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lunes, 23 de febrero de 2009

69.- ANNE SEXTON

Seudónimo de Anne Gray Harvey, poeta norteamericana nacida en Newton (Massachussets). Estudió en el Garland Junior College y vivió casi toda su vida en Boston. Casada a los 19 años y después de haber nacido su primera hija en 1953, ingresó en un hospital psiquiátrico para reponerse de un intento de suicidio. Fue su médico quien la apoyó para que desarrollara el interés en la poesía que había mostrado en la escuela secundaria. Condujo su carrera inmersa en un contexto de desórdenes mentales que eludieron cualquier diagnóstico, pasando por repetidas hospitalizaciones en clínicas mentales. En 1957 conoció a la también poetisa Silvia Plath, y a partir de entonces sus vidas se unieron en una relación que lindaba la identificación mutua y la rivalidad poética. Su primer libro de poesía To Bedlam and Part Way Back (1960), es una narración de su colapso mental. A éste siguieron All My Pretty Ones (1962), Live or Die (Premio Pulitzer, 1966), Transformations, extraña recreación de 17 cuentos de hadas de los hermanos Grimm; Love Poems, The Book Of Folly, The Death Notebooks (1974), The Awful Rowing Toward God (1975) y Words for Dr. Y., éste último póstumo. Sus poemas, editados en Harper's, The Newyorker y Partisan Review, de Nueva York, entre otras publicaciones, acusan una influencia de Robert Lowell. En 1963 recibió el American Academy Of Arts and Letters Award y en 1967 los premios Shelley y Pulitzer. Fue profesora en la Universidad de Boston y en la de Colgate y en 1968 fue distinguida por la Universidad de Harvard por la totalidad de su obra. Considerada “poeta confesional”, junto a Silvia Plath, Robert Lowell y W.D. Snodgrass, ofreció en su poesía una mirada íntima de su angustia emocional. Hizo de la experiencia de ser mujer un tópico central y a pesar de soportar críticas por hablar de temas como la menstruación, el aborto, el incesto, la homosexualidad y la adicción a las drogas, es evidente que su talento como poeta trascendió cualquier controversia. Se suicidó en 1974 inhalando el monóxido de carbono de su coche, quedando para siempre como una de las voces más importantes de la poesía norteamericana de este siglo.


EL ASESINO

La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy amartillada y dispuesta.
En mi alza lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada hacia todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la emoción.
Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tengo en mis manos
su destino y con este revólver
tengo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí
y sus venas saldrán en desorden
igual que niños... Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio.
Él es mi mal y mi manzana y
lo acompañaré a casa.






LOS BOMBARDEROS

America,
where are your credentials?
Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado
y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.

¿Dónde están tus méritos,
América?






CERDO

Oh tú máquina de beicon marrón,
cuán dulcemente yaces,
engordando una libra y media por día,
tú, par de calcetines enrollados,
tú, pesadilla de perro,
tú, con el morro aplastado
pero las orejas extendidas,
tus ojos blandos como huevos,
cerdo, grande como un cañón,
cuán dulcemente yaces.
Por la noche estoy tendida en mi cama
en el armario de mi mente
y cuento cerdos en un corral,
marrones , moteados, blancos, rosados, negros,
avanzan por la lanzadera hacia la muerte
del mismo modo que mi mente avanza
buscando su propia pequeña muerte.






DESEANDO MORIR

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.

Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.

Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo,
he aceptado su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,

y a pesar de todo ella me espera, año tras año,
para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su dañina prisión.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso
Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.



LA BALADA DE LA MASTURBADORA SOLITARIA

Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par en espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
un piano en la yema de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen una piedra.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que se han casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las brillantes criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.



[HOY ESTOY FELIZ CON LAS SÁBANAS DE LA VIDA]

Hoy estoy feliz con las sábanas de la vida.
Lavé las sábanas.
Tendí las sábanas y las vi
agitarse y elevarse como gaviotas.
Cuando estuvieron secas las destendí
y hundí mi cabeza en ellas.
Todo el oxígeno de la tierra en ellas.
Todos los pies de todos los bebés del mundo en ellas.
Todos los calzones de todos los ángeles del mundo en ellas.
Todos los besos mañaneros de Filadelfia en ellas.
Todos los juegos de saltar pintados sobre todas las aceras en
ellas.
Todos los caballitos hechos de tela en ellas.

Así que esto es la felicidad,
el viajante.




DE LA ENFERMEDAD A LA MUERTE

Dios salió de mí
como si el mar se transformara en lija,
como si el sol se volviera una letrina.
Dios salió de mis dedos.
Se volvieron piedra.
Mi cuerpo fue costado de carnero,
por el matadero anduvo errante la desolación.

Alguien trajo naranjas a mi desolación
pero no pude comer ni una sola
porque Dios estaba en la naranja.
No podía tocar lo que no era mío.
El sacerdote vino,
dijo que Dios estaba incluso en Hitler.
No le creí
pues si Dios estaba en Hitler
entonces estaba en mí también.
No oí el gorjeo de los pájaros.
Se habían ido.

No vi a las nubes que se habían quedado mudas,
sólo vi el pequeño plato blanco de mi fe
rompiéndose en el cráter,
Seguí diciendo:
necesito tener a qué aferrarme.
La gente me daba biblias, crucifijos,
una margarita amarilla,
pero me era imposible tocarlos,
yo que era un depósito de inmundicias,
yo que era un altar mutilado,
yo que quería gatear hacia Dios
no podía moverme ni comer el pan.

Así me devoré a mí misma,
bocado a bocado,
y las lágrimas me lavaron,
ola tras ola cobarde,
tragando úlcera tras úlcera
y Jesús se paró sobre mí y me miró
y rió al verme desaparecer,
y puso Su boca en la mía
y me dio Su aire.

Mi alma gemela, mi hermano, dije
y le di la margarita amarilla
a la loca de la cama vecina.

(de The Awful Rowing Toward God, 1975)

(Traducción de María Negroni)





CUANDO UN HOMBRE ENTRA EN UNA MUJER

Cuando un hombre entra
en una mujer,
como el oleaje que muerde la orilla,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca de placer
y sus dientes brillan
como el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
hace un nudo,
para que nunca más estén separados
y la mujer
sube a una flor
y Logos aparece
y desata los ríos.

Este hombre,
esta mujer
con su doble hambre,
han procurado penetrar
la cortina de Dios,
lo cual brevemente
han logrado
aunque Dios
en su perversidad
deshace el nudo.

(Versión de Beth Miller)




NADANDO AL DESNUDO

En el sudoeste de Capri
encontramos una pequeña gruta desconocida
donde no había nadie y
la penetramos completamente
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda
su soledad.

Todo lo que hay de pez en nosotros
escapó por un minuto.
A los peces reales no les importó.
No perturbamos su vida personal.
Nos deslizamos tranquilamente sobre ellos
y debajo de ellos, soltando
burbujas de aire, pequeños
globos blancos que ascendían
hasta el sol junto al bote
donde el botero italiano dormía
con el sombrero sobre la cara.

Un agua tan clara que se podía
leer un libro a través de ella.
Un agua tan viva y tan densa que se podía
flotar apoyando el codo en ella.
Me tendí allí como en un diván.
Me tendí allí como si fuera
la Odalisca roja de Matisse.
El agua era mi extraña flor.
Hay que imaginarse una mujer
sin toga ni faja
tendida sobre un sofá profundo
como una tumba.

Las paredes de esa gruta
eran de todos los azules y
dijiste: "¡Mira! Tus ojos
son color mar. ¡Mira! Tus ojos
son color cielo". Y mis ojos
se cerraron como si sintieran
una súbita vergüenza.

(Traducción de Mirta Rosenberg
y Daniel Samoilovich)





AMA DE CASA

Algunas mujeres se casan con la casa.
Es como otra clase de piel; tiene un corazón,
una boca, un hígado y movimientos intestinales.
Las paredes son permanentes y rosadas,
Vean cómo está de rodillas todo el día,
lavándose fielmente de arriba a abajo.
Los hombres entran por la fuerza, atraídos como Jonás
dentro de sus carnosas madres.
Una mujer es su propia madre.
Eso es lo principal.

(Traducción de Mirta Rosenberg
y Daniel Samoilovich)




VIEJA

Tengo miedo de las agujas,
Estoy cansada de sábanas de goma y tubos.
Estoy cansada de las caras que no conozco
y ahora pienso que está empezando la muerte.
La muerte empieza como un sueño,
lleno de objetos y la risa de mi hermana.
Somos jóvenes y vamos caminando
y recogiendo moras silvestres
hasta llegar a Damariscotta.
Ay, Susana, gritó,
te has manchado tu chaleco nuevo.
Sabor dulce:
yo con la boca tan llena
y el dulce azul que corre
hasta llegar a Damariscotta.
¿Qué estás haciendo? ¡Déjame en paz!
¿Acaso no ves que estoy soñando?
En un sueño nunca se tienen ochenta años.

(Traducción de E.L.Revol)




MAL ARTE

Una mujer que escribe siente demasiado,
¡todos esos trances y portentos!
Como si el período y los hijos y las islas
no bastaran, como si las muertes y los chismes
y las verduras nunca bastaran.
Piensa que puede aconsejar a las estrellas.
Una escritora es esencialmente una espía.
Amor mío, esa chica soy yo.

Un hombre que escribe sabe demasiado,
¡todos esos ensalmos y fetiches!
Como si las erecciones y los congresos y los productos
no bastaran; como si las máquinas y los galeones
y las guerras nunca bastaran.
Con muebles usados construye un árbol.
Un escritor es esencialmente un delincuente.
Amor mío, ese hombre sos vos.

Sin amarnos nunca a nosotros mismos,
odiando hasta nuestros sombreros y zapatos,
nos amamos mutuamente, bienamado, bienamada.
Nuestras manos son celestes y suaves.
Nuestros ojos están llenos de terribles confesiones.
Pero cuando nos casamos,
los hijos se marchan, asqueados.
Hay demasiada comida y no queda nadie
para comerse toda esa pavorosa abundancia.

(Traducción de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich)



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