JIM SAGEL
(U.S.A, 1947-1998)
Escritor, poeta y educador, Jim Sagel nació en 1947 en Fort Morgan, Colorado, y fueron sus padres Edward y Betty Sagel. El mayor de tres hermanos de familia campesina, Jim se graduó de Fort Morgan High School en 1965, y publicó su primer poema en el periódico literario "Prufrock" en la escuela ese mismo año. Continuó su educación en la Universidad de Colorado en Boulder, donde recibió una licenciatura en Inglés en 1969. Más tarde ese mismo año, se trasladó a Nuevo México, y comenzó a enseñar de sustituto en la Española Valley High School, donde conoció a Teresa Archuleta, una nativa del Valle. Se casaron en 1970. Sagel continuó enseñando en la escuela secundaria en el norte de Nuevo México hasta 1976, cuando recibió una Maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Nuevo México.
La tenencia de Sagel en Northern New Mexico Community College se inició en 1976, y durante su carrera de 22 años como profesor universitario, fue profesor en el Instituto de Arte Indígena Americano (Santa Fe), en la Universidad de Nuevo México campus en Los Alamos, Española, Santa Fe y Taos, y en los campus en Peñaso, Gallina y Mesa Vista. Fue nombrado director de la División de Humanidades de la Universidad de Nuevo México en Los Alamos, cargo que ocupó hasta su muerte en 1998. Fue galardonado con el Premio del Gobernador a la Excelencia en las Artes en 1993.
Después de sufrir ataques de depresión durante su vida adulta, Sagel se suicidó en el Refugio de Vida Silvestre en Socorro, Nuevo México el 6 de abril de 1998.
NUNCA TE VOY A DECIR
Nunca te voy a decir mi nombre de verdad
porque pudieras robarlo
echarlo en tu caja de plomo
arrastrarlo por el suelo
en la luz de la luna helada
y picarlo con agujas largas
de acero relumbroso
Por eso
nunca te voy a decir mi nombre
aunque piensas que ya lo sabes
ENTRÓ ABUELITO PASANDO COMO UN SOMBRA
Entró abuelito pasando como una sombra
y estos carajos ni nos presentaron
manos que hicieron estos adobes
espalda que se dobló
a levantar estas paredes
alma que colgó estas vigas arriba de nuestras cabezas
pasando ahora por su propia casa como una sombra
y su nieto y los amigos de él
estos profesores, poetas y artistas
pasando el vino y los bultos y los libros
que han creado del espíritu de este mismo anciano
que ignoraron como un peón en el castillo de los poderosos
sin ofrecerle la mano
sin darle tan siquiera las buenas noches de Dios
siguieron tomando estos santeros
contando sus chistes y platicando de su santo arte
mientras que abuelito pasó como una sombra
andando con pasos lentos y tiesos
a su cuarto en la orilla de la casa
donde se quedó el resto de la noche
solito,sentado en su cama
encerrado adentro de un anillo invisible de pájaros
callados
de On the Make Again/Otra Vez en la Movida,West End Press,Albuquerque,New Mexico,USA,1990
La otra mujer
Coyote engaña a su mujer,
llevando a la hermana de su cuñada
a hacer el amor en el bosque.
Después entran furtivamente al pueblo
en su Chevy azul y aparcan
detrás del Lotaburger Drive-in
para compartir una hamburguesa en la oscuridad.
Con todo, lo descubre un amigo de un amigo
que le hace señales con la mano
mientras que Coyote tira
por la ventana su cajita de patatas fritas
y se larga con el rabo fláccido entre las piernas.
El Caos
Según los navajos,
el Primer Hombre y la Primera Mujer
estaban colocando las estrellas
en la manta del cielo
cuando Coyote se les acercó a hurtadillas.
Los miró un rato,
maravillándose con el cuidado
que ponían en fijar cada estrella
en su propio lugar.
Pero como nunca se contenta
con sólo mirar,
Coyote tuvo que meter la nariz
en los asuntos celestiales
de la Primera Pareja.
Coyote ya había perdido su pelo fino
a causa de ese mismo vicio.
Un día halló a los castores
jugando a la baraja
e insistió en que lo dejaran jugar con ellos.
Pronto perdió todo su dinero,
así que apostó su propio pelo.
Cuando lo perdió también, se soltó llorando,
pues le daba mucho frío así desnudo.
Fue un llanto tan triste que les dio lástima
a los cuervos que acabaron por usar brea
para pegarle pedazos de lana y plumón viejo
por todo el cuerpo.
Era de esperar que Coyote
también quisiera jugar con las estrellas.
Antes de que el Primer Hombre
y la Primera Mujer lo supieran,
Coyote agarró con los dientes
una orilla de la manta celestial
y la sacudió, desparramando las estrellas
por todo el cielo.
Al querer imponer orden al universo,
el hombre sólo engendra más caos.
Siempre lo han sabido los navajos.
También lo sabe Coyote.
Unexpected Turn
Pass with Care, the sign cautions, but you need no
reminding as you pass a butte brooding over stego-
saurus hills. You know that the next turn promises
the unexpected – a Ponderosa laid open by light-
ning, a herd of cattle sleek as a Brahman vision,
a lake tremulous with trout. This is a land where
the sky intoxicates the eye, and history gossips in
the willows lining the great river. It’s the lost roads
that lead to desert gardens; you miss your turn and
end up finding your way.
You turn your eyes to the ridge above the pueblo
and gaze at the deer dancers descending in the icy
dawn. You turn on the dance floor in your lover’s
arms, as the musicos play the valses their grand-
fathers learned from their grandfathers. You turn
a hoe over in the mud to make the adobes for the
home you are already plastering in your dreams.
You turn your head just long enough for the abuelo,
the grotesque and guffawing trickster, to steal your
hat, leaving you to squint at the Matachines dancing
their masked ritual. You turn over in your hands the
santo that has emerged from the root of a cotton-
wood tree; you trace the water serpent coiled around
a pot burnished black as an unbroken memory.
Once you have known this land, you will always
turn back. Like the exiled poet who could sense
his lover combing her hair from a thousand miles
away, you will always hear the drum pounding in
your pulse, the Llorona weeping in your inner ear,
the cranes flapping their wings alongside the river in
your blood. Once you have taken the unexpected
turn, you will never again pass without caring.
“Unexpected Turn.” Unexpected Turn. University of New Mexico Press, 1997.
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