LUIS ROSALES CAMACHO, nació en Granada el 31 de mayo de 1910, en el seno de una familia conservadora.
En 1930 se traslada a Madrid para estudiar Filosofía y Letras, obteniendo el doctorado. Inició su actividad literaria en la revista Cruz y Raya, dirigida por Pablo Neruda y José Bergamín. En la capital de España conoció a los Panero (Juan y Leopoldo) y a Luis Felipe Vivanco, compañeros de la que se conocerá después como Generación de 1936 (o de la Guerra).
Su primer libro, “Abril” se publica en 1935, inmediatamente antes del estallido de la Guerra Civil española. Esta obra enlaza con el estilo de la poesía de la generación anterior por su búsqueda estética y por la importancia de las imágenes, aunque sin pretensiones vanguardistas.
En agosto de 1936, recién iniciada la guerra civil española, arrestan en su casa de Granada a su amigo Federico García Lorca, que se había refugiado en ella, pese a que Rosales había obtenido garantías de respetarlo por parte de las autoridades rebeldes.
Desde 1937, Rosales colabora en la revista falangista Jerarquía hasta su desaparición. Ideológicamente fue evolucionando desde las ideas autoritarias de su juventud hacia posiciones democráticas en su madurez.
En 1949 publica la primera versión de “La casa encendida”, considerada por la crítica su mejor obra. El libro lo fue rehaciendo y ampliando hasta producir una nueva versión, publicada en 1967.
En 1962 ingresó en la RAE aunque no leyó su discurso de ingreso hasta 1964. Desde 1968 residió en Cercedilla (Madrid). En 1982 recibió el Premio Cervantes, el galardón literario más importante de cuantos se conceden en España.
Su obra abarca todo el periodo histórico de la posguerra, fue evolucionando desde un clasicismo a un estilo propio cercano al vanguardismo surrealista. Se suelen distinguir dos periodos en su obra, una más preocupada por cuestiones estéticas, cercana al clasicismo garcilasista, y otra posterior de experimentación vanguardista. Ambas se funden en La casa encendida, donde la estética ya no supone una preocupación, sino el ejercicio de técnicas que ya domina. A grandes rasgos, el estilo literario de Rosales se caracteriza por:
• El dominio de la técnica poética.
• La construcción del poema bajo presupuestos de sencillez espiritual y sentimental.
• El dominio y facilidad de uso del verso rimado o libre, según le convenga al tono del poema o al tema tratado.
• La ausencia de adjetivos, resaltando la sustancia de las cosas.
En cuanto al contenido, se ha hablado de la poesía de Rosales como la «poesía de lo cotidiano». El amor aparece en toda su obra de forma sosegada y tranquila, así como la memoria y el recuerdo. El periodo de posguerra se caracteriza, además, por el sentimiento religioso.
Rosales falleció en Madrid el 26 de Abril de 1992.
ASCENSIÓN HACIA EL REPOSO
Como es misericordia la locura y el espacio nos brinda la bienaventuranza,
como es la noche viva, la lluvia silenciosa que va del corazón del hombre hasta los ojos
en un encendimeinto de sombra y hermosura.
Como sé que al morir terminará la muerte.
Como en el corazón se derrama la sangre con un rumor de lluvia que ilumina la niebla.
Como tengo fe de soñar que te amo,
mi carne será un día como un agua corriente
y mi cuerpo será de silencio amoroso, de cristal dolorido cuando tú lo iluminas.
Como en la inclinación morena de tus ojos el silencio vencido se convierte en aroma.
Como tengo una voz que se cubre de yerba donde vuelan las alondras y palabras y lágrimas.
Y como en tu cabello despierta la agonía,
y la paciencia intacta naufragará en la sangre
porque existe la muerte,
porque la sombra clara se convierte en misterio y la quietud del mundo colma la transparencia,
porqué el último olvido morirá con el hombre,
y tu boca de llanto y amapolas violentas,
y tus brazos de cal y niebla reclinada,
y tus manos delgadas como álamos de espuma,
y mi voz,
y mis ojos,
todo será divino al perder la memoria.
Como insiste el dolor, pero no se termina y es la lenta ascensión de la sangre al reposo.
Como es la primavera al donaire porque llevas el alma derramada en el paso.
Como es la caridad para mirar tu cuerpo y es la noche tranquila tu encendida alabanza.
Como tú eres el único sufrimiento posible y la angustia de cal que me quema los ojos,
con humildad,
buscando la palabra precisa,
yo te ofrezco la sombra, la paciencia del mundo donde olvido la espera,
donde olvido esta inmóvil angustia de ser junco y sentir en las plantas los impulsos del río,
donde puedo creer,
donde puedo creer, porque marchamos juntos igual que dos hermanos perdidos en la nieve.
AUTOBIOGRAFÍA
Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
CANCIÓN DE LA NIEVE QUE UNIFICA AL MUNDO
Somos hombres, Señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.
La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta Belén.
La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia Ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.
Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre Te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.
VERTE
La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fuere sincero,
todo tu cuerpo será luminoso.
SAN MATEO, VI, 22
Verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, Abril, verte tan sólo!
Tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.
MEMORIA DE TRÁNSITO
Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
Tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.
ME ESTÁN MIRANDO EN TUS OJOS
Me están mirando en tus ojos
los ángeles del instante,
los ángeles que han perdido
la memoria al contemplarse.
Me estoy reuniendo en tus brazos;
te siento casi quemándome;
arden el tronco y las ramas
pero las hojas no arden.
Estamos juntos, sin vernos,
repetidos y distantes,
juntos pero no vividos,
tristemente naturales.
LA ABSOLUCIÓN
«Si tú me lo pidieras»,
si tú me lo pidieras cuando llegue esa hora
en que la vida empieza a hacer preguntas sin respuesta,
como se hace un raspado de matriz
o se pone en las venas una inyección de aire,
y después,
pero inmediatamente,
oyeses algo más terminante aún:
una respuesta sin pregunta;
y el viento caminara con muletas,
y el mar dejase a nuestras plantas
sus indefensas olas de puntos suspensivos,
y todo ese mañana que hemos vivido juntos
se hiciera sibilante y disimulador
como las ruedas de un tren chirrían cuando se pone en
movimiento,
y la rosa de un solo pétalo se convirtiera en una serpiente
coral,
que levantara su cabeza,
lela y bamboleante,
de tu cuerpo a mi cuerpo
como se cierra una interrogación.
Esto puede ocurrir,
esto puede ocurrir a cualquier hora,
no me digas, que no, quizás va a acontecer
mañana o esta noche
mientras las ramas y las hojas caen,
las hojas y las horas,
y se quedan suspensas en el aire romo se borra en la
memoria una advertencia inútil,
pues
de algún modo,
amiga mía,
ese asombro que siento junto a ti
ya no es vivir sino velar tu cuerpo.
Y sin embargo,
si tú me lo pidieras,
si tú me lo pidieras aunque ya fuese al despedirte,
si
yo
pudiese oírlo,
aunque fuera una sola vez,
tal vez sería posible que la carne agrietada se volviera a
juntar como se juntan en el labio unas palabras de
perdón,
y la vida ya no sería un gurruño,
y el cuerpo que aún me queda sonaría,
comenzaría a recuperarse como un río se evapora,
y se convierte en un temblor dialogado y concéntrico
sobre la piel tirante de tu vientre
cuando llega esa hora en que la absolución es algo más que
una palabra,
cuando llega esa hora
en que despierta al fin el jardín de los pájaros,
y siento que sus alas me golpean en el rostro
buscando la salida y hallando la alegría,
y el cuerpo se hace música,
música tiritante,
una vez
y otra vez,
con su empujón de lluvia y de violetas húmedas,
hasta sentirme tuyo,
hasta nacerme,
ya
que
si tú me lo pidieras,
no sé cómo,
pero si tú me lo pidieras,
en ese instante mismo nacería.
LA LUZ INTERRUMPIDA
Homenaje a Juan Ramón
Nunca pero contigo, aunque la vida sea
la luz de esa mañana que nunca viviremos,
un tren que no esperabas y ha llegado, una hora
que empieza siendo alondra y acaba siendo espejo.
Cuántas veces he visto un columpio en tus ojos
mirando y sin mirar un ayer venidero,
viviendo y sin vivir algo que nunca llega
y a fuerza de esperarlo se va haciendo más nuestro.
Miradas con recuerdos por hacer que aún se doran
¿en qué sol amarillo o en qué tarde de invierno?
soles que ya estuvieron ardiendo en otra boca
y luego al enfriarse se convierten en besos.
Manos que poco a poco se han ido haciendo sombras
y alucinadamente te acarician durmiendo,
cenizas ¿de qué luto?, despertar ¿en qué vida?,
y esta mínima y lenta procesión de los huesos,
y este temblor de azúcar bajo la lengua cuando
te toco y no sé cómo despiertas y te veo
y tu cuerpo es un río que pasa ante mis ojos
y el amor vuelve a darnos su desmemoriamiento,
y esto quizás no vuelva a suceder, quizás
no vuelva a despertarme con los ojos abiertos,
ni sepa en qué momento de luz interrumpida
la nieve vendrá a verme cuando estemos naciendo
juntos y para siempre, ¿en qué mañana? ¿cuándo
seré sólo una lluvia de ceniza en tu cuerpo
y aún querré estar contigo y vivir una vida,
de después o de nunca, para seguir cayendo?
EL DESVIVIR DEL CORAZÓN
Mi soledad termina en tu latido.
Tú eres mi compañero;
mi relój de morir que late solo;
mi corazón de Dios dentro del pecho.
¿Recuerdas? Yo contaba tus latidos
como un llanto de ciego,
como un corte en el césped, como un rastro
de lluvia en el espejo,
siempre hacia atrás viviendo la alegría,
para encontrar mi propio sentimiento
desnudo y anterior y en aquel punto
en que el labio de Dios lo está diciendo
ya para siempre. Sí, pero ¿hacia dónde
me llevaba tu mano, compañero
de la esperanza nuestra, que desvives
llorándola volviendo
hacia la sed del mar, que ya la cubre
de sal y de silencio?
(La fronda estremecida, bajo el agua
se quiebra; un viento quieto
va gastando en las hojas la hermosura
que aún era alegre ayer; los troncos viejos,
innumerablemente sucesivos,
se doblan bajo el lento
movimiento mortal del agua viva
-del pie que al caminar borra el sendero-,
y se borran mis huellas en el alma
llevándolas volviendo
siempre hacia atrás, hasta dejar soñado,
y en la mano de Dios cuanto fue nuestro.)
¡Contigo siempre! Sí, pero ¿hacia dónde
me llevará tu mano, compañero?
Sobre el mar sólo queda la esperanza;
debajo de ella el tiempo,
el retrasado corazón que busca
en su propia ceniza el fundamento
de mi vivir; las olas
van y vienen y van; dime, ¿no es cierto
que no vives mi vida, que no vives
la vida que me das?; ¿ dime latiendo
si me has de acompañar cuando mi muerte
tenga la edad de Dios sobre el sendero?;
dime, ¿qué voluntad mueve la tuya?;
dime, ¿volverá el tiempo
a dividir las aguas que ahora cubren
madera, cima y cielo
del bosque agonizando donde nunca
se pierde un niño, ni se olvida un sueño?;
dime, ¿ cuándo sabré que hemos vivido
la misma vida, corazón, si ciego
siempre, pierdes el tino
cuando la luz deslumbra tu silencio,
y quiebras en mis ojos la mirada
con un desprendimiento,
con un temblor de tierra interno y loco
que me arrastra contigo sangre adentro,
contigo y hacia ti, que desvarías
confundiendo hoja y mar, camino y cielo?
EL ESPEJO
El tiempo es un espejo con distintas imágenes
que brillan en su fondo como una procesión de fuegos fatuos
hasta que el humo las dispersa,
y entonces
siempre ocurre lo mismo:
aparece tu rostro,
y sé que para verte tengo que hacer un gran viaje desde mis
ojos a los tuyos,
y desvivir distancias, advertencias y defunciones,
pues sólo puedo verte traspasando un espejo
y se astilla el cristal cuando paso por él,
y cada esquirla es una herida,
y vivir es tan sólo un espejo sangrando,
un espejo que se vuelve a quebrar todos los días cuando
paso por él para mirarte,
porque no hay solución,
no hay claveles adrede,
y al romperse el espejo se multiplican las imágenes
y apareces en todas ellas como eres:
radiante y casual,
pero no puedo verte,
no te veo,
pues en el fondo de mis ojos queda un poco de humo.
Esto es lo que me pasa,
porque el humo me llama por mi nombre,
habla mi propia lengua,
para hacerme saber que todo lo profundo es doloroso,
y hay que ser consecuentes con el humo,
llevarle de la mano mientras quede en el aire una vedija,
pero esto no es tan fácil, pues al hacerlo muchas veces,
puedes quedar desencarnado,
como si te estuvieras viendo en un espejo que se deshiela;
y por esta razón vivimos juntos
mientras nacen las cosas si las tocas,
y van haciéndose reales,
contributivas,
tuyas, porque te quiero tanto,
de tal modo
que me sangran los ojos al mirarte como si todo lo que nos
une fuese una despedida.
SAN MATEO, VI, 22
Verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, Abril, verte tan sólo!
Tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.
MEMORIA DE TRÁNSITO
Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
Tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.
ME ESTÁN MIRANDO EN TUS OJOS
Me están mirando en tus ojos
los ángeles del instante,
los ángeles que han perdido
la memoria al contemplarse.
Me estoy reuniendo en tus brazos;
te siento casi quemándome;
arden el tronco y las ramas
pero las hojas no arden.
Estamos juntos, sin vernos,
repetidos y distantes,
juntos pero no vividos,
tristemente naturales.
LA ABSOLUCIÓN
«Si tú me lo pidieras»,
si tú me lo pidieras cuando llegue esa hora
en que la vida empieza a hacer preguntas sin respuesta,
como se hace un raspado de matriz
o se pone en las venas una inyección de aire,
y después,
pero inmediatamente,
oyeses algo más terminante aún:
una respuesta sin pregunta;
y el viento caminara con muletas,
y el mar dejase a nuestras plantas
sus indefensas olas de puntos suspensivos,
y todo ese mañana que hemos vivido juntos
se hiciera sibilante y disimulador
como las ruedas de un tren chirrían cuando se pone en
movimiento,
y la rosa de un solo pétalo se convirtiera en una serpiente
coral,
que levantara su cabeza,
lela y bamboleante,
de tu cuerpo a mi cuerpo
como se cierra una interrogación.
Esto puede ocurrir,
esto puede ocurrir a cualquier hora,
no me digas, que no, quizás va a acontecer
mañana o esta noche
mientras las ramas y las hojas caen,
las hojas y las horas,
y se quedan suspensas en el aire romo se borra en la
memoria una advertencia inútil,
pues
de algún modo,
amiga mía,
ese asombro que siento junto a ti
ya no es vivir sino velar tu cuerpo.
Y sin embargo,
si tú me lo pidieras,
si tú me lo pidieras aunque ya fuese al despedirte,
si
yo
pudiese oírlo,
aunque fuera una sola vez,
tal vez sería posible que la carne agrietada se volviera a
juntar como se juntan en el labio unas palabras de
perdón,
y la vida ya no sería un gurruño,
y el cuerpo que aún me queda sonaría,
comenzaría a recuperarse como un río se evapora,
y se convierte en un temblor dialogado y concéntrico
sobre la piel tirante de tu vientre
cuando llega esa hora en que la absolución es algo más que
una palabra,
cuando llega esa hora
en que despierta al fin el jardín de los pájaros,
y siento que sus alas me golpean en el rostro
buscando la salida y hallando la alegría,
y el cuerpo se hace música,
música tiritante,
una vez
y otra vez,
con su empujón de lluvia y de violetas húmedas,
hasta sentirme tuyo,
hasta nacerme,
ya
que
si tú me lo pidieras,
no sé cómo,
pero si tú me lo pidieras,
en ese instante mismo nacería.
LA LUZ INTERRUMPIDA
Homenaje a Juan Ramón
Nunca pero contigo, aunque la vida sea
la luz de esa mañana que nunca viviremos,
un tren que no esperabas y ha llegado, una hora
que empieza siendo alondra y acaba siendo espejo.
Cuántas veces he visto un columpio en tus ojos
mirando y sin mirar un ayer venidero,
viviendo y sin vivir algo que nunca llega
y a fuerza de esperarlo se va haciendo más nuestro.
Miradas con recuerdos por hacer que aún se doran
¿en qué sol amarillo o en qué tarde de invierno?
soles que ya estuvieron ardiendo en otra boca
y luego al enfriarse se convierten en besos.
Manos que poco a poco se han ido haciendo sombras
y alucinadamente te acarician durmiendo,
cenizas ¿de qué luto?, despertar ¿en qué vida?,
y esta mínima y lenta procesión de los huesos,
y este temblor de azúcar bajo la lengua cuando
te toco y no sé cómo despiertas y te veo
y tu cuerpo es un río que pasa ante mis ojos
y el amor vuelve a darnos su desmemoriamiento,
y esto quizás no vuelva a suceder, quizás
no vuelva a despertarme con los ojos abiertos,
ni sepa en qué momento de luz interrumpida
la nieve vendrá a verme cuando estemos naciendo
juntos y para siempre, ¿en qué mañana? ¿cuándo
seré sólo una lluvia de ceniza en tu cuerpo
y aún querré estar contigo y vivir una vida,
de después o de nunca, para seguir cayendo?
EL DESVIVIR DEL CORAZÓN
Mi soledad termina en tu latido.
Tú eres mi compañero;
mi relój de morir que late solo;
mi corazón de Dios dentro del pecho.
¿Recuerdas? Yo contaba tus latidos
como un llanto de ciego,
como un corte en el césped, como un rastro
de lluvia en el espejo,
siempre hacia atrás viviendo la alegría,
para encontrar mi propio sentimiento
desnudo y anterior y en aquel punto
en que el labio de Dios lo está diciendo
ya para siempre. Sí, pero ¿hacia dónde
me llevaba tu mano, compañero
de la esperanza nuestra, que desvives
llorándola volviendo
hacia la sed del mar, que ya la cubre
de sal y de silencio?
(La fronda estremecida, bajo el agua
se quiebra; un viento quieto
va gastando en las hojas la hermosura
que aún era alegre ayer; los troncos viejos,
innumerablemente sucesivos,
se doblan bajo el lento
movimiento mortal del agua viva
-del pie que al caminar borra el sendero-,
y se borran mis huellas en el alma
llevándolas volviendo
siempre hacia atrás, hasta dejar soñado,
y en la mano de Dios cuanto fue nuestro.)
¡Contigo siempre! Sí, pero ¿hacia dónde
me llevará tu mano, compañero?
Sobre el mar sólo queda la esperanza;
debajo de ella el tiempo,
el retrasado corazón que busca
en su propia ceniza el fundamento
de mi vivir; las olas
van y vienen y van; dime, ¿no es cierto
que no vives mi vida, que no vives
la vida que me das?; ¿ dime latiendo
si me has de acompañar cuando mi muerte
tenga la edad de Dios sobre el sendero?;
dime, ¿qué voluntad mueve la tuya?;
dime, ¿volverá el tiempo
a dividir las aguas que ahora cubren
madera, cima y cielo
del bosque agonizando donde nunca
se pierde un niño, ni se olvida un sueño?;
dime, ¿ cuándo sabré que hemos vivido
la misma vida, corazón, si ciego
siempre, pierdes el tino
cuando la luz deslumbra tu silencio,
y quiebras en mis ojos la mirada
con un desprendimiento,
con un temblor de tierra interno y loco
que me arrastra contigo sangre adentro,
contigo y hacia ti, que desvarías
confundiendo hoja y mar, camino y cielo?
EL ESPEJO
El tiempo es un espejo con distintas imágenes
que brillan en su fondo como una procesión de fuegos fatuos
hasta que el humo las dispersa,
y entonces
siempre ocurre lo mismo:
aparece tu rostro,
y sé que para verte tengo que hacer un gran viaje desde mis
ojos a los tuyos,
y desvivir distancias, advertencias y defunciones,
pues sólo puedo verte traspasando un espejo
y se astilla el cristal cuando paso por él,
y cada esquirla es una herida,
y vivir es tan sólo un espejo sangrando,
un espejo que se vuelve a quebrar todos los días cuando
paso por él para mirarte,
porque no hay solución,
no hay claveles adrede,
y al romperse el espejo se multiplican las imágenes
y apareces en todas ellas como eres:
radiante y casual,
pero no puedo verte,
no te veo,
pues en el fondo de mis ojos queda un poco de humo.
Esto es lo que me pasa,
porque el humo me llama por mi nombre,
habla mi propia lengua,
para hacerme saber que todo lo profundo es doloroso,
y hay que ser consecuentes con el humo,
llevarle de la mano mientras quede en el aire una vedija,
pero esto no es tan fácil, pues al hacerlo muchas veces,
puedes quedar desencarnado,
como si te estuvieras viendo en un espejo que se deshiela;
y por esta razón vivimos juntos
mientras nacen las cosas si las tocas,
y van haciéndose reales,
contributivas,
tuyas, porque te quiero tanto,
de tal modo
que me sangran los ojos al mirarte como si todo lo que nos
une fuese una despedida.
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