DEBAJO DEL ÁRBOL
para Douglas Oliver
El roble sacudido es un buque
de luces, contenido por diques
en un sistema celular
de florecimiento y caducidad;
lo percibimos al mismo tiempo,
y más allá se halla el cielo,
con su respiración, su curva, su tono,
un brillo en el borde de la retina,
el trasfondo natural para que la vista
tome forma, avance y resplandezca
como el único redondo agregado
de lo que hemos sentido y especulado
sin poder compartirlo en torno a un rostro
que un día amamos; mas se sale de foco,
sus líneas y colores se difuminan y hasta
el cielo mismo es un iconoclasta
que continuamente borra el lienzo.
Si pudiera viajar y volver lo que pienso
y no se torciera, eclipsara o fuese fatal;
si la música en la mente pudiéramos guardar
y recibir, como algo sólido,
la Bendición de Dios en soledad
o las Fuentes de la Villa d'Este
—pero los trinos y octavas al irse
nos dejan preguntando qué fue tal
centelleo del árbol cerebral
de células nerviosas y sinapsis, lo que fuera,
esa imponderable materia
en la que todo queda registrado, una frase
o una vida entera viviendo con alguien
sin importar qué tan bueno es, o tan torcido,
tenemos los mismos anhelos posesivos
de verlo ahora como nunca, entero,
como un roble en reposo confluyendo.
(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)
UNA LECCIÓN DE MATERIALISMO
Nuestra lectura nocturna: las cartas de Diderot
a Sofía —cómo le fue mostrando una mente,
chica paciente— aunque lo único que hoy recuerdo
(¿sería lo mismo para ella?) es el interés amoroso:
aprendimos a saltear la Encyclopaedia
y nos encontramos con ese estallido maravilloso
de fervor científico, la plegaria del gran hombre,
para que llegado el momento en que ambos sufrieran
su desintegración atómica y se volvieran aire
sus partículas pudieran encontrarse, y se mezclaran
en una nube. También nosotros hemos sufrido
un cambio; y, solteros de manera prematura,
todo lo que me queda son los sutiles rastros
(al verme obligado a descomponerte
en todo lo demás que amo).
(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)
REGRESO
para James Malpas
Cuando aquello que se había retirado (no puedes saber
exactamente qué o cuándo) fluye de nuevo hacia la sangre
y regresas de los condenados a ti mismo
(donde vivir es al fin estar vivo ahora
y eso los condenados no lo pueden sentir); cuando tu amada
es amada de nuevo, y la mañana muestra un árbol
vestido de luz, significado y memoria,
reconciliado con sus hojas; cuando tu pensamiento está en calma
como el lino y desciendes las escaleras para recibir
una carta de un amigo de prodigiosa memoria
que te cuenta lo que fuiste, y escuchas
atentamente la lluvia en el tragaluz
que te cuenta lo que eres;
entonces sabes
que nada está tan perdido o desperdiciado
que no pueda recomenzar; como cuando dejas
la ciudad por el aire incitante y el mar
que vuelve sobre sí mismo y te colma, algo
te inclina hacia el suelo, te inclina llorando
hacia la arena, llorando ahí y dando gracias.
(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)
EN EL CAMPO
No hay esta noche escapatoria
ni del silencio ni de la luz,
no hay abrigo; su intensidad cae oblicua
y colma el viejo cristal
que se ha llenado de su propio llanto
hasta volverse una viruela de distorsión.
No hay salvación para las siluetas
que ahora somos, revisando recámaras
en que los sentimientos han sido tan intensos,
tan silenciosos y han durado tanto...
Ante una afirmación así,
desconcertado,
tú te darías la vuelta
deliberadamente
pero la televisión matinal se desborda
en su propia viveza a tus espaldas,
en su reiteración de la belleza,
y detrás de ella la estasis y la muerte.
(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)
LA PREMISA
Con los años hay más en menos,
La fuente es una obra de vacíos,
De luz lechosa por los intersticios
Donde los verdes se escalonan
En torres y terrazas,
Dejando pasillos y entrantes
Hendidos por el centelleo
Que fluye a su través,
La anunciación de nada
Excepto el vuelo de unas aves por el especio,
Donde el espacio es la premisa
De la que partimos y a la que volvemos,
dividimos
Entre comodidad y desaliento
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