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viernes, 20 de agosto de 2010

854.- FRANCISCO RUIZ NOGUERA

Francisco Ruiz Noguera (Frigiliana, Málaga, 1951). Profesor de Lingüística en la Universidad de Málaga. Fundador y director de las revistas El Laberinto de Zinc y Robador de Europa. Sus cinco primeros libros (Campo de pluma, La manzana de Tántalo, La luz grabada, Simulacro de fuego, Arte de restaurar) están recogidos en Campo de pluma (Poesía reunida), ed. y estudio de A. García Berrio, Málaga, Ciudad del Paraíso, 1997; con posterioridad ha publicado El año de los ceros, Madrid, Visor, 2002; El oro de los sueños, Madrid, Hiperión, 2002; Memoria (Antología), intr. de Vicente Luis Mora, Málaga, Monosabio, 2004; Materia griega, Córdoba, Cuadernos de Sandua, 2005. Ha obtenido la Beca a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura (1989) y los Premios de Poesía Ricardo Molina (1989) y Antonio Machado (2002); en 2003 fue finalista del Premio Nacional de Poesía. Ha publicado numerosos trabajos sobre poesía contemporánea y poesía medieval española, entre ellos: Antología de la poesía española contemporánea, Ottawa/New York, Legas, 1991; Antología de la poesía medieval española, Málaga, Ágora, 1995; Frontera Sur (Antología de jóvenes poetas malagueños), Málaga, Puerta del Mar, 2007; y ediciones de la obra de Domenchina, Muñoz Rojas, García Baena, Alfonso Canales, Manuel Alcántara, Vicente Núñez, María Victoria Atencia, Pérez Estrada, José Infante.

-POESÍA:

1. Libros

Campo de pluma (1984).
Laberinto (1985).
La manzana de Tántalo (1986).
Pentagrama (1987).
La luz grabada (1990).
Simulacro de fuego (1993).
Verbi gratia (1996). Antología
Arte de restaurar (1997).
Campo de pluma. Poesía Reunida (1972-1995) (1997).
El año de los ceros (2002).
El oro de los sueños (2002).
Memoria (2004). Antología
Materia griega (2005). Antología temática
Arquitectura efímera (2008).

2. Cuadernos y plaquettes

Recreación mítica (Evocando a la musa prerrafaelista) (1980).
Tres poemas (1989).
Parcial (1991). Antología
Equipaje (1995).
Sotto Voce (2001). Antología
Tierra (2002).
Flash Back (2002). Antología



Los descartes

De los descartes de la vida, guardas
una caja de luz
que esconde la memoria
de las horas felices:
una breve cosecha
que apenas cubre el fondo.

En la otra —la caja de las sombras—,
están amontonados
—llenando casi todo,
en laberinto oscuro—
simplemente los días.

Por eso hoy decides
alterar las balizas: desde ahora
pondrás toda la luz
en el negro abundante;
quedará así marcada
la zona de peligro
para aviso eficaz
de navegante incauto.




De las paradojas del infinito

Tiene ya la tortuga
las patas destrozadas,
y la flecha perdió
el brillo de su punta,
mientras el pobre Aquiles
renquea de un talón ya milenario.

¿Para qué la condena
de andar correteando
durante tantos siglos
por toda la cultura de Occidente?

Desde siempre se supo el resultado:
the winner is la nada.

Y allí Zenón y Aquiles,
la tortuga y la flecha
se preguntan, perplejos, cómo ahora
—si todo fue enunciado
con perfección de trampa insoslayable—
están tan igualados, y tan quietos.




Nevada

De la mañana aquella,
de insólita nevada
en las tierras del Sur,
sólo te queda hoy
el blanco asombro que duró unas horas,
y la memoria eterna
—el tiempo detenido—
con que tus siete años
fabricaron leyendas
de caballos, de estepa y de trineos
tan reales —los libros no mentían—
como los de Strogoff
volando por las tierras de Siberia......




La busca

J. A. M-R.

Miro cada detalle de este espacio:
el granado cercado por zarzales,
el lugar donde el pozo
no es más que una maraña
de juncos y de espinos,
la maleza que oculta la vereda,
los muros derruidos de la casa.
Intento levantar sobre esta imagen
—como raíz al agua,
en busca de su esencia—
la que vive, distinta, en la memoria.

Pero cada reclamo
es como una pavesa
que voló incontrolada y se detuvo
sobre un papel en blanco
y allí dejó su huella,
que, perdiendo la fuerza de su fuego,
esconde bajo el gris de la ceniza
sólo una mancha fría: un capricho tostado,
un breve cerco sepia, ya sin vida.

(De Arte de restaurar,
Huerga & Fierro, 1997)





El año de los ceros / 2

¿Borrón y cuenta nueva?
La perfección redonda
del año de los ceros
no es más que un espejismo
que se esfuma en las sombras de la tarde.

Como todos los años
—sólo un juego de cifras—,
empieza cada día
el año de los ceros:
no es más que el territorio
donde escribir tu historia:

la tuya, irrepetible,
esa en que la memoria —suma y sigue—
va dibujando el trazo de una vida
titulada Francisco Ruiz Noguera
(que cada lector ponga su nombre en este verso).

(De El año de los ceros, Visor, 2002)





La rueda

Le vierge, le vivace et le bel aujourd'hui
Va-t-il nous déchirer avec un coup d'aile ivre
Ce lac dur oublié que hante sous le givre
Le transparent glacier des vols qui n'ont pas fui!
Mallarmé

Los ojos del que mira,
quitando el velo falso
que teje la costumbre,
van descubriendo el mundo cada día:

¿una ruleta franca,
o números marcados
sin un hueco previsto a la sorpresa?

Aquí otra vez mi frente,
mi boca, mis rodillas,
la diligencia viva de mis manos;

ahí el blanco del muro,
la quietud de los muebles,
la claridad rayada en la ventana;

y allí el destello débil
de los sueños pasados,
el territorio frágil del recuerdo.

Así la luz despliega,
con el ritmo de siempre,
este telón urdido por el tiempo
donde firman su tregua
el sueño del presente y la memoria:

una paz necesaria
para doblar, segura,
la hoja caducada de la agenda.

Como cada mañana
—mirando atrás sin ira
y mirando sin ira hacia el futuro—,
vuelve a girar la rueda:

la frente, los recuerdos,
las rodillas, las manos, la ventana:

el círculo gozoso de la vida
trazado con paciencia
por los puntos certeros
de la muerte escondida entre las horas:

los puntos que dibujan
el círculo vicioso de los días.

(De El oro de los sueños, Hiperión, 2002)



TIERRA DE NADIE

Un espacio entre brumas
donde apenas si vemos
el trazo del camino,

una brisa rizada
en un estanque quieto,

un rumor presentido
en el silencio hueco de la noche,

la ilusión engañosa
de un horizonte fijo:

es la tierra de nadie
que marca la frontera
entre nuestro propósito
y la página en blanco.

No siempre, para hollarla, la palabra
(ese afán desmedido
para balizar la nada)
es seguro astrolabio:

siempre queda lo incierto de la ruta,
así la sugerencia en el poema.

(Simulacro de fuego, 1993.)





INGENIUM / ARS

Supóngase una tarde como esta,
el otoño mediado:
ni amenaza de sombra
ni estridencia de luz en la ventana.

Abajo, la ciudad,
con la calma aparente
que da la lejanía,
teje ya su bufanda
de grises para enero.

En fin
–poniendo coto al verbo–, ya sabéis,
una tarde apacible del otoño.

Si al reclamo continuo, en esta tarde,
se niega la palabra,
¿cuál será la coartada que te salve?,
¿tiraremos los dardos a la musa
–oh blanco de infortunios–,
tan reclamada siempre, tan fantasma,
tan antigua, la pobre, y tan veleta,
que no hay forma de ver
dónde esconde el aliento de su vuelo?

Pero, si al fin acude la palabra,
y derrama la mano su detritus
sobre el blanco terrible de la hoja,
¿a quién poner la vela?,
¿en qué altar quemaremos el incienso?

(Simulacro de fuego, 1993.)





MEDIODÍA

Contiene, al mediodía, la terraza
todos los ingredientes de la vida:
la claridad radiante
del azul sobre el campo,
el seto de arrayán en los jardines,
los macizos de flores, y este encaje
de sombras que procura la enramada.

Para que nada escape a este momento,
también -con el sigilo de costumbre-
el viso de la muerte
en el aroma dulce
de unas mondas de fruta sobre el plato.

(De Simulacro de fuego, Madrid,
Libertarias, 1993)





LO OSCURO

En el centro, lo oscuro:
el círculo cerrado,
la pared que limita
y acota el horizonte
de un mundo que es ajeno.

Firme en su cerrazón,
inútil empujar
la puerta solitaria
en busca de exteriores:

la bisagra
sólo gira hacia ti:
tira hacia adentro.

(De El oro de los sueños,
Madrid, Hiperión, 2002)








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