The Best Stories of Walter de la Mare (1942)
A Beginning and Other Stories (1955)
Eight Tales (1971)

Poesía
Songs of Childhood (1902)
The Listeners (1912)
Peacock Pie (1913)
The Marionettes (1918)
O Lovely England (1952)
Silver

Teatro
Crossings: A Fairy Play (1923)
[editar]No ficción
Some Women Novelists of the 'Seventies (1929)
Desert Islands and Robinson Crusoe (1930)









El Fantasma.

¿Quién golpea? Yo, quien fuera bella
más allá de todo sueño para regresar,
vengo de las raíces de la oscura espina más cercana
Y golpeo la puerta.

¿Quién habla? Yo... en un tiempo mi voz
tan dulce como el ave en vuelo,
cuando el eco acaricia las aguas;
Así te hablaba a tí.

¡Oscura es la hora! Ay, y fría.
Solitaria es mi casa. Ah, ¿y la mía?
Miro, toco, labios, ojos que destellan en vano.
Tanto tiempo muertos para mí.

Silencio. Una calma lánguida en la puerta
detiene la luz de las estrellas.
Una mano busca a tientas en la penumbra
sobre llaves, cerrojos y barrotes.

Un rostro mira con fijeza. La noche gris
en el caos de la ausencia brilló;
Sólo había allí un vasto dolor,
el dulce seno ausente.






En la biblioteca, de Canciones de infancia

Quisiera - ¡quisiera que hubiese
Un libro en ese anaquel
Que le enseñara a un viejo
A instruirse a sí mismo! -
El goce de algún escriba,
Pincel al servicio de la pluma,
Quien, con pájaro, flor, paisaje,
Emblema y visión,
Gustaba sus márgenes cubrir.
Entonces podría sentarme,
Por verdadero saber seducido,
Hasta muy entrada la noche
Incluso con mi propio ser reconciliado,
Recuperando la sabiduría
Que perdí, cuando era un chico.









Los que escuchan

“¿No hay nadie ahí?”, gritó el Viajero, golpeando
La puerta iluminada por el claro de luna;
Mordisqueaba el caballo, en el silencio, el pasto
De la tierra del bosque recubierta de helechos;
Y un pájaro de pronto voló desde la torre
Por sobre la cabeza del Viajero… De nuevo,
Una segunda vez, golpeó a la puerta. “¿Hay alguien
Ahí?”, dijo. Mas nadie descendió hasta el Viajero;
No se asomó ninguna cabeza entre el follaje
Que enmarcaba el alféizar a ver sus ojos grises.
Se quedó en el umbral, inmóvil y perplejo.
Sólo una hueste, entonces, de oyentes espectrales
Que moraba en la casa solitaria del bosque
Permaneció escuchando en la quietud lunar
A esa voz que llegaba del mundo de los hombres;
Y al oírla apretaban los pálidos destellos
De la luna en la oscura escalera que baja
Al desierto vestíbulo, absortos en el aire
Trémulo y conmovido por la voz del Viajero
Solitario. En su pecho él sintió su extrañeza,
La quietud de esos seres que a su ronco llamado
Respondía. El caballo se movía, paciendo
En la hierba sombría, debajo del gran cielo
Entretejido de hojas y de estrellas calladas.
Por eso repentinamente batió la puerta
Con más potencia aún, y alzando la cabeza
Entonces exclamó: “Decidles que he venido
Y nadie respondió; que cumplí mi palabra.”
Ni un leve movimiento hicieron los oyentes,
Aunque cada palabra que el hombre pronunciaba
Resonaba por ecos a través de las sombras
De la casa en silencio, largos ecos del solo
Hombre que en esa noche aún quedaba despierto:
Ellos oyeron, ¡ay!, su pie sobre el estribo
Y el restallar del hierro por la senda de piedra,
Y cómo renacía suavemente el silencio
Cuando el ruido de cascos se extinguía en la hierba.

Versión de P. A.








Sólo está el viento donde la rosa estaba,
fría la lluvia donde la dulce hierba estaba,
y nubes como ovejas
trepan por los abruptos
y grises cielos donde la alondra estaba.
No está ya el oro donde tu pelo estaba,
no está el calor donde tu mano estaba,
sino vago, perdido
debajo del espino,
tu espectro está donde tu rostro estaba.
Tristes los vientos donde tu voz estaba
lágrimas donde mi corazón estaba,
y ya siempre conmigo,
hijo, siempre conmigo,
sólo el silencio donde la esperanza estaba

Tr
aducción del poeta cubano Eliseo Diego








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