Iván Padilla Bravo: con permiso de la urgencia
Iván Padilla Bravo (Caracas, VENEZUELA 1950), es un poeta prestado a los andares de la palabra impresa, periodista cierto, sus versos tienen el sabor y el tacto de la caricia que inaugura el día, que bienviene al alba. Estos poemas urgentes, que no saben de tiempo, tienen en cambio la vigencia de un hombre enamorado, de ese propio y ajeno que se escurre tal vez al cruzar la calle al final de una avenida. Como si esperara, esperando, con la certeza del día que muere y de la noche que trae los rumores de algún recuerdo próximo y lejano.
Estallan las voces con las que hay que nombrar el silencio. Se pronuncia desde antes y desde lejos el roce detenido en la hoja de un árbol, en la espuma que se demora frente al mar definitivo. A veces, sobran los adjetivos y no se encuentra la palabra justa para decir y decirnos los sentidos. A veces, el poeta le pide permiso a la urgencia y entonces los versos son canción de bienvenida.
Azul
es un borde apenas
donde la mirada llega
Un muelle
El látigo de luz
con el que se despide la tarde
Puerto para la ilusión del poeta
Flagelo
cuando la noche es lo único que queda.
(Azul)
Voy
de inútiles tumbos
la noche
Oscura
como ella misma
Soy un ciego
en el ocaso
es decir muy cerca
de las sombras del día
que se arrincona
donde menos había ganas
No veo
siento
que soy un sol
al que le arrancaron
el calor
y la vida
Voy
de inútiles gritos
que nadie oye que nadie sabe
Una luctuosa voz
hecha de rascacielos en
Catuche
en nada /
¡Es mentira!.
Cuerpo adentro, la piel se teje y se entreteje en el papel que titila de pantallas, la mujer se vuelve eco y se torna verso. Le nace al poeta la humedad compartida, le brota la voz y la nombra. Se dice en ella y se siembra, cosechando las cotidianidades y las sombras y los roces y la vida, la que es y la que quisiera que fuera. Entonces, los escritorios hacen un alto y el tiempo alza vuelo, despeinando heridas, salvando las batallas.
Esta mujer me hace temblar
desde las plantas
Me arranca lunas
me inventa mañanas
Esta mujer es una tormenta
me llueve de abrazos
moja mis adentros
alborota todas mis instancias
Esta mujer es
toda una noche de centellas
desgarrar de cielo
pero también un alba.
(Previo, fragmento)
Son éstos, poemas urgentes. Turgentes en piel y en alma. Apurados de besos y de versos, como si cada palabra tuviera la exacta dimensión de la memoria henchida de ganas. Todo en él es convocada ternura, fuego que fragua y enciende.
Iván Padilla, poeta necesario, voz del sur que clama, tiene entre el corazón y la espalda un augurio que se hace palabra. Hombre de pasos y abrazos, hombre que lleva entre las manos el andar del mundo y del futuro y la mañana. Tendrá tal vez la memoria de lo que calla, de lo que dicen sus versos, de lo que invita y en él se hace cierta herida que se derrama. Fecunda siembra la de este poeta que hoy canta, dulce abismo y definitiva palabra que nos llama.
Algún día
voy a ser viejo como Bagdad
Entonces escribiré versos
después de las cicatrices
Y sólo estarás presente
como una centella en el recuerdo
Algún día
tendré la piel torcida de recorridos
pero guardaré una sonrisa infantil
en el gesto
Y sólo estarás presente como marzo
como el mes más alegre
de este año que se me volvió eterno.
Escrito por Daniela Saidman revistaislanegra
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