ÁNGEL CALLE
Nacido en 1969, en Madrid, aunque con sangre por los rincones del Jerte. Me pongo a estudiar números. Me dicen poco. Me hacen sociólogo por la vía del doctorado, comprendo algo más. Publico dos libros sobre movimientos sociales, en particular el último (Nuevos Movimientos Globales, Ed. Popular) es reflejo de mi activismo en la construcción de otras realidades desde entornos varios: proyectos agroecológicos, centros sociales autogestionados, Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa. Anudo estos lazos, añado emociones
Poemarios: Los Vínculos (Editorial Isla Varia), Utopistas y Desutópatas (Baile del Sol) y ensayos como Los nuevos movimientos globales: hacia la radicalidad democrática (Ed. Popular, 2003). Integrante de la cooperativa "La Acequia" (Córdoba), de la gente que propone cada año las Jornadas Poéticas Contra el Poder y de la plataforma Quién debe a Quién. Colabora en la productora de documentales sociales Producciones Necesarias y es profesor en la Universidad de Córdoba.
El rodar del mundo
Prestado, prestándose
de sol a luna y de luna a sol
vinculándose.
Así el mundo rueda
y es.
No existen abrazos, ni besos posibles
en un solo cuerpo.
Hablo y no hago más que robar palabras
de un baúl viejo y colectivo.
La lluvia no sería húmeda
si nada ni nadie la recibiese.
La soledad misma
que a veces orgullosa cree ser
su misma y profética hija
es el aliento necesario para el próximo abrazo
la cuerda silenciosa que hermana dos versos.
No amo lo que no se vincula:
el beso fingido
la palabra sorda
la lluvia ácida
la huida misantrópica.
(No amo lo que no es).
La esencialidad del tiempo
Las excavadoras se pasaron toda la tarde
deshauciando piedras indefensas
condenando a hierbas buenas y decentes
al exilio más irreversible.
Tenían órdenes de no hacer prisioneros.
En su lugar, plantaron elegantes farolas
de tacto frío y desdeñoso
y fue imposible establecer con ellas
conversaciones milenarias
debido a lo inoxidable e inalterable de su piel.
Buscamos tribunales que pusieran desorden entre tanto orden
pero en comisaría nos adivirtieron
que ya no estaban de moda las arrugas ni los descampados
y que las grandes empresas habían decidido exterminar
todo lugar desmercantilizado
toda idea o anhelo que no hubiera sido publicitado anteayer:
imposible reivindicar la sabiduría paciente del musgo.
Alguien se acercó y se lamentó por sus recuerdos robados.
No fueron muchas las protestas
pues el hombre del tiempo había pronosticado
alegrías inmutables por todas partes.
¿Batalla perdida?
Fuimos felices reconociéndonos momentáneamente
frente a un tiempo que expulsa el tiempo de aferrarse
de entrelazarse, de sedimentar sentimientos.
Y renegamos, renegamos afirmativamente.
Sólo lo que envejece existe y es compartible
y es entonces digno
o al menos posible
de ser amado.
Al principio
Al final una fecha de mármol:
el día en que vinimos al mundo
la tarde en que cayó un gran palacio.
A medio camino veréis
vosotras, que sabéis del lento transcurrir de las nubes
dos cuerpos amoratados de cariño
una multitud abrazándose como un lento bosque.
Pero al principio, lo que se dice al principio
miradas, roces
horrores comunes, utopías de barro
pude que tan sólo
un aliento encontradizo.
EL CLUB DE LOS UTOPISTAS
¿Quiénes somos?
los indigentes del poder
e indigestos para los poderosos
los que tienen la garganta atada al
corazón
los que hacen habitables las comisarías
los no llamados a la cena de la OMC
los que tiran un verso y enseñan mil
manos
los que desayunan café con sueños
los que tienen correo electrónico
y siguen escribiendo cartas de amor
los que tienen menos y no quieren para
ellos más
los que abren los brazos y no los cierran
sobre cuellos
los que escriben día con luna y presente
con libertad
los que para dar ruedas de prensa
deben ir al hospital
los enfermos de neoliberalismo
y que nos recetarán otros mundos
los que saben esperar y ya no aguantan
los que pagan las facturas y reciben
las fracturas
los que inhalan poesía y detestan el CO2
los que asumen errores y no insisten
en ellos
los que rechazan las balas
los que derriban gigantes y construyen
molinos
los que desobedecen a las porras
y se escudan en los hechos
los que crean redes políticas
y no se enredan en el politiqueo
los balsámicos balseros de la sensata
locura
los Utopistas: nosotras y nosotros.
Me gusta este Club.
El rodar del mundo
Prestado, prestándose
de sol a luna y de luna a sol
vinculándose.
Así el mundo rueda
y es.
No existen abrazos, ni besos posibles
en un solo cuerpo.
Hablo y no hago más que robar palabras
de un baúl viejo y colectivo.
La lluvia no sería húmeda
si nada ni nadie la recibiese.
La soledad misma
que a veces orgullosa cree ser
su misma y profética hija
es el aliento necesario para el próximo abrazo
la cuerda silenciosa que hermana dos versos.
No amo lo que no se vincula:
el beso fingido
la palabra sorda
la lluvia ácida
la huida misantrópica.
(No amo lo que no es).
La esencialidad del tiempo
Las excavadoras se pasaron toda la tarde
deshauciando piedras indefensas
condenando a hierbas buenas y decentes
al exilio más irreversible.
Tenían órdenes de no hacer prisioneros.
En su lugar, plantaron elegantes farolas
de tacto frío y desdeñoso
y fue imposible establecer con ellas
conversaciones milenarias
debido a lo inoxidable e inalterable de su piel.
Buscamos tribunales que pusieran desorden entre tanto orden
pero en comisaría nos adivirtieron
que ya no estaban de moda las arrugas ni los descampados
y que las grandes empresas habían decidido exterminar
todo lugar desmercantilizado
toda idea o anhelo que no hubiera sido publicitado anteayer:
imposible reivindicar la sabiduría paciente del musgo.
Alguien se acercó y se lamentó por sus recuerdos robados.
No fueron muchas las protestas
pues el hombre del tiempo había pronosticado
alegrías inmutables por todas partes.
¿Batalla perdida?
Fuimos felices reconociéndonos momentáneamente
frente a un tiempo que expulsa el tiempo de aferrarse
de entrelazarse, de sedimentar sentimientos.
Y renegamos, renegamos afirmativamente.
Sólo lo que envejece existe y es compartible
y es entonces digno
o al menos posible
de ser amado.
Al principio
Al final una fecha de mármol:
el día en que vinimos al mundo
la tarde en que cayó un gran palacio.
A medio camino veréis
vosotras, que sabéis del lento transcurrir de las nubes
dos cuerpos amoratados de cariño
una multitud abrazándose como un lento bosque.
Pero al principio, lo que se dice al principio
miradas, roces
horrores comunes, utopías de barro
pude que tan sólo
un aliento encontradizo.
EL CLUB DE LOS UTOPISTAS
¿Quiénes somos?
los indigentes del poder
e indigestos para los poderosos
los que tienen la garganta atada al
corazón
los que hacen habitables las comisarías
los no llamados a la cena de la OMC
los que tiran un verso y enseñan mil
manos
los que desayunan café con sueños
los que tienen correo electrónico
y siguen escribiendo cartas de amor
los que tienen menos y no quieren para
ellos más
los que abren los brazos y no los cierran
sobre cuellos
los que escriben día con luna y presente
con libertad
los que para dar ruedas de prensa
deben ir al hospital
los enfermos de neoliberalismo
y que nos recetarán otros mundos
los que saben esperar y ya no aguantan
los que pagan las facturas y reciben
las fracturas
los que inhalan poesía y detestan el CO2
los que asumen errores y no insisten
en ellos
los que rechazan las balas
los que derriban gigantes y construyen
molinos
los que desobedecen a las porras
y se escudan en los hechos
los que crean redes políticas
y no se enredan en el politiqueo
los balsámicos balseros de la sensata
locura
los Utopistas: nosotras y nosotros.
Me gusta este Club.
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