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jueves, 23 de junio de 2011

4183.- PEDRO GIL


Pedro Gil (Manta, Ecuador 1971). Ha publicado los poemarios Paren la guerra que yo no juego (1989), Delirium tremens (1993), Con unas arrugas en la sangre (1997), He llevado una vida feliz —antología poética que incluye Los poetas duros no lloran— (2001) y Sano juicio (2003). Su obra poética consta en varias antologías ecuatorianas y latinoamericanas. Coordina el taller literario de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.



Diecisiete puñaladas no son nada

A Bahieh, Tuti y Omid

La pena de morir así no vale la pena
Octavio Paz


Mi hermana muerta
Susurra una canción de cuna en el hospital
No te toca no es tu hora
Reposa ñaño
Rebeldía en los ojos
Sometimiento al latir del corazón.

Allá no se haga tu voluntad
Amiga de parias
Sólo tu sufrimiento es perfecto
Perfecto el desangrar de la tarde
Lavado por una lluvia
Tan melancólica
Tan llorosa
Como la niñez perdida en un cementerio
De vivos en un pozo séptico de sacrificios
Pero tu miseria fue de lujo ñaño
Libros peleas ganadas a la humillación
Triunfaste
17 puñaladas no son nada.

El alma está lista para más
Miseria de lujo
El cerebro intacto, la bondad intacta
Esas blancas enfermeras bondadosas sonrientes
Esa mulata evitándote el desmayo definitivo
No cruces el puente
Eres demasiado bello
Por eso sigue buscando
La belleza no está entre nosotros
Los voluntarios fallecidos
Busca, busca
Sigue buscando ñaño que cuando estés
Listo La Muerte me ha dado la orden
De no dejarte inundar con sollozos.

Ruiseñor sin risa
Reposa, resposa mi hermano no te toca
17 puñaladas no son nada.

No puedo conceder tu petición
De fallecimiento,
No puedo
Susurra mi hermana muerta
Mientras cobija mi sueño
Cobija mi agonía.
De Soledumbre, Mar Abierto, 2009








Yo me pasé fumando la noche entera

Llego a casa sudando sacrificios
penetro a mi mujer,
dulce mujer,
persiste mi farmacodependencia
a su abnegada vagina
la hago gemir cariños (también sacrificios).

A menudo ella le comenta
a un Señor de Barbas Blancas
que no está conforme con su suerte,
esa pena suya
no tiene importancia
porque somos marido y mujer
hasta que los cuernos
de la incomprensión nos separen.

Mentí:
Llego a casa amanecido,
pidiendo un frío chaulafán de perversidades,
pero esta vez el amor no entró por la cocina.

Yo me pasé fumando la noche entera,
me recogieron treinta cigarrillos
que se hicieron ceniza
junto a la mañana.

Como han confiscado
mis pertenencias
empeñé mis huesos a los usurpureros.

Lo que ignora la mecánica: una porción del mundo celebra un bolero,
otra porción
baila como cucaracha elegante
(porque nadie es puro a las doce y media a.m.)

Mis amigos pagan mi bebida
ellos entienden que estamos perdidos en la tierra
por eso son presuntos autores de mi religiosa vagancia.

Esto se vuelve desconcertante
como un negro tocando saxofón en la penitenciaría
(no seas quejumbroso:
te dan la libertad de escoger la prisión que te guste).

Desconcertante, como la mirada de un burro.

Yo me pasé fumando la noche entera, la luna estaba llena y no quiso cenar

Penetro a mi mujer, dulce mujer y luego de esquivar puñaladas
hambrientas y mezquinas quedo totalmente asombrado de estar vivo.
De Delirium tremens, Eskeletra, 1993










El amor se aprende

desde
que despertamos
juntos
aprendí
que no
todas
las soledades
son
perpetuas

De Sano juicio, Archivo histórico del Guayas, 2003





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