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jueves, 11 de octubre de 2012

8185.- RICARDO MIRÓ





Ricardo Miró
Ricardo Miró Denis (Ciudad de Panamá, 5 de noviembre de 1883 - 2 de marzo de 1940) fue un escritor modernista panameño.

El gran poeta nacional de Panamá nació en la capital de la República el 5 de noviembre de 1883. Huérfano de padre desde muy niño, a los quince años fue a estudiar a Bogotá en el Colegio Menor del Rosario. Cinco meses estudia pintura. Sus estudios los interrumpe la revolución colombiana de 1899. Conoce en Panamá los días del Canal, bajo construcción francesa, y el horizonte que abre para su generación la independencia de Colombia en 1903. Publica sus primeros versos en El Heraldo del Istmo, de los modernistas. Se casa en 1906. Al año siguiente lanza la revista Nuevos Ritos, prolongación del "EL Heraldo del Istmo", revista que mantuvo por espacio de una década. Entonces conoció a Rubén Darío, que paso por Panamá. Editó su primer libro en 1908.

Desempeña puestos del gobierno en el exterior. Es secretario de la Legación Panameña en Londres y cónsul en Marsella, aunque reside en Barcelona, donde escribió en 1909 su bello poema patria. En 1911 regresó a Panamá, siguiendo sus actividades literarias en las revistas. Como miembro de la delegación panameña a las fiestas del centenario de la independencia del Perú, viaja a Lima en 1921.

Desempeñó puestos en la capital como director de los Archivos Nacionales (1919-1927), y fue secretario perpetuo de la Academia Panameña de la Lengua desde 1926. Murió en la ciudad de Panamá el día 2 de marzo de 1940. Los escritores de Panamá y los hispanoamericanos lamentaron su muerte y exaltaron su poesía como la del más grande poeta istmeño.

Ubicado dentro del movimiento que siguió al gran triunfo de Darío, se mantuvo fiel a su propio temperamento e ideal estético, haciendo una poesía íntima y sencilla, fiel al paisaje de su tierra. Ha sido, por eso, uno de los más eficaces voceros de la nacionalidad. Se le considera el más alto exponente de la poesía panameña.

Obras de Ricardo Miró

Título
Preludios   1908
Los Segundos Preludios 1916
La Leyenda Del Pacífico 1919
La Leyenda Del Pacífico 1924
Versos Patrióticos Y Recitaciones Escolares 1925
Caminos Silenciosos 1929
El Poema De La Reencarnación 1929
Antología Poética 1937
Antología Poética. Guatemala, Colección "Los Clásicos del Istmo". por Rodrigo Miró 1951





Tus Ojos 

¿El lago? …. ¡Nunca!.... El lago no pudiera
competir con tus ojos soñadores…
Tus ojos tienen sombras y fulgores:
son dos lagos al tiempo que una hoguera.

¿El mar?.... ¡Tampoco!.... El mar tiene ribera
que se llena de pájaros y flores,
y en tus divinos ojos turbadores
se fatiga volando la Quimera….

¿El cielo?.... Acaso el cielo, por ser cielo,
se atreviera un momento, envanecido,
a asomarse a tus ojos con recelo;

y ante tus ojos diáfanos y bellos,
vería el mismo cielo, sorprendido,
que falta cielo para verse en ellos.







Las Garzas

En el cielo, velado de improviso,
la banda fugitiva se diseña
(Tal mi vida: crepúsculo indeciso,
donde entre un fondo de dolor, diviso
alejarse una tímida cigüeña...)

Míralas... Su fatal melancolía
se disuelve en el raso de los cielos,
y al verlas agitarse se diría
que son como fantásticos pañuelos
con que al morir nos dice adiós el día.

Las garzas me enamoran... Son lo que huye,
lo intocado, que vuela y se evapora;
y como tras su marcha soñadora
un cansancio infinito se diluye,
el vuelo de las garzas me enamora...

En los lagos dormidos entre brumas,
cuando abre sus párpados la Aurora,
bajo la nieve casta de sus plumas
son el alma de luz de las espumas
y su blancor entonces me enamora...

Por no sé qué lejano simbolismo
sobre el escombro que el verdín colora,
la garza, pensativa, rememora
el alma misteriosa del mutismo
y entonces su silencio me enamora...

Cuando al morir la tarde se derraman
mientras el Sol el infinito dora,
recuerda la bandada voladora
los sueños de las vírgenes que aman
y su inquietud entonces me enamora...

Las garzas me enloquecen... Su blancura,
su mudez, el dolor que las aqueja,
me empujan a quererlas con ternura...
Yo tengo la infinita desventura
de amar lo que se va, lo que se aleja...

Pero yo amo las garzas porque existe
un amable recuerdo en mi memoria...
Es el tuyo: tú fuiste blanca y triste,
y volando, en silencio, te perdiste,
en el cielo sin nubes de mi historia.







La Ultima Gaviota

Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.

Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.

De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.

Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.





El Poema Del Ruiseñor

Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna...,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.

Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor todas las galas
que su garganta mágica atesora;
y la luna se vuelve toda escalas
de seda y luz... (La luna diz que ignora
que su dulce cantor tiene dos alas...)

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos...
y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos...

Lleno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín... Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.

El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla, de pronto sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos...
y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.

El pájaro suplica, impreca y canta,
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eclógica garganta...
y salta alegre al ver cómo se humilla
la luna, que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla...

Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo en el cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.






Patria

¡Oh patria tan pequeña, tendida sobre un istmo
donde es más claro el cielo y es más vibrante el sol, (1)
en mí resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!

Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar...
¡Quizá nunca supiese que te quería tanto,
si el Hado no dispone que atravesara el mar!...

La patria es el recuerdo... Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.

La patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,
en donde son los árboles antiguos conocidos
que al alma le conversan de un tiempo que pasó. (2)

En vez de estas soberbias torres con áurea flecha,
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,
donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.

¡Oh mis vetustas torres, queridas y lejanas,
yo siento las nostalgias de vuestro repicar!
He visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas!,
cantar como vosotras, cantar y sollozar.

La patria es el recuerdo... Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.

¡Oh patria tan pequeña que cabes toda entera
debajo de la sombra de nuestro pabellón:
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera
llevarte por doquiera dentro del corazón! (3)

Barcelona, 1909
Publicado en la Revista
Nuevos Ritos, Nº 50, 1º de septiembre de 1909. 
Versión original aparecida en 1909
(1) Donde es el mar más verde y es más vibrante el Sol,
(2) que al paso nos conversan de un tiempo que pasó.
(3) llevarte toda entera dentro del corazón!

La versión que aquí publicamos incluye las correcciones 
introducidas en 1915.




Garzas Cautivas

A doña Oderay de Lefévre

En el patio andaluz, adonde apenas
penetra el sol en ondas fugitivas,
inmóviles, calladas, pensativas,
hay, como un par de enormes azucenas,
dos garzas melancólicas, cautivas.

¡Quién sabe si una noche, al escondido
juncal, cerca a la orilla melodiosa,
una mano llegó, vio al par dormido,
lejos la madre tierna y afanosa,
y arrebató los pájaros del nido!

Tal vez fue en el corral que en la ribera
levanta frente al mar su empalizada
donde un día, al nacer la primavera,
en la sorda explosión de una alborada,
vieron la luz del sol por vez primera.

¡Y ellas no saben del azul...! Sus huellas
no serán polvo de oro tras su vuelo
a la indecisa luz de las estrellas;
y con sus ojos tristes ven el cielo
y no saben que el cielo es para ellas.

Acaso si una mano, de repente,
las echara a volar, tras un momento
de supremo estupor, abriendo al viento
sus vírgenes plumajes, blandamente
se irían a embriagar de firmamento.

Pero no volarán, ni bajo el rico
oro del sol se encenderán sus galas,
ni ensartarán estrellas en el pico,
ni abrirán a la luna el abanico
blanco y maravilloso de sus alas.

¡Melancólicas garzas...! Y en el frío
patio sin luz ni sol, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío;
y ni siquiera saben que son blancas
porque nunca se vieron sobre un río.

Y allí, bajo las penas de sus galas
inútiles -libélulas de hielo-,
dormitan sin un ansia ni un anhelo,
y no saben aún que tienen alas
y que las alas son para ir al cielo.

Melancólicas garzas que en el frío
patio sin sol ni luz, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío,
y que nunca supisteis que erais blancas
porque nunca os mirasteis sobre un río.

Hay almas cual vosotras que ni huellas
dejarán ni sabrán nunca del vuelo
que nos lleva a vivir con las estrellas,
almas que ven atónitas el cielo
y no saben que el cielo es para ellas...

Para ellas el oscuro, el escondido
patio andaluz en donde el sol no alumbra;
y van, cobardemente, sin ruido
y a través de una gélida penumbra,
en viaje al mar sin playas del olvido.




Soneto Del Atardecer

Desde que vi tu diáfano pañuelo
mandándome un adiós tengo una pena
tan callada, tan mía, tan serena,
que ya más que una pena es un consuelo.

Miro al azul, y me entristece el cielo;
miro hacia el mar, y el mismo mar me apena,
y hasta la luna, para mí tan buena,
hoy agrava mi sordo desconsuelo;

Porque viendo el azul quiero se ave;
porque viendo hacia el mar quiero ser nave
e ir hacia tí, movido por las brisas;

Porque miro a la luna y sé que ahora
pone en tu blanca frente soñadora
la más pura de todas sus sonrisas.





Melancolía

Hoy lo mismo que ayer... Tal vez mañana
recordarás con pena este pasado,
cuando ya esté tu corazón helado
y cuando tengas la cabeza cana.

Y pensar que yo pude, en tu ventana,
ser el galante trovador soñado,
y así como Romeo enamorado
oír cantar la alondra en la mañana...

Tu juventud se va; se va la mía,
y mientras cae lentamente el día
me entretengo en pensar que estás muy lejos;

en que nos hiere idéntica congoja,
y cada tarde azul que se deshoja
nos deja más sombríos y más viejos.







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