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viernes, 8 de julio de 2011

4300.- GENARO ORTEGA GUTIÉRREZ


Genaro Ortega Gutiérrez
(Córdoba, 1960)
«Escribo desde muy joven, y tengo en mi haber un puñado de premios literarios. He publicado poemas en numerosas revistas, y crítica y opinión en algunos periódicos locales. Tuve un programa de radio: "Como dijo el poeta...", que estuvo en antena más de dos años. He formado parte de varios colectivos poéticos. Publico en Internet desde principios de 2001.»





Erupción Nasal

Un buen día, las cosas
se fueron por otros derroteros,
y el vientre se te quedó
tapizado de polvo y de desidia.
Las circunstancias que envolvieron
tu embelesamiento
te colocan en el umbral de un prodigioso
y complejo retablo, donde las palabras
curan la pasión
como cualquier otra deformación profesional.
Acaso la extraña actitud,
tu gallardía de entonces,
se debiera principalmente a los efectos benéficos
de la brisa serena y celosa
sobre su busto.
Ya está.
Aclaradas las cosas,
no hace falta ir más adelante.







Con Las Cejas Pobladas

Lo mires por donde lo mires
el fenómeno es siempre el mismo:
muros ante la soledad
que corren riesgo de hundimiento
en los días plañideros.
Ruina, araña y polvo.
Noches trazadas con líneas borrachas,
en las maderas que sopesan
lo ofrecido con lo tomado
y velan.
A veces, sin embargo, aparecen
minúsculas invenciones,
-llueve sobre mojado-
la sustancia de ese adentramiento que es
la hora más difícil.
(Tú sabes apreciar estas cosas;
nobleza obliga.)
A menudo, están al alcance de la mano,
entre la espada y la pared,
primeros geranios del balcón
que despiertan un legítimo delirio,
legendario.
El tópico se hace realidad cuando
el examen consiste en crear espacios ilusorios,
postales, billetes, grifos y muñecas.
Tiovivos salidos de tu boca
en el patinaje silencioso de los sueños
y las vidas,
rutilantes, como rosas
sobre terciopelo negro.
De la seria hostilidad de los ritmos
para perder los papeles y las formas
ya tienes factura.







El Ojo Del Huracán

Gracias a la generosidad de la lluvia
has mesurado esta tarde
los extremos recónditos del jardín:
un fotograma en blanco y negro. Lentitud
que ennoblece la llanura del plano
y te convoca a la calidez
de otra historia, reduciéndolo todo
a su última pasión nefanda.
Como un amor adolescente
o un atentado terrorista,
en cuya gravitación se mueve, inexorable,
la palabra que conspira
-desalmada-,
puesta al servicio de unos dogmas
que buscan equivalencia
entre el espíritu y la forma,
entre el amanecer y el mar.
Quizás,
después de todo,
la verdadera poesía está
fuera del tiesto.






Falo De Ayer

Profanas candelas te conducen
permanentemente a callejones sin salida,
huecos donde pierden el perfil las caricias
y la sombra aborrece la salada fluidez
de la almendra.
Básicamente
es el viento quien esta tarde
pone el dedo en la llaga,
consciente
de su poder evocador de bramidos y naufragios,
cuando empieza a narcotizarte
la rutina, y los sonetos
no aportan un grano de arena al espejo
que se encorva al final del pasillo.
!Qué lujo hubiera sido
poder atisbar ese mar azul,
jardín de flores mestizas
con los estambres cargados de polen
y el diálogo siempre en clave!








Azul En El Ombligo

Pocas cosas
más elocuentes que los silencios de las gárgolas,
cuando las noticias meteorológicas
confirman una tendencia imparable
de fatuos relámpagos,
si flamean las rodillas y la lengua demanda peces,
pues no es extraño que sean
otros labios cercanos
quienes cultiven la semilla robada a la noche,
su madurez preinstalada
como voz que rebota por dentro
-aún lectora tardía-,
y sale al paso del trueno
o crece en elasticidad.
El ojo de la aguja.
La mirada de la aguja.
Los belfos del viento por las arcadas.









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