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lunes, 29 de julio de 2013

ADRIÁN DESIDERATO [10.271]


ADRIÁN DESIDERATO  
Nací en la Argentina, En Lomas de Zamora, Buenos Aires. Resido en Buenos Aires, trabajo hace veinticinco años en periodismo y tengo cinco libros publicados, cuatro de poesía y una novela.
• El más importante, en cuanto a difusión internacional, fue Treinta poemas escritos en invierno, que ganó el Premio El Bardo de la Editorial Lumen, de Barcelona, en su segunda convocatoria, de 1978 (Jurado: Carlos Barral, Carlos Sahagún, Juan Ramón Masoliver, José María Valverde y José Batlló), y fue editado al año siguiente en su conocida colección de tapas marrones con el nº 34.
• Conejos de opio (Ediciones Gente Unida, Buenos Aires, 1976), resultó finalista en un concurso local de la Fundación Dupuytren.
• Guía del siglo XX para un turista del futuro (Torres Agüero Editor, Buenos Aires, 1991), fue –bajo el lema Siglo en vigilia– uno de los cinco finalistas en la convocatoria 1988 del Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba), que el jurado declaró desierto, aunque recomendó la publicación de un libro con fragmentos de los cinco textos finalistas, que se editó bajo el título Cinco puntos cardinales (Ediciones Casa de las Américas, Cuba, 1989).
• Prosas presas y poemas en fuga (Ediciones del Valle, Buenos Aires, 2001)

*El equipo de José nunca existió (Ediciones del Valle, Buenos Aires, 2003)






Cubismo

Un hombre caminando con un brazo en el ojo,
las piernas del revés,
una boca en la espalda, su pecho con sombrero.
Otro hombre cuyos pasos se le escapan del pie,
otro que llega yéndose con sus miembros que tornan,
que aléjase volviendo mas regresa alejándose.
Un hombre fuéndose hacia quedar,
viniendo hacia partir,
satrando por enlidas que ni enlen ni satran.
Picasso, Braque y Gris caminan por Montmartre,
Apollinaire les grita, los saluda
desde su mano de poeta.
Luce su cráneo intacto, su testa reluciente,
sin esas vendas sucias con que se disfrazará para morir.

(De Guía del siglo XX para un turista del futuro)






Trotsky
          
(Agosto 20, 1940)
                    Mientras en Londres las bombas silban  silba 
                    la gente, en Buenos Aires, Amor en Budapest
                                        o tararea La que murió en París.
                            ¿O el que murió, quizás, en Coyoacán?

Esa noche los echos se escribieron sin hache
y el orror y los ombres y la erida
sin haches
esa noche una oz amaneció sin hache
noche una esa hache
muda bajóse silenciosa atroza hartera por la espalhda
pico rompiendo abriendo partiendo en dos la hache
de Davídovitch Bronstein hache
de Historia con mayúscula un cráneo
de León achado inchado elado una
noche esa hache un mercahder Sthalin.

                           (De Prosas presas y poemas en fuga)






Usted

Usted sabía que ella no iba a venir
pero igual la esperaba.
Seguía parado en la esquina,
aburrido
con su cara de buzón al paso,
recibiendo las cartas de indiferencia
que la gente le metía en la boca.
Ella no vino, claro, pero ya qué importaba,
usted había empezado a comprender
la soledad de los buzones.

                          (De Conejos de opio)






Misión Apolo

Armstrong y Aldrin
sembraron en la Luna a los hombres.
Collins los miraba extasiado.
De pronto, Aldrin buscó la Tierra,
pero sólo vio estrellas y otra luna.
Armstrong y Collins regresaron,
Aldrin también, pero no sabe a qué planeta.
En las tabernas de Chicago y Wisconsin,
frente a una copa.
Aldrin regresa a las estrellas.
Parece que bebiera, pero no, Aldrin no bebe,
Aldrin busca unas llaves que extravió entre los astros.

           (De Guía del siglo XX para un turista del futuro)






¿el amor?

A Fracois Truffat, cuyos personajes
afirman que “las historias de amor
tienen un principio, un medio y un fin”,
pero nunca se convencen del todo.


Lo de siempre: una pasión se agrieta,
los besos se humedecen,
las carnes que temblaron de gozo
se reducen a piedras.
Detrás de cada amor hay un baldío
que quiere devorarlo,
donde crecen los yuyos,
donde se tiran las caricias usadas.
El hombre entra en el hospital
con un termo de leche,
con un termo de talio para su esposa enferma.

Así acaban las historias de amor: envenenadas.







Trasplantes

A Michèle

¿Cómo serán los hombres de corazón artificial?
¿Tendrán amores de artificio? ¿O fuegos
artificiales al hacer el amor?
¿Padecerán desdichas amorosas? ¿Podrán
amar sin que los hieran, sin herir,
amar como es preciso y, finalmente, ser amados?
¿Convendrá usarlos o será
mejor quedarse con este viejo corazón
y dejarlo morir cuando la hora
llegue o sea, y asciendan
por la arteria cardíaca los coágulos
de las dichas inciertas?

¿Valdrá la pena cambiarse el corazón?







Por quién doblan las preguntas

¿Qué es el amor? –pregunta
el que jamás se ha enamorado.
Qué es el amor –pregunta
el que se ha enamorado.
Qué es el amor –preguntan
los que amaron, amarán, se desaman.
Un resplandor absorto
se eleva y quema a Dios.
De eco en eco
el universo se lleva la pregunta,
pero devuelve una respuesta.

La enuncia en voz tan baja
que no puede escucharse.



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