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jueves, 30 de mayo de 2013

AGUSTÍN CASTILLO [10.021]


Agustín Castillo
Nacido en Bogotá, Colombia, el 19 de mayo de 1947.
Escritor colombiano nacido en Bogotá, es además abogado, notario y periodista. Su obra literaria incluye la narrativa (dos libros de cuentos y una novela publicados); la poesía, donde se mueve con igual propiedad por temas como el humor, el amor, el erotismo y la muerte (seis libros publicados y tres inéditos); y la dramaturgia (dos obras de teatro y un guión para largometraje inéditos).
El escritor ha publicado: Caja de sorpresas (cuentos, 1992); Se vende un poeta (poemas, 1993); Muerte del sol en la sombra (poemas, 2001); Aroma de silencio (poemas, 2002); Humor blanco (poemas, 2003); El jardín de las paradojas (cuentos breves, 2003); Humordiscos (poemas, 2006); Las manzanas de la discordia (novela, 2007) y Un disfraz para el miedo (poemas, 2007). 





Muerte del sol en la sombra

(Elegía a la muerte de Pepe Cáceres)

Deje de sonar el bunde,
porque hay dolor en el ruedo:
el toro pudo al torero
llevar primero al castigo.

¡Fiesta! ¡Que siga la fiesta,
aunque haya muerto el torero!

¡Oh sino de los toreros!:
beber de un sorbo la vida
y como el placer embriaga
dejar la bota vacía.

¡Fiesta! ¡Que siga la fiesta,
aunque haya muerto el torero!

La lidia es sangre y es muerte,
y es la brega la medida
de lo que puede el torero
probar con su propia suerte.

¡Fiesta! ¡Que siga la fiesta,
aunque haya muerto el torero!

Porque muriendo se vive,
muere el clarín en sus notas,
muere el ¡ole! en las gargantas,
vive el torero en el toro.

¡Fiesta! ¡Que siga la fiesta,
aunque haya muerto el torero!

La muerte de los toreros
muerte es del sol en la sombra,
de la tarde en los relojes
y del rojo en los claveles.

¡Fiesta! ¡Que siga la fiesta...
y el bunde vuelva a sonar!







¡Que en paz descansen!

Tres golpecitos daba mi abuela
todos los días sobre la tumba
de su marido para que el pobre
se despertara con su llamado.
Pero el difunto no se movía.

Golpe tras golpe, mi viejecita
toda de negro, ya muy canosa
se fue muriendo bien convencida
de que el abuelo estaba sordo,
porque a sus golpes no respondía.

¡Qué en paz descansen los dos abuelos !
y que disfruten de su sordera.







Las tres sorpresas

Damas de luto, tres solteronas
todas hermanas vienen llorando.

Lloran la muerte del que fue amante
y acompañante de todas tres.

Vienen de prisa desde la iglesia
desesperadas porque él se fue.

No lo enterraron las tres dolientes,
pues el amante se fue con otra.

Hay quienes dicen que el tal amante
- quien también llora - quiere volver.







Secreto de confesión

Que «las paredes
tienen oídos»
y que «las voces
de los secretos
siempre se escuchan»

sentenció un sordo
mientras veía
que el otro cuarto
(sin que temblara)
se estremecía

cuando su esposa
se confesaba
con el buen cura
que le otorgaba
la absolución.







El sueño de una mosca

Una mosca que volaba
por encima de una fruta
y en su vuelo proyectaba
una sombra diminuta

se quedó casi extasiada
al creer que al mismo tiempo
en esa sombra ella estaba.

Y en el sueño que soñaba
supo que «la vida es sueño»
y que una mosca son dos.







CON NOMBRE DE SIRENA

Con la espuma del tiempo transcurrido
he plasmado tu nombre aquí en la playa
donde busco atrapar con mi atarraya
los misterios del mar desconocido.

Y del agua salobre del olvido
ha sacado en la red a una sirema
que dialoga conmigo aquí en la arena
acerca del amor que ella ha perdido.

Mi atarraya es la urdimbre del pasado.

La sirena es tu nombre en mi recuerdo.








LA BÚSQUEDA

Te busco y jamás te hallo,
te busco donde no hay nada.
Te busco en cada mirada
a ver si tus ojos veo.

Te busco en los adoquines
para seguir tus pisadas.
Te busco en los campanarios
para escuchar tus plegarias.

Te busco en todo pañuelo
paraa saber si has llorado.
Te busco en la entretelas
y en las costuras del alma.

Te busco, siempre te busco
te busco donde no encuentro
sino la ausencia esfumada
en los matices del blanco.








CLÍMAX

Mi lascivia copula con la tuya
en el intenso fuego alimentado
por los leños del árbol de la vida.

Sobre el ardor de llamas fulgurantes
bulle el agua en la fuente del deseo
y el vapor llega el éxtasis magnífico
donde somos los dos aquella nube
que apaga con su lluvia nuestro clímax.








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