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miércoles, 5 de diciembre de 2012

MARINA MONCADA [8791]




Marina Moncada (Nicaragua).  Poeta y Sicóloga.  Su obra ha sido publicada en numerosas revistas impresas y virtuales en Estados Unidos y Nicaragua, incluyendo 7 Días, El Nuevo Amanecer Cultural,  La Prensa Literaria,  400 Elefantes, Des Honoris Causa.  Participó en el VIII Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua.  Su primer libro, Memoria Desplomada (2012, Leteo Ediciones, Managua Nicaragua), saldrá al mercado antes de fin de año.    Como Sicóloga, ha trabajado en la prevención y tratamiento del alcoholismo y otras drogas, y en  el sistema de educación pública de Los Ángeles, California donde actualmente reside.




Robusto

Se me ha perdido la palabra
que describe precisa
a dos que se aman
La escuché —nada que ver con nosotros— a 
medianoche en PBS
en un documental sobre contraterrorismo
Hoy viernes a media mañana
mientras íngrima en restaurante mejicano
espero a mi hija para have brunch con ella y mi nieto
quien anémico rehúsa el alimento y el abandono 
del llanto,
escucho la música que apresura a las meseras
a repletar mi recipiente alma de lágrimas
justificándolas al refugiarme en las del niño.
De regreso a mi hábitat famélico de compañía
manejando sobre la Citrus Avenue y nutriendo
mis líneas 
igual regresa la palabra «Robusto»
que precisa describe a dos que se aman
y que en todo tiene que ver con nosotros.





Madame Tristesse

Acostumbro caminar en línea recta
sobre la acera de mi casa
a lo lejos diviso a Madame Tristesse
con su cuerpo encorvado, su olor mortecino
aguanto la respiración
cierro los ojos
me cambio de acera
me tapo los oídos
para no escuchar su taconeo. 





Sin previo aviso

Quedé con los recuerdos en la punta de la memoria.
Sin previo aviso
El amor ordenado —decías— es para el resto de la gente;
es mejor la pasión enmarañada,
donde los detalles ocupan un ínfimo espacio.
Prevaleció despejado el desorden
de nuestros encuentros, cuando el mundo 
estaba a nuestro entero favor. 





Línea de fuego

Pliega tu palabra al hablar
déjame desplegar tu cuerpo
yo desdoblaré el mío
en más de dos partes
y te aseguro que de esta línea de fuego
no habrá ningún repliegue.





Rostro en el bastidor

Tímida, levanté la mirada del aro y encontré 
tu rostro enmarcado en el círculo 
Usé los hilos asedados del amor para bordearlo
lo rematé con la puntada del cordón que aprendí
en la escuela de futuras mujeres...
Concentrada en mi labor, descuidé la aguja
perforando el centro del corazón que nunca
aprendió a bordar
y estos dedos que no terminan
de aprender a deshacer costuras 
Hoy, colgados de las madejas flojas,
mis ojos se inclinan de nuevo ante
el bastidor enmarcando otro rostro...





Escenas oníricas

               A Gustavo Quezada

Cuando pienso en Nicaragua, 
imagino hileras de poetas.
Escenas oníricas se cuelan en 
su impenetrable círculo:
José Coronel me ofrece río por techo.
Manolo Cuadra se embarca a la Costa Atlántica
con un frío «tropical» en el estómago.
«Usted no es Edna, ni poeta 
—dice Salomón de la Selva—
sígame a París y la trataré como a ella».
Taciturno, Pablo Antonio:
«Usted es bien nicaragüense: 
lleva un jaguar a cuestas».
Rumbo a su casa, bordeando el lago, 
Luis Alberto Cabrales me ordena: 
«Vaya a misa; estudie magisterio».
Estos ojos en puntillas se asoman 
a los versos enjaulados de Alfonso Cortés: 
«¡Apártese! Usted tapa mi pedacito de azul».
José Román me confirma: «Eres una joven urbana.
Olvida tu país, and see you in New York».
Ya en plena vigilia, afino mis oídos,
ajusto los anteojos y me conformo con
sentarme aunque sea en la última fila
de este anfiteatro construido con palabras.





A los 60

Llegué a los temidos sesenta
seis decenas enseñoreadas en mí
le he dado varias vueltas a la cifra
quince por cuatro 
tres veces veinte
dos veces treinta
y siempre termino en la tercera edad.
No quería llegar a los cuarenta
a esa edad —muchos decían—
la mujer ya no sirve para nada
pasé la menopausia con todo lo que conlleva
no tengo tiroides ni útero
tengo varias coronas
la piel agachada ante la gravedad
tres hijos, dos nietos
una carrera que caminó lenta 
y aún así, olvido los 60
hasta atrapar nuevas arrugas
frente al espejo.
Le hago trampas al tiempo
con mi amor por la poesía
los libros, la música
la conversación con mis amigas
todo, menos engañar a los años
con cirugía estética
creo más bien en la plasticidad
del cuerpo para ajustarme al tuyo
y la del alma
para empezar a contar de nuevo...



http://conexos.org/2012/12/01/madame-tristesse-y-otros-poemas/





Vestido camisero

A partir de hoy tendrás que enrollarte
los pantalones para poder navegarme,
yo remangaré mi vestido camisero
y al estampar mis dedos sobre tu espalda
no necesitarás ayudarme con la falda
el aliento de tu canción lo hará por ti;
cuando se seque la fuente ambos necesitaremos ayuda
pero seré yo quien lleve bien puestos los pantalones
para no enlodarme en las aguas del desamor.





Panorama

El tiempo me lleva colgada en su espalda,
desde lo alto veo pasar la vida en panorámica
apresuro el paso y alcanzo a ver los restos:
memoria explayada en el recuerdo
tu sombra sobre mi cuerpo.





Teoría del rumor

Habrá muchos rumores
de lo sucedido
pero ninguno obtendrá
el cuerpo del deleite
ese, si acaso, en exclusiva
lo escucharás vos.




Carboncillo

Estoy de nuevo frente a la página.

Con una sola línea obscurezco
su blanco cegador
frustrada, la borro con
el extremo del carboncillo.

La tiro a la basura
pero quedan huellas
sobre las que repinto tu rostro
reflejado en mi sombra.






Memoria desplomada

Mi memoria se partió en dos:
posa oronda al lado
de la vida desenfadada
la otra se diluye
entre ayeres y mañanas
Afanado no busques la de antes,
la que desplomaste
y si la encuentras recuerda
que tus balas no fueron de salva
tampoco intentes arrancarle los perdigones
La muerte, no lo olvides
es un asunto solitario
así es que déjala
desangrarse en paz.




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