Daniel Matul
Quetzaltenango, Guatemala, 1971 · Reside en Costa Rica desde hace más de veinticinco años.
Poeta y profesor por la Universidad de Costa Rica.
Poeta y profesor por la Universidad de Costa Rica.
En 1995 obtuvo el primer lugar en el Certamen de Poesía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional “Omar Dengo” (Costa Rica). En el año 1997, fue uno de los ganadores del Premio Iberoamericano de Poesía “Opera Prima” (España). En el 2005 obtuvo en segundo lugar del Premio Internacional de Poesía “María del Villar”, Navarra, España. En el 2009, recibió el Premio Único de Poesía de los Juegos Florales Hispanoamericanos, Quetzaltenango, Guatemala. Ha publicado Efectos Secundarios, (Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2008) y Noche de Ronda (Premio Juegos Florales, 2009). Es profesor en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica y labora para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Poemas
I
No dejes que el mar te deje sin aliento.
Observa la ternura de la arena, la calma de su orilla.
II
Una herida en silencio,
no es igual a otra que canta.
La primera, todavía recuerda.
La segunda, ya perdonó.
III
El zanate distingue
piedra de honda.
Es por eso, que no siempre huye.
IV
No es el grano el que recibe la lluvia,
tampoco la tierra. Si no este viejo comal,
donde caliento la cena y la esperanza.
V
La nobleza de la leña
cuando la parte el hacha;
cuando se entrega al fuego.
Cuando pongo el comal
y su memoria es humo.
OTRA LUZ
La autoridad de la luz, que ahora me alumbra mientras escribo, no llegará más allá de la cinco y media. Cuando se apague, escribiré a ciegas. Otra luz conducirá mi mano, otra mano escribirá el poema.
TRADUCCIONES
I
Tu boca es el camino que une las aldeas del sol. Tu lengua, el viento que vuela entre los tejados.
II
Tu sombra se para al lado del patojo que fui. La abuela me ponía un trapito rojo en el cuello. El espanto me miraba de lejos; la abuela dormía tranquila.
III
Nuestro amor siempre fue un árbol después de la lluvia. Le gente decía: tan lleno de lágrimas. Nosotros, más ingenuos, jugábamos debajo y jalábamos sus ramas para mojarnos.
IV
El chucherío fuera de la casa anunciaba la temporada de celo. Ojala así estuvieran los poemas, en las afueras de mi casa.
CANCIÓN DE CUNA PARA UN NIÑO ENFERMO
Ri jäb ri jáb ri jáb; nuben jani'la jáb. Deja que las piedras duerman en el camino. Ri jäb ri jáb ri jáb; nuben jani'la jáb. Deja que los chuchos, se refugien en la puerta. Ri jäb ri jáb ri jáb; nuben jani'la jáb. Deja que los loros se posen en mi alma. Ri jäb ri jáb ri jáb; nuben jani'la jáb. No dejes que el tejado se hunda esta noche. No permitas que el patojo se marche con tu canto.
VI
Tu piel le envía cartas al sol, que se queman en el aire. Cartas jamás leídas. Por eso, cuando llueve, la gente del pueblo sale y recoge tus cartas en toneles o palanganas. Son la memoria de un ayer que nadie leyó.
CANCIÓN DE AMOR ENTRE COYOTES
Cada vez que llega la noche, encuentro a los coyotes amando. Aman el aroma de las flores cuando se tiran en el pasto. Se llevan entre sus patas al poema, al olvido. Entran a los gallineros, despiertan al vecindario y pelean contra los chuchos del invierno.
Fechas
A ti, en tu cumpleaños
Amor,
hay días
que amanecen
con himnos
y desfiles;
con torta
de cumpleaños
y discursos
o pancartas
frente a los
monumentos
de la patria.
Hay fechas
que caen
en la memoria
como chorritos
de agua;
o barquitos
de papel
en el alcantarillado
público.
Días que se van
o que nunca llegaron.
Hay días,
como este, amor,
que no tienen
banderas
colgadas
en su asta;
ni héroes
o heroínas;
ni policía
nacional
con uniforme
de gala
y disparos
al aire.
Hay días, amor,
que bajan
de un camilla
de un taxi,
de un árbol;
o de un avión
de copa airlines
y son como risas
y te dejan
un beso,
una carta
o una remera
en la mochila.
Hay fechas,
amor,
como esta,
que de lejos
se ven delgadas,
enfermas;
pero sonríen
y se quedan
a dormir.
Y uno no quiere
que se vayan.
Uno piensa
en bajarlas
del calendario
y ofrecerles
un hogar,
un café,
una cama
de segunda
para su cuerpo
enfermo
y una sopita
caliente
todos los días.
Hay días, amor,
como este,
que llegan
opuestos
al reloj
y se quedan
cantando
por la casa,
por las calles
de tu barrio
y salís
a la calle
y pareciera,
de verdad,
que el tiempo
es una canción
sin tiempo,
que cancionea,
fuera o dentro
de tu alma.
Hay días
que te arrojan
preguntas;
diarios
con noticias
del prójimo
que dejó
el país
en busca
de un empleo.
Pero,
hay otros días,
en cambio,
que no dicen nada,
pero comparten
el pan y la noche,
días, amor,
como este,
sentados en una
banqueta del parque,
que te trajeron
a vos, dulcemente.
Epistemología
Lo que sé del amor
es tan nuestro,
tan íntimo.
Es la transparencia
de nuestra ropa
tirada en el piso.
Es tu pie
rozando los míos
por la madrugada.
Lo que sé del amor
no llegó por receta,
no lo copié de un libro,
ni llegó por correo;
sino por este pajarito azul
que insiste en sentirse a salvo
en medio de tus pechos.
Es el invierno
que llega sin ánimo
de venganza
y besa tus pies,
desnudos y pequeños.
Lo que sé del amor
es tan duro sin ti
y tan simple
si te miro a mi lado,
segura, dormida y cierta.
Lo que sé del amor
lo tomé prestado de tu boca,
y me mantiene con ganas
de ti, de tu voz, de tus manos.
Lo que sé del amor
es esto que vos me dejaste
acá plantado;
es la casa sin ti,
pero llena de besos.
Lo que sé del amor
es tan firme,
como tus caderas
cuando amas.
Lo que sé del amor
lo escribo en un poste
si te escucho caminar
al fondo de mi alma
y tarareas
una canción solitaria.
Lo que sé del amor,
amor,
me lo dejó tu cuerpo,
tus piernas,
tu boleto aéreo,
tus treintidos años
de vida
argentina.
Lo que sé del amor
es esto
que escribo a ciegas
cuado miro y beso
tu espalda.
El Poeta y la cocina
El poeta
se alejó
de la cocina,
porque la
cuchara
le revuelve
mansamente
la memoria.
Y mete
la mano
en un cajón
y rompe
un plato,
y el plato
era un corazón
y hay corazones
que no vuelven
a ser los mismos
y hay platos
que nunca
pudimos
reparar.
El poeta
nada hasta
la orilla
de la cocina
y tropieza
con tus zapatos.
El poeta
se ahoga,
se cae,
se marea
en un vaso
de alma
en una cucharadita
de azúcar.
Esa cocina,
donde vos
dejaste
el café
a medias,
tiene cuchillos
que cortan
el pan
o la vida
y otros
que se
instalan
en el pecho
y son lindas
canciones
que dejan
miguitas
de vos
por toda
la casa
y en la bolsa
solitaria
de mi camisa.
Lo que tengo
A Celeste
Lo que tengo
son dos libros
publicados;
un poema
en una revista
y este país
de cincuenta y un mil
kilómetros cuadrados,
con déficit
en su balanza de pagos
y una deuda interna,
colgada
en la sala de la casa
Lo que tengo
son la noticias
de la bolsa,
la guerra en Irak,
el aviso del cobro municipal
y el derecho
a elegir a una persona
que dice representarme
Lo que tengo
es una cámara
fotográfica
y otra de diputados;
un perro,
o al menos su recuerdo,
su plato de leche,
su huesito de hule
Lo que tengo,
es que el país,
esta república
centroamericana,
exportadora de café,
azúcar, banano
y otros productos
no-tradicionales,
está llena de vos
Y entonces es lindo
andar por el país,
y sus cincuenta y un mil
kilómetros cuadrados,
pensando en vos;
intuyendo
que el calor
de la semana
pasada
eras vos,
suponiendo
que la noticia
del día
tiene que ver
con vos,
con lo que traen
tus manos,
con el milagro
de tu cuerpo.
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