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domingo, 26 de diciembre de 2010

2840.- MARCELO DUGHETTI


Marcelo Luis Dughetti nació en Villa María, Córdoba, Argentina en 1970. Su trabajo cultural comprende desde la coordinación de talleres de teatro de títeres y de literatura para niños y adultos, hasta la actividad radial y periodística en diarios como El Puntual y El Diario, de Villa María. Asimismo ha sido colaborador de la revista El títere sin cabeza, UNC, y miembro fundador de las publicaciones La araña de carbón y Arena. Publicó: Esa joroba de bronce, 2003, Donde cayo esta muerta, Primer premio provincial de letras, 2003, y La bicicleta roja, 2007.






No son necesarios los poetas.
No son necesarios los poetas
y menos los malos poetas, no hacen falta.
No con esos cuadernos y las Bic trazo grueso
de color verde.
No hacen falta los poetas, no son necesarios.
No con esas lluvias y esos ahogos.
Hace falta eso si la pala que se herrumbra tras los zapallos.
Los días no laborables de la semana santa.
La respiración de un hijo acompasando la sangre.
El pan de una mujer .
Los perros,
los pocos amigos
y el café en la mañana doméstica.








Esta la escopeta de tu padre,
resplandece en la habitación cerrada.
En el silencio suelo imaginar el sonido
de este animal de la cultura.
La carnadura del fuego en su vientre frío,
la ternura del nácar tallando un nombre griego
la línea de la desgracia como un platinado presagio
su ilusión de caballo aplastando la vida
los ojos de la desgracia anunciada
desde su nacimiento.







Vencido me declaro vencido
cierro mi cuaderno muchas veces al día.
Y muchos otros pienso que escribo a pesar de todo
el poema que no leerá nadie
esa palpitación asmática en los anaqueles
de alguna librería de mi pueblo.







El poeta
Es un saco de mierda.

tirado
al costado de las vías

protegido por perros sarnosos

envuelto en diarios
que no dicen nada.


Poemas pertenecientes al libro Semana Santa (inéditos salvo “el poeta” que fue publicado por Pan comido ediciones).





Con la soga al cuello





escribía/ con la soga al cuello,/ con la soga al cuello/ compraba tomates y cebolla,/ armaba la ensalada con la soga al cuello./ con la soga al cuello salaba su carne,/ ponía la mesa, exprimía un limón, prendía el televisor,/ besaba a su hija,/ y sonreía/ con la soga al cuello./ todo eso/ y más,/ sin que nadie viera,/ el elemento,/ la sustancia,/ cuando la soga/ trepó a la viga/ todos golpeaban su frente/ como si hubiera sido posible salvarlo.





Tal vez porque en los tiempos que corren hablar de la muerte en poesía es un lugar escurridizo, tal vez porque pienso en ella casi todas las noches, igual que Normand Argarate en el epígrafe de esta historia, El monte de los árboles sogueros, de Marcelo Dughetti, me atrapó desde el comienzo.

Un monte nada abstracto que da cuenta del pasado de una ciudad, Villa María, Córdoba, que entre 2001 y 2003 registró un alto índice de suicidios y sirvió de punto de partida para el libro:

en los campanarios que rodean la plaza/ los muchachos cuelgan sus bellísimas sogas./ respiran/ profundo,/ se tragan el odio./ caen/ como/ moscas.

El arte, dice Dughetti, es un intento por comprender, y en un mundo cada vez más intolerante, tratar de comprender es toda una revolución.


Es cierto. Quizás el eje de estos poemas sea la soledad.
La fragilidad de unos seres que caminan por la cornisa, el abandono, la indiferencia o la complicidad.
Pero también la dualidad padre/hijo, y el erotismo, y la carnalidad en estado puro:

las mariposas son insectos terribles./ detrás de aquellos colores de dios/ se esconde el puto gusano que tejió la soga./ mi madre surge de su capullo/ y vuela triunfal/ rumbo al fuego del odio.


...estás sobre el mástil mayor empalada hasta la nuez y sufres./ desde tu cruz de carne ves a los romanos jugarse tu corpiño/ en un golpe de dados/ y estás crucificada al revés/ como un demonio.

Hay descripción pero no para informar, sino para inscribir, para tallar, para hacer de los personajes seres próximos, y así volverlos cotidianos, tangibles, en lo que creo, reside, el mayor mérito del libro:

desde la graciosa costanera/ los turistas/ abren sus reposeras/ encienden las brasas para quemar carne/ beben cervezas congeladas/ y ven pasar los muertos que Irene arroja en el río/ son/ azules/ están/ ciegos

El monte de los árboles sogueros es una publicación de editorial Recovecos, y pertenece a la colección de poesía latinoamericana, que dirige Alejandro Schmidt. Un libro conmovedor, un relato despojado, y una bella edición que recibe al lector con calidez e invita a la lectura.







FAULKNER DEJA DE ESCRIBIR

con mi hija
construimos un barco para escapar
al centro de la tierra

todos los domingos le agregamos detalles
mi madre
encerrada en su urna de hueso
suele desearnos suerte
nos prepara un té de odio
y lo sirve envuelta en su capullo.

cuando llega la noche
y el lunes muerde con su pan de furia,
miramos con ternura el barco fantástico
la cruz de palo santo
el osito rojo en la cabecera
la dulce mortaja
que cubrirá el futuro.







S/T
que nadie camine
por el monte de los árboles sogueros.

los hombres
se ponen negros y se hinchan.

las moscas
abrigan los ojos de los desesperados.

el viento
los respeta, apenas los inclina

yo paseo con mis cinco metros de soga al hombro
desde aquella orilla tiende sus brazos
mi hija.








S/T
los viejos compran la soga que les recomendaste
limpiaron las telarañas de la viga
y en un sueño abierto a los demonios
se colgaron
convencidos de tu palabra.
luego
te sentaste a mirarlos
tomaste el tramontina clavado en la manzana

cortaste
prolijamente

tu
lengua.








S/T
en varios idiomas existen palabras bestiales
que repiten los poetas como si las hubieran vivido.

existen imágenes que voltean la taba de culo

yo riego la maceta para que el arbolito crezca
después le corto las ramitas,
que no se extralimite

soy
un marica japonés
kimono
alma bonsái

arigato.









S/T
el joven
que se ahorcó en el subnivel,
usaba zapatillas rojas
tipo flecha.
tenía tres monedas de un peso en el bolsillo.

una moneda de fuego en la garganta.







S/T
quiero que te arrodilles

¿prendiste el ventilador?

mañana es tarde,
mañana no estará la carne dispuesta,
será salada y hervida en implosión maravillosa.
la carne está dura ahora,
no me hables del futuro

¿prendiste el ventilador?

mañana es un fantasma,
una sombra que observa a través
de un vidrio biselado
abre tu boca, tu boca está plena de almas caídas
tu boca vampira
chupa despacio
tu dentadura es compuerta de esta explosión
tu dentadura de amarillos resplandores
esto ha sido
por los siglos de los siglos
la soledad de la serpiente
en tu boca de manzana
las aspas del ventilador,
la música verde,
la succión,
su ritmo.







S/T
¡lotería!
gritó un desgraciado

esta ciudad se lo jugó todo

su camisa

su pasado

su saludo

el crupier afirma:
“no va más”
y se abre
al borde de la herida

el monte
de los árboles
sogueros

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