Corrado Govoni (ITALIA, 1884-1965). Fue miembro del grupo Crepusculari, una de las influencias mayores de los poetas del futurismo. A pesar del maquinismo de los futuristas, la poesía de Govoni, en palabras de Mario Bojórquez, “conservará siempre un interés bucólico y rural”
Corrado Govoni 1884-1965, participa del movimiento conocido como Crepusculari y después se convierte en uno de los precursores del Futurismo con el empleo de las llamadas “Palabras en Libertad”. Aunque crepuscular, su intención se separa de aquella escuela en que su fuerza imaginística produce deliciosos efectos en el lector; lo mismo sucederá con el futurismo, movimiento interesado en las imágenes urbanas, la exaltación de la ciudad y las máquinas, mientras que el poeta Corrado Govoni conservará siempre un interés bucólico y rural. En una carta a su amigo Gian Pietro Lucini de 1904, define con claridad la búsqueda de la poesía crepuscular: “las cosas tristes, la música itinerante, las canciones de amor cantadas por los viejos en las tabernas, las plegarias de las monjas, los mendigos pintorescamente andrajosos y enfermos, los convalecientes, los otoños melancólicos llenos de adioses, las primaveras en los colegios casi temerosas, las campañas magnéticas, las iglesias donde lloran indiferentes los cirios, las rosas que se deshojan en sus altares a la orilla de la calle desierta donde nace la hierba…”
Las cosas que hacen el domingo
El olor caliente del pan que se cuece en el horno.
El canto del gallo en el gallinero.
El gorjeo del canario en la ventana.
El golpe del balde contra el pozo y el chirriar de la polea.
La ropa tendida en el prado.
El sol en el umbral.
El mantel nuevo en la mesa.
Los espejos en los cuartos.
Las flores en los vasos.
El vagabundo que hace llorar su armónica.
El grito del deshollinador.
La limosna.
La nieve.
El canal congelado.
Las muchachas vestidas de negro.
La comunicadora.
El sonido blanco y negro del piano.
Las monjas blancas vendadas como heridas.
Los sacerdotes negros.
Los hospitalizados grises.
El azul del cielo sereno.
El paseo de los amantes.
El paseo de los enfermos.
El rebaño de los árboles.
Los gatos blancos contra el vidrio.
El girar de la rosa de los vientos.
El batir de las ventanas y de las puertas.
Las cáscaras de oro de las naranjas sobre el pavimento.
Los niños que juegan con la llanta en la avenida.
La fuente abierta en el jardín.
Los aquilones liberados sobre las casas.
Los soldados que hacen la maniobra azul.
Los caballos que golpean sus cascos contra las piedras.
La muchacha que vende las violetas.
El pavo real que abre su cola por encima de la escalera roja.
Las palomas que zurean sobre el techo.
Los almendros que florecen en el convento.
Los laureles rosados en el vestíbulo.
Las cortinas blancas que se mueven al viento.
De Gli Aborti, en Poeti italiani del Novecento, Mondadori, Milano, 1990, 1098 pp.
Le cose che fanno la domenica
L’odore caldo del pane che si cuoce dentro il forno.
Il canto del gallo nel pollaio.
Il gorgheggio dei canarini alle finestre.
L’urto dei secchi contro il pozzo e il cigolìo della puleggia.
La biancheria distesa nel prato.
Il sole sulle soglie.
La tovaglia nuova nella tavola.
Gli specchi nelle camere.
I fiori nei bicchieri.
Il girovago che fa piangere la sua armonica.
Il grido dello spazzacamino.
L’elemosina.
La neve.
Il canale gelato.
Il suono delle campane.
Le donne vestite di nero.
Le comunicanti.
Il suono bianco e nero del pianoforte.
Le suore bianche bendate come ferite.
I preti neri.
I ricoverati grigi.
L’azzurro del cielo sereno.
Le passeggiate degli amanti.
Le passeggiate dei malati.
Lo stormire degli alberi.
I gatti bianchi contro i vetri.
Il prillare delle rosse ventarole.
Lo sbattere delle finestre e delle porte.
Le bucce d’oro degli aranci sul selciato.
I bambini che giuocano nei viali al cerchio.
Le fontane aperte nei giardini.
Gli aquiloni librati sulle case.
I soldati che fanno la manovra azzurra.
I cavalli che scalpitano sulle pietre.
Le fanciulle che vendono le viole.
Il pavone che apre la ruota sopra la scalèa rossa.
Le colombe che tubano sul tetto.
I mandorli fioriti nel convento.
Gli oleandri rosei nei vestibuli.
Le tendine bianche che si muovono al vento.
Cerca
Al olor cruel
que viene de la espina de la cerca
tu sangre amarga el amor,
y se vuelven tus ojos
una terrible luz pulsada.
Sobre tu estatua que camina
aprendo un nuevo camino en el viento
y en vano golpeo mis palabras
como gotas de rocío de mi turbación.
Ruego a la hierba de la orilla que venga a tu encuentro
como la lámpara envenenada del alcatraz
para hacer sufrir a tu boca roja.
Siepe
All’odore crudele
che viene dalle spine della siepe
il tuo sangue amareggia l’amore,
e ti diventan gli occhi
una luce cattiva pigiata.
Sulla tua statua che cammina
aprendo una nuova strada nel vento
invano battono le mie parole
come gocce di rugiada da me scossa.
Prego l’erba dell’argine ti venga incontro
come la lampada avvelenata del gigaro
per far soffrire la tua bocca rossa.
De Pellegrino d’amore en Poeti italiani del Novecento, Mondadori, Milano, 1990, 1098 pp.
Traducción del italiano, Mario Bojórquez
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