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sábado, 24 de noviembre de 2012

DALÍ CORONA [8667]







Dalí Corona (Ciudad de México, 1983). Ha publicado los libros Voltario (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007) y Desfiladero (Chihuahua Arde, 2007). Ha sido incluido en el Anuario de poesía Mexicana 2006, FCE. Participó en el XII Festival de poesía en la Habana, Cuba en 2007. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas y diarios del país, así como traducciones del portugués. Su libro Ansiado norte mereció el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” 2009, otorgado por el estado de Guanajuato. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía, generación 2008-2009 y 2009-2010. Invitado en la Feria internacional del libro de Bogotá, Colombia, CORFERIAS, 2010. Beneficiario del programa Jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en la  especialidad de poesía, 2010-2011. Su último libro, Cartografía del tiempo, mereció el Premio Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes Vidal” 2012. Actualmente hace guiones para la televisión.  





Primaria

Los hombres, hijo mío, sí lloran.
Eduardo Langagne

La voz de mi hijo al despertarse
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela.
Un río que en su viaje lleva peces
cuando a las siete en punto se levanta,
un páramo sombrío cuando suena
la campana que le muestra
que es la hora de empezar las clases.
Solemos platicar en el camino
de la casa hacia la escuela;
hablamos de los días pasados
y lo que haremos al iniciar las vacaciones.
Repasamos juntos
vocales y alfabeto,
corregimos juntos
nuestra expresión verbal
para las cenas familiares.
La voz de mi hijo en las mañanas
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela, algo,
como un banco de peces
le cruza la garganta
y le impide decir “adiós, papá”
cuando me marcho.







Lunes

Lo levanté mucho más temprano que otros días
porque ahora la entrada es a las ocho.
Desayunamos fuerte;
le puse en la mochila varios lápices y gomas
y dos paquetes de colores, por si acaso.
Lo abrigué completamente
y le prohibí quitarse la chamarra
a pesar de que el sol ya comenzaba a calentarnos.
Con un cordón até a su cuello
un letrero que indicaba que ese niño
era el mío.
Lo acerqué a la puerta
y antes de arrojarlo a la soledad de la primaria
le dije que mi amor por él es infinito.
Se dirigió a la fila,
que es el patíbulo primero que recuerdo,
y vi cómo valientemente
caminó, sin voltear, hacia el salón.









El portero del grupo era Roberto, y Abraham
el que cobraba los penales. Andros, el que sin querer,
siempre anotaba un gol en nuestra contra.
Yo siempre fui un defensa central insuperable
con un extraño atractivo
para las niñas feas del salón.
Mi novia en cuarto año fue Xóchitl,
aunque siempre amé en secreto
a la niña que se sentaba frente a mí.
Nunca entre nosotros, los amigos,
se interpuso ninguna cosa. Nuestra amistad era tan fuerte
que ni las abrumadoras derrotas
que nos propinaban los niños de sexto,
siempre por goliza, menguaron el afecto.
Hasta que un día, de otro estado,
llegó a nuestro salón Patricia.
Llegó y nos hizo a cada uno
militar en equipos diferentes.








Edicto

Defiendo la ciudad con sus martillos
aunque no duerma nunca.
Creo necesario, imprescindible,
que el ruido viaje libremente
sobre las calles mientras puebla
todo lugar como un caballo.
El ruido también tiene derecho a galopar
sin que alguien grite, inoportuno,
silencio, cuando pasa.
También él necesita desahogo, gastar su cascos,
sacar la crin al viento.
Su relincho es lo que para nosotros
el más profundo sueño.







Lucifer

Favorito de Dios fui en un momento
en que el mundo no estaba dividido.
Éramos el mar, yo y el aburrido  
semblante que tenía el firmamento.
Por eso un día di el conocimiento
al hombre que vivía confundido.
Quedose Dios furioso y ofendido
por no ser más de él el instrumento.
Obligado a marchar, quedé entre ruinas,
en campos donde crecen sólo espinas
y flores que en el fuego se consumen.
Vivo en una ciudad bajo la tierra
obligado a labrar sólo la guerra,
de mi vida, lector, esto es resumen.








Desbaratado grito

Para Yunuel, mi negra luz


Abierta la jaula, de par en par las puertas, lo que ruge
es una sombra dolida por nostalgia, la soledad jalándose
::::::las trenzas.
Mordedura de insomnio;
la piel que se toca es una esquina desolada, un muro
::::::interminable
de llanto y de tristeza.
Ábrase el silencio, dijiste, y un grupo de cigarras comenzó
::::::a desbaratar el cielo,
ábrase la luna, y caí dolido en tanta lumbre.
De dónde esta mirada que agoniza
sale a quebrantar el sueño, de dónde estos harapos.
Abierta la jaula, mi epidermis llanto inagotable, algo como
::::::de grito se estremece
y quiebra el viento.
Ábrase la voz, todo cuanto haya de morir si esta noche no
::::::coagula,
ábranse los brazos, las piernas, la distancia.
Ábrase la luz, la completa cerrazón de estar dolido.





Desbaratado el grito – la caricia más delgada de un dolor
que se agolpa en la garganta.
Desbaratado el cielo, la mañana
como un racimo de gardenias muertas por el frío.
Desbaratadas las calles, las esquinas, las tiendas de abarrotes,
desbaratado el viento; la sombra de una herida abierta
::::::en surco;
desbaratado rayo, la grieta en que la noche siempre viene
a rascarse las estrellas.
Desbaratado yo y mi conjuro espantapájaros,
el beso, la mordida, la nada que se expande al pronunciar
::::::su tacto.
Bella e inapagable, todo cuanto mira
es un protón apunto ya de la fractura, una caída vertical
::::::hacia el desierto: demonios,
huracanes, nidos de voluptuosa magia negra
que se encarnan en el día:
derrumbe de sombras, la muerte dibujada en cada poro,
::::::en cada lágrima,
en cada minúscula fracción de llanto incandescente.





Lo que muerde, lo que habita, lo que yace cautivo entre
::::::la sangre
como un ruido de pasos que se niega a abandonar la alcoba.
Lo que abruma. El sonido que revienta, el sonido
::::::que se escapa,
que yace dislocado y cae lento, baldío, solo.
El sonido y sus orillas, la región más delgada en que la mano
::::::palpa su propia soledad,
su propio invierno.
Esto como un embrujo, como un pequeño acantilado
::::::que se avista,
como si la muerte viniera a calzarme los zapatos.
Esto que traigo aquí metido entre la piel, entre la carne,
como un hoyo negro que se eriza, como una tristeza
::::::incontenible
que desborda en desaliento.
Esto que es calambre, puñalada, esto que es silencio;
muro de sombra inapagable, muro de espectro
::::::insostenible,
esto que eres tú: mi sangre, mi delirio, mi tristeza;
grieta en que la noche habita,
grieta en que la sombra cava.







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