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jueves, 25 de noviembre de 2010

2311.- DIEGO ROEL


Diego Roel, nació en Temperley, provincia de Buenos Aires, Argentina en 1980. Publicó Padre Tótem/Oscuros Umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004); Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005); Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007) y Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010).


Soledad del mar.

Alguien acecha detrás de los espejos:
mi Padre no tiene rostro en este exilio.
Estoy perdido en el último recodo del lenguaje. En ese vibrante
punto fijo. Ahí, donde estallan las formas, donde los nombres
ya no designan a las cosas.

Estoy perdido en el último recodo del lenguaje.



Y avanzo a tientas.

Sólo tengo esta piel y estas manos,
mis máscaras rituales.

Polvo y maquillaje. Viento y arena.



Las Voces me dijeron:

Hay que callar, atreverse al vacío y al desierto


Pero yo desando los Tiempos,
busco debajo aquello que es arriba.

Camino donde no puedo.
Me pierdo en lo Inaudible.

Escribo para aproximarme al color de lo que vibra. A ese Pulsar
de luz infinita. Escribo para acercarme al Sol de lo Real.

Hundo los dientes en la delicada superficie del poema.

Alguien tendrá que bajar o subir.

Cuaderno del Desierto, Libros de Tierra Firme, 2007.






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Las Puertas del Aire


En este último lugar de reunión
todos andamos a tientas
y evitamos hablar. T.S.Eliot


Me paro aquí,
en este declive de las horas.

Me quedo quieto y contemplo
la permanente mutación.


Alguien quemó los puentes,
dispersó las cenizas.


Ahora nado entre un abismo y otro abismo,
me aproximo al lugar del nacimiento,
al luminoso tajo del lenguaje.

No tengo nada que decir.

Yo sólo espero
un giro del aire en mi cabeza.


En este baile de máscaras
ya nadie habla con nadie.

Nadie dice esto es una línea, un punto, un círculo,
una esfera que transita, que golpea y cae,
se levanta y huye.

Nadie dice esto es una estrella, un río,
la imperceptible huella de los días.

Ya nadie nombra, nadie.

Escribo como quien salta o ríe o tiembla.

Hablo de lo que se repliega,
de lo que muerde y sangra.

Observo la lenta irrupción de lo Real.


Y me pregunto
qué palabra, qué ademán o resplandor
nos sostiene y suelta.

Qué nos retiene aún aquí.


En esta última curva
me quedo quieto y espero.

Apenas muevo una mano,
un pie.

Respiro al borde del naufragio.


Las luces tejen y destejen
la primera sílaba del Sueño.


En este carnaval de las imágenes,
busco aquello que se mueve,
que se desliza y salta.

No tengo hacia dónde ir.


El menor gesto nos aleja.


Por eso
voy hacia donde nacen y mueren
los colores y las cosas.

Abro los ojos y las manos,
entreabro las Puertas del Aire.

Pronuncio una palabra silenciosa.


Sí, me quedo quieto y contemplo
el último giro del planeta.

Sólo queda una señal perdida.

Una señal, un cuerpo,
un alma en embrión.




Las Voces del Viento me dijeron:

Hay una Voz detrás de tu voz,
hay un Camino más allá del vocablo.

Hay una Voz y un Camino.


Del libro Las variaciones del mundo, 2010.

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