ESCANDAR ALGEET
Nació en Palencia (España), en 1984.
Se crió en una casa de 6 mujeres y un perro y se largó de allí a los 18 para estudiar cine en una escuela de Ponferrada que ya ni existe. Tres años en el Bierzo le llevaron directo a Madrid, donde curró en un poco de todo, incluido el cine, estudió guión, escribió mucho, y aprendió que crecer es algo más que cumplir años. Ahora es camarero sin cámara, termina un FP de producción audiovisual, edita la revista pro-vocación, y se rodea de gente a la que llama amigos con más orgullo que prepotencia. Tiene un par de ojos en los que sostenerse, una chica que controla el tiempo e infinitas noches en un cuerpo que se ha acostumbrado a las resacas. Y al fin, cosas de esa ruleta que es la vida, a finales de 2009 se encuentra con un poemario editado por Ya lo dijo Casimiro Parker: Alas de mar y prosa.
web: http://escandar-algeet.blogspot.com.es/
Castaña
¿Cómo se sacan las castañas del fuego?
A los 17 mi madre vio que me iba de casa,
así que un día me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo apenas había vivido más allá
de las 3 calles de Palencia,
tenía un caudal de sueños por achicar
y un semáforo en rojo
en la cuenta atrás de ponerse en verde.
Acababa de amanecer un nuevo siglo,
la gente de clase hacía pellas
repartiendo cartas de universidad
y la castañera de la calle mayor
mientras
seguía dándole vueltas al frío.
Preocupada, intuyo, por el qué iba a comer y cómo,
mi madre
me enseñó a cocer pasta
cortar lechuga
y picar ajo para darle sabor al cerdo.
Y una tarde, como ya he dicho,
me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo estaba en segundo de bachillerato
y lo único que me preocupaba
(no he cambiado tanto)
eran las chicas, el cine y la poesía
y en ese desorden
coleccionaba pósters pensando en cómo sería mi vida.
Pero mi madre,
tímida, preocupada y repleta de ternura,
insistía:
llenaba una sartén de aceite,
lo calentaba
y con los ojos me decía:
aunque te quemes,
tienes que ser fuerte.
Así aprendí a romper la cáscara,
a poner dos huevos sobre la mesa
y a sobrevivir en este mundo de mierda
que tanto me gusta tantas veces.
Cuando alguien me pregunta
¿cómo se sacan las castañas de fuego?
respondo
lo que aprendí viendo en las manos quemadas de mi madre:
quemándote
para que así otros,
los tuyos,
no se quemen.
EL ARQUITECTO SIRIO, MI VIEJO
Déjame que te llame viejo en las próximas líneas.
ahora que estás cocinando el kipi y el bahmi y toda esa comida de tu país,
mientras la Tere hace ruidos en la silla de ruedas
y la Pili la mira de reojo mientras finge ver la tele,
te diré viejo
porque lo he escuchado otras veces y suena cariñoso
y yo siempre te he dicho papá
y en ocasiones incluso te he llamado por tu nombre.
Viejo,
tú y yo somos como dos extraños que no hablan
de nada.
En verdad nos parecemos poco y en otras cosas demasiado.
Nunca nos pondremos de acuerdo, viejo, en qué carajo es vivir la vida,
nunca votaremos el mismo partido político,
nunca haremos el mismo trabajo,
pero en el fondo, viejo, bien que nos entendemos,
por eso de que compartimos apellido
y sangre
y pasado
y ahora entiendo todos los años que te pasaste durmiendo fuera,
las interminables partidas lejos de casa,
todas las veces que no estuviste y que ahora veo que sí
solo que yo no sabía verte,
ahora entiendo viejo que has formado una familia
lo mejor que has sabido
y te aseguro que es la leche lo que has hecho luchando
y luchando
y luchando
y bueno, viejo, ahora entiendo esa mirada
que pones cuando miras abajo,
al suelo,
imaginando tal vez la vida al otro lado del Mediterráneo,
imaginando la tierra donde dejaste raices
y no volviste después
hasta después de tantos años
con visado de turista.
Ahora entiendo viejo que a ti no te lo han regalado,
que te has pringado la cara
y los huevos,
y te has dejado la piel y la escamas
en conseguir un hinchazón de alma
en todo lo que te rodea.
Siempre presente viejo,
mientras cocinas en la cocina
el plato que yo comeré mañana
pienso que hay cosas que se piensan por escrito
y se dicen con la mirada.
SED BIENVENIDOS
Un día salisteis a organizar la mentira y os quedasteis con la calle,
dijisteis esto sí
y esto no
como si pudierais decidir qué flores eran bonitas a los ojos de todos,
opinasteis
con la mano en la espalda
y el cuchillo en la mano bien preparado
para todos aquellos que no estaban dispuestos a daros la razón.
Hicisteis
que en los ojos de la buena gente creciera un hálito de decepción
ante la muerte natural de la magia,
y luego os jactasteis de ello
en páginas
y páginas de historia a las que cambiasteis los adjetivos.
No esperareis ahora que llueve ácido sobre vuestras sonrisas
que vayamos a reíros las gracias pese a todo,
con este odio infundado
después de que violaseis siglos de mujeres
que se partieron el pecho por parir un niño
que no fuera como vosotros,
no esperaréis que pongamos la otra mejilla
como nos enseñasteis porque todavía arrastramos vuestras pesadillas
en nuestros cajones de noche,
en esta tarde de vigilia
y costumbre
vamos a quitar los platos de la mesa
y a comer con las manos
y a mancharos de una puta vez el mantel con nuestra comida,
con vuestras sobras.
En el destino de las paredes alguien solo soñó con muros,
con dioses engreídos que no venían a nuestro cuento,
que no nos hicieron felices
y, sobre todo, que no necesitábamos.
Traficasteis con nuestros miedos
hasta prohibirles el derecho de llorar por las noches,
nos hicisteis tan planos como vuestros espejos
y después nos juzgasteis por nuestras arrugas.
Preguntarás ¿qué es esto? y yo puedo contestarte:
un campo de tempestades.
Porque detrás de cada robo en los ojos de la gente se acumularon lágrimas,
y en cada universidad que entrasteis a quemar libros,
en cada calle con fusiles a la puerta,
en cada peldaño de sangre que pusisteis a la historia
hubo un testigo que no va a callarse ninguna de las costillas rotas que le partisteis,
la marca en la frente de vuestros cañones
nos dibujó una mirilla en el pensamiento
y ahora os señalamos
con la pluma
porque su peso es mayor que el de vuestras pistolas,
usamos paletas de colores
para dejar en ridículo vuestra triste escala de grises,
bailamos
con las trompetas de vuestros desfiles y nos quitamos la ropa
para que os avergoncéis de la sombra de vuestros uniformes.
Llevo el color de la tierra en los ojos,
y es por eso que puedo dudar de las raíces que vendéis como bandera.
Hablo,
con el descaro que me da haber aprendido mirando rostros de alfombra
en los vagones del metro,
la libertad de llorar a la hora que se precie
me da que pensar que sólo lloraréis el día en que todo esté perdido.
Detrás de cada folio lleno de leyes
hay un ejercito de dedos inquietos
deseando llevaros la contraria,
hay un millón de resacas
que olvidasteis cuando os pusisteis a especular con las mareas,
hay todo lo que pensasteis que jamás ocurriría.
En el despertar del niño sólo se oirán nuestras palmas,
en el final de la noche serán nuestros gemidos lo que quede.
Espero que os hayáis preparado para el olvido,
porque él se ha puesto de gala
con nuestras mejores tumbas, chaqué y corbata
para recibiros.
[Alas de mar y prosa]
pesadillas
cada noche conjuro fantasmas en mi escritorio,
les sirvo cerveza
y les aliño el hachís con tabaco
para que prendan.
se ríen de mí porque no puedo besarte
y me cuentan las otras vidas de nadie
que no elegí como mías.
no es un juego,
hay algo que por dentro me obliga a recoger el infierno
y dejarlo habitable
para tu sonrisa.
cada noche que no estás
se me hace tarde entre fantasmas
y poesías.
Porque mientras tu sueñas
yo me quedo escribiendo mis pesadillas.
pinzas
A las 2 de la tarde me ha despertado una mujer de telefónica
preguntándome si estaba satisfecho con los servicios de su compañía.
Es la única que tengo, le he dicho con la voz ronca y la cabeza dándome vueltas,
y la he colgado.
Al levantarme he pisado el cenicero y lo he tirado.
He caminado sobre cigarros y cenizas hasta el baño
y he cantado varias de Nacho mientras el agua salía fría como tus palabras
en aquel crucigrama de pronósticos que terminamos hace dos días.
De nada, dijiste, y ya entonces me arrepentí de haberte dado las gracias.
No tengo ropa limpia.
Ayer por la mañana abrí las ventanas y puse la lavadora
porque quería que mi ropa dejara de oler a ti.
Puse la lavadora y me fui
pensando que no te encontraría
en el rojo de labios de la chica
que se sentó frente a mí
en el metro,
o en las piernas de la mujer
que puso acento de guillotina para decirme un
qué miras
sin siquiera sonreírme.
No quería
pero te vi en la puerta de cada bar
fumándote el light de los cigarros con impaciencia,
haciendo cola en los cines con tantos otros de la mano,
en la cuesta de montera
guiñándome el azafrán de tus ojos
como si fuera un desconocido más.
Entre tú y la borrachera, olvidé volver a sacar la ropa de la lavadora,
y ponerla a secar.
Así que ahora me toca tender la ropa, que está húmeda y huele fatal,
pero no huele a ti,
y con eso me basta.
Junto al tendedero, aún sin abrir,
y mira que ha pasado el tiempo
(sobre todo por encima de nosotros)
la caja de las pinzas que pillaste en ikea
cuando te prometí colgar dos cuerdas afuera,
de ventana a ventana,
porque nuestro piso, recuerdas, era injustamente pequeño.
Ahí está. Con el plástico puesto como una casa a la que van a pintar.
Mirándome como un periódico viejo
o como los yogures caducados del frigorífico.
Recordándome los trucos de magia que nunca me atreví a aprender
porque no quise hacerlo.
Peor que la cobardía, fui desgana.
Cuando compraste aquella caja de pinzas,
y esto no debería decirlo pero en fin,
soñaba que a unas malas, algún día, las abriríamos
aunque solo fuera por una cuestión de sexo.
La ilusión de una amistad entre mi obsesión y tus pezones, ya me entiendes.
Ahora veo que lo peor del dolor es saber disfrutarlo,
por eso nos hacemos daño, porque nos aburre hacer otras cosas.
Y comienzo a tender la ropa pensando que,
si uno varios cordones de los zapatos viejos,
quizá llegué para tensarlos entre la ventana del salón
y la de la cocina,
quizá, ahora que ya no estás, abra esa caja de pinzas que tu compraste
y tienda mis humedades al sol
para que las dé un poco
el aire.
Sino, voy a acabar asfixiado de mí mismo,
sórdido e inaguantable
como una alimaña que mastica la soledad entre sus dientes
y se regocija en ello.
Voy a nadar en la nada de este piso sin ti
hasta que logre salir a flote.
Solo tengo que atar unos cuantos cordones.
Y poner de nuevo la lavadora.
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