Carlos Aurtenetxe Marculeta nació en 1942 en San Sebastián, ciudad en la que ha vivido siempre. Ingeniero técnico de formación, trabajó durante años en una fábrica de Tolosa como jefe de calidad. Poeta, narrador y ensayista, empezó a publicar en 1962. Fue colaborador de las revistas literarias Kurpil y Kantil. En 1977, con el relato Los lemmings, ganó el Premio de Cuentos Ciudad de San Sebastián. Su primer libro de poemas salió en 1979 (Caja de silencio) en la colección "Ancia", que dirigía Jorge G. Aranguren. Por sus poemarios Pieza del templo, Figuras en el friso y Las edades de la noche, recibió los premios Ciudad de Irún (1982), Blas de Otero (1982) y Alonso de Ercilla (1983). En 1990 la Universidad del País Vasco editó el volumen Palabra perdida / Galdutako hitza (1990) que comprende veintiún poemarios escritos entre 1977 y 1989, dos de ellos originariamente en francés. Tiene inéditas varias obras, algunas de ellas escritas también en francés.
OBRA POÉTICA:
- Caja de silencio, Ediciones Vascas, San Sebastián, 1979.
- Pieza del templo, Ediciones de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa; San Sebastián, 1983.
- Palabra perdida, Universidad del País Vasco, Leioa, 1990. (Este volumen contiene, además de sus dos primeras obras, los poemarios Figuras en el friso, Las edades de la noche, Los estuarios abandonados, Caballería de invierno, De un vano mar, Las cariátides, Canto deshabitado, Desembarco, Teoría del grito, Ikaitz, Melena de sangre, Antigua casa, L´oiseau profond, Cifra, La pierna ininterrumpida, La cuchara de sombra, Pain de la nuit, Las voces de piedra y Memoria del agua)
- La casa del olvido, Bermingham; San Sebastián, 1999. Con dibujos de Eduardo Chillida.
- Jorge Oteiza, la piedra acontecida, Bermingham, San Sebastián, 1999. Con dibujos de Jorge Oteiza.
- Los cormoranes, Bermingham, San Sebastián, 2002.
- Acanto ciego, Bermingham, San Sebastián, 2006. Con collages de Remigio Mendiburu.
POEMAS
FUE PERMANENTE EL DESFILE DE LAS RUINAS
Fue permanente el desfile de las ruinas
entre nosotros
aquella garantía de las sombras
el denodado fracaso de las gargantas planetarias
el espectro lunar lamentando los animales fracasos
en aquellas aulas severísimas nnn en todas las montañas
se echó de menos un simple corazón
un solo sentimiento
algún contacto con lo real
de forma que no se provocase aquel desorden
aquel mirar que no cicatrizaba
Todos los locos poseyendo a las galaxias
ejerciendo su altura con lenta obscenidad
No se supo comprender parte del culto
Aquella severa sinfonía sobre la libertad
No se pudo vivir nnn sencillamente
Bajo tanta crueldad inútil
sólo las hojas seguían sus circuitos obligados
sus éxtasis de piedra nnn sus dulces compromisos
los ríos sus largos triunfos de plata y de destierro
las aves sus empeños
(Del libro Caja de silencio; Ediciones Vascas; San Sebastián, 1979)
PUERTA ENREJADA
Como toda verdad acerca de las formas y los cuerpos,
los seres y los árboles,
en esta región todo era puro indicio, toda interpretación
tan sólo conjetura,
como todo grito de amor.
Como toda ave, toda furia, toda mariposa,
fatal mezcla de vuelo, tierra, aire
y color,
aquel gesto valeroso que cae,
puerta enrejada.
Al trasponer la verja todo queda apaciguado en su ser,
en su tamaño.
Pretendían razones para amar, para vivir,
para morir.
Aquí les trae Dios, la botella y el sexo,
dice el guardián del manicomio.
Aman con preservación,
acarician perros bonancibles, sudan honradamente
por las manos,
mienten, se asustan, domestican almas sudorosas,
mueren con aplicación,
llenos de seriedad y comedimiento.
Se los llevan
en cajas al amanecer, los trasladan, los esconden.
Como en un juego de ruidos y de imágenes donde nadie gana,
dóciles, ardorosos,
chupan del dulce hueso de la muerte.
No comprendemos nada cuando, de repente, se ponen
nuestro rostro.
Igual que el César, y otras figuras de yeso, de madera
policromada,
igual que los recién nacidos,
diciendo el alba, callando el tiempo derramado,
sin alcances,
miraban en la oscuridad y veían destellos.
(Del libro Los cormoranes; Bermingham; San Sebastián, 2002)
BARRIO PERIFÉRICO AL OCASO
ligero
tonelada de almas
vertedero de cumbres
bajo un azul oscuro de gritos telefónicos
cables
golondrinas muerte sólida
mira
esto es un grito en un pedazo de papel
de estraza
de esta sociedad pido reclamo mi parte inevitable
del ser
de aquella necesidad urgente haremos naceremos
todo el error de lo vivido
de lo muerto
caja de armas en ley
en frío
puesto a rodar en la pendiente un cuerpo sólido
cae
física matemática humanamente entero a la letrina
dorada
perfecta como un lazo soltado en desenlace
de este pedazo de infinito haré
lo más pequeño
de este pedazo de eternidad lo más breve nn de este fragmento
de minimidad
lo más indeclinable de tu voz
de esta barriada de casas ilimitada que no existe
en mapa
en país alguno
y seguiré aquella traza sin fin:
la sangre
la herida de lo inacabado
(Del libro Los cormoranes; Bermingham; San Sebastián, 2002)
FRACASO
salto
pruebo a ser mi libro
disparatado
las páginas de la piedra
detrás de mí al amparo
de los bosques
lluevo
y no consigo ser la lluvia
vivo
y no consigo ser la vida
muero
y no consigo ser la muerte
existir
al filo de la piedra
como la noche
como la forma de los cuerpos
de la muerte
como el secreto de la luz
existir
y no ser nada de esto
nada
(Del libro Los cormoranes; Bermingham; San Sebastián, 2002)
DEL RESPLANDOR EN LAS COLUMNAS
Que un rostro resbale en los cristales,
entre las manos, es algo involuntario
que cae,
como las horas que dijiste, ligero
otoño,
lluvia atardecida en tu frente,
un nombre,
pues todo se hace tiempo
en el avance
de tu voz,
la gravedad, el riesgo, el trigo.
Amaneces.
Un resplandor en las columnas,
un rostro ardido vuelve,
silencia todo.
Y cuando dentro de unos años,
y ya no esté yo aquí,
te acerques a la orilla, y observes
esa mar tranquila
sabrás que es mi tristeza, y cuando
esa mar hirviente
sabrás que es mi tristeza que sigue,
en tu mirada:
la grave certidumbre.
(Del libro Palabra perdida; Universidad del País Vasco; Leioa, 1990)
UNA TARDE DESCENDEREMOS DE LA LUZ
Una tarde
descenderemos de la luz
con banales pretextos.
Haremos de nuestras enfermedades
hábitos de vida
ámbitos de triunfo
zonas de trabajo
y nuestros gestos se irán oscureciendo.
Ni los seres amados nos reconocerán.
(Del libro Caja de silencio; Ediciones Vascas; San Sebastián, 1979)
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