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sábado, 4 de diciembre de 2010

2501.- CARMEN SCHAUB


Carmen Schaub
Nace en Santiago de Chile. Cursa sus estudios en el Colegio Alemán de su ciudad natal, completando posteriormente el primer y segundo nivel de Pedagogía en Inglés y Alemán en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile.
Emigra a los Estados Unidos de N.A. en 1967 y a comienzos de 1974 se radica en España, desempeñándose como secretaria ejecutiva trilingüe.
De regreso en Chile, asiste al Taller Literario dirigido por Mauricio Redolés (1994) y al Taller de Autobiografía Creativa de Gonzalo Millán (1997). Desde 1995 participa de manera intermitente en el Taller de Poesía La Trastienda, dirigido por Alejandra Basualto.

Publicaciones
“Desde el rojo silencio” (poesía), Editorial La Trastienda (1996).
“Jueves 19:30” (Antología poética), Editorial La Trastienda (1998).
Texto del Catálogo para la exposición de la pintora Verónica Büttinghausen, Galería del Cerro, Santiago (1998).
“Penumbra sin sombrero” (prosa poética), Editorial La Trastienda (2000).
“Mujeres en la poesía chilena actual” (Antología de Carlos Órdenes Pincheira), Editorial Semejanza (2000).
“El libro de la lluvia” (Antología poética de Carlos Órdenes Pincheira), Ediciones Poemas al Viento (2000).
“Jardín nocturno” (Antología poética), Editorial La Trastienda (2007)
Antología poética bilingüe en preparación, (Galicia, España 2010). Recopilador Edmundo Moure Rojas.
Nuevo poemario en preparación (2010).
Algunos de sus poemas fueron publicados en la Revista de la SECH Simpson Siete y en la Revista Literaria SAFO.




De ‘Desde el rojo silencio’, Editorial La Trastienda,
Santiago, 1996

(sin título)

Soy
la que plasmada en plástico burocrático
con número
fecha
y firma propia
sonríe
en gris
a través de un círculo plateado
la sortija de la abuela
la mujer que amé sin miedos
en los patios con malvones






(sin título)

De ustedes se dirá
que amaron la trizadura
GONZALO ROJAS

Se prenden los cuerpos lánguidos
los muslos en su danza dionisíaca
se espejan
y bajo el vértice
la Y griega olorosa
antífona de cavernas vegetales
olfato húmedo
de ancha bestia
de hervores hondos y trizados gritos
resucita






Cántico nupcial
salmo a dos coros
desde el goce perverso

En su laberinto doncellesco
las equívocas
recogen
el soplo de distancias ininteligibles
sin ruido





(sin título)

La buena mesa
un solo manto de palabras extendiéndose
para develar
el crimen supremo
de dos pupilas





(sin título)

Temblorosa
atravieso la frontera
del sueño

Perdida la vida en la hoguera
me queda el alma
arañada
alada de besos
inflamada en tu cuerpo



Poesía

te bajo a mi boca
en secreto
a voces
te amo





(sin título)

Puedo a la sombra del olivo
vestirme de maga
y deshojar aceitunas

Puedo surgir como duende
que maldice sueños
o nube asesinada de lluvia

Hoy sólo quiero ser
la que te muestra los ojos
sin equipaje





(sin título)

Huellas de húmedo silencio
en la hora taciturna

A lo lejos
la noché áspera
sin peldaños
para abrigar tu soledad
en mis manos

aún después de ti







(sin título)

Mis piernas desnudas
escuchan a Schubert
en tanto tú sueñas
descalzo
que cruzas los mares
en una manta de lana
urdida con humos del sur

Corsario de ingrávidas aguas
descalzo te preñas de olvido
en tanto yo cruzo los mares
desnuda
en la grupa de acordes
y arpegios de sal

descalzo
desnuda
gravitamos






(sin título)

a Tatiana

Un callejón de barrio antiguo
Una avenida

Pasos quiebran
la tarde dominical
adormecida

Tarde
de copas verdes y palomas
de troncos torcidos y perros vagos
de añosos nogales y flor de la pluma

Tarde de sombras largas
que danzan misteriosas
en patios de adoquines

Somnolienta
se sacude
destilando entre canales









(sin título)

Mariposa
ya fue la hora desteñida
de nadar los aires
con escamas de dragón

El sol se acomoda los rayos
con mano enguantada

Sibila la serpiente
Suben las aguas

El tartamudo calla
y recoge el sable





(sin título)

La piel un pergamino amarillo
almacén sustantivo
de fatigados huesos y secretos uterinos

La mirada
perdida en el alma
ya ajena al argumento

Atragantado de ser
sólo cenizas pardas macilentas
polvo sumido en un abismo
vacío de razones y medida

de tiempo sin cerebro ni memoria





(sin título)

A borbotones
el lento juego avanza
como la sangre
de unas venas sincopadas
a contratiempo
en el abrazo feraz de mis infiernos

Ardo en mí en esta ausencia
otoñando entre las sombras
hasta nombrarte
fuga a dos voces

hasta ser sombra hermano
de nuestra propia sombra

De ‘Penumbra sin sombrero’, Editorial
La Trastienda, Santiago, 2000



Cuando la penumbra gradúe su vocación de sombra,
habrá una batalla. En alguna región del alma.
Posiblemente en la región que lagrimea nubes.

Hasta que en este tráfico de armas un golpe de luz
descienda el vientre arañado por los orificios del tiempo,
bordeando los gestos con un dulce veneno.

Será una lucha sin cuartel.

Y no es más que un poco de agua y otro poco de cansancio.

Maldito seas, cerebro. El plan era ahogarte.



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Muerde la noche callada con cepa mudéjar, oleosa y fragante.

Una lágrima, ámbar cruz de mulata, golpea la torre con el filo de sus alas, dejando en el susurro que olvida el grito, el eco entrecortado de una saga.

Y una luna púrpura y alfarera alza su alfabeto de arcilla en un penúltimo estertor de azahares.


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No lloraré por los amores perdidos ni seré buena. Haré un pacto con el furor del silencio y celebraré la gran fiesta de los desenterrados.

La selva es un dominio del corazón y es tiempo de dar a luz un ángel de palabras caníbales.


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Amanece y las cosas empiezan a adelgazar y a estirarse como gatos hambrientos. Llueve. La lluvia se repite, baja por un lado, sube por el otro, en un soliloquio continuo que es como el continuo diálogo.

El día, somnoliento, me cuelga sigilosamente los ganchos oxidados de sus ojos. Sola, casi dichosa con mi mundo íntimo intocado por quienes callan como olas dormidas, leo, intentando comprender cada una de las palabras secretas.

Un día de lluvia donde todas las horas son horas sin citas ni compromisos. Escribo. Un soliloquio continuo con mis voces, con mi voz, con la única voz que tengo para entenderme con los demás y conmigo misma.

Un día filtrado entre dos días y un fantasma de humo de palabras.



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Tarareando oquedades vieron mis ojos morirse los cielos con las manos a la espalda.

En el color de un tiempo abierto he puesto sobre los hombros toda el alba, y en el umbral antiguo alzan las llamas la cabeza para mirar desde la fogata.

Vuelve el mayorazgo de mi metal a temblar a la intemperie y se hace cuerpo saltuario, y toma forma, como toma forma el cuerpo entre las llamas, sin rito alguno.

Mientras, sobre la tierra cae la lluvia, boca abajo.



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Hay cosas que hieren por sí solas.

Entonces es preciso aguardar la noche e intentarlo a oscuras. Porque todo ocurre detrás, como las palabras que nos dejan tristes. Palabras sin motivo, restituidas a su propio venero de hojas mojadas por las sombras.

No se trata de razonar o de ser impecable. Es preciso hundirse. Abandonarse a la sed hasta que la noche sea una taberna de huesos pintados.

Abandonarse y aguardar la señal precisa para cruzar la vereda, quebrar el horizonte y apoderarse otra vez de las esquinas.

Aguardar la voz y atravesar el estallido de la noche.

Ser tajo en la copa de una ola.

Salvar la noche

intacta.





LETRAS DE CHILE
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