UMBERTO PIERSANTI
Presentación y traducción de
EMILIO COCO
Umberto Piersanti (Urbino, 26 de febrero 1941), poeta italiano, una de las principales figuras de la literatura italiana del siglo XX.
OBRAS
Poesía:
La breve stagione (Quaderni di Ad Libitum, Urbino,1967)
Il tempo differente (Sciascia, Caltanissetta- Roma, 1974)
L'urlo della mente (Vallecchi, Firenze, 1977)
Nascere nel '40 (Shakespeare and Company, Milano, 1981)
Passaggio di sequenza (Cappelli, Bologna, 1986)
I luoghi persi (Einaudi, Torino, 1994)
Nel tempo che precede (Einaudi, Torino, 2002)
L'albero delle nebbie (Einaudi, Torino, 2008)
Novela:
L'uomo delle Cesane (Camunia, Milano, 1994)
L'estate dell'altro millennio (Marsilio, Venezia, 2001)
Olimpo (Avagliano, 2006)
Crítica:
L'ambigua presenza (Bulzoni, Roma, 1980)
Sul limite d'ombra (Cappelli, Bologna, 1989)
Con agradecimiento a mi amigo poeta EMILIO COCO
por su aportación de la biografía y poemas traducidos
de Umberto Piersanti para esta antología.
Piersanti ocupa en el actual panorama poético italiano un lugar fácilmente identificable por la singularidad de su poesía, que rehúye toda tentación neovanguardista y extremismo revolucio-nario que tantos prosélitos ha ganado en estos últimos decenios, con el resultado de alejar cada vez más al público de los poetas. La voz de Piersanti suena clara, robusta, plena, embelesando sin obstáculos al lector, describiendo sin los velos de la metáfora, pero sin incomodar nunca. Ni tan siquiera cuando emplea una terminología cruda para relatar el acto del amor, ya que en seguida lo atenúa con la serenidad de los gestos y la ternura de la mirada satisfecha: «Yo miraba tu cuerpo grande y oscuro / el espejo detrás, el mar al fondo / tu cuerpo en el que entro al que me aprieto / el único que me suelte de la cadena / que aferro y atormento y luego huelo», y en otro lugar: «Te has quedado tan sólo con tus joyas / joven mujer desnuda en la hierba / tu hermoso cuerpo oscuro que el azul / exacto dibujaba en el recuadro / estoy encima de ti veo las gaviotas...». La desnudez del cuerpo no es vulgar, ni es inspiradora de pensamientos obscenos, sino que constituye un elemento más, cálido y luminoso, de un mundo donde el paisaje y las personas se confunden y se integran a la vez: «Nos revolca-mos en las castañuelas / habías descubierto mi morada / tierra alta sobre el mar de robles y vientos / mientras huelo tu piel la hierba blanda / en tu mórbido vientre me sumerjo / encerrado por largos muslos cálidos». Las Cesane son las verdes colinas que rodean la bellísima ciudad de Urbino, patria del divino Rafael y dominio del duque de Mon-tefeltro, quien hizo de su majestuoso Palacio un centro intelectual de gran envergadura. Esta pequeña villa, bulliciosa de estudiantes y espléndida de colores, está siempre presente en la poesía de Piersanti, con sus antiguos palacios, sus estrechos callejones, los viejos muros donde se enciende el ladrillo color miel, sus plazuelas, los barrios altos donde resopla el mochuelo en los agujeros, sus huertos, el jardín del duque como un patio, los torreones erguidos en el claro entre los montes: el poeta conoce cada piedra de esta ciudad-ventana abierta de par en par a las Cesane, gema preciada engarzada en un marco que se adorna de rocas, flores, árboles.La naturaleza, más que elemento dominante, debe considerarse como el centro temático unificador de la obra de Piersanti. Su presencia es tan influyente que no hay poema que no se colme del sabor del heno, del húmedo campo oloroso, del estupor del musgo, de bayas, granados, adelfas, y se puede escuchar el silbido del mirlo, contemplar el vuelo de los tordos, de las palomas o del ánade. Así que no parece exagerado hablar de una vocación ecológica en nuestro autor, presente ya en sus primeros poemas y que adquiere poco a poco consistencia para estallar en toda su intensidad en cada verso de sus textos más recientes. Bastaría leer uno de sus poemas para hacerce una idea del vasto inventario florístico y fáunico que es su poesía.Con su obra Piersanti ha elevado un monumento a la naturale-za, que es también monumento a la vida, una invitación a gozar de sus feraces dones, consciente de que «la vida es una manzana roja y me duele / que a cada mordisco un poco se adelgace». Y sin embargo no es una naturaleza idealizada la que el poeta describe sino que nos la presenta también en su aspecto más atormentado, inquieto, que conoce el dolor y nos lo transmite.Alejandro Duque Amusco ha escrito sobre él: «Sabio poeta de la tierra, elfo bienhechor, Umberto Piersanti se ha alzado en la mañana limpia y ha tenido la valentía de reclamar para todos los hombres, frente a los mil sutiles mecanismos que arrasan su irre-petible individualidad, el cumplimiento del más bello y largamente demorado sueño: el de la felicidad terrena».
Los Lugares perdidos
i Luoghi persi
Traducción Emilio Coco
SIAL Ediciones.
Por tiempos y lugares
estaba la palmera sola o en grupos ralos
pero sé que tras aquel círculo no crece
queda la arena desnuda, la superficie
donde hundes la pierna y allí bajó
la mujer que corrió adelante y que se para
pasmada en el Abierto que la rodea
el sonido monocorde del azul
que se alza en el silencio hasta el cielo
sin una franja blanca, sin una pluma
es como esta fiebre que me empaña
poeta que conoces el desierto vasto
tan sólo una vez yo estuve allí
como turista que se encierra tras los cristale
sen el largo viaje donde está más solo
se estremece por la fiebre y el espanto
había antes una aldea calcinada
como a veces se ve en los nacimientos
pero no fluye el agua, no hay molino
se transmuda en azul también la tierra
verde no, sino rojiza como cabra
y la violeta africana gigantesca
también ella se recorta en el azul
fue un viaje largo, primero los olivos
luego un páramo con el viento frío
y los llanos de sal blancos y perfectos
trajo la fiebre aquel aire gélido
sopla a través del gran disco que me encandila
con su sombrío calor y con su luz.
un solo dios habita en el desierto
y crea los espejismos, levanta la arena
entra en la tienda, invade el sueño
del pastor de rebaños y de pueblos
dios del imperio sabe que en el desierto
vence la arena y vence en el planeta
pero pasan los dioses por mis bosques
están en las cavernas y en las fuentes
de improviso se acercan en la senda
raramente son sabios, proclives a la risa
a la ira y al abrazo con humanos
recuerdo Cerveteri, con asfódelos sobre túmulos
redondos, la hierba que baja, el surco de ese carro
que se pierde en los caminos de los muertos al encuentro de los vivos
y yo paso contigo mi rubia amiga
entre escaramujos, entre flores blancas
y aquella mata de acanto que cierra
nuestra historia a las voces de alrededor
también los etruscos conocieron el desierto
o lo que era el desierto cuando en derredor
corrían los arroyos y en el palmar
el tímido cervato se adentraba
antes de que llegara ese dios único
que no ama el idilio sino que habla
en las zarzas la arena o la tormenta
en la última tienda ve el etrusco
el pato de colores colgando del palo
denso de vuelos el cielo de las Marismas
llenos de peces los riachuelos claros
se lleva a la tumba su querida vida
fijada en torno suyo eternamente
en Aquiles pensaba, en la gran sombra triste
en los Campos Elíseos, y me rodeaba la hierba luminosa
mayo de todos los meses el más lozano
mejor ser porquerizo bajo el caliente sol
que príncipe de los muertos por el Hades gris
los jóvenes cayeron en el Escamandro
y fue el último suspiro de añoranza
en un lejano otoño vine aquí
con Rosaria, el tiempo diferente
había muerto para siempre desde hacía poco
por el negro malestar que me cogió
yo miraba tu cuerpo grande y oscuro
el espejo detrás, el mar al fondo
tu cuerpo en el que entro al que me aprieto
el único que me suelte de la cadena
que aferro y atormento y luego huelo
he vuelto a ver la iglesia cuadra
dase alza potente y clara sobre las murallas
tiene enfrente el mar etrusco verde cobre
una mata de beleño se había filtrado
goza la luz desde su piedra blanca
el lago redondo de Bracciano hace de espejo
a los bosques de alrededor, entres los grandes alisos
te tumbarías sólo por un rato
sólo te miraría por un instante
tan absoluta y tensa en el resplandor
que atraviesa las hierbas, mezcla el amarillo
de la primera retama con la miel de la piel
con el cabello muy rubio que sabe a rama nueva y hoja
luego un tranquilo pueblo al final del lago
como otras veces se me encoge el corazón
al irnos y el cielo casi llueve
tu cuerpo y las hierbas los campos y las flores
todo transcurre, es tiempo de volver
este vez yo me marcho en primavera
el prado está amarillo por los nabos
mas como entonces veo el Apenino
que espesa nubes nieblas en sus cimas.
En marzo
a mi abuela Fenisa
soplaba el viento frío que a menudo
atravesaste abuela en primavera
larga fue la oración con las pausas
como cuando eras viva que marcaba
tu jornada extrema en los Capuchinos
quedan aún los robles en las Cesane
y crecen los nabos en estos días
sólo vi nuestra casa allí en el foso
la vi aún más rota y desolada
en la espesura crece como siempre
donde me conducías en mi infancia
tengo una foto tuya donde estás
con Jacopo de un año se asombraba
por los rostros diversos los lugares
en otro espacio crece donde el mar
se hincha de espuma y aceite veneno
sosólo aquel día estuvo entre los campos
donde vive mi gente desde siempre
en esa foto pienso que alcanzáis
juntos los cien años no cumplidos por poco
ahora estás en el breve cementerio
donde crece la anémona en la hierba
miro los ribazos desiertos ya no queda
nadie que las conoce en cada roca
cuántos cayeron mientras me veían
que erraba en la Cesana por los campos
muchos ahora están en este claro
te está cerca Celeste que en su vida
también vivió allá abajo en el foso.
ahora ¿dónde está la fuente con el duende
y el llano remoto donde el sprovinglo
subía al carro de Madío?
¿dónde la tierra yerma que esconde
las monedas de oro debajo de la arcilla?
desiertas están ahora las cesane
cesan las presencias o se van a otra parte
llegué después a la orilla del mar
con las retamas desnudas del invierno
que perdura tenaz y nos quitó
dulces amigos nunca como este año
y una muchacha nueva y forastera
subió conmigo más allá de las zarzas
contra la tela presiono mi cara
mientras mis manos aprietan su espalda
luego te llevé al césped de la iglesia
que está encima de la aldea abandonada
nos adentramos de lado en una senda
cogiste la flor azul y pequeñita
preguntaste por su nombre, allí donde
vives – me dices – no lo viste nunca
nomeolvides yo te contesté
detén en tu mente la hora y el sitio
de nuevo el cielo estaba con estrellas
lejana ya y fría esa señora
rubia que sonreía en la cena
tiene los labios cerrados, por la ventanilla
mira los campos que se inclinan helados
quisiera gozarla apretada contra el muro
no me aman las mujeres en estos días
ni dentro de ellas ya me acogen
sólo rozan mi rostro y mi mano
oh mi joven amiga que me acompañas
por el Espinar lleno de celidonias
quieta escucha de nuevo esta historia
de un lugar que fue mío y que se hizo
un poco más extraño siempre y doloroso.
La breve stagione (Quaderni di Ad Libitum, Urbino,1967)
Il tempo differente (Sciascia, Caltanissetta- Roma, 1974)
L'urlo della mente (Vallecchi, Firenze, 1977)
Nascere nel '40 (Shakespeare and Company, Milano, 1981)
Passaggio di sequenza (Cappelli, Bologna, 1986)
I luoghi persi (Einaudi, Torino, 1994)
Nel tempo che precede (Einaudi, Torino, 2002)
L'albero delle nebbie (Einaudi, Torino, 2008)
Novela:
L'uomo delle Cesane (Camunia, Milano, 1994)
L'estate dell'altro millennio (Marsilio, Venezia, 2001)
Olimpo (Avagliano, 2006)
Crítica:
L'ambigua presenza (Bulzoni, Roma, 1980)
Sul limite d'ombra (Cappelli, Bologna, 1989)
Con agradecimiento a mi amigo poeta EMILIO COCO
por su aportación de la biografía y poemas traducidos
de Umberto Piersanti para esta antología.
Piersanti ocupa en el actual panorama poético italiano un lugar fácilmente identificable por la singularidad de su poesía, que rehúye toda tentación neovanguardista y extremismo revolucio-nario que tantos prosélitos ha ganado en estos últimos decenios, con el resultado de alejar cada vez más al público de los poetas. La voz de Piersanti suena clara, robusta, plena, embelesando sin obstáculos al lector, describiendo sin los velos de la metáfora, pero sin incomodar nunca. Ni tan siquiera cuando emplea una terminología cruda para relatar el acto del amor, ya que en seguida lo atenúa con la serenidad de los gestos y la ternura de la mirada satisfecha: «Yo miraba tu cuerpo grande y oscuro / el espejo detrás, el mar al fondo / tu cuerpo en el que entro al que me aprieto / el único que me suelte de la cadena / que aferro y atormento y luego huelo», y en otro lugar: «Te has quedado tan sólo con tus joyas / joven mujer desnuda en la hierba / tu hermoso cuerpo oscuro que el azul / exacto dibujaba en el recuadro / estoy encima de ti veo las gaviotas...». La desnudez del cuerpo no es vulgar, ni es inspiradora de pensamientos obscenos, sino que constituye un elemento más, cálido y luminoso, de un mundo donde el paisaje y las personas se confunden y se integran a la vez: «Nos revolca-mos en las castañuelas / habías descubierto mi morada / tierra alta sobre el mar de robles y vientos / mientras huelo tu piel la hierba blanda / en tu mórbido vientre me sumerjo / encerrado por largos muslos cálidos». Las Cesane son las verdes colinas que rodean la bellísima ciudad de Urbino, patria del divino Rafael y dominio del duque de Mon-tefeltro, quien hizo de su majestuoso Palacio un centro intelectual de gran envergadura. Esta pequeña villa, bulliciosa de estudiantes y espléndida de colores, está siempre presente en la poesía de Piersanti, con sus antiguos palacios, sus estrechos callejones, los viejos muros donde se enciende el ladrillo color miel, sus plazuelas, los barrios altos donde resopla el mochuelo en los agujeros, sus huertos, el jardín del duque como un patio, los torreones erguidos en el claro entre los montes: el poeta conoce cada piedra de esta ciudad-ventana abierta de par en par a las Cesane, gema preciada engarzada en un marco que se adorna de rocas, flores, árboles.La naturaleza, más que elemento dominante, debe considerarse como el centro temático unificador de la obra de Piersanti. Su presencia es tan influyente que no hay poema que no se colme del sabor del heno, del húmedo campo oloroso, del estupor del musgo, de bayas, granados, adelfas, y se puede escuchar el silbido del mirlo, contemplar el vuelo de los tordos, de las palomas o del ánade. Así que no parece exagerado hablar de una vocación ecológica en nuestro autor, presente ya en sus primeros poemas y que adquiere poco a poco consistencia para estallar en toda su intensidad en cada verso de sus textos más recientes. Bastaría leer uno de sus poemas para hacerce una idea del vasto inventario florístico y fáunico que es su poesía.Con su obra Piersanti ha elevado un monumento a la naturale-za, que es también monumento a la vida, una invitación a gozar de sus feraces dones, consciente de que «la vida es una manzana roja y me duele / que a cada mordisco un poco se adelgace». Y sin embargo no es una naturaleza idealizada la que el poeta describe sino que nos la presenta también en su aspecto más atormentado, inquieto, que conoce el dolor y nos lo transmite.Alejandro Duque Amusco ha escrito sobre él: «Sabio poeta de la tierra, elfo bienhechor, Umberto Piersanti se ha alzado en la mañana limpia y ha tenido la valentía de reclamar para todos los hombres, frente a los mil sutiles mecanismos que arrasan su irre-petible individualidad, el cumplimiento del más bello y largamente demorado sueño: el de la felicidad terrena».
Los Lugares perdidos
i Luoghi persi
Traducción Emilio Coco
SIAL Ediciones.
Por tiempos y lugares
estaba la palmera sola o en grupos ralos
pero sé que tras aquel círculo no crece
queda la arena desnuda, la superficie
donde hundes la pierna y allí bajó
la mujer que corrió adelante y que se para
pasmada en el Abierto que la rodea
el sonido monocorde del azul
que se alza en el silencio hasta el cielo
sin una franja blanca, sin una pluma
es como esta fiebre que me empaña
poeta que conoces el desierto vasto
tan sólo una vez yo estuve allí
como turista que se encierra tras los cristale
sen el largo viaje donde está más solo
se estremece por la fiebre y el espanto
había antes una aldea calcinada
como a veces se ve en los nacimientos
pero no fluye el agua, no hay molino
se transmuda en azul también la tierra
verde no, sino rojiza como cabra
y la violeta africana gigantesca
también ella se recorta en el azul
fue un viaje largo, primero los olivos
luego un páramo con el viento frío
y los llanos de sal blancos y perfectos
trajo la fiebre aquel aire gélido
sopla a través del gran disco que me encandila
con su sombrío calor y con su luz.
un solo dios habita en el desierto
y crea los espejismos, levanta la arena
entra en la tienda, invade el sueño
del pastor de rebaños y de pueblos
dios del imperio sabe que en el desierto
vence la arena y vence en el planeta
pero pasan los dioses por mis bosques
están en las cavernas y en las fuentes
de improviso se acercan en la senda
raramente son sabios, proclives a la risa
a la ira y al abrazo con humanos
recuerdo Cerveteri, con asfódelos sobre túmulos
redondos, la hierba que baja, el surco de ese carro
que se pierde en los caminos de los muertos al encuentro de los vivos
y yo paso contigo mi rubia amiga
entre escaramujos, entre flores blancas
y aquella mata de acanto que cierra
nuestra historia a las voces de alrededor
también los etruscos conocieron el desierto
o lo que era el desierto cuando en derredor
corrían los arroyos y en el palmar
el tímido cervato se adentraba
antes de que llegara ese dios único
que no ama el idilio sino que habla
en las zarzas la arena o la tormenta
en la última tienda ve el etrusco
el pato de colores colgando del palo
denso de vuelos el cielo de las Marismas
llenos de peces los riachuelos claros
se lleva a la tumba su querida vida
fijada en torno suyo eternamente
en Aquiles pensaba, en la gran sombra triste
en los Campos Elíseos, y me rodeaba la hierba luminosa
mayo de todos los meses el más lozano
mejor ser porquerizo bajo el caliente sol
que príncipe de los muertos por el Hades gris
los jóvenes cayeron en el Escamandro
y fue el último suspiro de añoranza
en un lejano otoño vine aquí
con Rosaria, el tiempo diferente
había muerto para siempre desde hacía poco
por el negro malestar que me cogió
yo miraba tu cuerpo grande y oscuro
el espejo detrás, el mar al fondo
tu cuerpo en el que entro al que me aprieto
el único que me suelte de la cadena
que aferro y atormento y luego huelo
he vuelto a ver la iglesia cuadra
dase alza potente y clara sobre las murallas
tiene enfrente el mar etrusco verde cobre
una mata de beleño se había filtrado
goza la luz desde su piedra blanca
el lago redondo de Bracciano hace de espejo
a los bosques de alrededor, entres los grandes alisos
te tumbarías sólo por un rato
sólo te miraría por un instante
tan absoluta y tensa en el resplandor
que atraviesa las hierbas, mezcla el amarillo
de la primera retama con la miel de la piel
con el cabello muy rubio que sabe a rama nueva y hoja
luego un tranquilo pueblo al final del lago
como otras veces se me encoge el corazón
al irnos y el cielo casi llueve
tu cuerpo y las hierbas los campos y las flores
todo transcurre, es tiempo de volver
este vez yo me marcho en primavera
el prado está amarillo por los nabos
mas como entonces veo el Apenino
que espesa nubes nieblas en sus cimas.
En marzo
a mi abuela Fenisa
soplaba el viento frío que a menudo
atravesaste abuela en primavera
larga fue la oración con las pausas
como cuando eras viva que marcaba
tu jornada extrema en los Capuchinos
quedan aún los robles en las Cesane
y crecen los nabos en estos días
sólo vi nuestra casa allí en el foso
la vi aún más rota y desolada
en la espesura crece como siempre
donde me conducías en mi infancia
tengo una foto tuya donde estás
con Jacopo de un año se asombraba
por los rostros diversos los lugares
en otro espacio crece donde el mar
se hincha de espuma y aceite veneno
sosólo aquel día estuvo entre los campos
donde vive mi gente desde siempre
en esa foto pienso que alcanzáis
juntos los cien años no cumplidos por poco
ahora estás en el breve cementerio
donde crece la anémona en la hierba
miro los ribazos desiertos ya no queda
nadie que las conoce en cada roca
cuántos cayeron mientras me veían
que erraba en la Cesana por los campos
muchos ahora están en este claro
te está cerca Celeste que en su vida
también vivió allá abajo en el foso.
ahora ¿dónde está la fuente con el duende
y el llano remoto donde el sprovinglo
subía al carro de Madío?
¿dónde la tierra yerma que esconde
las monedas de oro debajo de la arcilla?
desiertas están ahora las cesane
cesan las presencias o se van a otra parte
llegué después a la orilla del mar
con las retamas desnudas del invierno
que perdura tenaz y nos quitó
dulces amigos nunca como este año
y una muchacha nueva y forastera
subió conmigo más allá de las zarzas
contra la tela presiono mi cara
mientras mis manos aprietan su espalda
luego te llevé al césped de la iglesia
que está encima de la aldea abandonada
nos adentramos de lado en una senda
cogiste la flor azul y pequeñita
preguntaste por su nombre, allí donde
vives – me dices – no lo viste nunca
nomeolvides yo te contesté
detén en tu mente la hora y el sitio
de nuevo el cielo estaba con estrellas
lejana ya y fría esa señora
rubia que sonreía en la cena
tiene los labios cerrados, por la ventanilla
mira los campos que se inclinan helados
quisiera gozarla apretada contra el muro
no me aman las mujeres en estos días
ni dentro de ellas ya me acogen
sólo rozan mi rostro y mi mano
oh mi joven amiga que me acompañas
por el Espinar lleno de celidonias
quieta escucha de nuevo esta historia
de un lugar que fue mío y que se hizo
un poco más extraño siempre y doloroso.
La gente de la que vengo se disuelve
vuela la urraca azul en lejanos bosques
cruzamos el cielo del inmenso atlas
la larguísima tira de cartón
azul turquí, viene tras las figuras
de tierra y hierbas, de cursos de agua clara
la hace distinta sólo la gran guata
que se adensa blanquísima, luego oscura
entra en el agua ya del todo negra
vuelven los surtidores que aclaran
el azul que desde el magma lacerado
aquieta los espacios, exactos los dispone
quizá son de vidrio oscuro las dos torres
se encienden al instante antes de la noche
ves luces suspendidas en el aire
saltan los faros en el cielo que se oscurece
espesos como saltamontes entre edificios
sale a la calle lenta en esta hora
la ardilla gris, sabia
conoce su suerte, que no muere
atropellada por una rueda en el asfalto
cuando entre las ramas lenta se disipa
la niebla de la mañana fría y clara
todavía una ardilla había bajado
del roble ya amarillo a la tarima
la casa de Nueva Inglaterra sabe un poco a cuento
olorosa de miel y parecida
a las remotas en la pantalla en Nueva Luz
luego bordeé los largos bosques
los rodea la hierba estriada y los lagos
vio el muchacho que estaban llenos
de blanquísimos cisnes por la luz
que baja de los rojos arces, los cogió
casi en el mármol, tiesos y absolutos
pero su efigie aquí fue sólo en las maderas
en pocos signos apenas esbozados
y fue la luz sagrada de las plumas
que de lejos le abre la cala y la chamiza
golpea las naves la lluvia oscura
anochece temprano en octubre
sólo la iglesia queda blanca en la hierba
pero el verano estaba aún en tu traje
frágil, de lino casi azul
te hablé de la torre que desde siempre
espera su caída por el despeñadero
amo del apenino los lugares perdidos
los patios de piedra cuadrados y fuertes
apoyan en la arcilla insegura
móvil como el aire que atravieso
en el larguísimo viaje de mañana
está la nueva casa lista para el regreso
han terminado ya todas las obras
lo reconozco, ha habido muchas prórrogas
no puedo pedir más
y cada noche empiezo a subir
por tus escaleras
mantengo la promesa, bajo a los fosos
a cogerte el musgo del belén
están mis montes tras las cañas amarillas
arranco amplios terrones con las manos
en vano las caliento en la maleza
vuelvo a la nueva casa y aquí coloco
en la mesa de nogal el musgo verde
intento el dibujo que hacía Ana
en Villa Gloria en los inviernos lejanos
pero las estatuillas no son de barro
busqué por todas partes, sin hallarlas
muy fáciles de romper, mejor que no
es que ya no estamos acostumbrados
a manejar cosas delicadas
hoy nuestra luz está en la ventana
reverbera en la aldea de navidad
en estos mismos días las sirenas
chirriaban desde los barcos perdidos en el mar
fue también para mí anuncio de miedo
de que el mal me doblegara de repente
en el cuarto más grande tú dormías
perdido en el sueño el niño reclinado
él era claro como son los otros
nacidos en la paja en estos días
tú eras morena como las muchachas
que se asoman a los pozos en Palestina
pero la casa trae olores grasos
que manchan sus juguetes de madera
en los humos calientes se hunden las horas
¿quién me lleva al viento, a los ribazos hondos
al frío matorral, el más apartado
donde jugábamos entre las bellotas?
volví un día entero a Castilla,
el gran convento entre las encinas
la lluvia arrecia negra e insistente
pero la luz en mí como desde el retablo
que aclara los nichos, arde en los cristales
la gente de la que vengo se disuelve
y muere en otro sitio quien me sostuvo
en mis primeros pasos en las Cesane
raramente los veo en los entierros
el tiempo que rechacé yo también lo vivo
mi madre dice que ya le fallan las piernas
ya no está la abuela que era inmortal
yo todavía sueño con el viaje
la fuga que recomienza.
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