Safaa Fathy
Nació en Egipto en 1958, y vive en Francia desde 1981. Escritora de obras de teatro y poemarios, traductora de prosa y textos teóricos. Estudió la Licenciatura en Letras Inglesas en la Universidad de Minia, se diplomó en estudios teatrales en la Universidad de París VIII (St. Denis) y después se doctoró en Letras en la Sorbona, Universidad de Paris IV. Trabajó en el Departamento de Lenguas y Culturas aplicadas de la Universidad de Marne la Vallée, en Francia.
Tiempo en el cual conoció y colaboró con el filósofo Jacques Derrida. Alejada de su patria por motivos político-sociales, “más allá de mi voluntad”, en Francia, de repente, la situación también se tornó “insoportable” en lo político, social y profesional.
Fathy se enteró, por azar, de la existencia de la Casa Refugio Citlaltépetl; trabó contacto y el 17 de enero de 2007 comenzó una residencia que está a punto de concluir.
Mientras vivía en París vino a México para un festival de poesía, entonces ya sabía cómo era la capital, hecho que la motivó a regresar por más tiempo.
En estos 10 meses, no obstante la energía que la caracteriza, Fathy se concentró en escribir Al Haschiche: poemas (Ediciones Sin Nombre-Casa Refugio Citlatépetl), traducido al español por Conrado Tostado, libro que fue presentado hace unos días. Terminado el volumen, ahora lo convertirá en película, porque Fathy realiza también “filmes poéticos”.
Después de México, la escritora viajará a Ithaca, Nueva York, porque en la Universidad de Cornell impartirá un curso acerca de “cómo una herida infligida –inclusive, autoinfligida– es traducible a un filme”.
Nombrando al mar
En el istmo de hielo
Y opuesta a tal tributo, corté de mí una parte castigada
frente a mi corazón, opuesto, otro corazón
cuyo nombre designa a la gracia inefable.
los ojos rebosando
di gracias a Dios pues todo tiene dos ojos y un aliento.
“Oh esclavo, sólo a mi perteneces y esta será tu existencia”
“Oh esclavo, la ausencia y el aliento son como dos caballos de carrera”
“Oh esclavo, el alma y la visión son compañeros inseparables”
Bailé ante el despojo de lo arrancado
y que en mi se había convertido,
tu eres mi otredad
Él, el otro
en mí la intimidad sacrificada
en la cabeza un rumor y el canto de un pájaro
nos convertimos en los gemelos solares, yo y otra vez yo
De mí surgida, posó ella su cabeza al pie del altar
Yo y mi opuesta convertida en ella.
ofrecida al sol de la otra muerte
sobre un altar hecho del cuerpo de una mujer que exhala en éxtasis
y en su piel tatuada, la imagen de los gemelos solares
nacidos de la leche según cuentan
Mas luego abandonados al odio de los hombres, a la pesadilla
de los palacios.
he dormido en mi segunda muerte
partí otra vez para Andalucía
hasta los antiguos años
que puse en una rebanada de pan caliente
y vi la playa de piedra
y el mal que se expande por la tierra
y el desierto imposible
de ti huyendo,
volviendo a ti pero alejándome, apoyada en la sombra
y las gotas de agua fijadas en mi pierna
¿Has contemplado la galaxia?
En el cielo hay nombres que brillan en la órbita
y tu nombre se adhiere a la profundidad del fuego
para que de mi por segunda vez yo nazca,
aquí sacrificado está el despojo
que mi madre arrancó de mi matriz
y el mundo entero se vuelve un caldero rebosante
donde todo lo cuezo, dos, dos,
dos son los gemelos solares.
desde entonces, ¿De quién es el poder
que te salva del escalofrío
del rechinar de dientes
de los caprichos del día?
Me acordaré de Andalucía
me acordaré del balcón al que subí
de las casas en que estuve,
de las huellas que seguía,
del espíritu que sobrevoló el lugar
en el que se dibujaba un hogar abandonado
y todo el mar mirando.
aquél despojo que era ciertamente mío,
míralo, al sol expuesto
ofrenda envuelta en una piel,
tatuada con la imagen de los gemelos solares
Me acordaré de las pitas,
el mástil de su inflorescencia encantada
orillando el camino
enfrente, la nocturna grandeza iluminada
la vuelta, la espiral, la sumisión,
la mano, ambas manos, el pie, los pies
y correr tras el aliento, la saliva,
los restos de alimento y las últimas gotas de leche
de otra que yo fuí
El balcón colgante y las cosas del pasado son un muro y dos muros
tras el desmayo fui reanimada por un líquido maravilloso
La leche de almendra me llevó a la playa de los peces
se dispusieron las mesas y el propio santo tomó la parrilla
Dejamos la locura en un estuche
y el crimen en un cofre con mil llaves
y llegó el alimento
para que te nutrieras
El vino para alterarme y en el susurro
Te oigo
Ansiosa bebí el vino
y me nutrí de tu alimento
Blanco era el pescado y denso
sin embargo denso y a la vez blanco
El olvido tal seda cuyos pliegues yo plisaba
Tocándola en secreto, en momentos conocidos
parada ante la flor, icono,
o plegaria de aquella que,
engañada,
abandonada quedó a su suerte.
“Me gustaría anunciarme a mí, a mi madre, que desde siempre ya no me escucha, lo que hay que saber antes de morir, es decir, que no sólo yo no conozco a nadie, no encontré a nadie, no tuve ni noticias en la historia de la humanidad de nadie, pero nadie que haya sido más feliz que yo, y afortunado, eufórico, es verdad a priori, ¿no?, ebrio de goce ininterrumpido, pero que además yo permanecí como el contraejemplo de mí mismo, también constantemente triste, privado, destituido, decepcionado, impaciente, celoso, desesperado, y si de hecho ambas certezas no se excluyen, entonces ignoro cómo arriesgar la más mínima frase sin dejarla caer por tierra, en silencio, por tierra su léxico, por tierra su gramática y su geología, cómo decir otra cosa que un interés tan apasionado como decepcionado por esta cosa, el idioma, la literatura, la filosofía, otra cosa que la imposibilidad de decir todavía, como lo hago aquí, ˊyo, yo firmoˋ”.
[D'ailleurs, Derrida (Safaa Fathy, 1999)]
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