BUSCAR POETAS (A LA IZQUIERDA):
[1] POR ORDEN ALFABÉTICO NOMBRE
[2] ARCHIVOS 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª 6ª 7ª 8ª 9ª 10ª 11ª 12ª 13ª 14ª 15ª 16ª 17ª 18ª 19ª 20ª y 21ª BLOQUES
[3] POR PAÍSES (POETAS DE 178 PAÍSES)

SUGERENCIA: Buscar poetas antologados fácilmente:
Escribir en Google: "Nombre del poeta" + Fernando Sabido
Si está antologado, aparecerá en las primeras referencias de Google
________________________________

jueves, 19 de agosto de 2010

826.- ALEJANDRO AURA


Alejandro Aura (ciudad de México, 2 de marzo de 1944 - Madrid, España, 30 de julio de 2008)1 fue un ensayista, poeta y dramaturgo mexicano, además de promotor cultural. Junto con su labor como hombre de letras, destacó su paso por el Instituto de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (hoy Secretaría de Cultura), en donde promovió el uso de espacios públicos para celebraciones culturales y fundó un millar de grupos de lectura (los libro-clubs). Como empresario, creó el teatro-bar El hijo del cuervo, ubicado en la zona de Coyoacán, al sur de la capital mexicana.
Poesía:
-"Cinco veces la flor", en Poesía Joven de México (colectivo), México, ed. Siglo XXI, 1967.
-Alianza para vivir, UNAM, 1969.
-Varios desnudos y dos docenas de naturalezas muertas, Nuevo León, México, Poesía en el Mundo, 1971.
-Volver a casa, México, Instituto Nacional de Bellas Artes/ Joaquín Mortiz, 1974; Popular, Lecturas mínimas, 1987.
-Tambor interno, México, Casa de la Cultura del Estado de México, 1975.
-Hemisferio sur, México, Papeles Privados, 1982.
-La patria vieja, México, Universidad Autónoma de Puebla, Asteriscos, 1986.
-Cinco veces, México, Secretaría de Educación Pública, 1989.
-Poeta en la mañana, México, Fondo de Cultura Económica, 1991.



Allá ella, abandonada

4

Ya entiendo:
la ciudad vivirá más que yo
que la he amado.
Allá ella,
abandonada.
Su corazón será
un inmenso cacto,
cubierto de primores
y de muertos.


5

Sin embargo me iré a hacer otras ciudades;
por un leve tiempo dejarás de importarme;
aunque me vaya te estaré haciendo falta.
Olvidaré por completo
tus complicados números de teléfono,
tus direcciones
cada vez más inaccesibles y lejanas,
no pensaré en ir a tal o cual cine,
a tal o cual mercado, parque, paseo,
monumento, galería, oficina;
todo será nuevo:
calles desechables, casas de papel,
tiendas de una sola vez, platillos imposibles,
rutas de autobuses que corren
nada más sobre el papel de un plano.
Me sentiré feliz como una flecha suelta,
hasta que alguna cosilla accidental en la memoria
me haga pegar de nuevo un grito de dolor
y me clave otra vez en tu pecho,
y para siempre.


8

El resto de la aurora
no caerá de mi mano,
lo aseguro,
mas tampoco el frío impredecible
que me dejó temblando
perdurará.
Acepto la derrota
pero que la ciudad
acepte también
que la he vencido.




Alma

Allá hace un pájaro sus ruidos

siempre lejos
y cerca del oído
allá debe de estar
de allá viene el sonido

hacia allá va toda
la alegría

de esta pájara mía.



Volver a casa

Un día
abandonaremos
la ciudad de México;
la dejaremos en pie y desierta
para que
las conjeturas
crezcan,
y nos iremos a fundar
en otra parte
nuestras maravillas.


2

El jueves en la mañana
despertamos alegres,
llenos de sueños.
Desayunamos dorados panes
y jugos de las frutas;
bañamos en agua tibia
nuestros cuerpos sencillos
y salimos a mirar el sol.
Redonda y fina en calidad
fue la voz grande
de los demás.
–Vámonos,
ya vámonos,
se oía cantar.


15

Epitafio
Octavilla en la tumba de Juan de Mena, escrita
posiblemente por algún contemporáneo suyo:

Me vy en necessidat
de crear un castellano
que fuess’ al tiempo que humano
de buena sonoridat.
En verdat,
no fue cosa passajera
hacerlo que floresciera
en soledat.


27

Ay qué buen pecho tienes
bajo la blusa,
ganas me dan
de engañarte
para que me lo enseñes.


37

Cada vez que un pájaro
cantaba
nacía uno de nosotros,

cada vez que una flor
se abría
nacía uno de nosotros,

cada vez que un arroyo
se formaba
nacía uno de nosotros,

cada vez que un amanecer
se alzaba
nacía uno de nosotros,

cada vez que una mujer
paría
nacía uno de nosotros

listo para vivir
a todo viento,
libre de la desdicha
y de la dicha.


38

Sangre de la ciudad,
si yo hubiera sido hermoso,
alma de la ciudad,
si hubiera sido honesto,
cuerpo de la ciudad,
si diáfano,
ojos de la ciudad,
o si valiente,
voz de la ciudad,
o enamorado cierto,
calles de la ciudad,
o algo
no tan ilusorio,
ciudad de mi ciudad.




Vida súbita

Y de qué vivió, preguntan asombrados:

vivió de vida natural,
vivió de encantamiento, de un fuerte golpe,
de un pulmón que le salió magnífico.

Tenía horas y horas para volar, para bailar,
para morirse de la risa.
Daba cosa mirarlo tan contento
como si no esperara nada.

Tenía unos pies estupendos
con los que se paseó dos o tres veces
a todo lo ancho y lo largo

y le sobrevino la vida de repente
sin que supiéramos por qué,

nada más lo vimos alegrarse y alegrarse,
se infló como un globo de dicha
y apareció ante nuestra vista
de un modo radical, definitivo, eterno.





Cate de mi corazón

IV

Me arde la piel,
soy más hachón
que hombre
un metro
setentaiséis centímetros
de lumbre
con la cresta blanqueando
enrojecida:
ya no tengo remedio;
ardo
en la Ciudad de México.


V

Eran líquidos mis pies
y eran líquidas mis manos
y todo de agua me vi.

Desesperado una vez
—que sed, señores hermanos—
toda el agua me bebí.





Desayuno de trabajo

Éste que sale del baño no soy
el que entré en la regadera.

Era otro. Tenía un topacio en cada ojo.

Venía de ver la verdad escueta
y la trenzada hilatura de los sueños.

Era un yo mismo mucho más potente,
capaz de salir de sí, de su piyama
y ponerse en la tierra de los otros,
con la mirada interna del que sueña
extendida a la vista de todos,
a tomarse su jugo de naranja.

Estaba concentrado y seguro
en el aspecto, en el sudor,
en el espíritu redondo y sin espinas
y esta serenidad me daba luz
para andar sin tropiezo entre alegrías.

Ahora en cambio estoy desnudo,
rasurado, indefenso, con corbata,
con el chanel que pone en evidencia
mi indefensión total.

Cualquier poema que pudiera asomarse
durante este desayuno de trabajo
me tomaría en rehenes el músculo del corazón,
el tiempo laboral,
las promesas que hice,
los deseos,
el vuelo de los sueños,
y el otro,
el que fui de verdad antes del baño.




La Rosa Amarilla

Se encendió la rosa fulgurante
afuera de la ventana,

ha estallado una rosa,

parecemos las víctimas del incendio,
azorados, ávidos de su belleza.

Ahora todo tiene
color, contraste, vuelo.

Vengan a ver la rosa, vengan,

tiene un grito amarillo despiadado,
es un lujo, es una enhiesta vara
para golpear el cielo,

vengan a la rosa amarilla
que nos dejó perplejos
vengan a ver la rosa mía.



Día domingo

Te tomaré descalza
en día domingo,
te santificaré,
te haré feliz.

Andaremos rodando
por la casa
—le pondremos alfombras—
y correremos las cortinas
para que entre el sol.

Tomaremos cerveza
y nos bañaremos.

A la hora de comer
encenderemos el radio
y con las noticias
de Inglaterra
y de Beirut
te besaré en la boca.

Te pondré sobre la piel
la palma de mis manos
y tú pondrás
sobre mis manos
la palma de tus manos.

Nos amaremos en domingo
que hay tanta luz.




El dueño de la ciudad

1

El dueño de la ciudad vendrá algún día
con su claro rostro iluminado;
el que la dejó para ir a conocer otros vistosos sitios;
el que vestía con riqueza
y llenaba de júbilo los corazones de quienes le oían.

¿Dónde están mis edificios
y mis amplias calzadas –preguntará
estupefacto–; dónde están mis jardines
en los que suavemente reposaba
y donde al amor dulce de los adolescentes
que paseaban en grupos
conociendo los nombres y las cosas
imaginaba el futuro,
prevenía las catástrofes,
mantenía cantores,
evitaba el llanto,
y parvadas infinitas
oscurecían las copas de los chopos?
¿Dónde está mi ciudad?
¿Qué es esto?


2

El más audaz responderá;
el que tenga más bien cosido el corazón en el pecho;
el que tenga más fuertes ligaduras consigo mismo
y pueda entibiar con el aliento de sus palabras
una gran laguna;
el que tenga más trenzados los nervios en la mano derecha
y más aéreas las venas en la izquierda;
el que más pueda tocar por su nombre las cosas de la tierra,
ese quizás responderá.


3

No hay flor que pueda perdurar
si el sol seca la tierra en que crecía;
los mismos pájaros se van,
las abejas que rondaban
–procura recordarlas–
se apresuran a buscar otras fuentes de miel
en donde sumergirse,
los menores insectos
emigran a buscar otro gobierno
y nada sino el desierto señorea;
así también si el sol se ausenta
no hay flor que pueda perdurar.
¿Por qué dejaste al sol hacer su voluntad?
¿Adónde fuiste?


4

El dueño de la ciudad
tendrá pavor cuando la mire,
sus pobres ojos se querrán salir
a platicar con alguien,
el dolor de sus venas no tendrá remedio,
las palabras se le irán estrellando
al tocar el aire,
le temblarán las partes vergonzosas
y un amargor intenso saturará su piel.
¡Qué haces imbécil! –le gritará
tratando de que ella lo comprenda
y se quedará sin respuesta
porque las malditas ciudades no responden.





El fantasma del amor

La primera noche que pasé fuera de casa me quedé leyendo
hasta ver fantasmas
entre ellos estaba el fantasma del amor

los años pasan comedidos y azarosos
y se van descontando como uvas del racimo
de modo que el esqueleto del tiempo sarmentoso y seco
poco a poco y sin querer se va volviendo basura.

En la nevada Providence la ventana enmarca la nevada
un día cualquiera que no merecería reseña particular
muchos años después,
una película que me sería ajena por completo si no fuera
porque aquí estoy yo y allí está ella tan cercana que casi
puedo tocarla
durmiendo su sueño brutalmente particular

lo que me molesta es no ser ella

aunque yo también vengo de soñar en este ser sin ser nadie
que es estar dormido
alguien me chistó shst señor aura
y la llamada de atención era una voz de mujer que sobre la
calle nevada pintaba mi nombre en una sola pincelada roja

no había nadie como no hay nadie en ese mundo
sólo una mano que metía a cuadro una revista abierta en la
página de anuncios entre los que éste se veía

una voz de mujer chista mi nombre en rojo

dentro de unos minutos tendremos que ir a desayunar
mientras tanto la observo conmovido
mi fantasma duerme






Entre la noche y el día

Entre la noche y el día
¡qué misterio, carajo, qué misterio!

Urna cerrada de la luz, ábreme las compuertas.
Vengo del huracán,
hollado por los escombros:
partes de coche, conservas, esqueletos tranquilos, ramas,
callejones oscuros para que dos se presenten al espacio,
costales de pan, perplejidades.

Ya no tengo nombre, ni nadie que lo use.
Hoy amanecí plantado en el misterio.





Gato en la noche

El gato no se sube a la mesa,
ni menos a las siete de la tarde
cuando en julio comienza a oscurecer.

Ronda por toda la casa, inquieto,
buscando el paso entre el día y la noche,
asuntos diferentes de tratar.

Ha comido, ha bebido, ha dormido
su porción de reposo de las horas de luz
y ahora se prepara para cumplir
su profesión minúscula de gato de la casa.

La sociedad con la que trata
mientras el sol empuja al mundo
dobla su servilleta cotidiana
y ya no pide más para alimentar su fantasía.
Él abre el socavón de su alma.

En algún rincón de la morada
se fabrican las verdades jugosas
y el gato, que lo sabe, sin estorbos morales
se apresta a mordisquear, goloso,
la carne sabrosa de la noche.





Las olas del mar

No es el mar menor que esta ola
escapada del grupo en que venía,
tenía espuma, vuelo, asunto,
y se detuvo donde menos aprecio y duración
tendría.

¿A mis pies una ola?
¿Qué tengo yo que que mi amistad procura?

Ya ni siquiera olor la identifica,
ya sólo es humedad agónica en la playa
que no ocupa recuerdo ni esperanza.

Bajo la arena ha de volver despacio
a su origen de fiestas y de peces
mientras pasan las otras
a burlarse tranquilas de mis ojos atónitos
que no entienden al mar.





Pausa

II

Si te he de perder un día
que no sea entre semana
ni en domingo
ni en sábado
ni en nada.


VIII

Ah mi pequeño capulín,
qué manera de hablar tiene tus ojo;
me platican historias de amor que no conozco,
me platican la rosa entera de los vientos;
en el puro silencio me levantan,
me hago la cúpula más alta
para tos ojos gregorianos




Pasan las estaciones del año, pasan y no entran

2

La última calle de la ciudad no existe,
en las orillas a todas horas nacen calles
bajo los pies de los que pasan,
y transitan muchos más sueños
de los que el gobierno se imagina;
por eso no es posible contarlas,
no es posible manejar a la ciudad
con una tabla aritmética;
en realidad nadie sabe qué ocurre,
nacen calles de los nombres que se piensa ponerles
y hay que estar inventando palabras nuevas
para simular que la situación se ha dominado.


De: Causa de vida




No hay comentarios: