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martes, 25 de diciembre de 2012

STEPHEN VINCENT BENÉT [9039]




Stephen Vincent Benét (Bethlehem, 22 de julio de 1898 – Nueva York, 13 de marzo de 1943) fue un escritor, poeta y novelista estadounidense. Es muy conocido por su poema sobre la Guerra Civil Estadounidense, John Brown's Body, publicado en 1928. Ganó un Premio Pulitzer por dicha obra en 1929.
Su cuento de fantasía "The Devil and Daniel Webster" ganó un Premio O'Henry, y fue la base de una ópera de un solo acto compuesta por Douglas Moore.
Benét nació en una familia militar en Bethlehem, en el estado de Pensilvania. Durante su juventud residió principalmente en Benicia, California. De adolescente fue enviado a la Academia Militar Hitchcock. Se graduó en la Academia de Albany en Albany (Nueva York)y la Universidad de Yale, y ganó un segundo (y póstumo) Premio Pulitzer en 1944 por "Western Star", un poema sin terminar sobre la colonización de América.
El último verso de un poema de Benét, "Bury My Heart at Wounded Knee" da el título al libro de Dee Brown sobre la destrucción de las tribus indígenas de Norteamérica, Enterrad mi corazón en Wounded Knee.
Su hermano, William Rose Benét (1886–1950) fue poeta, antólogo y crítico, autor de una conocida obra de referencia, The Reader's Cyclopedia (1948).

Obras

Five Men and Pompey, 1915
The Drug-Shoop, 1917
Young Adventure, 1918
Heavens and Earth, 1920
The Beginnings of Wisdom, 1921
Young People's Pride, 1922
Jean Huguenot, 1923
The Ballad of William Sycamore, 1923
King David, 1923
Nerves, 1924 (with John Farar)
That Awful Mrs. Eaton, 1924 (with John Farrar)
Tiger Joy, 1925
Spanish Bayonet, 1926
John Brown's Body, 1928
The Barefoot Saint, 1929
The Litter of Rose Leaves, 1930
Abraham Lincoln, 1930 (screenplay with Gerrit Lloyd)
Ballads and Poems, 1915-1930, 1931
A Book of Americans, 1933 (with Rosemary Carr Benét)
James Shore's Daughter, 1934
The Burning City, 1936 (includes 'Litany for Dictatorships')
The Magic of Poetry and the Poet's Art, 1936
The Headless Horseman, 1937
Thirteen O'Clock, 1937
Johnny Pye and the Fool Killer, 1938
Tales Before Midnight, 1939
The Ballad of the Duke's Mercy, 1939
Nightmare at Noon, 1940
Elementals, 1940-41 (broadcast)
Freedom's Hard-Bought Thing, 1941 (broadcast)
Listen to the People, 1941
A Summons to the Free, 1941
Cheers for Miss Bishop, 1941 (screenplay with Adelaide Heilbron, Sheridan Gibney)
They Burned the Books, 1942
Selected Works, 1942 (2 vols.)
Short Stories, 1942
Nightmare at Noon, 1942 (in The Treasury Star Parade, ed. by William A. Bacher)
A Child is Born, 1942 (broadcast)
They Burned the Books, 1942 

Obras póstumas

Western Star, 1943 (unfinished)
America, 1944
O'Halloran's Luck and Other Short Stories, 1944
We Stand United, 1945 (radio scripts)
The Bishop's Beggar, 1946
The Last Circle, 1946
Selected Stories, 1947
From the Earth to the Moon, 1958






LETANÍA EN CONTRA DE LAS DICTADURAS

Por todos los apaleados, por los cabezas rotas,
los desheredados, los simples, los oprimidos,
los fantasmas de la ciudad en llamas de nuestro tiempo...

Por los llevados en rápidos autos a las permanencias y
apaleados
allí por los muchachos listos, los muchachos de los puños
de caucho,
agarrados y golpeados mientras la mesa les corta los
lomos.

O pateados en la ingle y dejados, con los músculos
brincando
como una gallina descabezada en el piso del matadero.
Mientras traían al siguiente con los ojos mirando
despavoridos.
Por los que todavía decían “¡Frente Popular” o “¡Viva elrey!”
y por los que no eran valientes,
pero fueron apaleados de todos modos.
Por los que escupen sangrantes pedazos de dientes
en silencio en la sala,
duermen bien sobre piedras o hierro, aguardan el momento
y matan al guardia en el excusado antes de morir a su vez,
los de los ojos hundidos y la lámpara ardiendo.
Por los que ostentan cicatrices, los que cojean, por aquellos
cuyas tumbas anónimas se cavan en el patio de la cárcel
y se les nivela la tierra antes de amanecer y les echan cal.
Por los asesinados de una sola vez. Por los que viven
meses y años
soportando, alertas, esperando, yendo diario
al trabajo o a la fila del pan o al club secreto,
y viven entretanto, tienen hijos, meten rifles de contrabando
y los descubren y los matan al fin como ratas en una cloaca.
Por los que logran escapar
milagrosamente al destierro y a la vida errante, lejos,
por los que viven en cuartuchos de ciudades extranjeras
y recuerdan todavía la patria, los extensos gramales,
las voces de la infancia, la lengua, el olor del viento
entonces,
la forma de los cuartos, el café bebido en la mesa,
las lápidas con nombre donde ellos no serán enterrados
ni en ninguna en aquella tierra. Sus hijos son ya extranjeros.

Por los que hacían planes y eran líderes, y fueron derrotados,
y por aquellos, humildes y estúpidos, que no tenían plan,
pero fueron denunciados, pero se enfurecieron, pero
contaron un chiste,
pero no pudieron explicar, pero fueron despachados al
campo de concentración,
pero sus cadáveres fueron embarcados de vuelta en
sellados ataúdes,“Muerto de pulmonía”, “Muerto tratando de escapar.”

Por los cultivadores de trigo que fueron tirados junto a sus
propios manojos de trigo,
por los cultivadores de pan desterrados a los desiertos
cercados de hielo,
y su carne recuerda sus trigales.
Por los denunciados por sus propios maricas, horrendos
hijos,
a cambio de una estrella de pipermín y la alabanza del
Estado Perfecto,
por todos los estrangulados o los castrados o sólo muertos
de hambre
para formar estados perfectos; por el sacerdote ahorcado
con sotana,
el judío con el pecho aplastado y los ojos agónicos,
el revolucionario linchado por la Policía secreta;
para formar Estados Perfectos, en nombre de los Estados
Perfectos.

Por los traicionados por sus vecinos con quienes
estrechaban las manos,
y por los traidores, sentados en la incómoda silla,
con el sudor a chorros enredándole el pelo y los dedos
nerviosos
mientras dicen la calle y la casa y el nombre del hombre.
Y por aquellos que estaban sentados a la mesa en su casa
con la lámpara encendida y los platos y el olor de la
comida,
hablando tan quedo; cuando oyen ruido de autos
y golpes en la puerta y de prisa se miran los unos a los
otros.

Y sale la mujer a la puerta con cara rígida,
alisándose el vestido.
“Todos aquí somos buenos ciudadanos.
Creemos en el Estado Perfecto.
Y aquella fue la última vez
que Tony o Karl o el Chato vinieron a la casa
y la familia fue liquidada más tarde.
Fue la última vez.
Oímos los tiros en la noche;
pero al siguiente día nadie sabía lo que había sucedido,
y un hombre tiene que ir a su trabajo. Así que no lo vi,
por tres días, entonces, y yo ya al trastornarme,
y todas las patrullas en las calles con sus cochinos rifles,
y cuando volvió parecía borracho y lleno de sangre.

”Por las mujeres que lloran a sus muertos en la noche
secreta,
por los niños a quienes hay que enseñarles a no hablar,
niños envejecidos,
los niños escupidos en las escuelas.
Por el laboratorio destruido,la casa saqueada, el retrato cagado, 
el pozo meado,
el desnudo cadáver de la Ciencia tirado en la plaza
sin que nadie levante la mano, sin que nadie hable.
Por el frío de la cacha del revólver y el fogonazo de la
bala,
por la cuerda que ahorca, las esposas que maniatan,
la ronca voz, metálica, que grita mentiras desde mil radios
y las tartamudas ametralladoras que responden a todo.

Por el hombre crucificado en las ametralladoras en cruz,
sin nombre, sin resurrección, sin estrellas,
su cabeza ennegrecida bajo el peso de la muerte y su
carne ya salada
con el olor de sus muchas prisiones —Juan Pérez, Juan Quídam,
Juan Nadie— ¡oh, rómpete la cabeza para dar con su
nombre!
Sin rostro como el agua, desnudo como el polvo,
deshonrado como la tierra que las bombas de gas
envenenan,
y bárbaro entre portentos.
Este es él,
este es el hombre que se comieron en la mesa verde,
poniéndose los guantes para no tocar su carne;
este es el fruto de la guerra, el fruto de la paz,
la madurez de la invención, el Cordero de ahora,
la respuesta que la sabiduría da a los sabios.
Y todavía está colgado y no muere todavía,
y todavía, en la ciudad de acero de nuestros días,
la luz se apaga y la sangre espantosa se desborda.
Creímos ya concluidas estas cosas, pero nos engañamos.
Creímos que, teniendo poder, teníamos también sabiduría.
Creímos que el largo tren llegaría hasta la plenitud de los
tiempos.

Creímos que la luz aumentaría.
Ahora el largo tren está descarrilado y los bandidos lo
saquean,
ahora el jabalí y el áspid tienen poder en nuestro tiempo.
Ahora la noche retrocede hacia Occidente y la noche es
espesa,
nuestros padres y nosotros sembramos dientes de dragón.
Nuestros hijos conocen y sufren a los hombres armados.

Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal









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