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viernes, 22 de marzo de 2013

FRANÇOIS COPPÉE [9619]




François Coppée
François Édouard Joachim Coppée, (París, 26 de enero de 1842 - íd., 23 de mayo de 1908), poeta, dramaturgo y novelista francés del Parnasianismo.

Hijo de un funcionario y de una madre demasiado protectora, pasó por el Liceo Saint-Louis y se transformó en un burócrata del Ministerio de la Guerra. Se atrajo los favores del público como poeta de la escuela parnasiana; sus primeros versos impresos datan de 1864, y fueron reimpresos con otros en 1866 en la colección Le Reliquaire, seguida en (1867) por Intimités y Poèmes modernes (1867-1869). De 1869 es su primera pieza dramática, Le Passant, acogida con gran éxito en el Teatro del Odeón, así como Fais ce que dois (1871) y Les Bijoux de la délivrance (1872), cortos dramas en verso inspirados por la guerra, que fueron calurosamente aplaudidos.
Tras ocupar un puesto en la Biblioteca del Senado, Coppée fue escogido en 1878 como archivero de la Comédie Française, puesto que desempeñó hasta 1884. Este año fue elegido por la Academia Francesa y eso le condujo a retirarse de todos los cargos públicos. Publicó sin embargo volúmenes de poesía a intervalos frecuentes, entre ellos Les Humbles (1872), Le Cahier rouge (1874), Olivier (1875), L'Exilée (1876), Contes en vers etc. (1881), Poèmes et récits (1886), Arrière-saison (1887), Paroles sincères (1890).
En sus últimos años produjo menos poesía, aunque aún ofrendó dos volúmenes, Dans la prière et la lutte y Vers français. Había adquirido la reputación de ser el poeta de los humildes. Aparte de estas obras, de otras dos escritas en colaboración con Armand d'Artois y de otras obras menores, escribió Madame de Maintenon (1881), Severo Torelli (1883), Les Jacobites (1885) y otros dramas serios en verso, de los cuales Pour la couronne (1895) fue traducido al inglés (For the Crown) por John Davidson u representado en el Lyceum Theatre en 1896.
El estreno de un breve episodio de la Comuna de París, Le Pater, fue prohibida por el Gobierno (1889). La primera narración en prosa de Coppée, Une Idylle pendant le siège, apareció en 1875. Fue seguida por diversos volúmenes de novelas: Toute une jeunesse (1890), donde intentaba reproducir no los sentimientos, sino los deseos reales de la juventud del autorr, Les Vrais Riches (1892), Le Coupable (1896), etc. Fue hecho oficial de la Legión de Honor en 1888.
Recogió una serie de artículos breves sobre temas diversos, titulada Mon franc-parler aparecidos entre 1893 y 1896; en 1898 vino La Bonne Souffrance, resultado de su vuelta a la Iglesia católica, que le valió una gran popularidad. La causa inmediata de su retorno ala fe fue una grave enfermedad que le hizo dos veces acercarse a la muerte; hasta entonces había manifestado poco interés por los asuntos públicos, pero se adhirió a la sección más exaltada del movimiento nacionalista al mismo tiempo que empezaba a despreciar el sistema democrático. Jugó un gran papel en los ataques contra el acusado en el Caso Dreyfus y fue uno de los creadores de la famosa Liga de la Patria Francesa fundada por Jules Lemaître y su amante, Madame de Loynes.
En verso y prosa Coppée se dedicó a expresar la emoción humana de la manera más simple: elk patriotismo instintivo, la alegría de un nuevo amor y la piedad hacia los pobres, trantando cada uno de estos temas con simpatía y penetración. La poesía lírica e idílica, gracias a la cual continúa siendo hoy recordad, está animada por una particular gracia musical y en algunas ocasiones, como en "La bendición" y La Grève des forgerons, muestra por momentos un poderoso vigor en la expresión.

Juicios diversos

Su primer libro de versos, Le Reliquaire (1866), lo situó entre los parnasianos, pero desde sus Intimités (1868) se volvió hacia una poesía de lo cotidiano, usando palabras de todos los días aunque con una prosodia clásica, sin escapar al prosaísmo y al conformismo. Se cuenta que Anatole France, viendo sobre una corona mortuoria la inscripción: «Offert par les joueurs de boules de Neuilly» ("Ofrecido por los jugadores de bolos de Neuilly") habría murmurado: «Tiens! Un vers de Coppée» ("¡Hala! Un verso de Coppée").
Los «poetas malditos» de su tiempo (Verlaine, Rimbaud, Charles Cros…), gustaban de hacer pastiches de sus obras. por su parte él comentó así el soneto a las vocales de Rimbaud:
Rimbaud, fumiste réussi,
Dans un sonnet que je déplore,
Veut que les lettres O, E, I
Forment le drapeau tricolore.
En vain le décadent pérore,
Il faut sans «mais», ni «car», ni «si»
Un style clair comme l'aurore :
Les vieux Parnassiens sont ainsi.

Obras

Lírica

Le Reliquaire (1866)
Les Intimités (1868)
Poèmes divers (1869)
Poèmes modernes (1869)
Les Humbles (1872)
Les Humbles
Écrit pendant le siège
Quatre sonnets
Promenades et intérieurs
Plus de sang !
Le Cahier rouge (1874)
Olivier (1876)
Les Récits et les Élégies (1878)
Le Naufragé (1878)
Contes en vers et poésies diverses (1880)
Arrière-Saison (1887)
Les Paroles sincères (1891)
Dans la prière et dans la lutte (1901)
De pièces et de morceaux
Des Vers français (1906)
Sonnets intimes et poèmes inédits, Vers d'amour et de tendresse (póstumo, 1927)

Teatro

Le Passant, comedia en un acto en verso (1869)
La grêve des forgerons (1869)
Deux douleurs, drama en un acto en verso (1870)
Fais ce que dois, episodio dramático (1871)
Les Bijoux de la délivrance, escena en verso (1872)
L'Abandonnée (1871)
Le Rendez-vous (1872)
La Guerre de cent ans
Le Luthier de Crémone, comedia en un acto en verso (1876)
Le Trésor (1879)
La Korrigane (1880)
Madame de Maintenon, drama en cinco actos con un prólogo, en verso (1881)
Severo Torelli, drama en cinco actos en verso (1883)
Les Jacobites, drama en cinco actos en verso (1885)
Le Pater (1889)
Pour la couronne, drama en cinco actos, en verso (1895)

Narrativa

Une Idylle pendant le siège (1874). Edición crítica de Than-Van Ton That: 2005.
Contes en prose (1882)
Vingt Contes nouveaux (1883)
Le banc, idylle parisienne (1887)
Contes rapides (1888)
Henriette (1889)
Toute une jeunesse (1890)
Les Vrais Riches (1892)
Rivales (1893)
Longues et brèves (1893)
Contes tout simples (1894)
Le Coupable (1896)
La Bonne Souffrance(1898)
Contes pour les jours de fête (1903)




RETORNELO

Llegado el estío, allá en la explanada,
el vuelo siguiendo que llevan las cosas,
a cazar iremos, bajo la enramada,
yo la estrofa errante, tú las mariposas.

Y bajo los sauces tomando en la umbría
de ocultos senderos la pendiente suave,
buscando en las cosas su eterna armonía,
yo escucharé el ritmo, tú el canto del ave.

Siguiendo del río las ondas rizadas
por rauda corriente, con sus mil rumores,
encontrar podremos cosas perfumadas,
yo buscando versos, tú cogiendo flores.

Y amor, halagando nuestra fantasía,
hará en tal momento nuestro afán constante:
yo seré el poeta y tú la poesía;
tú serás más bella y yo más amante.

«Paseos e interiores», Los humildes, 1872. Traducción de Cayetano de Alvear.


RITOURNELLE

Dans la plaine blonde et sous les allées,
pour mieux faire accueil au doux messidor,
nous irons chasser les choses ailées,
moi, la strophe, et toi, le papillon d’or.

Et nous choisirons les routes tentantes,
sous les saules gris et près des roseaux,
pour mieux écouter les choses chantantes,
moi le rythme, e toi, le chœur des oiseaux.

Suivant tous les deux les rives charmées
que le fleuve bat de ses flots parleurs,
nous vous trouverons, choses parfumées,
moi, glanant des vers, toi, cueillant des fleurs.

Et l’amour, servant notre fantaisie,
fera ce jour-là l’été plus charmant:
je serai poète, e toi poésie,
tu seras plus belle, et moi plus aimant.

«Promenades et intérieurs», Les Humbles, 1872.






Vicente de Paul

Vicente de Paul es un piadoso
Y anciano capellán de las Galeras, 
De corazón humilde y candoroso, 
De caridad sin tregua y sin reposo,
Y franco y popular en sus maneras.
En París, cuando viene,
Le prestan unas monjas aposento 
En el hospitalillo del convento: 
Cama y dos sillas duras allí tiene,
Y por todo regalo y todo aliño,
Un cuadro de la Virgen con el Niño. 
A merced del impulso que en él arde, 
Trajina haciendo bien mañana y tarde 
Si visitó con paternal cariño 
La guardilla indigente, 
A Palacio después sin vano alarde 
Va y demanda limosna a la Regente. 
Pide, ruega tenaz, su empeño muestra, 
Por todos los que sufren se desvive,
Y da con santo afán su mano diestra
Lo que la otra recibe.
Pero está cada día
Más viejo, más enfermo, y anda cojo.
Por alcanzar su caridad ardiente
La gracia que pedía
Para un forzado, que juzgó inocente.
Tomó su puesto, y con amarga pena
Seis meses arrastró, cansado y flojo.
La bala de cañón y la cadena.
Allá en los populosos arrabales,
Las gentes que le ven volver sombrío
A la ciudad, y entrar por los portales
Llevando en el manteo arrebujado
Algún recién nacido yerto y frío 
Que halló en cualquier rincón abandonado
Y de la muerte salva,
Van repitiendo el nombre
Del viejecillo aquel de cerviz calva,
Y son amigas ya de tan buen hombre.

Pero esta noche, cuando el toque
lento Retumba de las doce campanadas,
Y las monjas entonan los maitines,
Vuelve triste Vicente a su convento,
Arrastrando las piernas, fatigadas
De tanto andar con fracasados fines.
Corrió París entero sin fortuna,
Sufriendo lluvias y pisando lodos;
No le reciben mal en parte alguna;
Pero tanto pidió, que casi todos
Van haciéndose atrás con buenos modos
La Reina guarda todo su dinero
Para la Val-de-Gracia; Mazarino,
En prometer ligero,
Cada vez, para dar, es más mezquino.
Mala fue la jornada;
Pero el anciano, de alma resignada,
Piensa echar un buen sueño, y más
erguido, Apresura el regreso a su posada.

Al llegar a la puerta, ve un chicuelo 
En el lodo tendido;
Y se inclina sobre él con santo celo.
Aletargado está y entumecido;
Lo llama, lo acaricia, ruega, insiste... 
¡Pobre muchacho! ¡qué vivir tan triste! 
Llevársele los padres a Dios plugo; 
No tiene hogar ni albergue; 
No comió en todo el día un mal mendrugo 
Al llamamiento de Vicente suave, 
La frente adusta yergue
Y contesta con voz áspera y dura.
“Ven,” dice el viejo, y la oxidada llave
Mete en la rechinante cerradura.

En los brazos tomando sin reproche 
Al niño aquel, que suciedad derrama,
Subió a su celda y lo acostó en su cama;
Y pensando después que a medianoche
Es Febrero muy frío, y que está helado
El huérfano infeliz mal arropado,
Lleno de buen deseo
Tiende a sus pies el húmedo manteo.

Él, tiritando trémulo, se sienta 
En incómoda silla, 
Frente al cuadro que hermosa
representa La Virgen sin mancilla,
Y comienza a rezar. ¡Oh maravilla!
Anímase la imagen; con destello
Dulcísimo sus ojos parpadean;
Separa blandamente de su cuello
Los brazos do Jesús, que lo rodean;
A San Vicente de Paul ofrece
El Niño que sonríe y resplandece,
Y le dice con labio conmovido:
“Toma: Bésalo tú; lo has merecido.”






INTIMIDADES


XI

Ella es algo pedante. Cuando leemos
-en tanto que las llamas nos acarician
mientras corren llenando la chimenea-
deja que se le escapen agudas criticas.

Como el libro juzgado siempre le busco
entre los mas hermosos de los mas buenos
de mis buenos amigos, constantemente
de tan duros ataques yo lo defiendo.

Pero, a pesar de todas mis intenciones,
resultan mis defensas defensas tibias...
¡Tenemos los amantes, alucinados,
tantas abdicaciones y cobardías!!!

Sin embargo, las voces de las poetas
hallan en las mujeres sus grandes ecos;
no cuando los arrastran vanos lirismos
y suben deslumbrados al quinto cielo;

sino cuando les cantan dulces, amantes,
como Sainte-Beuve, que sufre sus agonías,
o Baudelaire, que gime desesperado,
o Musset, si consigue vencer la risa;

cuando para embotarse la inteligencia,
rendida ya de males y sufrimientos,
buscan en los aromas embriagadores
de vagas languideces, paz y consuelo.

¡Ella los ama tanto, si le interpretan
del corazón las tiernas melancolías!
Y a mis pies reclinada, su voz repite
el pasaje que ¡tanto! Sufrió su critica.

Aquel dulce pasaje, mágico nido
en que siempre se esconden besos y besos...
......................................
Y sucede a menudo que el libro, torpe,
suele rodar muy pronto, rodar al suelo.

Poemas / traducidos en verso castellano por Carlos Fernández-Shaw.
Madrid Librería Nacional y Extranjera, 1887







LA BENDICIÓN

Era en mil ochocientos nueve cuando
Penetramos, por fin, en Zaragoza. 
Yo era sargento. La jornada aquella 
Fue sangrienta y horrible. Tras la toma 
De la ciudad, las casas una a una 
Tuvimos que ganar. Cerradas todas. 
Lluvia espesa de tiros nos lanzaban 
De las ventanas; y de boca en boca 
Esta razón corría: “Son los curas 
Los culpables.” Y cuando, como sombras, 
A lo lejos corrían, fatigados 
Nosotros de luchar desque la aurora 
Temprana despuntó, con las pupilas 
Quemadas por el polvo, y la enfadosa 
Amargura en los labios, del cartucho 
Mordido sin cesar, con mano pronta
Y con ánimo alegre todavía 
Solícitos gastábamos la pólvora 
Haciendo fuego a los manteos negros
Y sombreros de teja. En mi memoria 
Aun todo vivo está. Lento seguía 
Mi batallón una calleja angosta.
De avanzada, en mi puesto de sargento, 
Yo marchaba, y la vista presurosa 
Volvía, o un lado y otro, a los tejados,
Y ráfagas veía aterradoras
Como alientos de fragua, y a lo lejos 
Sonaban en tumulto voces hórridas
Y gritos de mujeres degolladas. 
Cadáveres tendidos en las losas 
De la calleja, el paso detenían,
Y sobre ellos saltábamos. La tropa 
Penetraba encorvada en los humildes 
Tugurios, y al salir mostraba roja 
La bayoneta, y dibujaba cruces 
Con sangre en la pared. Precaución propia 
Era de aquel desfile, a retaguardia 
No dejar enemigos. Sin las notas 
Alegres de la música, avanzábamos. 
Sin el redoble del tambor. Faz torva 
Mostraban nuestros bravos oficiales;
Y hasta los veteranos, gente heroica,
Apretaban las filas, y sentían.
Como reclutas, interior zozobra.
De súbito, a la vuelta de una esquina, 
“¡Socorro!”, con clamores de congoja 
Nos gritan en francés, y tropezamos 
Con una compañía medio rota 
De nuestros arrogantes granaderos, 
Rechazados en fuga ignominiosa 
Del atrio de un convento, que guardaban 
Veinte monjes no más, legión diabólica 
De rapada cerviz, con cruces blancas 
Visibles bien sobre las negras ropas,
Y que, descalzos, los sangrientos brazos
Arremangados, con terrible cólera,
Al golpe de tremendos crucifijos 
Rechazaban las huestes invasoras. 
¡Trágica escena aquélla! Disparamos 
Todos, y la descarga no fue floja: 
Quedó bien despejada la plazuela.
Con perverso deleite, con monstruosa 
Tranquilidad, cansados ya, sintiendo 
En el ruin corazón ansias hediondas 
De verdugo, inmolamos aquel grupo 
De mártires. Después, la feroz obra 
Ya consumada, cuando el humo denso 
Desvanecióse en la serena atmósfera, 
Vimos, de los cadáveres, caliente 
Bajar la sangre por las gradas toscas 
Del pórtico, y abrirse ante nosotros 
La vasta nave de la iglesia lóbrega.
Fija constelación de puntos de oro 
Daban los cirios a la opaca sombra; 
El incienso subiendo en blancas nubes, 
Dulce esparcía su enervante aroma;
Y en el fondo del coro, cual si nada
Oyera de la lucha fragorosa,
De cara hacia el altar, un sacerdote 
Flaco, muy alto, a cuya sien corona 
Daban cabellos blancos, terminaba 
Tranquilo las sagradas ceremonias 
Del cotidiano oficio. Es un recuerdo 
Que nunca de mi espíritu se borra; 
Hoy, que lo cuento, tengo tan presentes 
Cual si estuviese viéndolos ahora. 
Aquella iglesia, cuyo extraño frontis 
Algo recuerda las mezquitas moras; 
Los monjes en montón asesinados; 
El sol, a cuya luz deslumbradora 
Humeaba la sangre, y en el fondo 
Del negruzco portal, bajo las bóvedas, 
Allá dentro, el altar y el sacerdote
Y el resplandor de la sagrada pompa.
Yo era entonces hereje empecatado. 
Un costal de blasfemias, una alforja 
De temerarias burlas, y aun recuerdo 
Que encendí, por burlesca vanagloria, 
Cuando una catedral a saco entramos, 
Mi pipa en una lámpara, entre bromas 
De mis gozosos camaradas. Pero 
Aunque todo lo eché siempre a chacota,
Aquel viejo, tan pálido y tan grave, 
Me daba miedo, “¡fuego!” con voz ronca 
Exclamó un oficial. Nadie en las filas 
Se movió. El sacerdote, aquella odiosa 
Orden debió entender, mas no hizo caso. 
Volvióse, la eucarística custodia 
En las manos, pues era el punto mismo 
En que, la misa terminada, toca 
Al oficiante bendecir al pueblo. 
Los brazos levantó, como paloma 
Que las alas va a abrir. Retrocedimos 
Todos perplejos, y con calma estoica 
Trazó la cruz, cual si a sus pies postrada 
Estuviese, no más, la grey devota;
Y sereno, solemne, reposado. 
Con religioso tono de salmodia 
Y voz segura dijo: -Benedicat
Vos omnipotens Deus. Con estentórea 
Voz el mismo oficial repitió: “¡Fuego, 
O voto a bríos!” Y la orden perentoria 
Un soldado ¡un cobarde! obedeciendo, 
Disparó. A la explosión espantadora 
Palideció algo más el monje; pero 
Sin entornar los ojos, con sonora 
Entonación siguió: “Pater et filius.” 
¿Qué alma de hiena, del soldado impropia, 
Hizo entonces surgir de nuestras filas 
Otro tiro? En el ara. temblorosa, 
Apoyó el viejo la siniestra mano,
Y con la diestra sosteniendo la hostia,
La santa bendición completó, y dijo
En voz muy baja, que en la iglesia toda,
Sumida en el silencio, sonó clara:
-”Et Spiritus Sanctus.-” Y la fórmula 
De la oración cumplida, cayó muerto. 
Desprendido el viril, en las baldosas 
Chocó sonante y rebotó tres veces; 
Quedó espantada la aguerrida tropa 
Del martirio cruel y el brutal crimen; 
-Amén, dijo, no más. en son de mofa 
Un tambor, el bufón del regimiento,
Y echó a reír con risa estrepitosa.






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