Elena Torres Pons
Poeta valenciana.
De entre su extensa obra destaremos: Don de la memoria (Valencia, 1994); Ráfagas de vértigo (Valencia, 1997); As de copas (Valencia, 1999. Premio Sargantas de Poesía Chiva 1998); La zona oscura (Valencia, 1999); Alta Fidelidad (Valencia, 2001); En la esquina del desencuentro (Málaga, 2001); Exceso de equipaje (Valencia, 2003. Premio Creación Poética Paiporta); Lencería de piel (Valencia, 2004), Nada Personal (Valencia, 2009) y Alrededor del Deseo (Valencia, 2011), y Frágil 2012.
LA SOMBRA DE LA LUNA
Supón por un instante
que somos el Sol y la Tierra.
Intenta calcular el tiempo
que llevo dando vueltas
sobre mí misma,
girando alrededor de ti,
jugando al escondite
entre solsticios y equinoccios
(y tú sin salir dos mañanas
seguidas por el mismo punto
del horizonte).
Supón por un instante
que todavía
no nos hemos acostumbrado
a ocultaciones
de estrellas y planetas,
a conjunciones entre astros,
a la desconcertante trayectoria
de cometas furtivos…
que aún podemos sorprendernos
cuando reaparecen.
Supón que el calor que desprendes
llega a mi cuerpo
a través de abrasivas radiaciones
y yo permanezco inclinada
sin poder observarte
porque mis ojos
corren peligro.
Entonces, (y ahora soy yo
la que supongo),
percibo colores intensos,
manchas oscuras,
llamas rosadas,
y sé que es preciso mirarte
aunque me quemes
irremediablemente la retina.
Así que hoy,
3 de octubre de 2005,
sin otra protección
que estas suposiciones,
voy por fin a mirarte.
Pero, ¿qué hace ahí esa sombra
que se interpone entre nosotros,
esa imprevista Luna
que se equivoca de poema
LENCERÍA DE PIEL
Pues ya está hecho.
En la hora precisa.
Cuando un final se acuesta
con una desnudez
que abraza lo perdido,
en el instante que defrauda
y pone precio
sin despedirse.
Guardo tu piel en un armario
que huele a lencería usada.
La he transformado en un fetiche
para coleccionistas
y el modo de dejarla ir
ya ni siquiera lo recuerdo.
He sido peor de lo que pensaba.
Nunca más volveré a tocarte.
Pero, ¿por qué esta sensación
de cuenta atrás
me dice que una vez
no va a ser suficiente?
Mi plan no dice
cómo salvarme de lo efímero.
TIEMPO MUERTO
Solicitaste “Tiempo muerto”,
un minuto para instrucciones
porque perdías,
porque debías igualar
el marcador de la derrota
con los puntos inválidos
lanzados desde la línea de fondo
por el más torpe de los recuerdos.
Porque dejaste las edades
en un cesta suspendida,
y las horas, inmóviles,
en la zona de tiros libres.
Porque no contaste con la fatiga
cuando otro corazón te expulsa
de un final inacabado.
Ni con el choque de los cuerpos.
Ni con los días divisorios.
No te bastó con la ventaja
del árbitro vendido,
con los “pasos” que provocaste
en los jugadores contrarios,
con las dudas marcadas
en el tablero de la despedida,
con el deseo interrumpido
-ese tanteo irreversible
de ceros a la izquierda-
Pediste sesenta segundos
para darte un respiro,
para no tirar la toalla.
Porque no soportabas ver pasar
de mano en mano
la esfera anaranjada de la espera.
Porque no sabías qué hacer
con el rebote del desprecio,
ni cómo oponer resistencia
a una verdad extenuada.
Y de nuevo te equivocaste.
Y calculaste las distancias
con los esquivos ángulos del riesgo.
Y desobedeciste
los gritos de lo efímero
-ese veloz obstáculo
entre tus piernas-
que te ofrecía una victoria
sin faltas personales.
De nada te sirvieron
los bloqueos vencidos,
los “triples” acertados.
ni los pactos balanceándose,
ni las excusas
entrenando en el círculo del centro.
Lo fugaz iba a devolverte
la frágil cifra
de tu pasado en falso.
Y envejeció la urgencia
mientras las fechas avanzaban
por los oscuros huecos del olvido,
y los sueños se alzaban a una altura
por encima de tu cabeza,
y la añoranza
-esa segunda piel-
golpeaba en el aire
vacíos sin salida.
Y caducó el presente
en un descanso
insobornable.
Una imagen ajena
disparó por la espalda
encestando en la red
de tus ojos desentrenados.
Y fueron vanas las huidas,
inútiles las órdenes.
Porque saliste sola
y demasiado pronto de la “cancha”
y después, en el vestuario,
supiste que la vida
-esa violenta y mala perdedora-
no cumple nunca las reglas del juego,
y que el tiempo-ese equipo rencoroso-
no iba a concederte
la revancha en un partido de vuelta.
De su libro Exceso de equipaje
Te detienes
Te detienes en la mitad
de una interminable travesía,
un camino que comunica
por debajo de la conciencia.
La mirada quiere abarcar,
medir el profundo, inmenso,
enigma de lo inalcanzable
Pero el túnel te lleva
de un sueño a otro,
a esa zona sombría
donde entrar o salir es lo mismo.
Puedes empujar o retroceder,
alejarte o andar más cerca.
Sólo está prohibido ser vulnerable.
Te queda por hacer
un viaje de regreso
por una doble carretera.
Mira el retrovisor,
y si el furgón gris del pasado
intenta adelantarte,
entonces, acelera.
Atropella vacíos
en punto muerto.
Sé el resorte inerme
de un pedal gastado,
el intruso que invade
el carril de lo incierto.
Y si la indiferencia
se estampa en el parabrisas
ya sabes, tu coche circula
hacia ninguna parte.
Y si el silencio
salpica de rojo
el cuentakilómetros,
y el dial de la radio
no acalla interferencias,
apaga el motor y descansa
porque la realidad
no lleva rueda de repuesto.
Y si un viento transversal
te desplaza a bandazos,
cíñete al borde
de la calzada…
Por si la vida fuera
un firme deslizante
y los momentos, atisbos
de una remota luz de gálibo.
Y si una valla anuncia
la próxima salida,
cambia de sentido: el futuro
se mueve en dirección contraria.
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