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jueves, 1 de agosto de 2013

GABRIELA TURNER SAAD [10.322]


Gabriela Turner Saad

Monclova Coahuila, México, 1962. Poeta, artista plástica y escritora. Es licenciada en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Autora de varios libros de poesía, entre los que destacan Felices y Perturbados y  Espejos. El jardín emergido es su primera novela publicada.



I

El árbol es un crucero
para el clima que se deshoja





III

En el espejo 
se refleja su fantasma
más poderoso
que su cuerpo.




IV

Dormir y despertar 
es una costumbre.
Vivir
es un lugar común.
Estar preso
es algo muy conocido.
Se está preso en un coche
en un avión
en una casa
hasta en un cuerpo
que se diluye con la luz
y puede volverse fantasmal.






VI

En el cielo
mi padre es un cíclope
Desde su ojo
forma un río amarillo
en mi crepúsculo.






IX

El tiempo se abre un hueco
un vacío.
No hay en que pensar
hay que mostrar
unas enormes alas blancas
al viento que se avecina.







XI

La idea es un incendio
del que no se puede escapar.
La mente es el contorno
aparente del sol
o es la morada
donde se hayan los recuerdos
y el olvido
se abre un sitio para alojarse
tal vez
en el seno donde seposan las ideas
que han muerto.





 
XV

No creas que he muerto...
Sólo me has enterrado en tu mente.






XVII

De pensar que vivías en el sur
ahora están en el norte de tus fantasías.
Esa tarde había cuarenta tentaciones
tenía veintitantas reprimidas.
Quise tocarte
tal vez deseaba
en el fondo de mí aparecías
a veces hombre flor paloma lejanía
a veces piedra amor tigre cercanía
No había ritmo
no había canto
no había piel más cercana
más cercana a la mía.
Caminaste hacia la izquierda
a la derecha la realidad me consumía.







Sin celaje

Mírame, soy lodo sin celaje.
Confía en la hechura
ya sin restos ni hierbas de luz
que hace siglos con los ojos afilados
propagaste la ración de tiempo.
Fui benefactor para tu pan.
Alimenté el borde de tu boca.
Creí en la promesa de tu voz
y en la dulzura de un remanso.
La palabra de mi lengua
ya no besa multitudes.
Escucha el antojo de la carne
y el misterio de su fin.
No vive un amante dormido
dentro de este cuerpo de agua y de polvo
que extiende su piel hasta las piedras.
Escucha y deja el arrullo para los pájaros,
demasiados olmos empeñan a las hojas
para llegar a otro sitio.
Algo calla. Algo.
Oye lo que ya no fui:
manjar de aire.
Primer canto
Pronto la cuerda del sol
apretará a la sombra de los labios
y al perfil de su delirio.
Pronto.
Pronto será celeste la voz
y la boca un reino.
Nacerá la sal en el borde de la lengua.
Nacerán rastros de aire salvo de los huesos.
Pronto, la calma anidará en la tarde
después de las voces y su laberinto.
Pronto, el primer canto nacerá del silencio







Plumas y cenizas

Hoy voces de pájaros oscuros y de semillas nocturnas han muerto.
Yacen en el lago, los ojos y las llamas entre piedras.
Errante parpadeo sin cruz ni bautismo innombrado.
¿Quién come del puño de la noche, las cenizas?
¿Quién bebe este polvo incierto, desnudo de lunas y de nubes?
¿Quién toca la fiebre del vuelo huido?
¿Dónde reina el alma de estas plumas?, ¿dónde?
Aquí viene el silencio de nuevo en el nocturno.
Tarde. Siempre tarde.
Llega el hueso de la fiebre, sopla, canta.
Viene la luna de polvo y la noche en cenizas.
¿A dónde van las plumas de este espectro?






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