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sábado, 1 de diciembre de 2012

AIXA A. ARDÍN PAUNETO [8719]







Aixa A. Ardín Pauneto. Poeta puertorriqueña nacida en San Juan, Puerto Rico en 1967. Recibió el grado de bachiller en Estudios Generales en la Universidad de Puerto Rico concentrándose en estudios multidisciplinarios en lingüística. En 1998 publicó su primer recopilatorio de poesía, Batiborillo (out of print). En el 2007 publica junto a otros 43 autores en la antología Los otros cuerpos, Antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora. En el 2008 sale a la luz su segundo poemario, Epifonema de un amor (out of print), un libro objeto con edición limitada de 200 ejemplares. Su tercer libro, La mano izquierda, se elabora en el 2010 en edición guerrillera artesanal como una antología personal de poesía social y cotidiana. Este tercer libro se hace disponible también bajo el formato de e-book, Kindle en Amazon.com.  Su trabajo poético y narrativo aparece en la edición 2010 de Cachaperismos junto a la obra de 13 otras escritoras puertorriqueñas.



1.

lo primero que hizo
no fue dejar atrás a dios
no era eso suficiente
el pie izquierdo desnudo quiso pisarlos todos
huracán se alzaba como el más presente
hincó su ojo en la planta del pie
y murió como mueren todos los absurdos
soplando apenas tenue aliento
siguió bacco zeus el elefante azul travesti de la india y todos los budas
alá y javeh intentaron como último recurso juntar sus mortales fuerzas
fútil esfuerzo de supersticiones
cadáveres gemelos
inquisición e intifada
una vez ahogados todos los salcedos divinos
quiso el otro pie ser útil
pisó a cupido, a la musa, a la suerte y sus sobrinos
así fue que comenzó el día con pie derecho


2.

muertos ya todos los dioses
mirose de pie el poeta
sus manos dos
una izquierda
la otra diestra
ambas fuertes y dispuestas
a la lucha y la caricia
diez dedos constantes y sonantes
algunos de ellos maestros espeleólogos
mirose incrédulo las caderas ondulosas
el vientre sosegado
sus senos prestos al asomo
y al asombro
la sedosa entrepiernas
fluviosa de recuerdos y futuros
una cueva sin tiempo
una caverna de luz y de bondades
dijo: soy poeta
así muerta la poetisa
supo que no sólo los dioses mueren


3.

miró entonces la poeta
el amanecer de rubro
el coito de la luz y el aire
la brisa matutina
peinando un dócil nubario
miró además las carátulas del canon
allí donde más señores
y menos señoras
adoraban a más dioses y patrias
mujeres y esqueletos 
donde con palabras eruditas y sencillas
se habla de universos en multiversos
todas brillaban más en los nombres de los hombres
buscó poeta en el diccionario
“género común”
y encontró otra razón para
desconfiar del lenguaje


4.

Los colores del helio atrapado 
hablaban de perlas
de playas claras de cielos límpidos
de buganvillas y mentas
de las profundidades oscuras de un mar templado
chocolate y crema batida 
acompañaban la canción cuarenta y cuatro


5.

a lo lejos se oían otra vez tiros
recordó la vez que los oyó más de cerca
temió y no hubo muertos
recordó la vez 
que uno solo tiro mató a alguien cerca
recordó las veces que disparó y no mató
recordó la veces que no disparó y mató
la vez que quiso estar muerta
la vez que quiso no haber matado
otra cuando soñó la muerte y lloró de veras
el peor recuerdo fue el de 
cuando hubo muerte y no hubo lágrimas


6.

hay que ver que la gente se equivoca
funden rebeldías con amores 
sin mediar los agravios
hay que ver que quien mejor le conoce
sabe de respetar y largarse
hay quienes se quedan sin esperanza con lo posible
y quienes se quedan quedan con la esperanza
de un ser imposible
legado de proyecciones impuestas
de apuestas contra la casa 
de no creer las respuestas
hay veces que ser una
es el gesto más cruel del mundo


7.

existen sin final
los finales que no acaban
las veredas que se miran en el mapa
para saber donde no caminar
ha transitado la poeta caminos impostergables
en total negación
ha besado bocas como si no se llamaran adioses
ha dormido encinta de engendros
las caricias las tristezas se amigan en ese destierro
la multitud de silencios
es un arma homicida





La hoja

La hoja se dejó caer sobre los lirios
buscando llegar al pétalo aún cubierto de rocío,
aún jadeante;
y cayó despacio,
suspirando apenas sus respiros
hasta sentir la suavidad rozar su filo.
Entonces, fue hoja muerta. 





Se ríen las máscaras

Las máscaras me miran desde sus pedestales
como sombras que han estado ya en mi vientre
y se ríen
porque aún no las veo a tiempo
aunque las reconozca
aunque muchas veces haya dicho nunca jamás.







El árbol

El árbol casi estatua
casi silogismo
apertrechado contra la interperie
aferrado al estiércol,
marimpuñado
con un ardor soroco
cimentándolo a su madre.
Todo verdor.
El árbol.






— Mar calmada —

Era un agua tan quieta, tan hecha a tu medida
que simulaba un espejo sin fantasmas.
Yo me creí viento, me agiganté en tu osadía.
Soplé el caracol de la guerra
busqué en cada hoja el temblor justo y necesario
tiré por los suelos arenas amanezqueras,
deshechos antiguos, fui huracán y tormenta
para agitar tus aguas, para soltar amarras y anclas
solo para quedar más detenida que nunca al oírte llorar.





— Ejecución —

Igual que el lenguaje ejecuta muy mal un suspiro
el teléfono ejecuta muy mal tu presencia.
Por eso mejor no te tengo a ti ni a tus besos
que dejen de mirarme tus ojos hoy mismo
porque si no, qué haré cuando
insistas quererme en la distancia.




CORTOS

Acepté, de buen grado,
la única esperanza que ofreció.
Estar equivocada
pareció ser, en ese entonces,
el gran acierto del año.



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