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martes, 7 de diciembre de 2010

2559.- MORELVA OROPEZA


Morelva Oropeza
Escritora venezolana (Coro, Falcón). Es licenciada en educación, mención lengua y literatura, con post-grado en literatura venezolana por la Universidad de Carabobo (UC).




Lo cierto es

Podría darte mil razones, tu ropa de alfombra en nuestra alcoba,
la boca abierta del dentífrico derramándose sobre el lavabo...
que me hayas negado tu mano;
que, de cuando en vez, en comedor público hayas convertido tu cuerpo.

Podría decirte, por ejemplo, que nuestra “vida” huele a naftalina, de tantas veces que se ha colgado de un gancho y resignadamente se ha metido en el armario del respeto.
Podría decirte, peor aun, que de un tiempo a esta parte camino para dentro, me veo para dentro, hablo para dentro como una ostra absurda queriendo escindir el nácar del silencio...
Podría decirte eso: tontos argumentos.
Darte, podría, estas jorobas comunes como pretextos,
según tu precámbrica miopía.

Pero lo cierto es que se me desgarró el traje, ese que me ponía a la hora de acostarnos.
Lo cierto es que en algún momento, dejé de ir al álbum de nuestra historia para asirme a él, como un creyente al crucifijo;
que dejé de lanzar al aire la moneda que a ambos lados tenía la misma tabla, que siempre me salvaba de la tierra movediza de los sueños.
Lo cierto es que la arena dio en mi reloj su postrero bostezo,
y que al último reducto de este corazón se lo llevó un huracán de piedras.

Lo enteramente real es que por alguna parte se me hizo un hueco,
por donde, a cuentagotas, me he vaciado, y me he puesto de revés.

No obstante, aun con las entrañas por fuera,
aun teniendo por corazón una piedra,
aun sin huellas,
y con el tiempo bufándose de mí, en ese armario de silencios,
abdico de mis funciones: ya no quiero más el cargo
y me niego a cumplir el preaviso establecido por la ley.
Y si aquellas razones no fueran suficientes, expongo con mayor fuerza mi tedio vomitivo
y esta extraña alergia que he presentado a todo lo que seas tú,
se te parezca, o de alguna forma lleve implícito en su seno
el más mínimo temblor de tu recuerdo.

Y si esto tampoco fuera suficiente, al carajo las razones, ¡yo te dejo!








Sólo me queda ahora

Tendré que ocuparme de mí, o abandonarme al sofá,
comerme las uñas y después la carne;
observar cómo se agiganta una pared tras otra,
ladrillo sobre ladrillo, apógrafos de tu nombre.
Ahora tendré que buscarme un libro y hacerme su amante,
volver a alimentar a las hormigas
por las que siento, desde que te fuiste,
una envidia despreciable.
Ahora sólo me queda escuchar a esta mujer que se acuerda de ti insistentemente,
que no le importa la hora, ni el lugar,
ni mi maldito silencio, para hablarme de ti,
de cómo fue que te quiso las veinticuatro horas,
de lunes a lunes, días feriados y años bisiestos,
mientras en sus manos, agujas de espinas, sus caricias sin destino,
se tejen como un colmenar bermejo.
Ahora sólo me queda hacer un croquis de mi casa,
de mis días y mis noches,
porque no sé dónde están,
cómo se llega a ellos,
ni qué dirección tiene la vida,
ni dónde fue la última vez que yo me vi.
Todos, sin más, han ido desapareciendo equitativa y puntualmente.
Me queda buscar también un hacedor de calles:
la única que tenía, se fue tras de tus pasos,
y como espantos se los tragó la tierra.
Sólo me queda ahora recoger los pedazos de esto que soy yo:
un simple despojo del tiempo, hundido en tu recuerdo
como un barco parapléjico.








Basta

Haz lo que tú quieras:
Quédate descalzo, entrégate al hastío
Duerme en tu lecho de cuervos silenciosos
extiéndele una buena oferta a la costumbre.

Asimílate al poder, vístete de negro
Enróscate a la mano un maletín de axiomas.
Convierte con ellos el mundo en un panfleto.
Repártelos, recuéstate de la democracia.
Endósale al alcalde todos tus errores.

Dale de comer a las palomas,
perfúmate la prisa
No amenaces tu habitual monotonía
con el encuentro de unos labios clandestinos.
Acuéstate de madrugada, cumple tu deber,
finge tus orgasmos, llévate tus sobras
Lávate los dientes, límpiate las uñas.
Reafirma tus modales adquiridos en la Corte
y con ellos adorna tus farsas
tus vaivenes, tu andar, por
el mundo, entre las ramas

Sigue haciendo tu vida impecable:
reluciente en los zapatos,
dialécticamente insípida.
Maquíllate las canas, estudia psiquiatría.
Róbate un camello, que te escuche
cuando quien te acompaña en tu vida inmaculada
tenga cita con la repostera.

Hazte de un destornillador y desarticula la galaxia.
Cómprate una nave y múdate a Ganímedes
O a donde más te plazca.
Haz lo que tú quieras, lo que te venga en gana.
Dispárale a tu sombra.
Que a mí me da lo mismo.
Ya te expulsé del mundo.







Poema 24

Soy culpable.
Lo admito:
es cierto que te amé.
Pero fue en defensa propia.







MORDAZAS

No tengo ojos, ni sangre,
ni estómago, ni páncreas,
ni esclerótica, ni dermis.
Nada.
Mi cuerpo es un encuentro universal de bocas que te nombran
un simposio de bocas que se quejan iracundas,
que te reclaman, que ruegan por ti.
No valen de nada las mordazas que les pongo.
De nada los bozales,
destroza,
desgasta,
se los traga.

Tengo que acallarlo:
suena como un maldito avión aterrizando en el lado hueco de mi cama,
suena como llanto de lágrimas gruesas de hojalata.


Me desgajo…
noche a noche me desgarro buscando sus mil gargantas.
No tengo tela que cortar...
habré de estrangularlas.
Algo debe ocurrírseme.
Este cuerpo mío que en rebelión te invoca,
tiene que parir mil garras,
mil garras que degüellen ese millar de atormentadas gargantas.


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Alas

Búscale alas a este amor,
ponle fin a mi tortura,
que tengo dolor por cárcel
que es el dolor mi sólida comida diaria
Termina con esto
da el paso que rompe en horas nuestras
en tormentas nuestras,
en besos de bocas nuestras
Búscale alas a este amor: salta.
Que no hay soles cobardes
Salta, que no sé qué hacer con este amor
napoleónico, atormentado, insomne.


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VIERNES

la mesa,
la escoba que puse detrás de la puerta,
el diálogo de labios que se quedaron en los vasos secos,
la saturnal procesión de los bachacos llevando sobre sí mi último sueño,
la red de mis decepciones que desde el techo se descuelga,
el rayo que cayó sobre el cuerpo errante de un sapo,
príncipe sin ósculos,
labios míos que nunca fueron a su encuentro
la ropa que en el suelo pregunta por los cuerpos,
el agua que busca su sed,
el ronco diccionario de mis certidumbres,
el léxico atormentado de mis huesos
el armisticio que firmé borracha de cólera con tu inconsistencia.
las entuertos que dejé en el vientre del camino,
los cuándo, los porqués…
ninguno da razón de mí, ninguno puede testificar que existo.
me doy por muerta.
legal e impecablemente muerta.
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TU DESNUDEZ

Adoro verte desnudo…
tan perfecta tu desnudez sobre la mía,
tan de miel tu boca en mi saliva.
Verte así desnudo y hundir mis dedos en tus besos
y hacer rituales con tu divina hombría en el altar obsceno de mi boca
Verte así,
desnudo naciendo una y otra vez desde la febril convulsión de mis caderas.


Verte así,
desnudo y morir en tu desnudez para volver a nacer y volverme a morir en ella.


Amo tu piel desnuda sobre la mía
Amo las ácidas tormentas que sobre mí derramas,
esa mezcla de placeres, de fervores y agonías
que a la promesa del próximo encuentro con furor me atan.


Amo tu cuerpo buscándome en la espesa noche clandestina
para tomarme, para hacerme suya,
para beberme toda,
con lentitud asesina o con irrespirable prisa.

Amo hasta lo indecible el saberte dueño de mi nido:
Tú eres un ave volando dentro de mi cuerpo.
Tú eres mi amor, mi vértigo, mi lozanía,
la razón por la que a veces, divertida
me llevo las manos al rostro que en una sonrisa exhibe
el recuerdo divino de lo obsceno

______________________________________





AMANTES

Desde esta posición sólo alcanzo a ver tus ojos…
Por breves se cierran en mundos felices
se abren me miran
me ríen, me ríen
y se vuelven a cerrar…


Siento…

Tus manos sujetas al mundo feliz de mi cintura
mis manos perdidas en la noche de tu pelo
tu lengua, pez rosado que en lo profundo de mis mares penetra
saborea,
juega
emerge
sube
me da a beber tus sudores y mi propia intimidad




Lo demás,
nuestros brazos
nuestras piernas
la perfecta comunión de nuestros sexos
son las cuerdas de un instrumento
en las que el amor ejecuta el alegro de su melodía
y vibran, se tensan
y vibran,
se impregnan
se pulsan,
se arquean,
se abrazan,
se exorcisan,
se aman
liberan en el aire suspiros y gemidos
donde flota ese milagro que es tu cuerpo unido al mío.




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