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lunes, 29 de julio de 2013

JEF LAST [10.279]


JEF LAST (1898-1972)


“Si nuestra lucha no fuese más que una lucha contra algo,
si no fuese al mismo tiempo una lucha por más amor cada
vez, por más justicia, por más libertad y más cultura
como nuestros soldados la entienden, estaría perdida de
antemano: La lucha por la cultura: eso es lo que nos
reúne.”

Jef Last. 
Discurso en el II Congreso de Escritores (Valencia, 1937).


Jef Last, importante intelectual holandés y gran amigo de España, sigue siendo un gran desconocido en nuestro país. Sin embargo, él ya había declarado en julio de 1937 en el periódico madrileño Política: “Mi entusiasmo por el pueblo español excede a todo cuanto pueda decirle…” “Y un hombre, Jef Last -escribía el poeta y periodista Bernardo Clariana en Hora de España-, entre tantos hombres como hoy, venidos desde los más importantes rincones de la tierra, luchan a nuestro lado como verdaderos y entusiastas voluntarios. Ningún suceso de estos últimos años, de guerra o revolución, ha impresionado tanto a las gentes de mi país, como la guerra de España. Esto ha dicho Jef Last, escritor y poeta holandés. Jef Last que ha sido secretario de la Alianza de Intelectuales de Holanda y delegado en el Congreso de Escritores en Moscú, en 1934, tiene publicadas novelas y volúmenes de poesía. En Zuirdezée, uno de sus libros más famosos, se describe el desesperado esfuerzo del capitalismo holandés para salvar la crisis económica de su país. Camaradas y Dos Mundos son colecciones de poemas en los que late una viva preocupación social. En Cantos de marineros alude a la vida penosa de los pescadores de Zuirdezée. En la colección de el Mono Azul hay un poema de Last, traducido por Alberti. Jef Last vino a España dejando un brumoso país de flores, en los primeros días de septiembre, y esto explica que no lucha en la Brigada Internacional, sino como teniente del Batallón Sargento Vázquez. Desde su llegada, Last combatió sin descanso al lado de Mangada y luego en Madrid. Los lectores holandeses conocen ya sus Cartas de España, escritas desde el frente”. Clariana ya hacía referencia a sus famosas Cartas que fueron traducidas a numerosos idiomas, incluido el esperanto, paradójicamente se encuentran todavía inéditas en castellano.
Josephus Carel Franciscus (Jef) Last nació en La Haya el 2 de mayo de 1898y falleció en Laren el 15 de febrero de 1972. Fue expulsado de la escuela cristiana de secundaria en Amsterdam, por su rebeldía. Trabajó en muy diversos oficios. Desde muy joven escribió artículos en revistas y periódicos. Pasó casi un año en Estados Unidos. En 1923 contrajo matrimonio con Ida con quien tuvo tres hijas, en 1938 se divorciaron y en 1946 se volvieron a casar. En 1931 viajó a la Unión Soviética, tras este viaje Last que había militado anteriormente en partidos socialistas holandeses se unió al Partido Comunista de los Países Bajos. Volvió a la Unión Soviética en 1936 con su amigo André Gide. En España, Last se enroló en el batallón Sargento Vázquez y combatió, durante el otoño de 1936, en diferentes lugares del frente madrileño, Navalperal de Pinares y Getafe y, posteriormente, en Las Rozas, hasta el verano de 1937 en que fue destinado a Albacete como instructor de las Brigadas Internacionales. Su postura crítica hacia el Partido Comunista provocó su salida de España en septiembre de 1937. Participó en el II Congreso de Escritores convocado por la Alianza Internacional de Intelectuales Antifascistas, que reunió en Valencia, en julio de 1937, a José Bergamín, Corpus Barga, Antonio Machado, Pablo Neruda, Fernando de los Ríos, Ramón J. Sender, Vicente Huidobro, Carlos Pellicer, Octavio Paz, Elena Garro, Nicolás Guillén, Iliá Ehrenburg, Bertolt Brecht, Anna Seghers, Heinrich Mann, André Malraux, Louis Aragon, Alejo Carpentier, César Vallejo, Rafael Dieste, Rafael Alberti, John dos Passos, Julien Benda, Stephen Spender, Tristán Tzara, Emilio Prados, María Teresa León, Arturo Serrano Plaja, Juan Gil-Albert, Herrera Petere, Lorenzo Varela, Miguel Hernández, Ramón Gaya, Pascual Pla y Beltrán, Juan Marinello, Ludwig Reen, André Chamson, Malcolm Cowley, Feedor Kelyin, etc. Fue autor de tres amplios folletos con cartas de España a su esposa, que tuvieron mucho éxito en Holanda, donde en un mes salieron diez ediciones, con un total de treinta mil ejemplares. Juntando estas cartas, publicó posteriormente un libro De Spaanje tragedie (La tragedia española) (1938), que también fue publicado, ese mismo año, en Francia con el título, Lettres d’Espagne. Estudió sinología en Leiden y Hamburgo, graduándose en 1957. Viajó a Indonesia y a varios países asiáticos en los que no cesó de escribir. Last está considerado como uno de los mejores escritores holandeses de su generación, y sin duda el mejor ensayista.
Además de las obras citadas, hemos de recordar entre sus numerosos libros: Puerto Luz (1926), La huida de los rebeldes (1933), Un flirteo con el diablo (1936), Los niños del sol de medianoche (1940), Los dedos de la izquierda (1947), En el séptimo cielo (1949), Bali para invertir (1956), Olas del río Amarillo (1962), La infancia de Judas (1962), China, la tierra de la revolución eterna (1965), El segundo amanecer de Japón (1966), Mi amigo André Gide (1966) y Fuegos artificiales detrás de la muralla china (1970). Y como dijo este enorme intelectual, gran amigo de España: “Lo cierto es que el pueblo español, y sobre todo el de Madrid, se ha acostumbrado a vivir en el heroísmo, como hay otros pueblos que se acostumbran cada vez más a vivir en la ignominia”.

Francisco Arias Solís


La libertad no la tienen los que no tienen su sed.
Portal de Internautas por la Paz y la Libertad y de Foro Libre.
URL: http://www.internautasporlapaz.org




JEF LAST

Por Diego Gerardo Naselli
Profesor en Historia

“Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera / aquí con el fusil su nombre evoco y fijo, / y defiendo tu vientre de pobre que me espera, / y defiendo tu hijo”
Estrato del poema «Canción del esposo soldado» de Miguel Hernández

Introducción

El 2 de mayo de 1898 nacía en La Haya (Holanda) Josephus Carel Franciscus Last, conocido como escritor bajo el seudónimo de Jef Last. Durante su niñez recibió una educación católica en la Christian High School de Amsterdam e, inspirado por la Revolución Rusa de 1917, comenzó a leer las obras de Karl Marx y se unió al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (S.D.A.P). Para 1920, interesado por el porvenir de los obreros en una Holanda golpeada por una fuerte depresión, participó de movimientos estudiantiles y trabajó en fábricas y minas, lo que le permitió escribir una importante cantidad de artículos periodísticos en revistas de izquierda como Opgang, Het Volk, De Notenkraker, De Socialistische Gids y Eenheid. Además, su activismo social lo llevo a participar de la organización cultural del SDAP, del Instituto para el Desarrollo de la Confederación Sindical de los Trabajadores y de la Liga contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, donde conoció a la poeta y escritora Henriette Roland Holst, al político socialista y dirigente sindical Henk Sneevliet y al político indonesio Muhammad Hatta.
Para 1930, Jef Last se decepcionó del SDAP y se unió al Partido Socialista Revolucionario (R.S.P.), donde participó activamente en acciones sociales y culturales. En cuanto a su actividad literaria, Last publicó una novela nueva por año, un libro de poesía y una gran cantidad de artículos periodísticos en la prensa nacional e internacional. En noviembre de 1931, debido a su interés político, viajó a la Unión Soviética para escribir un reportaje para Het Leven y allí se quedó a trabajar como delegado holandés en la Asociación Internacional de Escritores Revolucionarios de Moscú. A finales de 1932, de regreso a Holanda, Jef Last se afilió al Partico Comunista de los Países Bajos (C.P.N.) y, en 1933, partió a París para ayudar a los refugiados alemanes que huían de la persecución y el racismo nazi. 
Fue en Francia donde Last tuvo contacto con escritores de renombre como el poeta y novelista Louis Aragon y el escritor André Malraux y donde se relaciona con el escritor André Gide, con quien participó en el I Congreso Europeo de Escritores Antifascistas (1935). Influenciado por Gide, el escritor holandés redacta y publica su novela Zuiderzée (1934), donde describe una relación homosexual entre los protagonistas.
En junio de 1936, André Gide fue invitado por el Estado Ruso para realizar una visita a la Unión Soviética, donde se encuentra con su amigo holandés Jef Last y quien lo acompañara en el viaje junto a Louis Guilloux, Eugène Dabit, Pierre Herbart y Jacques Schiffrin. Una gran amistad unirá a ambos escritores hasta que Gide publica Retour de l' URSS (1936) y rompe con el comunismo. Según José María Ridao, Gide fue cambiando su postura hacía la Unión Soviética por la suma de detalles aparentemente intrascendentes que observó durante su viaje; ante una cola para la obtención de alimentos Gide se preguntaba: “Me asombro –escribió Gide–: ¿De qué sirve llegar antes? ¿Qué se gana?’ ‘¿Cómo que qué se gana? –le respondió un interlocutor innominado, uno de tantos que le informaron al margen de los circuitos oficiales–. Los primeros son los únicos a los que se puede despachar’. La conclusión que extrajo Gide resultaba inapelable: en la Unión Soviética se compraba “por extrema necesidad, jamás por antojo”, por lo que el escritor francés se fue desencantando de la utopía «en construcción» aunque su amigo y compañero de delegación, Jef Last, intentaba convencerlo de los «progresos prodigiosos» que se habían producido desde su último viaje dos años atrás.

El poeta en la Guerra Civil

En julio de 1936, un grupo de generales golpistas intentó tomar por la fuerza el poder de la República en España. Obreros y civiles españoles a favor de la legalidad republicana consiguieron detener a las fuerzas rebeldes en las ciudades más importantes de la península Ibérica. Muchos intelectuales europeos enterados del avance fascista por España decidieron viajar a tierras hispanas para apoyar a la República contra los rebeldes. El escritor francés André Malraux compró aviones al gobierno galo y pagó a pilotos extranjeros para organizar una escuadra aérea y luchar contras los aviones italianos y alemanes que apoyaban a los golpistas; el periodista soviético Mijaíl Koltsov, además de escribir crónicas para Pravda, participó en importantes reuniones del gobierno republicano asesorándolo en cuestiones militares y, bajo la personificación del comunista mexicano Miguel Martínez, ayudó en la preparación del Quinto Regimiento; el escritor húngaro-soviético Máté Zalka, con el seudónimo de Pavel Lukács, dirigió la XII Brigada Internacional con el cargo de general; el novelista alemán Gustav Regler llegó a España y fue designado comisario político de la XII Brigada Internacional; el escritor alemán Ludwig Renn ingresó como miembro del Estado Mayor de la XI Brigada Internacional donde también se encontraba el periodista y militar alemán Hans Kahle; el poeta holandés Jef Last que, enterado del levantamiento fascista, viajó a España e ingresó como miliciano en el Batallón Sargento Vázquez para luchar contra los golpistas; entre muchos otros escritores, periodistas, poetas e intelectuales españoles y extranjeros.
Según el poeta y escritor argentino Cayetano Córdova Iturburu, que conoció a Jef Last en las trincheras de Madrid, el poeta holandés llego a España en agosto de 1936: “Nos enteramos, también, en Agosto del año pasado [1936], de su incorporación a las filas de las milicias populares”, pero según el poeta español Bernardo Clariana, quien le realiza un reportaje para la revista Hora de España, Jef Last estuvo en tierras españolas en septiembre de 1936: “Jef vino a España dejando su brumoso país de flores, en los primeros días de septiembre, y esto explica que no lucha en la Brigada Internacional, sino como teniente del Batallón Sargento Vázquez”. Pero haya llegado a España en agosto o en septiembre de 1936, el poeta holandés Jef Last, por su postura antifascista, su condición de comunista y su cercanía al proletariado, se enlista en las milicias populares que luchan a favor de la República y del pueblo español y marcha al frente de guerra junto a cientos de milicianos españoles y extranjeros para enfrentarse a los sublevados. 
Desde su llegada a España hasta mediados de 1937, Jef Last combatió junto al coronel Julio Mangada Rosenörn, conocido como «el general del pueblo», en el frente madrileño, en Navalperal de Pinares, en Getafe y en Las Rozas realizando importantes actos heroicos en defensa de la legalidad republicana. Cuando el escritor argentino Córdova Iturburu llega a Madrid en mayo de 1937, fue recibido por el escritor holandés, de unos 39 años de edad, quien será el encargado de acompañarlo al frente y en una de sus crónicas lo describe de la siguiente manera: “Jef Last tiene los ojos azules e inocentes de los hombres del Norte. Es flaco y desgarbado. Y un poco encorvado. Viste los breeches de cuero y el espeso chaquetón del Ejército ceñido por el correaje que sostiene, a su derecha, la pistolera del arma reglamentaria. Una dulzura persuasiva tamiza, permanentemente, sus palabras. Una bondad infinita, una ternura contagiosa, resbala, cuando habla, de sus ojos, de su gesto, de su actitud”.
Este poeta flaco, encorvado y vestido de militar había realizado un acto de valentía y heroísmo durante los enfrentamientos en la zona de Getafe, hacía octubre de 1936. Cuando tropas, ametralladoras, artillería, tanques y aviones de los sublevados atacaban a las milicias populares sobre el camino de Toledo a Madrid, los milicianos comenzaron a desbandarse y para que no se produjera una matanza, el miliciano Jef Last se puso de pie y mirando de frente a los rebeldes en un español entrecortado les grito a sus compañeros: “¡Españoles! ¡Valientes españoles! ¡Detener a la canalla fascistas!” por lo que treinta hombres rodearon a Last y cubrieron la retirada del resto de los camaradas.

Viaje a Holanda y el regreso a la lucha

A comienzos de 1937, Jef Last recibió un permiso de tres semanas del Ejército Popular Republicano y viajó a Holanda. En Haarlem, el poeta holandés se dedicó a escribir discursos sobre los sucesos en España, los que eran leídos por diferentes personas a los asistentes a los mítines porque la policía holandesa le había prohibido que hablara de la Guerra Civil. En Amsterdam, Last participó del Congreso del Partido Comunista holandés y se realizó una colecta para ayudar a los republicanos españoles. En Frisia, un anciano que viajó a pie más de dos horas para escucharlo hablar le entrego parte de su salario para la causa leal. En Leeuwarden, luego de finalizar una charla sobre el conflicto español, un ferroviario, que había asistido a la reunión, le regaló un chaquetón para usar a su regreso a España.
Cuando terminaba su permiso y Jef Last estaba por regresar a la península Ibérica, la policía y el Estado de Holanda decidieron quitarle su ciudadanía holandesa por participar en la Guerra Civil española a favor del pueblo y de la República; desde ese momento, el poeta y escritor holandés era “[…] incompatible con la flemática ciudadanía holandesa, donde la seriedad monta flacas bicicletas y las rubias muchachas saben pedalear graciosamente”.
En Bruselas, Last se detuvo para brindar una conferencia sobre la guerra en España ante una asistencia de varios cientos de personas. Entre ellas se encontraban estudiantes, profesores y autoridades universitarias que lo escucharon hasta que la policía belga disolvió la reunión e intentó arrestar al escritor holandés. Desde allí marchó a España y se integró a su batallón en el frente de Madrid.
De regreso en las trincheras del frente madrileño, en el sector de Las Rozas, Jef Last se reencuentra con sus compañeros de brigada y, ya con el cargo de teniente del Batallón Sargento Vázquez, vuelve a ocupar su «chabola», una pequeña vivienda con suelo de tierra y una cama de paja desde donde controlaban los movimientos en las trincheras fascistas. Last reside entre sus camaradas y no quiere vivir mejor que los demás soldados, Córdova Iturburu describe sobre la humildad de la vivienda del teniente–poeta: “¿Qué veo a mi alrededor en esta ‘chabola’ de Jef Last? A la luz de una vela, que se sostiene en la boca de una botella, veo una mochila de tela, abierta, un par de platos y cucharas, unos correajes de soldado, un fusil, unas empolvadas mantas gris-pizarra”. Era, también en esa chabola, donde Last escribía sus poemas sobre la guerra, las Cartas de España, que se enviaban a Holanda y se publicaban en pequeños cuadernillos, y algunas participaciones en El Mono Azul, una revista editada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.
Mientras estaba combatiendo en el frente de Navalperal, Jef Last escribió un poema que fue publicado en El Mono Azul del jueves 15 de octubre de 1936 y estaba dedicado a los jóvenes milicianos que marchaban al frente de guerra para morir combatiendo a favor de la causa republicana:





UN POEMA DE JEF LAST

Casi niños aún, bellos, serenos,
van cantando a la muerte estos muchachos.
Y su irse desangrando poco a poco
tan sólo es comparable al de la aurora.

Cuando en el viento suenan, apagándose
sus últimas canciones,
es entonces igual que si sus ojos
fueran preciosas flores pisoteadas.

Así los corazones más hermosos
por la felicidad humana han muerto.
De los sangrientos campos españoles
llega, pura, a nosotros su llamada.




Pero el poeta, escritor y miliciano holandés no solo escribía sobre la defensa del pueblo español sobre los sublevados fascistas sino que luchaba en las trincheras republicanas contra el avance de marroquíes, italianos y alemanes dirigidos por generales rebeldes españoles y además ocupaba parte de su tiempo para enseñarles a leer y a escribir a sus camaradas republicanos y cuidar de ellos en todo momento. No solo luchaba contra el fascismo sino también contra el analfabetismo de un pueblo que había sido explotado durante años y años por una clase letrada y culta. Córdova Iturburu relata en sus crónicas sobre la guerra española cómo los milicianos bajo el mando del teniente Last lo tratan como un igual porque: “Él les enseña, pacientemente, a hacer gimnasia, les enseña la instrucción militar que con tanta avidez aprenden estos fervorosos soldados de la República, les enseña a leer y a escribir, cuida de que nada les falte y él, que se juega la vida a una carta a cada instante, pone una prolijidad meticulosa en la tarea de reducir a un mínimun de posibilidades el peligro a que exponen a sus soldados las necesidades de la guerra”.
Al poco tiempo, Jef Last y Cayetano Córdova Iturburu se vuelven a encontrar en la Casa de la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Madrid, donde el escritor holandés le relata orgullosamente su ascenso a capitán del ejército republicano. Luego, Córdova Iturburu se entera de la hazaña realizada por Last y por la cual fue ascendido, la noche anterior al 1 de mayo de 1937, fecha de importancia para los trabajadores a nivel mundial, el capitán Last junto al sargento Vico se arrastraron durante horas para colocar a pocos metros de las trincheras fascistas una bandera roja que ondeaba sobre ellas al salir el sol de tan sublime día para el proletariado.

Instructor de las Brigadas y delegado en el Congreso de Escritores

A mediados de 1937, el capitán Last fue enviado al hospital de Madrigueras (Albacete) por algún castigo aplicado a su elección sexual. El mismo escritor holandés relata en sus Cartas de España que en Madrigueras la homosexualidad entre los soldados era castigada con 5 días de prisión. En el hospital, el poeta holandés fue tratado por el doctor Max Hodann, médico y psiquiatra austriaco, especialista en enfermedades venéreas, educación e higiene sexual y miembro de los servicios sanitarios de las Brigadas Internacionales.
Para 1937, el pueblo de Madrigueras se había convertido en una zona de instrucción permanente de las unidades que pasaban a descanso o aquellas brigadas que eran enviadas a la retaguardia a reorganizarse. Una vez en Madrigueras y bajo tratamiento médico por su homosexualidad, el veterano de las trincheras del frente madrileño Jef Last fue destinado a la instrucción y entrenamiento de las Brigadas Internacionales que se encontraban en la región.
En julio de 1937, se iba a desarrollar en territorio hispano el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y por su calidad de poeta y escritor Jef Last fue elegido como delegado por Holanda para participar en sus sesiones. El 4 de julio se reúnen en Valencia los delegados de los siguientes países participes del congreso: Alemania, Argelia, Argentina, Austria, Bélgica, Bulgaria, Costa Rica, Cuba, Checoslovaquia, Chile, China, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Holanda, Inglaterra, Islandia, Italia, México, Noruega, Perú, Portugal, Rumania, Rusia, Suecia y Suiza. Según Manuel Aznar Soler, en el Congreso “[…] hubo unanimidad en resaltar que el pueblo español estaba luchando contra el fascismo internacional por la dignidad humana, por la defensa de la cultura y por la libertad del hombre y del pensamiento. […] Pero la defensa de la cultura no era una actitud meramente pasiva o “conservadora”, sino que exigía convertir a la cultura –en sentido gramsciano- en el fundamento racional que convertía al miliciano o miliciana en personas conscientes del sentido profundo de la lucha y de los valores que implicaba la derrota del fascismo. Guerra o revolución o guerra y revolución, lo prioritario era ganar la guerra. Por otra parte, la conciencia de que la guerra civil española alcanzaba una dimensión internacional y de que en ella se estaba jugando el porvenir del mundo fue un tema reiterado y recurrente en muchos discursos”.
El 6 de julio, los escritores se trasladaron a Madrid para continuar con las sesiones del Congreso y visitar el frente madrileño. En las reuniones de ese día, el poeta holandés Jef Last dirigió su discurso a los congresistas. En ese discurso, Last mostraba su odio al fascismo por ser contrario a la cultura y a la vida: “Este odio, camaradas –odio de artistas contra la fealdad, odio de intelectual contra la estupidez y la mentira, odio de ser humano contra la crueldad más bestial-, era, pues, bastante fuerte; pero es necesario decir que, al cabo de nueve meses de luchar en España, ese odio ha cambiado por completo de carácter. En lugar de ser cerebral, se me ha metido, por decirlo así, en la masa de la sangre, forma parte integrante de mi ser, de igual modo que ha echado raíces en lo más hondo del corazón de los nobles camaradas a cuyo lado, en la misma trinchera, he tenido la suerte de batirme”.
Su discurso continua en defensa de la cultura y en apoyo de un pueblo que lucha por protegerla: “La lucha por la cultura: eso es lo que nos reúne. El soldado analfabeto de mi Compañía que escribía en la primera carta a su mujer: «Cada día estoy más contento de haber venido aquí, porque aquí aprendo cosas que nunca hubiera aprender en mi pueblo», o los soldados que en los edificios de la Ciudad Universitaria habían pegado cartelones llenos de falta de ortografía, en los que se decía: «Camaradas, no toquéis a los instrumentos, que están al servicio de la ciencia», o bien aquellos milicianos que arriesgaban sus vidas por salvar del Palacio de Liria en llamas los tesoros de arte, todos ellos luchan por la misma cultura que defendemos nosotros, por una cultura que veneran sin haber probado nunca sus frutos”.
Además, esa lucha debe ser acompañada por los intelectuales no solo desde los periódicos y los palcos sino al lado de los soldados en las trincheras: “Nuestro deber no puede ser nunca seguir el surco de los periodistas y de los oradores; tenemos nuestro quehacer claramente definido: el de ahondar en el sentido de esta lucha homérica a que tenemos el honor y la suerte de asistir. ¡Qué no se diga de nosotros que el valor moral es cosa mucho más difícil de lograr que el valor físico de los soldados que están en la trinchera!”.
La lucha contra el fascismo tiene que ser una lucha del proletariado y los intelectuales en conjunto para lograr la libertad, la justicia y la cultura: “[…] la lucha del proletariado es una lucha por la vida feliz de las generaciones futuras, la lucha de los intelectuales debe dirigirse hacia el mismo fin, declarando la guerra a todos los restos de una moral burguesa, capitalista o patriotera, que atenta contra nuestra felicidad”.
El discurso del escritor holandés y capitán del Ejército Popular termina arengando al pueblo español para la obtención de la victoria contra las huestes fascistas.
El II Congreso Internacional de Escritores continuara sus sesiones en Barcelona para terminar en París, donde los congresistas firmaron una resolución que establecía el apoyo de la intelectualidad antifascista a la lucha de la República Española contra el levantamiento fascista y el compromiso de movilizar a la opinión pública – ya que los gobiernos de sus respectivos países practicaban la política de «no intervención» en el conflicto español- en solidaridad al pueblo hispano.

La salida de España

En julio de 1937, el poeta holandés Jef Last había contestado a quienes proponían un apoyo absoluto a la política soviética y al silencio ante los problemas internos: “No olvidemos nunca que en la base de toda la cultura está la crítica, la autocrítica que tanto nos ha recomendado Lenin. Allí donde falta la crítica, las injusticias y las inmundicias se engangrenan como heridas que han cerrado en falso. Hay que sacarlas a la luz para poder curarlas” y continúa con una crítica directa a los «oportunistas» integrantes del Frente Popular que gobernaba a la República en este período de guerra civil: “Sin embargo, ese frente popular presenta aún con demasiada frecuencia el carácter de una colaboración puramente oportunista. Es imposible quedarse ahí”.
Por su amistad con André Gide, escritor crítico de la Unión Soviética, el aumento de sus críticas al Partido Comunista y la política soviética en el conflicto español y su homosexualidad, elección sexual duramente reprimida por los comisarios políticos ya que se sostenía que “un comunista debía saber dominar su sexualidad”, Last debió marcharse de España en septiembre de 1937. A finales del mismo año, los comunistas le realizaron una corte marcial, por su condición de capitán del Ejército Popular, y lo condenaron a pena de muerte.
El poeta holandés, sin la ciudadanía de su país, huyó a Noruega donde fue recibido por Willy Brandt, seudónimo del periodista y político alemán Herbert Karl Frahm, quien le brindo trabajo como intérprete. En 1938, en un intento de regresar a Holanda para visitar a su esposa y sus hijas, fue capturado en la frontera y encarcelado. Una vez liberado, retorno a Noruega donde se dedicó a ser propagandista de la causa republicana de la Guerra Civil española, conflicto que lo marcará para toda su vida.





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