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viernes, 20 de agosto de 2010

845.- JAAN KAPLINSKI


Jaan Kaplinski (Tartu, 22 de enero de 1941) es un poeta, filósofo, y crítico cultural estonio. Kaplinski es conocido por su independencia intelectual, centrada en temas globales y a favor de un pensamiento de izquierda y de corte liberal. Ha sido fuertemente influenciado tanto por la filosofía oriental (como el taoísmo y en especial por el budismo), como por la lengua y la mitología celta. Uno de los temas recurrentes en sus escritos es la relación de los seres humanos consigo mismos y con la naturaleza que los rodea. Kaplinski estudió lenguas y lingüística en la Universidad de Tartu, obteniendo un título en filología francesa en 1966. Ha trabajado asimismo como traductor, editor, y sociólogo, actividad que sólo pudo desarrollar hasta cuando el laboratorio de la universidad fue cerrado por las autoridades soviéticas.Es miembro de la Academia Universal de las Culturas, fundada en París en 1992 por Elie Wiesel. En 1997 recibió el premio de literatura de la Asamblea Báltica, y ha sido candidato al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones. Kaplinski ha publicado varios libros de poesía, autobiográficos, de ensayo, drama y otros textos de corte literario. Ha traducido textos en francés, inglés, español, chino (incluyendo el Tao Te Ching, y del sueco, en particular un volumen de poesía de Tomas Tranströmer. Por su parte, los textos de Kaplinski han sido traducidos a cerca de veinte lenguas. Sus ensayos tratan sobre problemas ambientales, la filosofía del lenguaje, la poesía clásica china, la filosofía, el budismo, y el nacionalismo estonio. Obra publicada: Huellas al borde de la fuente, 1965; De polvo y colores, 1967;El día de los cuatro reyes, 1977; La tarde devuelve todo, 1985;De dónde viene la noche, 1990; Un pedazo de vida vivida, 1991; Varios veranos, varias primaveras, 1995; El hielo y el Titanic, 1995; y El ojo, 2000.





El viento no sopla...

El viento no sopla. El viento es el soplo.
¿Acaso hay viento que no sople, sol que no brille,
río que no corra, tiempo que no fluya?
El tiempo es el fluir. Aunque ignoremos
qué es lo que fluye. ¿O habrá quizá
un tiempo aguardando, detenido como un lago
que un dique retiene? ¿Existe un fuego que
no abrase, que ni siquiera humee?
¿Un fuego frío? ¿Un relámpago que aún no haya irrumpido?
Un pensamiento todavía no pensado? Una vida
aún no vivida y que tal vez perdure para siempre,
un espacio vacío, un agujero negro en una seca escoba de hechicera,
una ola petrificada antes de alcanzar la playa y que ahora
mira mis ojos desde la mesa
y que en el sueño golpea mi corazón.




La silla en la que estás...

La silla en la que estás sentado, la flor en el alféizar
la hoja de papel sobre la mesa, el lápiz en tu mano,
la propia mano, tú, tú mismo -todo
se desvanece, se funde, pierde contornos,
si tan solo logras verlo, seguirlo
un instante, detener tu ojo y tu mente
sin saltar hacia un lado o hacia delante. Algo existe todavía
cuando no ves nada en particular.
La distracción da a las cosas una forma definida. La atención
abre la puerta a un mundo totalmente diferente
en el que nada es por sí mismo, en el que todo está en todo
y todo es algo distinto como yo lo sospechaba
hace ya muchos años. He escrito también sobre ello.
Igual que Gunnar Ekelôf hace cincuenta años
como hace poco descubrí.





No me canso de mirar...

No me canso de mirar los árboles desnudos. Alamos,
abedules, tilos -todos aquellos que veo
desde mi ventana. No puedo comprender qué los hace
extraños y a un tiempo mortalmente hermosos. Debería
hacer algo con ellos, me gustaría dibujarlos,
describirlos, pero no tengo la capacidad para hacerlo.
Ni siquiera puedo describir lo que siento
sentado aquí frente a la ventana mirando las ramas
oscilantes
en la oscuridad que crece, algunas cornejas solitarias
en el viejo fresno, el abedul que se levanta entre la
pila de los leños.
Escribo sobre ellos simplemente, intento nombrarlos:
Populus, Tilia, Betula, Ulmus, Fraxinus,
como otros nombran a sus santos o leen mantras.
Y siento cierto alivio. Quizá veo incluso
que estos vástagos y ramas
este borrascoso diseño cotidiano bosquejado en negro y gris
encierra algo todavía. Como la palma de la mano.
Carácter. Destino. Futuro. Carácter del álamo.
Destino del tilo. Personalidad del abedul. Es difícil
decirlo en palabras. Probablemente no lo sea menos
sin palabras. Los mundos
de los árboles y de los hombres son muy dispares.
Sin embargo
hay algo casi humano, casi intelegible
en esta red de ramas. Casi una escritura,
un lenguaje que yo ignoro aunque sé
que el texto escrito en él me resulta familiar
no puede ser muy distinto de lo que leemos
en un libro, en una palma o en un rostro.





Volvíamos a casa...

Volvíamos a casa mi hijo y yo.
Anochecía. La luna joven
se erguía en el cielo del oeste y junto a ella
una sola estrella. Se las mostré a mi hijo
explicándole cómo había que saludar a la luna
y que la estrella era la criada de la luna.
Cuando llegábamos a casa, él dijo
la luna está lejos, tan lejos
como el lugar del que volvíamos.
Le dije que la luna está mucho más lejos
y calculé: si alguien caminara
diez kilómetros por día, tardaría
casi cien años en llegar a la luna.
Pero no era eso lo que él deseaba oír.
El camino ya estaba casi seco.
El río se tendía sobre el pantano, patos y otras aves
le graznaban al principio de la noche. La costra de la nieve
crujía bajo los pies: otra vez
caería escarcha. Todas las ventanas de las casas
estaban a oscuras. Junto a nuestra chimenea,
brillaba la luna,y junto a la luna,
una sola estrella.

(Traducción de Mirta Rosenberg
y Daniel Samoilovich)*




Raíces raíces raíces...

Esta mañana soledad hemos llevado las esteras
a airearse, hemos llevado a los niños a jugar
al parque y nosotros nos hemos ido al huerto
rebosante de diente de león y grama;
la hierbabuena llena de abejorros
coloreaba de lila los fresales.
Teníamos que escardar, cavar,
arrancar la grama, la cola de caballo
y la enrededera raíz a raíz.
Es una labor lenta, y es probable que luego
recordarámos que habíamos tenido entre
los dedos la tierra de nuestros plantíos.
A mediodía solía hacer calor, y me quitaba
la camisa para cavar, pero el cielo,
a occidente, hacía crecer nubes y en la tarde,
cuando habíamos arreglado los primeros plantíos,
empezaba a lloviznar. Bajo la lluvia, con
un capote negro, sembraba zanahorias y nabos.
Por la noche, antes de dormirme, aparecían
ante mis ojos tierra y sólo tierra
y raíces raíces raíces.

(Traducción de Jüri Talvet
y Albert Lázaro Tinaut)




****

Patitas de gato patitas de gato*
aroma de espigas
alza un terrón
por debajo hay arena doquier arena
la tierra pobre el arroyo el valle el jardín
unos puñados de tierra luminosa
qué alivio qué alivio es estar en casa

* Antennaria dioica



****



Entre las sombras del atardecer
llevan a los chicos del jardín infantil al hogar
se agranda el mundo urbano
de coches casas grandes
aunque son tan pequeños
y débiles como antes
desde la cuna en brazos
cuando las cosas no eran
más altas que la gente
los chicos de Tierra del Fuego en un bote solitario
los chicos de Varsovia en las cámaras de gas
los chicos de Tartu en la calle nevada y sombría
da miedo el destino de ustedes pequeños
todo en el mundo ya crece más rápido
ustedes preguntan nosotros y yo QUE debemos decir
que no nos perdonen si los engañamos
aunque a nosotros nos han engañado
yo creo en ustedes da miedo la vida
que debe empezar otra vez del principio
pequeño y grágil de cuerpo y de alma
y pasan camiones pesados y enormes
los jovenes dan puñetazos y escupen los dientes
la noche poblada de aviones sin paz en vigilia
es una la noche de níveas preguntas
que siente el aliento del blanco invierno

Versión de Carlos Sherman
(Publicado por la primera vez en el jornal "Literatura Sovietica" 1, 1989)






Poemas de la collección NADA MAS QUE ALGO MAS,
Papeles de Tarazona 12,


selección de Jüri Talvet,
traducción de Jüri Talvet y Albert Lázaro Tinaut,
Tarazona 1998




ESTOY AQUÍ de nuevo
en Olevimägi sin dejar
de sentir la irrealidad: la ciudad duerme
este ser grande
que llamamos ciudad y nosotros
con empresas tiendas almacenes tertulias
no somos más que imágenes en complejos paisajes
callejones sin salida entre paredes
de su cerebro dormido
su rostro verdadero se revela
en und fondo interior y calizo donde
seres y cosas han llegado a hacerse realidad
y me hablan en una lengua comprensible
para mí un estonio del sur para quien
la historia es tan efímera que
no voy a los cafés y me quedo dormido
leyendo sobre el heno del pajar





*

PALABRAS
líneas
estrofas
levantan el vuelo
y sus alas abigarradas suenan al batir
llega la primavera es
un pellizco de signos de puntuación
queda
en el folio blanco
,.;:¿?¡!




*



TODO LO QUE ERA y podrá ser está en algún lugar
la tierra guarda la memoria de los mares las caracolas
se hincan en la piedra caliza y la arenisca vela
el sueño eterno de los corales
es difícil moverse por algunos lugares sin que algo
despierte el germen alza el vuelo
y se desprenden las agujas de los abetos
a mediodía los pinos se ven yertos e immóviles
y la indiferencia de los abedules te deja perplejo
en medio del camino
las piedras inexpresivas y la arena silenciosa apenas
podrían yacer en otra parte la alondra-astilla allá
en lo alto abalorios entre los dedos de la nubes
y la geometría lejana y limpia de las golondrinas
en las nítidas páginas del cielo
las cosas ya no se apegan a los nombres y las piedras
viajan y las palmeras vetustas viajan
de un archipiélago a otro como arrancadas de un libro infantil nada se mueve
todo es nuevo y extrañamente cabal
el abejorro y el sendero de arena las iglesias lejanas
y las cuerdas de todos los vientos en el violín de casa
las palmas de las manos los ojos y la boca llenos
de arena blanca de callar tanto tiempo y la tierra
ese viejo tamborilero en el seno de los prados
uno cielo un mundo una tierra
las ortigas celebran sus esponsales y florecen
las alambradas
lo que queda tiene nombres sencillos la amplitud
los bosques y el sol y las piedras calientes junto
a la senda de la dehesac las abejas un sinfín de abejas en vuelo raso sobre
la cabeza los tilos se alborazan bajo la lluvia
y el arco iris va a beber agua detrás del dormitorio




*


UNA SEMANA más tarde
volví a casa al gran paisaje
otoñal y transparente los alisos
se deshojaron han perdido el color los arces
susurran canciones de protesta pero
amarilla amarilla la bandera es
de la peste hay pocas novedades los hombres
de Gowon atacan Enugu
tras el retrato del jefe Mao
han procreado las chinches



*



ESTA MAÑANA SOLEADA hemos llevado las esteras
a airearse, hemos llevado a los niños a jugar
al parque y nosotros nos hemos ido al huerto
rebosante de diente de león y grama;
la hierbabuena llena de abejorros
coloreaba de lila los fresales.
Teníamos que escardar, cavar,
arrancar la grama, la cola de caballo
y la enrededera raíz a raíz.
Es una labor lenta, y es probable que luego
recordarámos que habíamos tenido entre
los dedos la tierra de nuestros plantíos.
A mediodía solía hacer calor, y me quitaba
la camisa para cavar, pero el cielo,
a occidente, hacía crecer nubes y en la tarde,
cuando habíamos arreglado los primeros plantíos,
empezaba a lloviznar. Bajo la lluvia, con
un capote negro, sembraba zanahorias y nabos.
Por la noche, antes de dormirme, aparecían
ante mis ojos tierra y sólo tierra
y raíces raíces raíces.



*



UNA VEZ RECIBÍ una postal de las islas Fiji
que mostraba la zafra. Entonces me di cuenta
de que lo exótico no existe. No hay diferencia
ninguna entre recoger patatas en la huerta
de Mutiku y la zafra en Viti Levu.
Todo es como es, vulgar y corriente o,
para ser más preciso, ni corriente ni extraño.
Los países lejanos y los pueblos ajenos
son apenas un sueño que se sueña con los ojos
abiertos, del que algunos no despiertan jamás.
Lo mismo es la poesía: para el ajeno
tiene algo especial, místico, festivo.
¡Oh, no!, la poesía (y el poeta) apenas
se distinguen de la zafra o de la tierra donde
crecen las patatas. La poesía es como el serrín
que produce la sierra, o las virutas blandas
y pajizas que surgen del cepillo carpintero.
La poesía es como lavarse las manos
al acostarse o como el pañuelo limpio
que mi difunta tía nunca se olvidaba
de meterme en el bolsillo cuando iba a salir.




*



EL SILENCIO siempre está aquí y en todas partes
a veces, es cierto, lo sentimos más nítido:
hay niebla en los prados, la puerta del almacén
está abierta de par en par, a lo lejos canta
un tordo y una mariposa blanca aletea sin
cesar alrededor de la rama del olmo que
se mece sobre el fondo de la puesta del sol.
El crepúsculo desvanece rostros y signos,
apenas se percibe el claroscuro:
es ésta la noche del corazón del verano
y el viejo reloj de bolsillo empieza a tictaquear
de pronto, con una fuerza inusitada,
encima del escritorio.



*



DESTRUKTIVITÄT ist das Ergebnis ungelebten Lebens

El deseo de destrucción es el resultado
de la vida no vivida.
Lo que no puede crecer hacia afuera crece
hacia adentro, las uñas y el pelo de la barba
en el cuerpo, los deseos no cumplidos en
la cal de las paredes interiores de las venas,
la envidia en las úlceras de estómago,
la mente deprimida en los piojos, la suciedad
en las moscas. Somos como caballeros andantes,
no dejamos de preguntarnos por qué y contra qué
luchar, a quién odiar en justicia. Esta vida
no vivida es como una jarra de agua caliente
que queremos soltar cuanto antes, de modo que
no estamos para nada más y sentimos rencor
por quienes permanecen sentados tranquilamente
a la mesa del comedor y hablan de Erich Fromm y
de que el deseo de destrucción es el resultado
de la vida no vivida.



*



LA DIALÉCTICA es un diálogo, es el juego
de los juegos con alguien más oscuro que la
oscuridad, alguien a quien no ve el ojo ni oye el oído.
Sólo de tiempo en tiempo alarga su mano
oscura e incorpóreamente blanda
y nos confunde los naipes y los trucos, las
fórmulas, las teorías, la religión y el ateísmo,
y tenemos que comenzar de nuevo
hasta que su mano o su aliento lo vuelva
a derribar todo, o entender que él
es el Otro permanente, nada más que Algo Más.




*



LOS NIÑOS no están en casa, por un momento
se ausentan su miedo y sus celos inexplicables,
esa lucha incesante por reclamar la atención
de su madre. Los niños no están en casa,
vuelven a oírse otras voces, que llegan
lentas: chirridos, susurros, crujidos.
El silencio va cambiando de tono, se hace
más profundo y más sordo. Los pensamientos
abatidos sacan la cabeza de debajo del ala,
se desperezan y miran a su alrededor, como
pensando (escribe que ¡pensamientos piensan!)
si vale la pena alzar el vuelo, emprender un
viaje e ir en pos de algo sublime y majestuoso
o bien aprovechar este silencio del tiempo
y del espacio domésticos, zambullirse en él,
dejarse llevar por el flujo de este día
invernal y nuboso y así redescubrir la ventana,
las paredes, el techo, las sombras y la luz, el
propio cuerpo y la voz de uno mismo y la mujer
y los niños ausentes en algún lugar, en la misma
ciudad, en esa misma luz de un día de invierno.

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