Manuel Moya Escobar, escritor, traductor y crítico literario, nació en Fuenteheridos (Huelva) en 1960. Se define como un viajero incansable que en la actualidad reside en su pueblo natal y desde donde dinamiza la vida cultural de la comarca serrana, llevando adelante proyectos como la Asociación Literaria Huebra o la revista electrónica de literatura: Hwebra.
Manuel Moya nació en Fuenteheridos (Huelva) en 1960. Su primer libro de poesía La noche extranjera, data de 1994 y el último, Interior con islas (Ed. Pre-textos, Valencia, 2006). Entre medias una docena de publicaciones poéticas y dos antologías: Habitación con islas (1999), traducida íntegramente al francés (Ed.Harmattan, Perís, 2007) y al portugués (Ed. Palabra Ibérica, 2008) y la más reciente Años de servicio (A. L. Huebra, Zafra, 2006). Es autor de la novela La mano en el fuego (Ed. Calima, 2006) y de un par de libros de relatos (Regreso al tigre y La sombra del caimán) que han obtenido una muy buena acogida crítica. Ha sido premiado con G. Celaya, Ciudad de Las Palmas, Ciudad de Córdoba, Leonor o Fray Luis de León... Traducido al italiano, al inglés, al francés, al euskera, al portugués... e incluido en importantes estudios y antologías de la poesía española de los ́90, tanto en su labor de poeta como de narrador. Bajo el heterónimo de Violeta C. Rangel ha editado dos libros: La posesión del humo (Ed. Hiperión, 1997) y Cosecha roja, (Ed. Baile del Sol, Tenerife, 2007) y bajo el de Umar Abass El sueño de Dakhla (Ed. Algaida, Sevilla, 2008). Ha traducido Libro del desasosiego de F. Pessoa (en prensa), así como a otros autores portugueses e italianos. Se ha ocupado críticamente de autores como Bergamín, M. Pizarro, Arcensio o Pérez Infante y co-dirigido el proyecto editorial La biblioteca de la huebra.
Obra en prosa
Cielo Municipal (Cuentos), Ayto de Oria, Almería, 2008
Majarón (Novela) Ed. Baile del Sol, Tenerife, 2009
[http://www.guadalturia.es/libros/La_tirra_negra.html La tierra negra (Novela), Ed. Guadalturia, 2009 ]
Regreso al tigre (cuentos) Ediciones AR, Sevilla, 2000
[http://www.calimaediciones.com/ficha_libro.asp?cod=139 La Mano en el Fuego (Novela) Ed. Calima, Palma de Mallorca, 2006) ]
La sombra del caimán y otros cuentos (Cuentos) Ed. Onuba, Huelva 2006)
Premios
Premio Gabriel Celaya, 1993
Premio Ciudad de Córdoba, 1997
Premio Ciudad de las Palmas, 2000
Premio Leonor de Poesía, 2001
Premio Fray Luis de León , 2005
Premio Vicente Presa, 2007
Premio Salvador Rueda, 2008
Premio Faroni de Microcuento, 2006
DUDAR, dudar hasta caer rendido,
muerto de vida, intacto. Dudar hasta quedarme
sin sitio, ni argumentos.
Dudar hasta que sangren las uñas y el estómago,
hasta que ya la noche se me rompa
con su armazón de plomo y dexedrina.
Dudar sobre la arena hollada.
Dudar ante el granizo o el rubor, ante tus manos,
dudar, dudar, al fin,
______________desde el principio.
CANCIÓN DEL TAJO
Me quiero navegable como el Tajo
y que un hato de lucios o de tencas
salten por mi vientre.
En invierno quiero dar calor a una comarca
y en verano arrancar el escalofrío de un niño.
Me quiero navegable
y que los barcos crujan en mis huesos
y bailen las muchachas al compás de una orquesta,
que los viejos pesquen en mi orilla
y no falte al arenero su jornal, su vaso de alma.
Me quiero navegable y ser por un momento
reflejo de esos pájaros que cruzan
volando el continente,
nubes a quienes nada importa
quedarse en el camino
o deshacerse como uva en el lagar del cielo.
Me quiero navegable y estar pasando a veces
y cantar a mi modo
canciones muy sencillas y tristes.
SALARIO
A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.
Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario.
Poemas de Manuel Moya/Umar Abass
La editorial Algaida acaba de publicar el último libro de Manuel Moya, EL SUEÑO DE DAKHLA, atribuido a un poeta saharaui de nombre Umar Abass.
Umar Abass nació en Ad Dakhla (Sahara Occidental) en 1942. En 1960 se traslada a París, ciudad en la que permanecerá diez años. A mediados de 1970 se incorpora al Frente Polisario y es detenido en su ciudad natal por las fuerzas coloniales españolas. Tras un corto periodo carcelario es expulsado del país, y se instala en Damasco, ciudad que abandona en 1975 para incorporarse como combatiente a la lucha de su pueblo. En 1976 participó en la proclamación de Bir Lehlú y tres años más tarde fue herido en combate. Desde 1987 reside entre Madrid, Tindouf y Kirsehir, ligado a organizaciones humanitarias pro-saharauis e impartiendo clases universitarias. Ha publicado el libro de viajes: Por el camino de Luhr (Ed. Izmir, 1996), fruto de su viaje a pie por la región norte de Irán y traducido a poetas sufíes como Rumi, Sadi y Feridu-d-Din a nuestro idioma. Su poesía (siempre en soporte castellano) escrita entre 1977 y 1998 fue recogida por ĹHarmattan (París, 1999), bajo el título de Tregua / Trêve. El sueño de Dakhla, acoge su poesía en castellano desde 1999 hasta 2005.
EL RÍO
Si el río quisiera obedecerme
ABU NUWAS
Hay tardes en que siento, aquí, en mi corazón, el río,
lo siento como siento que soy viejo.
Pero ajeno a mí, el río pasa y pasa,
mientras la tarde deja en las orillas una luz tibia,
olor a lodo, a flores muertas.
Sí, es este el río,
el que llega en las sombras,
el que muele las sombras,
el que arrastra las sombras.
SI ASÍ LO QUIERES
Si así lo quieres,
cubre el cielo de tinieblas
y azota las cumbres y enfurece a los ríos,
pero apiádate de esta casa
que he alzado por tres veces
de la furia y la sevicia de los hombres.
Nada conozco más frágil que estos muros
donde un mísero fuego cada noche
me calienta y me da luz,
así que hazme el favor,
pasa de largo
y de castigar castiga las murallas del alcázar,
que se alzaron para desafiar al mundo,
y no a mí, que a nadie desafío.
MI CASA
En mi casa espero la vuelta del sol, el viento
que hinche las sábanas,
las bruscas nubes de la primavera.
Me entrega la casa su seco mendrugo y la inquietud
de quien en ella ha visto anochecer
en una cadencia que no es nueva.
Ajena a la memoria, me tiende sus paredes (¿porque en ella
está lo que yo busco, lo que en vano busqué
en remotas aduanas? No lo sé.).
Yo la oigo, como se oye al niño que llora en la memoria,
como se oye un río bajo la densa arena.
Y digo "mi casa", pero debiera decir que soy suyo,
la parte de mi casa que baja a por tabaco, a por naranjas
la parte que mañana, mañana mismo,
se sube a un avión y ya no vuelve.
Yo hice esta casa. Ella me ha hecho. No estamos en paz.
A MI AMIGO SCHILAB
Como todos los días, el viejo Schilab´
cuelga sobre el muro la jaula de perdices
y nada le importa que desde hace tantos años,
cuando aquellos días de furia que lo quemaron todo,
murieran sus perdices,
pues él las sigue escuchando
y no admite que nadie le hable de su ausencia.
El día para él transcurre al lado de su jaula,
trajinando con las hebras del tamat
que en sus manos diestras más bien parecen
hilos de seda. Nada inmuta
al viejo Shilab´, que sigue obnubilado
el parlar de unas perdices que se pasan el día
refiriendo historias de los lejanos países
que vuelan en la noche.
A veces llegan mercaderes
que se llevan las ásperas harinas del molino,
los frutos de las huertas y, con un poco de suerte,
las cestas de mi amigo Shilab´,
que él mismo cuelga bajo el clavo
donde pende todavía la jaula perdicera.
Él de eso vive. De eso y de escuchar
durante horas a sus pájaros,
aguardando que llegue la noche
y que al descolgar la jaula,
descubra con alivio que han volado.
AL VIEJO FIRDAUSI
Eres a la vez estancia y refugio
Y Â LAL AL DIN RUMI
No pregunta.
Cuando cansados
llegamos a su puerta, en silencio nos acoge.
De quién huyamos
ni qué infortunio nos traiga ante su casa,
no le importa,
y aunque todo en nosotros le desvela,
callado permanece. Sabe
del desierto y de las rutas estivales,
mas descree de los hombres y sus fábulas.
Nunca pregunta. Con timidez
señala hacia las dunas,
en ellas, dice, se halla la respuesta,
pero las dunas, que lo han visto todo,
que todo lo arrastran, que todo lo devoran,
son presas fáciles del viento.
LA CASA PROPIA
El cielo es un dragón que sobre sí mismo duerme
CHAMI
Alguna vez al hombre (pero no a todos los hombres)
le llega la esperanza de una casa propia.
Allí , piensa, podré tender mi ropa,
ver c ó mo pasa el invierno en la tarde que avanza.
Imaginar las sombras, la quietud de la tarde,
el lento desgastarse de la luz entre unos labios.
Unas botas sin nadie, un perro que duerme,
el hombre que escucha desde lejos su nombre de tinieblas,
oh, sueño de Dakhla, con pájaros dormidos y una torre.
Alguna vez el hombre (pero no todos los hombres)
siente esa verdad, ese escalofrío,
como el camello que sobre sí mismo duerme
y entonces elige, sin querer elige, entre el sí y el no,
entre ser humo o ser piedra.
LO VACÍO
Porque lo vacío está en todo.
En el fuego y en el mar, en la nube
y en el niño que llora sucio aún de su placenta.
Recorre los cuerpos y se baña
all á donde la piel limita con la piel.
En la noche crece como un dolor antiguo.
Lo asusta el tigre en el bastión del sueño.
Es una rosa, el chico que mira las palmeras
con el norte nublándole los ojos,
es la escama de un pez luna,
el sitio que dejas en los suños
y el que muestras aliviado ante el azogue.
No importa que juegues con cartas imantadas
o te muestre el oro inmaculado del crepúsculo,
o un temblor de puro alfanje pula las puertas de tu casa.
Aquí lo tienes, puntual como la rosa en primavera
o el sol ante el shuluq (1).
(1) N. A. - Viento del desierto.
LA NOCHE DE ADINE (TINDOUF)
I
Que sea la luz lo que te nutra,
y llueva,
llueva entre la luz hasta anegarlo todo.
En tu pecho vibren las palomas,
al aire abras tu mano y a él vengan los cielos
violetas que soñaste, el abatido tigre,
el fuego con su voz y sus pavesas,
el latido azul, la noche transparente,
su dios rendido y la palabra exacta.
II
Nada sabe Adine del sol sobre los bosques,
y a veces sueña con pájaros azules
que, dormidos, se posan en la nieve.
Nada sabe Adine sobre la pólvora,
del hombre en cuyo dedo
descansa el florecer de los jardines y la noche.
Nada sabe Adine del tigre que escupe carbonilla
en el despavorido arroyo de sus pechos.
Nada sabe Adine y ha pintado en la palma de su mano
una alada y temblorosa barquichuela.
Premio Gabriel Celaya, 1993
Premio Ciudad de Córdoba, 1997
Premio Ciudad de las Palmas, 2000
Premio Leonor de Poesía, 2001
Premio Fray Luis de León , 2005
Premio Vicente Presa, 2007
Premio Salvador Rueda, 2008
Premio Faroni de Microcuento, 2006
DUDAR, dudar hasta caer rendido,
muerto de vida, intacto. Dudar hasta quedarme
sin sitio, ni argumentos.
Dudar hasta que sangren las uñas y el estómago,
hasta que ya la noche se me rompa
con su armazón de plomo y dexedrina.
Dudar sobre la arena hollada.
Dudar ante el granizo o el rubor, ante tus manos,
dudar, dudar, al fin,
______________desde el principio.
CANCIÓN DEL TAJO
Me quiero navegable como el Tajo
y que un hato de lucios o de tencas
salten por mi vientre.
En invierno quiero dar calor a una comarca
y en verano arrancar el escalofrío de un niño.
Me quiero navegable
y que los barcos crujan en mis huesos
y bailen las muchachas al compás de una orquesta,
que los viejos pesquen en mi orilla
y no falte al arenero su jornal, su vaso de alma.
Me quiero navegable y ser por un momento
reflejo de esos pájaros que cruzan
volando el continente,
nubes a quienes nada importa
quedarse en el camino
o deshacerse como uva en el lagar del cielo.
Me quiero navegable y estar pasando a veces
y cantar a mi modo
canciones muy sencillas y tristes.
SALARIO
A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.
Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario.
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Poemas de Manuel Moya/Umar Abass
La editorial Algaida acaba de publicar el último libro de Manuel Moya, EL SUEÑO DE DAKHLA, atribuido a un poeta saharaui de nombre Umar Abass.
Umar Abass nació en Ad Dakhla (Sahara Occidental) en 1942. En 1960 se traslada a París, ciudad en la que permanecerá diez años. A mediados de 1970 se incorpora al Frente Polisario y es detenido en su ciudad natal por las fuerzas coloniales españolas. Tras un corto periodo carcelario es expulsado del país, y se instala en Damasco, ciudad que abandona en 1975 para incorporarse como combatiente a la lucha de su pueblo. En 1976 participó en la proclamación de Bir Lehlú y tres años más tarde fue herido en combate. Desde 1987 reside entre Madrid, Tindouf y Kirsehir, ligado a organizaciones humanitarias pro-saharauis e impartiendo clases universitarias. Ha publicado el libro de viajes: Por el camino de Luhr (Ed. Izmir, 1996), fruto de su viaje a pie por la región norte de Irán y traducido a poetas sufíes como Rumi, Sadi y Feridu-d-Din a nuestro idioma. Su poesía (siempre en soporte castellano) escrita entre 1977 y 1998 fue recogida por ĹHarmattan (París, 1999), bajo el título de Tregua / Trêve. El sueño de Dakhla, acoge su poesía en castellano desde 1999 hasta 2005.
EL RÍO
Si el río quisiera obedecerme
ABU NUWAS
Hay tardes en que siento, aquí, en mi corazón, el río,
lo siento como siento que soy viejo.
Pero ajeno a mí, el río pasa y pasa,
mientras la tarde deja en las orillas una luz tibia,
olor a lodo, a flores muertas.
Sí, es este el río,
el que llega en las sombras,
el que muele las sombras,
el que arrastra las sombras.
SI ASÍ LO QUIERES
Si así lo quieres,
cubre el cielo de tinieblas
y azota las cumbres y enfurece a los ríos,
pero apiádate de esta casa
que he alzado por tres veces
de la furia y la sevicia de los hombres.
Nada conozco más frágil que estos muros
donde un mísero fuego cada noche
me calienta y me da luz,
así que hazme el favor,
pasa de largo
y de castigar castiga las murallas del alcázar,
que se alzaron para desafiar al mundo,
y no a mí, que a nadie desafío.
MI CASA
En mi casa espero la vuelta del sol, el viento
que hinche las sábanas,
las bruscas nubes de la primavera.
Me entrega la casa su seco mendrugo y la inquietud
de quien en ella ha visto anochecer
en una cadencia que no es nueva.
Ajena a la memoria, me tiende sus paredes (¿porque en ella
está lo que yo busco, lo que en vano busqué
en remotas aduanas? No lo sé.).
Yo la oigo, como se oye al niño que llora en la memoria,
como se oye un río bajo la densa arena.
Y digo "mi casa", pero debiera decir que soy suyo,
la parte de mi casa que baja a por tabaco, a por naranjas
la parte que mañana, mañana mismo,
se sube a un avión y ya no vuelve.
Yo hice esta casa. Ella me ha hecho. No estamos en paz.
A MI AMIGO SCHILAB
Como todos los días, el viejo Schilab´
cuelga sobre el muro la jaula de perdices
y nada le importa que desde hace tantos años,
cuando aquellos días de furia que lo quemaron todo,
murieran sus perdices,
pues él las sigue escuchando
y no admite que nadie le hable de su ausencia.
El día para él transcurre al lado de su jaula,
trajinando con las hebras del tamat
que en sus manos diestras más bien parecen
hilos de seda. Nada inmuta
al viejo Shilab´, que sigue obnubilado
el parlar de unas perdices que se pasan el día
refiriendo historias de los lejanos países
que vuelan en la noche.
A veces llegan mercaderes
que se llevan las ásperas harinas del molino,
los frutos de las huertas y, con un poco de suerte,
las cestas de mi amigo Shilab´,
que él mismo cuelga bajo el clavo
donde pende todavía la jaula perdicera.
Él de eso vive. De eso y de escuchar
durante horas a sus pájaros,
aguardando que llegue la noche
y que al descolgar la jaula,
descubra con alivio que han volado.
AL VIEJO FIRDAUSI
Eres a la vez estancia y refugio
Y Â LAL AL DIN RUMI
No pregunta.
Cuando cansados
llegamos a su puerta, en silencio nos acoge.
De quién huyamos
ni qué infortunio nos traiga ante su casa,
no le importa,
y aunque todo en nosotros le desvela,
callado permanece. Sabe
del desierto y de las rutas estivales,
mas descree de los hombres y sus fábulas.
Nunca pregunta. Con timidez
señala hacia las dunas,
en ellas, dice, se halla la respuesta,
pero las dunas, que lo han visto todo,
que todo lo arrastran, que todo lo devoran,
son presas fáciles del viento.
LA CASA PROPIA
El cielo es un dragón que sobre sí mismo duerme
CHAMI
Alguna vez al hombre (pero no a todos los hombres)
le llega la esperanza de una casa propia.
Allí , piensa, podré tender mi ropa,
ver c ó mo pasa el invierno en la tarde que avanza.
Imaginar las sombras, la quietud de la tarde,
el lento desgastarse de la luz entre unos labios.
Unas botas sin nadie, un perro que duerme,
el hombre que escucha desde lejos su nombre de tinieblas,
oh, sueño de Dakhla, con pájaros dormidos y una torre.
Alguna vez el hombre (pero no todos los hombres)
siente esa verdad, ese escalofrío,
como el camello que sobre sí mismo duerme
y entonces elige, sin querer elige, entre el sí y el no,
entre ser humo o ser piedra.
LO VACÍO
Porque lo vacío está en todo.
En el fuego y en el mar, en la nube
y en el niño que llora sucio aún de su placenta.
Recorre los cuerpos y se baña
all á donde la piel limita con la piel.
En la noche crece como un dolor antiguo.
Lo asusta el tigre en el bastión del sueño.
Es una rosa, el chico que mira las palmeras
con el norte nublándole los ojos,
es la escama de un pez luna,
el sitio que dejas en los suños
y el que muestras aliviado ante el azogue.
No importa que juegues con cartas imantadas
o te muestre el oro inmaculado del crepúsculo,
o un temblor de puro alfanje pula las puertas de tu casa.
Aquí lo tienes, puntual como la rosa en primavera
o el sol ante el shuluq (1).
(1) N. A. - Viento del desierto.
LA NOCHE DE ADINE (TINDOUF)
I
Que sea la luz lo que te nutra,
y llueva,
llueva entre la luz hasta anegarlo todo.
En tu pecho vibren las palomas,
al aire abras tu mano y a él vengan los cielos
violetas que soñaste, el abatido tigre,
el fuego con su voz y sus pavesas,
el latido azul, la noche transparente,
su dios rendido y la palabra exacta.
II
Nada sabe Adine del sol sobre los bosques,
y a veces sueña con pájaros azules
que, dormidos, se posan en la nieve.
Nada sabe Adine sobre la pólvora,
del hombre en cuyo dedo
descansa el florecer de los jardines y la noche.
Nada sabe Adine del tigre que escupe carbonilla
en el despavorido arroyo de sus pechos.
Nada sabe Adine y ha pintado en la palma de su mano
una alada y temblorosa barquichuela.
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