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miércoles, 3 de julio de 2013

ALEX MORILLO SOTOMAYOR [10.227]


Alex Morillo Sotomayor. Lima, 1984. Estudiante de literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, formó parte del comité organizador del JALLA-2004 (Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana). Ha publicado textos críticos y poéticos en diversas revistas, periódicos y blogs de Lima y provincias. Forma parte de la muestra poética Generación 2000?. Es miembro del grupo cultural Nudo de Voces, forma parte del comité editorial de la revista peruana de literatura Tinta Expresa y actualmente es el representante de la colección de narrativa peruana Diamantes y Pedernales de la editorial San Marcos. Ha publicado el poemario "La fragilidad de lo visible".






el comercio de la lluvia

Cuando todos se oculten en sus casas después del postre
me recostaré en el ángulo exacto de la luz
que rasguña las intersecciones de las avenidas principales.

         No basta la plenitud digital de las fotografías,
         las biografías actualizadas en los diccionarios,
         ni los recuerdos obsequiados al final de la misa.

Por eso es bueno esperar el comercio de la lluvia
en el día del cumpleaños
para que nos devuelva la reprimida membrana que nos rodeaba
y lo ignoraba todo.

En ese mismo día deberíamos cogernos de los ombligos
para recordar que habitar el lugar de nadie
es nuestra única pertenencia. La pertenencia
es la sonrisa ligera que hemos aceptado
desde que salimos corriendo
de la vértebra compartida entra la madre y la abuela
         hace sólo un momento.





quisiera

Quisiera adelantarme algunos días
para espiar los bordes de los hechos que aún no suceden
y poder finalmente enroscarme tranquilo.

Quisiera creer un poco más en mí
y apretar con más fuerza mis barandas,
mi cinturón de seguridad,
         si es esta la justa razón que no depende tanto
del pronóstico del clima.

Quisiera no hundirme en los sillones
y jugar con el castillo de baba que ha edificado el sobrino
o en todo caso ser menos cobarde
y levantarme más temprano para el desayuno.

Quisiera evitar las peleas que nunca tengo con mi mujer
y decirle que hemos aprendido con el tiempo,
a pesar de que cada vez que nos tocamos
es el comienzo de todo.

Quisiera saber de qué se trata el misterio
de iniciar esta escritura continua
donde se desea tanto. O por lo menos
         sospecharlo.






despertar / te

Abrázame hasta verte;
Hasta saber en qué instante cesas.
Juan Gonzalo Rose


Despertar con la mandíbula distraída
es un peligro en algunas ocasiones.

Cuando esto sucede
me doy cuenta de que me es difícil reconocer
la contorsión de mis prolongaciones corporales.
Entonces resulta inevitable recordar
          tus facultades parasitarias
y tengo que ceder ante tus versiones
apoderándose de mi barba intermitente
como una vecina nueva,
ante tu materia in /constante
trepando como un salpullido casual sobre las zonas descubiertas.

Y mientras dura la invasión
la única maniobra que me permite la existencia compartida
consiste en sentarme sobre numerosas fotos
tratando de recordar
         nuestros nombres
         tu forma y la mía
         y el resultado de la mezcla.






el nuevo inquilino

Para Jeancarlo, mi segunda infancia



Tenía que escribirte antes de que empieces a darte cuenta,
antes de que aprendas a hablar y a preguntarme por todas las cosas
-a pesar de que la mitad de mis divagaciones logren confundirte-
antes de que empieces a caminar,
porque cuando lo hagas
ya no podré ser, como algunas veces,
la recreación de tu equilibrio.

Apareciste como todo lo demás
          repentino
una hinchazón curiosa en el ombligo de la madre,
los preparativos para el nuevo inquilino
y una interrogante lejanamente sospechada:
¿seré tío?

Entonces comprendí que estaba envejeciendo,
comencé a preocuparme por tus libros futuros
y a inventar una respuesta convincente cuando me preguntes
         ¿tío, para qué sirven los poemas?
mientras tanto
perfeccionas el berrinche para sacarte al parque,
no sin antes poner tu dibujo preferido.

Crecerás y vas a preferir la cita a escondidas
o la caminata sin sentido con los amigos
antes que jugar cartas o ir a caminar conmigo,
es comprensible
lo sé, porque también hice lo mismo con el abuelo,
y porque de eso se trata, pequeño.






la fauna sobre la flora

Cuando peregrinamos entre las oscuridades cortadas
que nos depara el ocio
toda yerba se humedece
al presentir que queremos acostarnos sobre ella.

El apareamiento sin descanso y sin paredes
nos advierte que los maderos en forma de cruz y las camas circulares
se consumen más rápido
y que la multiplicación de los poros se debe, entre otras dilataciones,
porque la imponente condición de tu cintura es mi nacimiento
y porque paso a ser
         la bestia desatada en medio de tus piernas
         y el giro siempre lento de las cenizas que no terminan
todo a un mismo tiempo
puesto que en el momento del amor
la lucha de los cuerpos es una verdad que no se divulga.

Todo es cuestión de hallarnos atrapados
en una misma masa respiratoria
aunque el ADN y la fragilidad pendiente
         digan lo contrario.





dimensión desconocida

Hay esa vacilación inexplicable
Cuando el espíritu acerado
Recupera las formas del innombrable
Caos.
Rodolfo Hinostroza


Todo hace suponer que me encuentro atrapado.
El lugar es lo de menos
desde que los colores ya no vienen a reemplazar
la transparencia impalpable.
La velocidad ya no es para el encierro un sustento necesario
porque al detenerme
las cosas que desfilan circularmente también se han detenido,
ser el último en la habitación y olvidar cómo se cierra una puerta
me ha llevado a la única respuesta posible:
soy un parroquiano del umbral.

Bajo estas circunstancias
la memoria se convierte mansamente en un cuerpo cóncavo
donde las líneas convencionales cambian de rostro sin aviso
ni remedio, de allí nace entonces
el deseo de donar el comienzo de los poemas
con la condición de no seguir escribiendo.

Pero no todo se encuentra perdido
ni encerrado, sólo hay que saber calcular
cuándo las pastillas son parcialmente exitosas
sobre los tumores que el corazón hereda
y cuándo la nueva invención de mis contornos
necesita de una oración compartida.
Las manos cruzadas pueden asumir esta labranza pendiente
          y más aún las tuyas
que construyen alegremente la mezcla,
la calma de los días anteriores
y la sencilla porción de nuestras pálidas carnes cuando las ponemos a secar
con la última coordenada de los soles.

Todo hace suponer que me encuentro atrapado.
El lugar es lo de menos
desde que las huellas familiares dejaron de circular.
          Perdona el desorden
pero necesito saber si tus pecas seguirán pastando sobre mi espalda
cuando comience verdaderamente el día.






hombres de piedra

Pues toda efigie tiene
Dos pesares:
Existir sin que nadie la detenga,
Estarse muerta y sentirse amable.
Juan Gonzalo Rose

Tropezarme con hombres de piedra es un hecho cotidiano,
así como encontrarlos dialogando en medio de los gritos disecados
o rodeados de curiosos que se detienen agotados.

Que gobiernen las calles en lugar de nosotros es un hecho cotidiano,
cuando en las primeras horas todo suele ser distinto
y aparecen como recipientes gastados de la lluvia
o ceniceros oxidados de soles indigentes,
perpetuos
esperando señales de fuego de la siguiente avenida principal
o el ámbar dialéctico de los semáforos
o simplemente
adormecidos por la furia orgánica de las palomas.

Tropezarme con sus semblantes de siervos grises es un hecho cotidiano,
así como caer en medio de ellos
como pájaros cansados o adictos al cielo
reteniendo gestos que no nos pertenecen.

Y se convierten entonces
en los prisioneros históricos de los otros hombres,
de los que miran desde abajo con asombro,
de aquellos que despiertan y suelen convivir
con el sudor, la saliva y la renta básica
o para ser más precisos
los que apagan los corazones al final del día.







somos la creación

toda la noche el hombre quiere decir una sola
palabra, decir al fin su discurso hecho de
piedras desmoronadas,

Octavio Paz

Los signos nos cambian la humanidad
por sus márgenes redondos y de ángulo recto,
esperan que caigamos en el metabolismo incierto
de crear bolos sustanciosos de papel diariamente,
los signos quieren negociar la suerte del vacío
porque les estorba el aullido monótono
de los cuerpos anónimos
y quieren comprar todas las lenguas del mundo
para señalarlas con escorbutos imborrables.

Los signos temen que seamos
las criaturas que habitan todas las luces,
que procrean sus identidades entre sombras entrecortadas
y huyen del abandono de las mutilaciones
de los protocolos y de los sistemas,
de la condición de ser una pieza más
en el carnaval de las bestias que se despiertan para extinguirse,
los signos temen que seamos aquellas criaturas
dedicadas a la gestación virginal de la soledad enigmática
de despertarnos entre los seres y las palabras.

Los signos temen
porque padecen
de estremecimientos congénitos,
de tendencia obsesiva-compulsiva
y ansiedad generalizada, somnolencia y depresión
que combaten con dosis altas de clonazepam
y terapias cognitiva-conductuales.






criaturas del sol

Padecemos debajo de los disfraces cotidianos
porque buscamos la oración de la oscuridad
en las telas perfectamente recortadas
para ser hostiles a la transparencia,
buscamos el signo de la persecución en los pellejos silvestres
y no sabemos si han sido poseídos
en las ceremonias luminosas de las infancias perversas.

Nos imaginamos soldaduras eternas
y sólo nos atrevemos a la dilatación de los huesos
en el frío que nos arrebata la mezcla,
entonces allí recién creemos
en el engreimiento desatado de la luz
que nos recuerda que hemos nacido ciegos
y que sólo nos reunimos los tres primeros meses del año
para ser parte de la fábula de los desnudos masivos
en medio de la oscilación cromática de los fines de semana.

Si hay algún arrepentimiento, aún queda una alternativa:
amanecer en la gravedad exacta
donde nace la dicha de los labios perturbados
por las quemaduras del mediodía,
quizás sólo así olvidemos que seguimos siendo
siluetas bípedas colgando en el tanteo de las noches.






(paréntesis)

La delicia es la tentación de destruir todos los relojes
y arruinar la persecución de las agendas,
las llamadas impacientes
o las reuniones donde el apellido compuesto es lo que cuenta.

La delicia es cuando nos marcharnos al hotel más cercano
para poder adormecernos
con las contracciones de los dedos pulgares
y con el mareo inevitable
cuando imitamos elegantemente el celo de la fauna
de Nacional Geographic.






no me atrevo a poner un nombre

¿Pero, qué puedo yo decir del amor?...
Mejor sigo hablando de esta puerta.

Jorge Eduardo Eielson

Este poema es imposible
y las estadísticas no fallan
a pesar de los intentos,
de los muchos intentos.

Los romances en el cinema se multiplican incansablemente,
los hoteles tienen todas las habitaciones reservadas
para la segunda semana de febrero,
por esos días las bañeras son ocupadas masivamente
y todos deciden contrarrestar sutilmente el mal aliento.

Sin embargo, nadie ha mencionado hasta ahora
algún estatuto oficial
donde en pocas palabras
–y sin tarjetas musicales de por medio–
se nos diga realmente de qué se trata aquello
que no ha sido descubierto en las faldas
de una pirámide azteca o egipcia,
en el zócalo derruido de un coliseo romano,
en la mochila sospechosa de un huaquero cruzando la frontera
o en los besos iluminados que adornan las vitrinas
de los centros comerciales.

Por ello, se especula su apariencia
y todos son felices en el instante
donde se acercan a la respuesta.
Bendita sea la aproximación
porque el horizonte entre las manos
es una belleza perfectamente peligrosa.







comida para gatos

Te imagino aún intangible, Eva. Materia es tu apellido,
te imagino sin descanso
cuando la partida es anunciada en los altoparlantes,
cuando me convenzo de que eres
inservible para el amor y justa para el llanto,
te imagino como un ingrediente lejano
pero posible si tomo mis pastillas para la alergia
–esas que me suspenden y que tanto te disgustan–
te creo absurda para los roces de la semana,
irresistible para las sonrisas medicadas
pero rechazada para la charla después de la comida,
silenciosa para los gemidos rutinarios,
aunque ingeniosa para el tacto que desordena los pliegues a medida,
te imagino salpicada con rumores sagrados y cuentos ignorados
y dispuesta a sangrar para darme versos
que nacerán de la resaca feliz de beber de tu rostro.

Mientras tanto, espero tu aparición con los ojos cerrados:
una vez más imaginaba que brotabas como un canto embrionario
cayendo lentamente sobre los cuerpos de los desaparecidos,
porque llevabas la vida del mundo en tu desnudez indeleble.

Demoraste un poco pero apareciste
con el juego infantil de un llanto diagonal y tibio.
Entonces quise borrar este poema,
pero preferí usar esta hoja para depositar la comida del gato,
porque ya no era necesario rodearte con el alfabeto impuesto:
era mucho mejor contemplar al gato cuando comía
las sobras de ayer y las palabras que no conocerás.




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