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domingo, 5 de septiembre de 2010

1126.- NAZIK AL MALAIKA


Biografía de NAZIK AL MALAIKA:

Nació en Bagdad (Irak), en 1923 y murió en 2007 en el seno de una familia culta: su madre escribía poesía y su padre también era poeta, además de editor y profesor de árabe.

Aficionada a la poesía desde temprana edad, a los diez años escribió sus primeros poemas en árabe clásico y continuó escribiendo y publicando poemas en revistas y periódicos durante su periodo de formación en el Higher Teachers’ Training College de Bagdad, donde se graduó en 1944. A la vez, se interesó por la música y aprendió a tocar el laúd en el Fine Arts Institute.También estudió inglés y francés y obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Princeton.

En 1954 continuó sus estudios en la Universidad de Wisconsin, graduándose en Literatura Comparada. Posteriormente regresó a Bagdad donde se casó en 1961 y fundó con su esposo y otros compañeros la Universidad de Basora.

A comienzo de los años 70 se trasladó a Kuwait donde se dedicó a la docencia pero, como muchos iraquíes, se vio obligada a regresar a Iraq cuando Saddam Hussein invadió el país en 1990.

En 1991 se trasladó a El Cairo, donde permaneció hasta su muerte, acaecida tras una larga enfermedad el 20 de junio de 2007, a los 83 años de edad.

Pionera del movimiento del “verso libre” junto con Badr Shakir Al Sayyab, en 1947 publicó su primer libro de poemas: Enamorada de la noche, con influencias de los poetas árabes clásicos y otros poetas occidentales, como Shakespeare y Shelly, y en 1949 Chispas y cenizas, donde empleó el verso libre que continuó desarrollando en sus siguientes poemarios: El hueco de la ola (1957), El árbol de la luna (1967), Cántico de la gloria (1968), convirtiéndose en una de las principales figuras del modernismo y ejerciendo gran influencia, tanto con sus poemas como con sus obras de crítica literaria, en numerosos poetas de todo el mundo árabe.

Su estilo se caracteriza por la gran maestría de la lengua árabe, el original uso de las imágenes y la delicadeza y musicalidad de sus versos, siendo la melancolía una constante en su obra. Entre los distintos temas que aborda, destaca su defensa de los derechos de las mujeres, víctimas de una sociedad anclada en costumbres ancestrales.







LA BAILARINA APUÑALADA

Baila, con el corazón apuñalado, canta
Y ríe porque la herida es danza y sonrisa,
Pide a las víctimas inmoladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

Es inútil llorar.
Contén las ardientes lágrimas
Y del grito de la herida extrae una sonrisa.
Es inútil explotar.
La herida duerme tranquila.
Déjala y venera tus humillantes cadenas.

Es inútil rebelarse. Nada de cólera
contra el furioso látigo.
¿Qué sentido tienen las convulsiones
de las víctimas?
El dolor y la tristeza se olvidan
Y también uno o dos muertos, y las heridas.

Convierte el fuego de tu herida en melodía
Que resuene en tus labios anhelantes
Donde queda un resto de vida
Para un canto que no callan la desgracia
ni la tristeza.

Es inútil gritar. Repulsa y locura.
Deja al muerto tendido, sin sepultura.
Cualquiera muere... que no haya gritos
de tristeza.
¿Qué sentido tienen las revueltas
de los presos?

Es inútil rebelarse. En la gente, los restos
De venas no dejan circular la sangre.
Es inútil rebelarse mientras algunos inocentes
Esperan ser inmolados.

Tu herida no se diferencia de las demás.
Baila, ebria de tristeza mortal.
Los insomnes y los perplejos están abocados
al silencio.
Es inútil protestar.
Descansa en paz.

Sonríe al rojo puñal con amor
Y cae al suelo sin temblar.
Es un don que te degüellen como una oveja,
Es un don que te apuñalen el corazón
y el alma.

Es una locura, víctima, que te rebeles.
Es locura la cólera del esclavo cautivo.
Baila la danza del fuerte, del feliz
Y sonríe con la felicidad del esclavo a sueldo.

Contén el dolor de la herida:
es pecado gemir,
Y sonríe complacida al asesino culpable.
Regálale tu corazón humillado
Y déjale cortar y apuñalar con placer.

Baila con el corazón apuñalado, canta
Y ríe: la herida es danza y sonrisa.
Di a las víctimas degolladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

Del poemario: El hueco de la ola (1957)






NOCTURNO

La noche se desliza por las estepas,
Las manos de las nubes pasan
por el horizonte
Y las tinieblas duermen,
En impresionante calma,
Bajo las alas del silencio.

Sólo se oye el zureo de las palomas,
El murmullo gimiente de los arroyos
Y un ruido de pasos en la oscuridad
Que caminan suavemente.

Me siento, entregándome a la calma
de la noche,
Contemplo el color de las tristes tinieblas,
Lanzo mis cantos al espacio
Y lloro por todos los corazones ingenuos.

Oigo los susurros de las palomas,
La lluvia que cae en la noche,
Los gemidos de una tórtola en la oscuridad
Que canta a lo lejos en las ramas
Y la queja lejana de un molino
Que gime en la noche y llora de fatiga.
Sus gritos atraviesan mis oídos
Y va a morir detrás de las colinas.

Escucho... sólo se oyen las plantas.
Miro... sólo se ve oscuridad.
Nubes, silencio y una noche triste.
¿Cómo no sentirme afligida?

La vida para mí es como esta noche:
Tinieblas, melancolía, desesperanza,
Mientras los demás sueñan con claridad
En una profunda e impresionante noche.

Llanto continuo de la naturaleza,
Silencio de las tinieblas, gemido
de los vientos,
Suspiros de la brisa vespertina,
Lágrimas del rocío en los ojos
de la mañana.

Veo en las riberas de la desgracia
A la multitud de afligidos,
El cortejo de los hambrientos
Ahuyentados por los aullidos del destino,
Sin poder pronunciar palabras
de despedida.

Escucho: sólo los sollozos
Mandan su eco a mis oídos
Por detrás de las fortalezas
y sobre las praderas.
Entonces, ¿quién puede cantar conmigo?

En el futuro portaré mi lira,
Lloraré la desgracia del universo
Y declamaré mi compasión por su infortunio
A los oídos del cruel tiempo.

Del poemario: Enamorada de la noche (1945)








CALENDARIO

Para nuestros pasos había un pasado;
está muerto
Desde hace cientos de años.
Los años han borrado su recuerdo
Y lo han colocado entre los muertos.

Durante mucho tiempo hemos buscado
Sus astros desaparecidos,
Hemos recurrido al imposible
Para devolverle la vida.

Hemos intentado, traspasando los siglos,
Hacerle volver a sus comienzos,
Esperando recobrar nuestros sentimientos,
Y hemos regresado con las manos vacías.
Hemos atravesado las tinieblas,
Franqueado lo impasible, inmóvil,
Excavando los huesos amontonados,
Y no hemos encontrado lo extraviado.

Hemos visto, allí, frentes
Que no veían porque estaban ciegas,
Ojos ensimismados en la vida
Silenciosa, porque estaban mudos.

Hemos visto restos de corazones
Embalsamados con el recuerdo.
En vano habían intentado encontrar
El sentido... eran restos.

Hemos visto labios vacíos
Que no emitían quejas ni sentían hambre
Y manos marchitas, plegadas,
Cuya desgracia no provocaba lágrimas.

Nos preguntamos por nuestro pasado
Y tropezamos con un ataúd.
Allí, sobre la tumba, yacía el tiempo descolorido.

Regresamos al calendario:
¿Se puede engañar a los días?
Y oímos gritar a los restos
Tras el sarcasmo de las cifras.

Vimos el mañana esperado
Arrastrando su mitad paralizada,
Arrastrando su mitad despreciada,
Su mitad congelada, inerte.

Allí, un libro se cerraba
Y finalizaba el antiguo canto.
Mañana, la vida germinará
Sobre las heridas del doloroso tiempo.

La voz del ayer se perderá
En el torbellino profundo del tiempo
Y sentiremos en nuestras copas
La palpitación del sueño que se despierta.

Del poemario: Chispas y cenizas (1949)







LAVAR LA DESHONRA

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura.
La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla,
El pelo ondulado se ensucia de barro.
¡Mamá! Sólo se oye al verdugo.
Mañana vendrá la aurora,
Las rosas se despertarán
A la llamada de los veinte años
Y la esperanza fascinada.
Las flores de los prados responden:
Se ha marchado... a lavar la deshonra.
El brutal verdugo regresa y dice a la gente:
¿La deshonra? –limpia su puñal-
Hemos despedazado la deshonra.
De nuevo somos virtuosos, de buena fama,
dignos.
¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos?
Llama a esa indolente belleza
de aliento perfumado
Por cuyos ojos daría Corán y destino.
Llena tu vaso, carnicero,
La muerte ha lavado la deshonra.
Al alba, las chicas preguntarán por ella:
¿Dónde está? La bestia responderá:
la hemos matado. Llevaba en la frente
el estigma de la deshonra
y lo hemos lavado.
Los vecinos contarán su funesta historia
Y hasta las palmeras la difundirán
por el barrio,
Y las puertas de madera, que no la olvidarán.
Las piedras susurrarán:
“Lavar la deshonra”
“Lavar la deshonra”

Vecinas del barrio, chicas del pueblo,
Amasaremos el pan con nuestras lágrimas,
Nos cortaremos las trenzas,
Nos decoloraremos las manos
Para que sus ropas permanezcan
blancas y puras.
No sonreiremos ni nos alegraremos
ni nos giraremos
Porque el puñal, en la mano de nuestro padre
O de nuestro hermano, nos vigila
Y mañana, ¿quién sabe en qué desierto
Nos enterrará para lavar la deshonra?

Del poemario El hueco de la ola (1957)





Yo

La noche se pregunta quién soy yo.
Yo soy su secreto profundo, inquieto
y negro, su secreto rebelde.
He escondido mi esencia en el silencio.
He envuelto el corazón en conjeturas.
Y me he quedado aquí, pálida, inerte,
viendo cómo los siglos se preguntan
quién soy.

El viento se pregunta quién soy yo.
Soy un soplo asombrado, renegada
del tiempo,
y, lo mismo que él, no tengo sitio.
Seguimos caminando sin final,
pasando eternamente, y al llegar
a la cumbre,
encontramos tan sólo el fin de la miseria;
entonces, el vacío.

El tiempo se pregunta quién soy yo.
Como él, una orgullosa que devora las eras,
y las dota de vida nuevamente.
Creo el lejano pasado
de una esperanza fácil, seductora,
para volver yo misma a sepultarlo.
Y así poder forjarme un ayer diferente,
y de helado mañana.

La esencia se pregunta quién soy yo.
Como ella, marcho fija en las tinieblas,
sin que nada la paz me proporcione.

Yo sigo preguntando, y la respuesta
sigue siendo también un espejismo.
Y aunque la creo cercana
—como siempre—
al llegar a su lado, se ha disuelto.
Desaparece. Muere.



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