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miércoles, 17 de noviembre de 2010

2142.- CAMILO MORÓN


Camilo Morón (1972). (Santa Ana de Coro, Venezuela). Licenciado en Historia; Licenciado en Letras, mención Historia del Arte; Licenciado en Educación, mención Historia; Magister Scientiae en Etnología, mención Etnohistoria. Ha sido galardonado con el Premio de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la Universidad de Los Andes en cuatro ocasiones; el Premio de Literatura del Instituto de Cultura del Municipio Libertador (INMUCU), Estado Mérida, en dos ocasiones; el Premio Nacional de Literatura Historias de Barrio Adentro, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, edición 2009; el Premio Nacional de Literatura Ramón Palomares en su edición de 2007. Director-fundador del semanario estudiantil Vértigo de la Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad de Los Andes. Ha publicado Piedras Vivas en Falcón (catálogo fotográfico), Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, 2006. Ixión (poemario), Instituto de Cultura del Estado Falcón, Fondo Mixto Estadal Falcón, 2007. Piedras Vivas en Falcón (estudio sobre estaciones de petroglifos) Alcaldía del Municipio Petit, Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, 2008. Manaure: al Filo de la Eternidad y el Mito (ensayo de etnohistoria) Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Universidad de Los Andes, 2008. El Estremecimiento del Velo, Gobernación Bolivariana de Trujillo, Coordinación Trujillana de Cultura, Fondo Editorial Arturo Cardozo, 2008. Actualmente se desempeña como Prof. de las cátedras: Patrimonio Histórico, Cultural y Natural, Museología y Folklore, investigador del Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas, Paleontológicas (CIAAP) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Es Director-fundador de La Fundación de Investigaciones Humanísticas Cudán de Cuté.






I

Un bar en cálida penumbra
y la suave aromática carne de madera.
La oscuridad como un traje viejo pegada a la piel,
y de piedra y ámbar la conciencia
navegando saudades en un vaso de cerveza.
Perfila la noche canciones ausentes.
Trasiego el silencio círculos concéntricos.








II

Esta ciudad amarilla
enrejada en su silenciosa lluvia de arena y de tiempo
Esta ciudad apergaminada
colonial y vulgar y lamentablemente pantallera
a la vuelta desordenada de todas sus esquinas
que consagran sus instintos de canalla
de puta y de beata

Esta ciudad desmemoriada
y milenaria
abre las piernas e invita a ultrajarla
en un acto de entrega infinita
Esta ciudad de casas de fango seco
y cuentos tuertos
me ha dado a beber barro desde su pecho de adobe
y ha criado en mi cabeza
una pajarera de sueños bravos
Esta ciudad de amos impotentes y esclavos sublevados
canta sus llagas
con una canción de guijarros impostores
Y sus paredes caen manchadas por la lepra de los años
Y abre sus puertas en la noche a una jauría de sombras
Y yo voy encendiendo las luces
en las cuencas vacías de las olvidadas calaveras
una a una










III

Llegar hasta ti y en ti por todos tus caminos.
Descifrarte en esta hora de plenilunio
en la escritura cifrada de tu piel transparente
y tus lunares.
Sencillamente,
abandonarte como un cuento vacío
que se desploma palabra a palabra en la lengua.
Recomponer tu rostro a mi imagen y semejanza,
sabiendo que cada trazo es una mentira a dos manos.
Celebrar en esta hora de plenilunio
la luz herida desde adentro
de todas tus máscaras.









IV

A veces,
cuando nos permitimos reconocernos
hijos de nuestras madres y de nuestros padres,
hijos de lo que alguna vez fue deseo y acaso lujuria,
sentimos como una pincelada
la mirada, el toque esquivo de las manos.
Entonces desear la piel, los nervios, la carne,
tender el alma para palpar el calor o el vacío.
Sentirse morir milagrosamente con cada orgasmo.
Una breve, pequeña muerte.
Entreabrir los ojos cansados y aún soñadores,
nuestros ojos, como ojos de pájaros.
Aleteos lejanos y cantos cercanos
y un animal sagrado
tendido en la infancia
sacrificado en el barro.
Y nuestros pensamientos se marchan inmaculados
hacia la desnudez plena de un día juvenil de verano.








V

La distancia tiene las proporciones justas
de un cuerpo, de una silueta ausente,
el color mojado de ojos que no veo pero que presiento,
el sabor de una boca que no abre beso alguno,
que alimenta apenas el aroma de una sombra.
La distancia es el eco de un orgasmo
que se desdibuja lentamente sobre el cuerpo.





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