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martes, 29 de enero de 2013

YOSHIDA MITSUKO -OMITSU- [9241]



YOSHIDA MITSUKO (OMITSU) Honshu, Japón, 1950.




Remendando pantalones. Ediciones La Baragaña, 2012. Edición bilingüe. Prólogo de Leroy Cardwell. De la traducción: Emili Sánchez-Rubio. Diseño de cubiertas: Jorge Espina. Fotografía de solapa: Jesús Caso Usero.



LUNA LLENA SOBRE LAS RAMBLAS DE BARCELONA

Un taxi, amarillo y negro,
el semáforo, del rojo al azul, del azul al rojo.
La muchedumbre agolpada saliendo del Metro
y una media luna llena sobre un cielo incandescente.
Soy Omitsu, el testigo ocular,
una mujer a salvo entre la gente,
lamiéndose una y otra vez la herida
abierta por un cuchillo herrumbroso.







CORTARME LAS UÑAS

Llevo cortándome las uñas mucho tiempo.
Los dos dedos pequeños, en especial, muy lentamente,
tullidos, embutidos en delgados zapatitoos de adolescente.

Si me he cepillado los dientes tras cada comida
-estoy pensando- en cincuenta años, esto será más que los
muchos
tankas que escribió Akiko Yosano.

Con mi peine de madera de naranjo que una amiga compró
a una mujer maya de México me peino el pelo,
siempre largo, frente al espejo, si voy a salir.

He dejado de maquillarme la cara. Sólo el restriego diario.

De alguna manera puedo controlar lo externo,
pero lo que ocurre en mi interior es sólo cosa de adivinos.

Tengo por costumbre hacer tres comidas,
comenzando por un desayuno de tostadas y té rojo.
Inclino la cabeza ante el estómago y los intestinos
que desmenuzan la diaria y abundante riqueza de
ingredientes.

No sólo las comidas, también los brindis con los
amigos invitados,
las celebraciones y despedidas, casi nunca tengo resaca,
gracias a mi hígado de hierro.

Y, una o dos veces cada noche, siguiendo la luz de mi
linterna
hasta el cobertizo, mis queridos riñones hacen su turno
de noche.

Por supuesto, hay que mencionar el corazón, en cuyo
honor
junto mis manos cada día, porque si deja de latir,
ya no hace falta cortarme las uñas.






VIVIENDO EN SON COLL

Habito en el lugar más lujoso del planeta.
24 horas de aire fresco libre de impuestos.
Desde el fondo del mar hasta la cima del cielo
hay un silencio de cencerros y trinos.
El ruido de las ratas y mosquitos, jugando
con alubias y sangre, interrumpe a veces mi sueño.
La puerta está abierta a las moscas y avispas.
Cada noche las estrellas hablan en voz alta
y la luna por poco me arranca la cabeza de un bocado.
Y yo estoy con la nariz metida en la gorda enciclopedia
tratando de hallar la historia humana.



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